Gideon (español) - Portada del libro

Gideon (español)

Nicole Riddley

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Gideon, de 200 años, consejero de la familia real de los licántropos, lleva buscando a su erasthai más tiempo del que vive la mayoría de los humanos. Hace tiempo que se dio por vencido, pero esta noche huele algo celestial... Va hasta su cama y descubre que ya hay alguien allí...

Layla, una joven de 22 años, humana en una familia de hombres lobo, ha intentado ser independiente toda su vida. Pero tras aceptar el turno de un compañero de trabajo enfermo, acaba en una casa que huele lo suficientemente bien como para que se meta en la cama del dueño... desnuda.

Calificación por edades: 18+

Autora original: Nicole Riddley

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Mundos diferentes

GIDEON ARCHER

—¡Lord Archer! Qué curioso encontrarle aquí.

Alistair Pembroke. Fundador de Pembroke Motor Corporation y fabricante de todo tipo de cosas, desde pequeños aviones hasta coches de lujo, pasando por barcos y yates.

Un playboy extraordinario.

Y de lo más pretencioso.

Ansioso y desesperado por establecer una conexión con el Palacio. Si tan solo supiera que el príncipe heredero y su manada están aquí, en California…

Me coge la mano y me golpea la espalda como si fuéramos viejos amigos.

—Señor Pembroke. —Lo acepto, porque hacer lo contrario sería descortés, y yo soy cualquier cosa menos maleducado.

Lo cual no significa que me guste este capullo.

—Señora Helen Aristophanes —dirige su atención a mi acompañante—. ¿Cómo está usted?

Tengo que reprimir un comentario sarcástico porque sé que se han conocido, en un sentido bíblico, más de una vez, aunque ella profesaba ser leal solo a mí.

—Señor Pembroke —Helen le dedica una de sus seductoras sonrisas y le ofrece la mano. Los ojos de él recorren rápidamente su cuerpo antes de llevarse la mano de ella a los labios.

—Entonces, ¿qué trae al legendario Lord Archer aquí esta noche? —pregunta volviendo a dirigir su atención hacia mí después de soltar lentamente la mano de Helen— Nunca pensé que le vería entre los humanos.

Me meto las manos en los bolsillos del pantalón y miro a nuestro alrededor.

La gala benéfica está en su apogeo: champán a raudales, música en directo, hombres con sus trajes de mil dólares y mujeres haciendo alarde de sus vestidos de diseño. El lugar está repleto de seres humanos.

Solo veo otros dos licántropos aquí esta noche. Probablemente sea el equipo de seguridad de Pembroke o sus amigos. Es el lugar para ver y ser visto. A nadie le importa la causa.

—Para mostrar mi apoyo a esta gala benéfica, claro —digo con voz inexpresiva.

—Sí, naturalmente —responde.

—Ahí estás, Alistair. —Una hermosa mujer licántropa se acerca a él—. Te he estado buscando —dice antes de lanzar sus ojos hacia mí, expectante.

—Lord Archer, permítame presentarle a mi acompañante, Juana Vega —dice Pembroke —. Juana, este es Lord Archer y su acompañante, la señora Helen Aristophanes.

—Su compañera, en realidad —dice Helen antes de darme la oportunidad de decir nada. Enrosca sus dedos alrededor de mi brazo—. Es un placer conocerle.

—Oh, Dios mío... usted es Lord Archer —respira Juana Vega, y sus ojos se iluminan—. Alistair, nunca me dijiste que conocías a Lord Archer.

—Es un placer conocerla, señora Vega —le digo, estrechando la mano que me ofrece.

—El placer es todo mío. —Ella sigue con cara de asombro. Siento que la mano de Helen me aprieta el bíceps y trato de ocultar mi fastidio.

Tengo que hablar pronto con Helen sobre esta posesividad. Ambos entendemos que ella no tiene ningún derecho sobre mí, así como yo no tengo ningún derecho sobre ella.

