Cuando a Quinn, una joven que huye, la muerde un lobo en el bosque, descubre un mundo que no sabía que existía: un mundo de hombres lobo. Ahora Quinn debe adaptarse a su nueva vida en la manada Sombra de Luna bajo la dirección de un seductor alfa.
Calificación por edades: 18+
Autora original: Chloe Taylor
Mordida por el Alfa de Chloe Taylor ya está disponible para leer en la aplicación Galatea. Lee los dos primeros capítulos a continuación, o descarga Galatea para disfrutar de la experiencia completa.


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1
Cuando Quinn, una joven que huye, es mordida por un lobo en el bosque, descubre un mundo que no sabía que existía: un mundo de hombres lobo. Ahora Quinn debe adaptarse a su nueva vida en la manada Sombra de Luna bajo la dirección de un seductor alfa.
Calificación por edades: 18+
Autora original: Chloe Taylor
Mientras mi montaña de comida enlatada, mantas, pilas y botellas de agua bajaba por la cinta transportadora hacia la caja registradora, el empleado me miró con desconfianza.
—Sólo estoy haciendo una donación para el refugio de los sin techo. —Sonreí nerviosa.
Maldición, le dije a mi madre que estaba en la biblioteca. Si no vuelvo con un libro, sabrá que estaba mintiendo.
Me fijé en un libro de bolsillo de Agatha Christie descolorido, mezclado con las revistas y la prensa rosa.
—Y también me llevaré esto, —dije arrojándolo a la cinta.
Pagué y llené mi mochila con las provisiones. Tendría que esconder esto en un arbusto antes de volver a casa.
Esta noche era la noche.
Por fin iba a hacerlo.
Por fin sería libre.
***
Mi madre me estaba esperando cuando volví a nuestra pequeña casa de campo en el bosque.
Apreté mi libro de bolsillo contra mi pecho con ansiedad.
Entrecerró los ojos y golpeó con los dedos la mesa de roble.
—Esto es inaceptable, Quinn.
—Lo sé, lo siento… No volverá a ocurrir —dije bajando la cabeza.
—Tienes razón, no lo harás. Porque no harás más viajes a la biblioteca durante las próximas tres semanas —dijo severamente.
Normalmente, hubiera protestado. Mis viajes a la biblioteca local eran lo único que me mantenía cuerda. Mi madre prácticamente me tenía encerrada aquí.
Me educó en casa hasta los dieciocho años, alejándome de toda actividad social exterior.
La desaparición de mi tía Jodie le había afectado mucho. Yo era demasiado joven para recordarlo, pero mi madre no había sonreído desde entonces.
Esta vez mantendría la boca cerrada. Los viajes a la biblioteca ya no importaban.
Después de esta noche, podría hacer lo que quisiera.
—Te perdiste la cena; fue hace quince minutos —dijo mi madre fríamente—. Así que te irás a la cama sin nada.
Mientras mi estómago gruñía, pensé en mi reserva de comida enlatada que guardé en los arbustos, aunque sabía que podía aguantar varias horas más.
Cuando empecé a caminar hacia mi habitación, oí a mi madre murmurar en voz baja, una y otra vez.
—Niña tonta. Niña tonta, tonta. Tonta, tonta, tonta.
—No soy la tía Jodie —le dije, pero no respondió. Siguió meciéndose de un lado a otro.
***
Me cubrí con las sábanas. En cualquier momento, mi madre podía llegar.
Justo a tiempo. Abrió la puerta de mi habitación y se asomó para asegurarse de que estaba dormida.
Después de un momento, la cerró con llave.
Sin problema: no iba a salir por la puerta.
Me quité las sábanas y me levanté de la cama, ya completamente vestida.
Saqué de mi estantería un libro hueco que contenía un par de alicates de alta resistencia.
Los utilicé para aflojar los tornillos de mi ventanilla y la levanté en silencio. Miré hacia abajo y no parecía ser una caída lejana, pero no quería arriesgarme.
Si la huida requería de algo, era de trabajar con las piernas.
