Aarya, una mujer loba de 19 años, nunca se había considerado una romántica empedernida hasta que el chico al que amaba la dejó al encontrar a su compañera. Con el corazón recién roto, asiste a regañadientes al Baile de los Licántropos, donde conoce al rey licántropo Dimitri Adonis y siente una conexión instantánea. Ahora la ardiente compañera debe navegar por el peligroso mundo de las intrigas imperiales mientras se enfrenta a antiguas amantes despechadas, subordinados celosos y mucho más.
Calificación por edades: 18+
AutorA original: Laila
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1
Aarya, una mujer loba de 19 años, nunca se había considerado una romántica empedernida hasta que el chico al que amaba la dejó al encontrar a su compañera. Con el corazón recién roto, asiste a regañadientes al Baile de los Licántropos, donde conoce al rey licántropo Dimitri Adonis y siente una conexión instantánea. Ahora la ardiente compañera debe navegar por el peligroso mundo de las intrigas imperiales mientras se enfrenta a antiguas amantes despechadas, subordinados celosos y mucho más.
Calificación por edades: 18+
Autora original: Laila
Nota: Esta historia es la versión original de la autora y no tiene sonido.
«Me besó profundamente y en ese momento supe que estaríamos bien». Al cerrar el libro recién terminado, suspiré.
Normalmente no era el tipo de chica que se obsesiona con las historias románticas, pero la semana pasada todo eso cambió.
Lo único que he hecho desde entonces es leer esas historias románticas irreales y, obviamente, imaginarme como la protagonista femenina. «¿Quién es el protagonista masculino?», te estarás preguntando.
El mismo chico que me robó el corazón hace cuatro años: Hunter Hall.
—Aarya, ¿quieres venir a hacer la compra conmigo? —La inconfundible voz de mi madre gritó por las escaleras.
—No, mamá —contesté.
Aarya Bedi, ese es mi nombre. Tengo diecinueve años y, por si no lo has adivinado por mi nombre, soy india, y sí, también soy una mujer loba.
Actualmente vivo con mis padres, Sid y Tara; llevan veintisiete años casados. Mi hermano mayor, Sai, tiene veinticuatro años y su compañera, Zoya, también tiene veinticuatro.
Nuestra manada se llama Luna Negra; me encanta nuestra comunidad. Todo el mundo se conoce, y crecer aquí fue maravilloso. Ahora mismo me estoy formando para ser médico de manada, que es lo que siempre quise ser.
Recuerdo que se burlaban de mí cuando decía que quería ser médico de la manada. Era a causa de mi color de piel y los estereotipos, por supuesto.
Todo el mundo pensaba que era la carrera perfecta para mí, ya que soy india y, al parecer, todos somos médicos, abogados o contables. Antes me molestaba, pero ahora lo acepto.
En mi mente bullían pensamientos sobre Hunter Hall; es nuestro beta. Él y nuestro alfa, Carter Ward, habían sido enviados a entrenar cuatro años antes, y hoy regresaban.
Todavía recuerdo el día previo a su marcha. Hunter se acercó a mí con sus preciosos ojos azules y me dijo que esperara por él. En aquel momento yo solo tenía quince años, pero sabía que lo esperaría.
Después de todo, estaba completamente enamorada de Hunter. Con él me di mi primer beso; aún recuerdo la sensación de sus labios contra los míos.
La mayoría de los lobos encuentran a su compañero a los dieciocho años, y como Hunter no estaba aquí cuando cumplí los dieciocho y no encontré a mi compañero, estaba convencida de que Hunter estaba destinado a ser mi compañero.
Gimiendo, me levanté de la cama y me dirigí a la estantería. Tenía que pensar en otra cosa, de lo contrario me volvería loca. Estaba repleta de libros. Se podría decir que era un ratón de biblioteca.
Mis dedos rozaron las cubiertas de muchos volúmenes antes de detenerse en uno. Al cogerlo, suspiré. Era la historia de los humanos, los hombres lobo y los licántropos. No era una historia de fantasía, sino hechos reales.