—Bueno, tenéis que sentaros con nosotros —Pembroke levanta la mano para indicar la sección VIP de la parte delantera.

—Me temo que no nos vamos a quedar —le digo.

—Oh, quedaos, por favor. La pista de baile pronto estará despejada para bailar —insiste. Pembroke lleva años intentando acercarse a mí. Supongo que es por mi conexión con el Palacio.

—Ojalá pudiera, pero tengo trabajo que hacer, señor Pembroke.

—Cariño, siempre estás trabajando. La fiesta parece divertida —refunfuña Helen. Estoy seguro de que Alistair Pembroke encuentra sexy su gesto, que a mí me parece irritante.

—Sabes muy bien que no puedo quedarme. Además, tenemos esa reserva en el Providence —le digo.

Estoy aquí para entregar un mensaje del Palacio a uno de los aliados más poderosos fuera del Reino. Mensaje entregado. Mi trabajo está hecho. Tengo que irme.

—Quizás nuestros caminos se crucen de nuevo en el futuro, señor Pembroke.

***

Helen ha puesto mala cara y no ha dicho nada en la parte trasera de la limusina. Sin embargo, desde el momento en que nos sentamos a cenar, no ha dejado de hablarme.

Veo que su boca se mueve pero mi mente está ocupada en otros asuntos, y eso es una mala señal.

Hice un acuerdo con Helen para que fuera mi compañera hace cinco años, sin compromisos. Por aquel entonces la encontraba entretenida.

Se entiende que esto no va a ser algo permanente. Nunca voy a hacerla mi compañera. Esa oferta nunca estará sobre la mesa. Si uno de nosotros encuentra su erasthai —o si simplemente nos aburrimos el uno del otro— terminaremos nuestro acuerdo en cualquier momento, sin resentimientos.

E incluso con este acuerdo, no siempre estamos juntos. A veces estamos lejos el uno del otro durante meses, a veces durante casi un año. Cuando ella se va, afirma que pasa un tiempo en Mykonos, donde viven sus padres, pero lo dudo.

Nunca cuestiono adónde va. No es asunto mío. Tampoco le respondo dónde he estado yo, o qué he hecho.

La he encontrado más irritante que de costumbre estos últimos meses…

Bueno, en realidad, ha sido mucho más que eso. No recuerdo bien cuándo ha dejado de ser entretenida. Cada palabra que sale de su boca me pone de los nervios.

Después de mi última estancia con el príncipe heredero Caspian y su manada, tratando de salvar a su erasthai Quincy de las garras de su antigua manada, estoy seguro de que necesito acabar pronto con Helen.

Tal vez el encuentro con las auténticas hembras de la manada de Caspian me haya recordado cómo debería ser con tu compañera.

O tal vez la forma en que Helen se lanzó sobre el Príncipe y trató de crear problemas entre la pareja real, a pesar de mi advertencia, me esté afectando.

Hace tiempo he perdido toda esperanza de conocer a mi erasthai, pero necesito a alguien en quien pueda confiar y que me guste de verdad.

La pareja de un hombre lobo es su otra mitad. Para un licántropo, una erasthai es casi lo que una pareja es para un hombre lobo. Es la que tu instinto te dice que sería más compatible mental, emocional y físicamente.

Tu instinto te dice que, con el tiempo, podría ser la hembra de la que podrías enamorarte profundamente, por el resto de tu vida, por encima de todas las demás. Eso si no estás ya enamorado de ella a primera vista... o al primer olor.

Ella será tu obsesión. Tu vida. Tu todo.

—He oído que habrá una ceremonia de apareamiento en el Palacio de Banehallow y que el príncipe heredero y su manada han volado a Rusia. Seguro que ellos están invitados. —La voz de Helen penetra en mis pensamientos—. ¿Por qué no volvemos a Rusia? Seguro que el baile es para morirse.

De hecho, me han invitado, pero tengo algunas cosas que hacer aquí y en otros lugares.