Até las sábanas y las arrojé por la ventana, asegurándome de que quedaran bien atadas al poste de mi cama.
Eché un último vistazo a mi habitación, pero no sentí ningún sentimiento ni nostalgia. Era difícil sentir cariño por una prisión.
***
Golpeé la linterna contra la palma de la mano hasta que se encendió.
Había bosque por todas partes. Por alguna razón, mi madre pensó que estar en una cabaña remota en el bosque era más seguro, pero el aislamiento solo me hizo sentir más vulnerable.
Estaba oscuro y me sentía desorientada, pero tenía que empezar a moverme.
Cuando mi madre descubriera que me había ido, probablemente iniciaría una cacería para tratar de localizarme.
Ya no sería una prisionera. Ya había sacrificado dieciocho años de mi vida por algo que le ocurrió a mi tía, a la que apenas conocía.
Era el momento de empezar a vivir.
Empecé a caminar por el bosque, con la esperanza de distanciarme de la cabaña antes de que saliera el sol.
A medida que me adentraba en el bosque, pensaba en todos los libros que había leído de chicas jóvenes que se adentraban en un bosque. Desviándose del camino.
Pensé en las palabras de mi madre…
Cualquier cosa puede pasar cuando oscurece.
***
Después de varias horas, estaba oficialmente perdida. Todos los árboles parecían iguales. Cada paso hacia adelante podría haber sido un paso hacia atrás.
Por lo que sabía, estaba volviendo a la casa de campo.
Mi mochila cargada era pesada y mis párpados se sentían aún más pesados.
Tenía que encontrar un lugar para acampar y dormir en algún momento.
Mientras avanzaba somnolienta, un destello de luz me llamó la atención.
Vi desaparecer detrás de un árbol una larga y ondulada cabellera rubia.
¿Era sólo mi imaginación, o había alguien más aquí?
Al acercarme a un árbol, pude ver como una forma femenina se revoloteaba hacia otro árbol.
Juraría haber oído unas risitas.
—Oye, ¿quién eres?—le pregunté.
Seguí a la figura danzante mientras revoloteaba de un árbol a otro, ocultando su rostro.
Era tan grácil y misteriosa; sus largos cabellos me guiaban como una luz.
Empecé a correr más rápido. Necesitaba saber quién era.
De repente, se dio la vuelta y me miró directamente. Tenía la cara más hermosa que jamás había visto. Y sus ojos…
Eran exactamente del mismo color gris plateado que los míos.
Parpadeé y, en un instante, desapareció. Tal vez realmente estaba viendo cosas.
Me encontré en un pequeño espacio claro, era perfecto. Empecé a montar el campamento, extendiendo mantas en el suelo y colgando una de ellas sobre una rama baja para formar una tienda improvisada.
No sabía si esa mujer era real o una invención formada por mi falta de sueño y mi mísera comida de frijoles enlatados, pero de cualquier manera, sentí que iba a desmayarme // necesitaba dormir.
Me dormí, esperando que a la mañana siguiente apareciera la libertad que anhelaba…
***
¡Aúuuuuuu!
Me desperté de golpe al oír un aullido lejano, probablemente de un lobo.
Todavía estaba oscuro; no había dormido mucho.
Mis ojos intentaban adaptarse a la oscuridad mientras oía el crujido de las hojas en la distancia.
Me había preparado para muchas cosas, pero no para los lobos.
Empecé a meter todo de nuevo en mi mochila. Probablemente era mejor seguir avanzando. No sabía lo lejos que estaba, pero no quería averiguarlo.
¡AÚUUUUUUU!
Los aullidos se volvieron el doble de fuertes. Se estaban acercando.
Necesitaba algo con lo que defenderme. Rápidamente arranqué la rama del árbol más cercana y la sostuve frente a mí como una espada.
Deseaba desesperadamente que la misteriosa mujer volviera a aparecer y me guiara a un lugar seguro, pero estaba sola.
Empecé a correr, chocando desordenadamente con ramas y zarzas. Necesitaba salir de aquel bosque.
El sonido de las fuertes patas estampadas en las crujientes hojas comenzó a resonar en el bosque.