Sin embargo, sabía que si leía otra historia romántica, mis pensamientos irracionales no me dejarían descansar.
Me acomodé en la cama y me puse a leer. Los humanos, los hombres lobo y los licántropos vivían en paz, y así ha sido durante miles de años.
No era un secreto que los licántropos nos dominaban a todos; eran mucho más fuertes y poderosos que nosotros, los hombres lobo.
Nuestra familia real estaba formada en su totalidad por licántropos. Siempre me parecieron extremadamente intimidantes. Tenían un aura a su alrededor.
Hojeando la historia de cómo nos unimos todos para una gran batalla, encontré el capítulo que siempre me había intrigado.
Compañeros de los licántropos. Se les consideraba muy valiosos para los licántropos. Se decía que, si un licántropo perdía a su compañera, podía arrasarlo todo, matando a miles de personas y destruyendo ciudades enteras.
Hay un ejército especial entrenado para lidiar con estas situaciones. Los licántropos solo pueden tener una compañera. No pueden marcar y aparearse con otra si su compañera muere, a diferencia de nosotros, los hombres y mujeres lobo.
Siempre me pareció fascinante. Si un hombre lobo perdía a su compañera, teníamos la opción de encontrar la felicidad marcando y apareándonos con otro, pero los licántropos no podían hacerlo.
Por eso la compañera de un licántropo era tan preciada, y también convertía a los licántropos en seres extremadamente leales. Mientras continuaba leyendo, me encontré con la parte del envejecimiento. Los licántropos dejan de envejecer a los veinte años.
Muchos siguen celebrando su cumpleaños, pero técnicamente tienen siempre veinte, aunque pueden vivir cientos de años.
Antes de nuestro rey actual, el anterior gobernó durante quinientos años antes de entregar las riendas a su hijo. Se dice que partió de viaje con su compañera y nadie ha sabido nada de ellos desde entonces.
Los hombres lobo también vivimos mucho tiempo, pero no tanto como los licántropos. Simplemente envejecemos lentamente.
También se dice que, si la compañera de un licántropo es una humana o una mujer loba, su cuerpo se adapta para convertirse en licántropa. Se vuelven más fuertes y poderosas, y se las considera licántropas.
Esa parte siempre me había asustado, pero sabía que era verdad. Después de todo, mi mejor amiga era ahora una licántropa.
Aunque nunca lo admití, siempre me había sentido intimidada por ella. Cambió, y eso me asustó.
Como el libro no era nuevo, no mencionaba a nuestro nuevo rey, Adonis Dimitri Grey. Al parecer, todo el mundo le llamaba Dimitri y solo los más cercanos podían llamarle Adonis.
Nuestro rey era extraño; subió al trono sin una compañera a su lado, lo cual era inaudito. Todos los reyes licántropos anteriores habían encontrado a sus compañeras antes de ser coronados.
También odiaba las fotos. Al parecer, solo había tres de él. Una de cuando nació, otra de cuando nacieron sus hermanos y la última de cuando ascendió al trono.
Yo era muy niña entonces. Han pasado diez años. Nadie sabe realmente la edad real del rey, y sospecho que probablemente él tampoco se la diga a nadie.
Empezó a sonar un tono de llamada que me resultaba familiar y me di la vuelta para coger el teléfono, que estaba cargando. Al ver el nombre que aparecía en la pantalla, sonreí y contesté rápidamente.
—Sophia Butler, cuánto tiempo sin hablar —me burlé.
—Aarya Bedi, deja de burlarte de mí. Sabes que he estado ocupada —se quejó Sophia, mi mejor amiga.
—¿Realmente has estado ocupada? ¿O es que Luke te ha tenido atrapada? —continué bromeando.
—Eres terrible —rio Sophia—. Sabes que he estado ocupada. Al fin y al cabo, ¡se acerca el Baile de los Licántropos! ¿No estás emocionada?