—No lo creo.

Helen vuelve a poner mala cara.

—Eres un adicto al trabajo —se queja, no por primera vez—. Oh, menos mal. He oído que el Príncipe va a rechazar su intención.

Todavía no puedo creer que vaya a hacer de esa mujer Quincy su reina. Es demasiado sencilla, ¿no crees?

Sabe muy bien que Quincy St. Martin es cualquier cosa menos sencilla. Esa mujer es impresionantemente hermosa y poderosa.

De hecho, Quincy St. Martin fue la única mujer que encontré lo suficientemente intrigante como para considerar el apareamiento. Lástima que sea la erasthai del príncipe heredero y mi futura reina.

Soy leal a la corona; no muerdo la mano que me da de comer.

—Estoy aburrida. Estamos en Los Ángeles, me apetece salir de fiesta aunque tú no lo hagas.

—Muy bien. Tendrás el coche a tu disposición esta noche. Se lo haré saber al conductor. —No tengo dudas de que estará con Alistair Pembroke. Me siento aliviado de estar solo. No será el primer hombre con el que pasa la noche.

Puede quedarse con ella si lo desea.

En serio creo que es hora de cortar con ella. Esto ya no me sirve. Es bueno terminar las cosas mientras aún estemos es términos amigables. Solo tengo que encontrar una manera de hacerlo sin que se vuelva loca.

Tal vez pueda endulzarla con un costoso regalo de despedida... Le encantan los regalos caros.

Me pido un taxi y dejo caer unos cuantos billetes de cien dólares más sobre la mesa para compensar la descortesía de Helen hacia nuestro camarero de esta noche.

***

Nuestro hogar es un último piso de 450 metros cuadrados con un techo de 4,6 metros y una vista perfecta del Océano Pacífico. Nunca me quedo en un lugar por mucho tiempo, así que este es solo un hogar temporal.

Soy el intermediario real entre el Palacio y el resto del mundo.

Tengo mi equipo, pero prefiero hacer ciertas cosas yo mismo. Me han enviado a resolver conflictos entre manadas entregando mensajes confidenciales del Rey a otros líderes, como esta noche, y viceversa.

Me encargo de todo lo que tenga que ver con asuntos de la realeza. En todo el mundo.

De camino al bar me quito la chaqueta, me aflojo la pajarita y me desabrocho unos cuantos botones superiores antes de quitarme los gemelos y arremangarme la camisa de vestir hasta los codos.

Me sirvo una copa, luego me acerco al sofá y abro el portátil para trabajar.

Mi teléfono suena en el bolsillo y lo saco para mirar la pantalla. Es uno de mis amigos, uno de los pocos de confianza, Louis de Vauquelin. La última vez que oí hablar de él estaba en Ibiza.

—Gideon, ¿dónde estás?

—Louis —respondo—, estoy en Los Ángeles. ¿Dónde estás tú?

—Sigo en Ibiza, pero ya no trabajo aquí.

Saco mi reloj de bolsillo y lo abro. Es casi medianoche, lo que significa que allí son casi las nueve de la mañana.

Dejo escapar una risita. ¿Trabajando? —De fiesta, querrás decir. ¿Cuándo terminas de salir de fiesta?

Se ríe. —Bueno, no todos estamos trabajando duro las 24 horas del día como tú. A algunos nos gusta hacer algo que se llama... ¿vivir?

—Disfruto con mi trabajo.

—Sí, sí... eso dices, pero Los Ángeles suena bien en esta época del año. Iré a visitarte —dice.

—No, no te molestes. Me iré pronto de la ciudad. ¿Tal vez puedas encontrarte conmigo en Lisboa en unos días? Tengo algunos asuntos que atender, y una reunión con algunos líderes de manada allí.

—Me parece muy bien. Avísame cuando te vayas de Los Ángeles —dice antes de colgar.

LAYLA

—¿Es eso lo que llevas para la cena? —pregunta mamá, inspeccionando mis vaqueros rotos y mi jersey verde y grande.