Se estaba acercando rápidamente.
Intenté acelerar el paso, pero tropecé con una raíz y caí en la tierra.
Cuando me levanté para arrodillarme, vi un gran lobo gruñendo de pie justo delante de mí, con la baba colgando de sus afilados colmillos.
Una horrible cicatriz recorría el lado izquierdo de su cara.
Agarré mi bastón y empecé a balancearlo salvajemente, pero no se inmutó.
Se abalanzó sobre mí, pero logré meter mi bastón con su nariz, y dejó escapar un aullido.
—¡Aléjate! —grité, con la esperanza de ahuyentarlo.
Los ojos rojos del lobo se entrecerraron y comenzó a acercarse.
No tenía adónde ir.
Nadie podía oírme gritar.
El lobo se abalanzó sobre mí y me empujó sobre la espalda, clavándome sus garras en el pecho.
Oh, Dios mío, voy a morir.
Me gruñó hambriento como si se alimentara de mi miedo.
Las lágrimas comenzaron a caer por mi cara.
Clavé las uñas en la tierra, intentando apartarme, pero el peso del lobo era demasiado fuerte.
Casi parecía que estaba sonriendo mientras abría su mandíbula de par en par y…
CRUNCH.
Grité mientras el dolor más intenso que jamás había sentido me recorría el cuerpo.
El lobo había hundido sus enormes colmillos en mi pierna.
Los soltó y se alejó en la oscuridad, dejándome que me desangrara.
Creía que los lobos solían acabar con sus presas, pero a este no parecía importarle.
Mi cabeza empezó a dar vueltas mientras la sangre empapaba mis vaqueros.
No había forma de que me moviera. Aquí era donde iba a morir.
Cuando mi visión empezó a ser borrosa, otro lobo salió de la maleza.
Este era aún más grande que el otro, con pelaje rubio ceniza y ojos color avellana, pero no actuaba de forma agresiva.
En cambio, me acarició mientras mis ojos se cerraban.
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2
Una densa niebla envolvía el bosque mientras lo recorría, pasando mis manos por las ramas de sus árboles.
Estaban todos muertos, y sin embargo, de alguna manera, eran más hermosos que los árboles cubiertos de follaje.
Perlas blancas y suaves se esparcían por el aire, volaban tan alto que no podría decir dónde terminaban.
Todo parecía igual en todas las direcciones, pero no me sentía perdida.
Era extrañamente mitigador.
Un zumbido débil sonó agradablemente en el aire y mientras un ligero viento me despeinaba, sentí como si me susurrara al oído.
Alcancé a ver una larga cabellera rubia y blanca que había visto antes en alguna parte.
Corrí hacia ella, y una brizna de humo comenzó a arremolinarse a mi alrededor hasta materializarse en una hermosa mujer.
Me resultaba muy familiar, y cuando me cogió de las manos, a varios metros del suelo, supe que podía confiar en ella.
—Quinn, tienes mucho que aprender. —Sonrió cálidamente—. —No será fácil al principio, pero hay quienes te ayudarán a guiarte en tu viaje.
—¿Como tú? —pregunté.
—No, niña, te he llevado tan lejos como he podido. Mi lugar no está en tu mundo.
—No entiendo… ¿Qué me va a pasar? ¿Acaso estoy viva? —pregunté, confundida.
—Sí, pero cuando despiertes, tu vida no será la misma que antes. Estás destinada a cosas mucho más grandes, hija mía.
—¿Quién eres? ¿Cómo te conozco?
—Me conoces en tu corazón, Quinn.
Puso sus largos y elegantes dedos en mi corazón.
—Recuerda estas palabras: sabrás en quién puedes confiar… —dijo, empezando a desvanecerse.
—Espera, ¿qué palabras? ¡no te vayas todavía!
Me acerqué a ella, haciendo de repente una conexión.
—¿Eres mi… mi tía?
—Lupus Paulo —dijo suavemente, desapareciendo.
***
Bip. Bip. Bip.
Bip. Bip. Bip.
¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy?