Ah, sí, el Baile de los Licántropos. La forma que tiene el reino de asegurarse de que todas las manadas vean el palacio y conozcan al rey. Lo odiaba.
Esta era la segunda vez que nuestra manada era elegida, pero en realidad era la primera vez que iba a ir. Siempre he odiado los bailes, tanto los del colegio como los de las bodas. No sé por qué, porque me encanta disfrazarme.
Aunque nunca había asistido a uno, tengo la sensación de que la razón por la que odiaba el Baile de los Licántropos era porque me intimidaban los licántropos.
La primera vez que nos eligieron, caí enferma con una gripe fortísima. Mis abuelos volaron desde Canadá para cuidarme mientras el resto de mi familia iba al baile.
Así es como mi mejor amiga conoció a su compañero licántropo, Luke.
Es la amiga que acabo de mencionar. Sophia conoció a Luke en el baile de hace cuatro años, y a partir de ese momento, cambió mucho.
No me malinterpretéis, me alegré mucho cuando llamó y me lo contó, aunque por dentro se me retorcieran las tripas. Una parte de mí sabía que perdería a mi mejor amiga.
Después de todo, ahora era una licántropa y tenían funciones y responsabilidades muy importantes. Su compañero, Luke Martin, era el jefe de los guerreros, así que Sophia estaba ocupada todo el tiempo.
Como le gustaba tanto organizar, se encargaba de los eventos importantes, y el Baile de los Licántropos era el más importante que iba a organizar Sophia.
—Oh, sí. Me hace mucha ilusión —respondí sarcásticamente.
—Pero lo bueno es que podrás verme — intentó animarme Sophia.
—Es cierto. No nos hemos visto en un año. No desde que volviste a casa a ver a tu sobrinito —suspiré.
—Yo también te echo de menos. Ojalá pudiera volver más a menudo—. Sophia también suspiró.
—Estás ocupada, lo entiendo. Pero doy gracias a Dios por la tecnología. Siempre podemos hablar aunque no estemos juntas —dije.
—Eso es muy cierto. ¡Ay, Aarya! ¡Me muero de ganas de verte! Vienes mañana, ¿verdad? —preguntó Sophia.
—Sí, mañana. Bien temprano —suspiré.
—¡Deja de suspirar! Al menos intenta estar un poco emocionada —se quejó Sophia.
—Vale, lo siento. Lo intentaré —me reí.
—Bueno, ahora tengo que irme. El deber me llama, pero estoy deseando verte mañana —respondió Sophia.
—Hasta mañana —dije, colgando.
No pasó mucho tiempo hasta que mi madre entró en mi habitación con Zoya, llevando una bolsa. Sabía lo que había dentro: mi vestido para el baile.
—Aarya, tienes que hacer la maleta. Sabes que mañana nos vamos temprano —dijo mamá, sacudiendo la cabeza en mi dirección.
—La ayudaré a hacer las maletas —dijo Zoya, riendo y gimiendo a la vez.
Mamá asintió y se fue. Zoya me sacó de la cama y me ayudó a preparar el equipaje. Era una distracción para no pensar en Hunter.
—¿Alguna noticia sobre cuándo volverán Hunter y Carter? —le pregunté a Zoya cuando terminamos.
—¿Por qué? ¿Estamos impacientes? —Zoya se echó a reír.
—No, solo tengo curiosidad, eso es todo —repuse, poniendo los ojos en blanco.
Zoya era la única de mi manada que sabía que Hunter me había besado y que yo lo amaba. Los demás creían que solo era un capricho mío.
No quería que mis padres lo supieran, y especialmente mi hermano. No se tomaría muy bien la noticia, pero sabía que podía confiar en Zoya.
—Bueno, deberían estar aquí muy pronto. ¿Estás nerviosa? —preguntó Zoya.
—Un poco. Me muero de ganas de verlo —admití.
Zoya y yo nos sentamos en mi cama y charlamos un rato. Me encantaba poder abrirme a Zoya; era como mi hermana.