El jersey tiene la cara de una vaca sonriente con grandes ojos saltones y las palabras “¿Tienes leche?”. También hay unos patos de aspecto malvado y algunas gallinas.

—¿Qué? ¡Es adorable! —digo a la defensiva.

De acuerdo, es feo... pero ella no necesita saber lo que realmente pienso de él.

Sus ojos se abren. —No. Quiero que te cambies ahora, Layla.

—¡Uf, mamá! —Me dirijo a mi armario. Tengo veintidós años, pero mi madre todavía me trata como a una niña pequeña.

Es triste, de verdad.

—¡No! Otro jersey feo no —dice mamá cuando mi mano se posa en una sudadera gris que era de mi hermano.

—Toma, ponte esto —dice, tomando el asunto en sus manos. Me da un vestido rosa claro que usé solo una vez.

De mala gana lo tomo y ella sale de mi habitación. ¡Ah! No puedo ganar.

Me mudé de casa para vivir entre humanos hace un año. Está a media hora del territorio de la manada, pero casi todos los fines de semana me hacen sentir culpable para que vuelva a cenar en familia con ellos.

Tal vez debería haber avanzado más.

Quiero a mi familia, pero su intromisión en mi vida se me está yendo de las manos.

Justo después de que termino de cambiarme, irrumpe en mi habitación.

¡Dios, lo que tengo que soportar!

—Ahora, siéntate, Layla —coloca una silla para mí frente al tocador. Intento no poner los ojos en blanco mientras tomo asiento.

—Eres una chica hermosa, cariño. ¿Por qué tienes que ocultarlo así?

Ambas miramos nuestros reflejos en el espejo. No me parezco mucho a mi madre. Mi madre es humana y mi padre es un hombre lobo.

—Tienes suerte de tener el bello gen del lobo —dice.

Quiero decirle que no tengo el gen de hombre lobo. Soy una humana... como ella. La única diferencia es que ella tiene un compañero que la ama. Yo no.

Sus ojos color avellana claro, el único rasgo que he heredado de mi madre, me miran fijamente, pero no digo nada.Me revuelve el pelo salvaje, castaño y rizado, y sacude la cabeza. Luego se dedica a amontonarlo en un moño suelto en la parte superior de mi cabeza. Solo me deja ir cuando está satisfecha con mi aspecto.

***

—Abuela, tu asiento está ahí. —Intento empujar suavemente a mi abuela para que se siente en su silla habitual.

Ahora está sentada en mi lugar, lo que significa que tengo que sentarme en la única silla disponible al lado del tipo con el que me están emparejando, Kofi: la razón por la que me había esforzado para parecer fea.

Pero ella se niega a ceder: —Ay, mi cadera. No creo que pueda levantarme ahora. Juro que pronto necesitaré una cadera nueva. Ahora, ¿qué has dicho, Layla querida?

Intento no asesinar a mi abuela de ochenta y siete años, la madre de mi madre. Vive con nosotros desde que mi abuelo murió, hace diez años.

También es una anciana astuta que en realidad está en plena forma, pero que finge, descaradamente, padecer todas las dolencias conocidas para salirse con la suya.

Esta noche están sentados a la mesa mi padre, mi madre, mi abuela, mi hermana pequeña Maya y su reciente compañero Abraham, mi hermano mayor Kaleb, su compañera Carmen, y Kofi.

Suspiro y admito mi derrota.

Me dirijo al otro lado de la mesa y me siento junto a Kofi. Kofi es el amigo de mi hermano mayor, que perdió a su compañero hace diez años.

Es casi un invitado fijo en esta casa cada fin de semana porque piensan que es perfecto para mí.

—Estás preciosa esta noche, Layla —dice Carmen —. ¿No crees que se ve hermosa, Kofi?

—Siempre está guapa —responde Kofi con una gran sonrisa.

Reprimo un gemido. Oh, Dios, ayúdame.

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