Tenía la visión borrosa, pero la habitación parecía prístina, toda blanca.
—La mordedura fue profunda, pero se curará, con tiempo. Sin embargo, el proceso debería acelerarse significativamente después de la transición de su cuerpo.
—¿Y cuándo será eso exactamente, doctor? —preguntó una voz profunda y ronca.
—Es difícil de decir, pero no debería tardar mucho.
¿Quiénes son estas personas? ¿Qué es ese sonido?
Una vía intravenosa se aferraba a mi muñeca y un monitor a mi lado emitía lentos pitidos.
¿Esto es un hospital?
—¿Crees que su cuerpo puede soportar la transición? —volvió a preguntar la voz ronca—. Es muy… pequeña. Podría partirse por la mitad.
—Tal vez, mi Alfa, pero el tiempo lo dirá.
¿Alfa? ¿Transición? ¿De qué están hablando? ¿Qué iba a pasarme que podría partirme por la mitad?
Mi corazón empezó a latir más rápido y el pitido del monitor también aumentó su ritmo.
La vía intravenosa me administró automáticamente algo en el brazo hizo que me relajara.
—¿Me mantendrás informado de su estado? —preguntó el hombre llamado Alfa.
—Naturalmente, mi Alfa. Me pondré en contacto contigo enseguida si hay algún cambio.
Empecé a perder la conciencia de nuevo, pero la hermosa mujer no volvió a mí.
Sólo sus palabras.
Lupus Paulo.
***
Cuando volví en mí, entrecerré los ojos ante las brillantes luces fluorescentes que colgaban sobre mí.
Me pasé el pelo negro anudado por encima de los ojos para no ver.
La iluminación siempre fue la parte que menos me gustó de los hospitales.
Intenté moverme, pero al instante me di cuenta de mi error.
Hice una mueca de dolor y apreté la mandíbula. No iba a ir a ninguna parte. Me miré la pierna vendada.
Maldita sea, creo que es un esguince.
Me preguntaba quién me había traído hasta aquí…
Pensé que el lobo me habría descuartizado.
Al sonar el pomo de la puerta de mi habitación, sentí de repente una oleada de miedo en la boca del estómago.
¿Y si fuera mi madre? ¿Qué me haría? Ya estaba en una cama de hospital, pero sinceramente, le temía más a ella que al lobo que me trajo hasta aquí.
En lugar de mi madre, entró la chica más agradable, bonita y amable que jamás había conocido, llevando consigo un ramo de rosas preciosas.
—Hola —dijo con un ligero acento sureño—. Veo que por fin te has despertado.
Sus ojos verdes brillaban bajo su pelo rubio ondulado, y sus mejillas sonrosadas eran aún más rojas que las flores.
Colocó las rosas junto a mi cama y se sentó, mirándome inquisitivamente.
¿Por qué esa curiosidad? Yo soy la que tiene preguntas.
—¿Quién… quién eres tú? —tartamudeé—. ¿Y cómo he llegado aquí?
—Soy Sky —dijo en un tono burbujeante—. Ya sabes, como cielo en inglés: el lugar donde las nubes, los pájaros y el sol pasan el rato.
Eso suena bien. Esta chica es tan brillante que es contagiosa.
—Soy la que da la bienvenida por aquí. —Sonrió.
—¿Bienvenida?
—A la Manada Sombra de Luna.
Debió de percibir mi desconcierto, porque al instante jadeó y se tapó la boca.
—Oh, rayos, probablemente no debía decir nada todavía. Yo y mi gran boca. No tienes ni idea de lo que está pasando, ¿verdad?
—Me atacó un lobo y ahora estoy en una cama de hospital… Eso es más o menos lo que sé.
Sky se mordió nerviosamente sus largas uñas ante la mención del lobo.
—Dios, ¿cómo le explico esto a un humano? —murmuró.
¿Un humano? Vale, ¿de qué demonios está hablando?
—Empiezas a asustarme, Sky… ¿Qué es una manada Sombra de Luna?
—Bueno, es una especie de familia… Una familia a la que te unirás… Desde lo de tu… incidente.