Sai decía que le encantaba ver que su hermana y su compañera tenían una relación tan increíble. ¡Había tenido suerte de que Zoya fuera tan genial! Después de que Sophia se fuera, me sentí sola, pero Zoya siempre estuvo a mi lado cuando la necesité.
Al poco tiempo, mi oído de mujer loba captó el sonido de los coches que bajaban por el camino. Me levanté de un salto, con el corazón latiendo a toda velocidad mientras los nervios empezaban a apoderarse de mí.
Por fin había llegado la hora. Iba a ver a Hunter después de cuatro años.
Zoya me cogió de la mano mientras bajábamos juntas las escaleras.
—¿Tengo buen aspecto? —Me pasé las manos por el pelo y Zoya sacudió la cabeza.
—Respira profundamente, Aarya, tú puedes. No pasa nada. —Por suerte, nuestra casa estaba cerca de la casa de la manada donde vivían con sus familias el alfa y el beta.
Sai nos estaba esperando abajo y tomó la mano de Zoya.
—Vamos a ver a nuestro alfa y a nuestro beta.
Zoya no me soltó la mano mientras caminábamos la corta distancia que nos separaba de los vehículos aparcados. El corazón me latía muy rápido, y yo solo quería ver a Hunter.
Nos acercamos a los coches y mi loba estaba muy inquieta. ¿Era esa la señal que había estado esperando? ¿Mi compañero estaba aquí?
Mis sueños se estaban haciendo realidad. Hunter saldría de ese coche y sabría que somos compañeros. Al oír abrirse la puerta del coche, mi cabeza se dirigió instintivamente hacia el sonido.
Primero salió nuestro alfa, Carter Ward. No había cambiado nada. Bueno, excepto que se había vuelto más musculoso. Sus ojos verdes brillaban con picardía y felicidad. Sí, el mismo Carter de siempre.
Se apartó un poco el pelo rubio de la cara antes de abrazar a sus padres y a su hermano pequeño. Observé cómo los saludaba a todos antes de detenerse ante mí.
Había tenido la suerte de que el futuro alfa quisiera ser mi amigo. Durante nuestros años de escuela, Carter siempre había estado a mi lado cuando lo necesité, y nunca podría agradecérselo lo suficiente.
Lo consideraba uno de mis mejores amigos, junto con Sophia.
Una sonrisa contagiosa se apoderó de su rostro, y me descubrí devolviéndole la sonrisa. Lo siguiente que recuerdo es que Carter me levantó y me hizo girar, provocando las carcajadas de todos los adultos.
—¡Aarya! ¡Ay, cómo te he echado de menos! Has cambiado bastante. La pubertad, ¿eh? —se burló Carter.
Puse los ojos en blanco y le abracé.
—Yo también me alegro de verte, Carter. No has cambiado nada. No te preocupes, a veces la gente llega tarde —bromeé, ganándome una risa de los padres de Carter.
—Te he añorado de verdad, Sonrisas. —Carter sonrió y me abrazó de nuevo.
—Yo también te he echado de menos —repuse, sonriendo ante el apodo que me había puesto Carter de niños, y que no había olvidado.
Al oír que la puerta del coche se volvía a abrir, miré por encima de los hombros de Carter para ver un cuerpo conocido salir del vehículo. Estaba de espaldas a mí, así que no podía saber que yo estaba detrás de él.
Quería ver sus ojos azules llenos de amor y adoración por mí.
Carter se apartó y se quedó a mi lado, lo que me pareció un poco raro. Seguramente debería haber seguido saludando a todo el mundo.
Tal vez quería ver el momento en que Hunter y yo nos reconocíamos como compañeros. Sí, debía ser eso.
Mi loba seguía nerviosa, alimentando mis pensamientos de que Hunter era realmente mi compañero. Observé cómo su pelo castaño claro ondeaba al viento. Seguía de espaldas a mí, y yo solo quería que se diera la vuelta.
¿A qué estaba esperando?