—Oh, Dios, no eres parte de algún tipo de secta, ¿verdad? He leído muchos libros y esto nunca acava bien para el fugitivo —dije, empezando a ponerme nerviosa.
Sky, por su parte, parecía aliviada.
—Oh, no, nada de eso. Debes de pensar que soy un bicho raro. —Se rió—. No, somos una familia de hombres lobo, una manada.
Me quedé con la boca abierta. ¿Era esto una especie de broma retorcida? ¿Dónde estaban las cámaras ocultas?
Acababa de decir “hombres lobo”.
Volví a recordar al lobo en el bosque, la forma en que me dejó después de la mordida.
Y luego ese enorme lobo rubio ceniciento, la forma en que me acarició de manera protectora.
¿Podría ser…?
—Sé que es mucho para asimilar, Quinn, pero los hombres lobo existen. Lo hemos hecho durante siglos, sólo que nos escondemos. Seamos realistas, la raza humana no manejaría muy bien esa información. Probablemente utilizarían las horcas y las antorchas al primer indicio de algo sobrenatural.
No. No. Esto es una locura. No hay manera de que esto sea real.
—Escucha, Sky, pareces una buena persona, de verdad, pero no me interesa unirme a tu aquelarre de hombres lobo o lo que sea. Hay algunos chicos góticos que hacen juegos de rol en la biblioteca los viernes… Tal vez puedas llevarles tu hoja de inscripción para…
—Quinn, eres muy graciosa. Los aquelarres son para las brujas. Somos una manada. Y no te vas a apuntar. Ya eres miembro —dijo, señalando el mordisco en mi pierna.
Algo es gracioso por aquí, pero no soy yo.
—En realidad me gustaría hablar con el Doctor, si pudiera…
La puerta se abrió de repente y un hombre de pelo rubio ceniciento entró en la habitación. Sus músculos sobresalían de su fina camiseta blanca y sus ojos dorados eran hipnotizantes.
Nunca había visto a nadie tan guapo en mi vida, y el magnetismo instantáneo que sentí hacia él fue embriagador.
Me asusté y me puse nerviosa a la vez.
¿Por qué me sentía tan atraída por él? No era un sentimiento normal.
Cuando habló, reconocí su voz ronca. Era el hombre al que el Doctor se refería como Alfa.
—Sky, ¿qué le has dicho? —dijo bruscamente.
Sky se puso pálida de repente.
—Sólo estaba dándole la bienvenida a la Manada. Pensé que le vendría bien un toque más… Suave, ya sabes, para facilitarle la entrada.
Para este hombre parecía que “toque suave” era una frase extraña. Su vocabulario era “aplastar”, “chocar” y “golpear”.
—Déjala. Necesito hablar con ella a solas —ordenó.
Sky me lanzó una mirada de disculpa mientras salía de la habitación. De repente, deseé que la loca de los hombres lobo volviera.
Evité el contacto visual directo con él. Esos ojos dorados recorrían mi cuerpo de arriba abajo y, a pesar de lo incómoda que me sentía, me gustaba cómo me miraba.
—Tu nombre —dijo en tono dominante.
—Quinn.
—Quinn… —dijo, como saboreándolo.
—¿Y el tuyo? —pregunté nerviosa, aún mirando hacia otro lado.
No respondió, pero se acercó al borde de mi cama. Podía sentir un calor que irradiaba de él y me calentaba de dentro hacia fuera.
—Mírame —me ordenó.
¿Quién se cree que es? Aunque esté bueno, no puede decirme lo que…
Cuando levanté la vista y le miré directamente a los ojos, ocurrió algo parecido a un sueño. Sentí una conexión indescriptible con este completo desconocido. Sentí como si se hubiera convertido en una parte de mí.
A juzgar por la expresión de sorpresa en su rostro, él también debió de sentirlo.
—Cómo… ¿cómo es posible? Ni siquiera te has convertido —dijo, aturdido.
Sus ojos dorados se quedaron clavados en los míos plateados, sin que ninguno de los dos pudiera apartar la mirada.
—Así que, eres mi compañera…
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