Justo cuando pensaba que estaba a punto de darse la vuelta y que se produciría ese momento mágico con el que había soñado, Hunter se giró hacia el coche y tendió la mano.
Mi corazón se detuvo al ver que una mano delicada con manicura perfecta buscaba la de Hunter. La sonrisa se me borró de la cara y en su lugar apareció una mirada traicionada.
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2
Carter me tomó de la mano, y ahora comprendí por qué estaba a mi lado. Sabía que Hunter y yo nos habíamos besado, sabía que estaba enamorada de Hunter y también sabía que me sentiría destrozada cuando lo viera.
Mis ojos no se apartaban de la espalda de Hunter mientras él ayudaba a una chica impresionante a salir del coche. Una mirada a ambos y supe que eran compañeros. Sentí que el corazón se me rompía en millones de pedazos.
Mis nervios de loba no se habían debido a que Hunter fuera mi compañero, sino a que Hunter tenía una compañera. Había una gran diferencia.
Las lágrimas pugnaban por brotar, pero me negué a dejarlas salir. Hunter no debía ver lo mucho que me afectaba; tenía que ser fuerte.
Me giré para mirar a Carter, que tenía una mirada culpable. Le sonreí con tristeza y sacudí la cabeza. En realidad, no era culpa suya, ni tampoco de Hunter. No puedes elegir a tu compañera.
Aunque esta era la única vez que deseaba que se pudiera hacer. Ver a la persona por la que suspiras dar la mano a su compañera y presentarla ante todos fue como una puñalada en el estómago.
Un desperdicio de cuatro años esperando sentada por él como una completa y absoluta idiota.
Hunter avanzaba por la fila con su compañera. La sonrisa de su rostro fue otro golpe para mí.
Me habría gustado que tuviera esa sonrisa cuando me miraba a mí, pero esa sonrisa estaba reservada para su compañera, y esa no era yo.
Solté la mano de Carter y me limpié las palmas sudorosas en los vaqueros. Hunter estaba presentando a su compañera a Sai y Zoya; la siguiente era yo. No podía permitir que viera lo mal que me sentía.
En cambio, me alegraría por él, como todo el mundo. Con suerte, conseguiría superar las presentaciones sin llorar.
Respiré profundamente cuando Hunter se acercó a mí. De repente, los recuerdos con él cuatro años antes desfilaron ante mis ojos. Su magnífica sonrisa, ese increíble beso, sus promesas.
Cerrando los ojos, salí de mi ensoñación. Cuando los abrí, Hunter me sonreía, pero no como antes. Solo una sonrisa amistosa, la misma que le había dedicado a los demás.
—Aarya, me gustaría que conocieras a mi compañera, Lana Reed. —Hunter señaló a su compañera.
—Es un placer conocerte, Lana. Buena suerte para domar a este —bromeé.
Lana se rio y dijo:
—¡Me gustas! Eres divertida. Espero que podamos salir juntas. Necesito más amigas.
Se me revolvieron las tripas ante sus palabras; ¡era tan amable! Eso hacía más difícil odiarla.
—Por supuesto. Me encantaría salir contigo —sonreí. «Maldita seas por ser demasiado educada». ¿Por qué no podía haberle dicho que simplemente no quería salir con ella?
Lana me devolvió la sonrisa, y la compañera avanzó por la fila. Carter se había ido, y yo me quedé allí de pie, a solas con mis pensamientos.
Zoya me tocó suavemente en el hombro, haciéndome dar un brinco. La miré y contemplé la tristeza que había aparecido en sus ojos. Suspiré y negué con la cabeza.
No quería hablar y no quería compasión. Sólo quería sentarme en mi habitación y llorar, pero todavía no podía irme.
En lugar de seguir con los ojos a Hunter y a Lana, me centré en Carter, que estaba hablando con los miembros del consejo.
Cuando terminó de hablar, se volvió para mirarme, probablemente al percibir mi mirada firmemente fija en él.
Se acercó y me susurró:
—Vete a casa, Aarya. Te doy permiso. No te quedes aquí mientras te rompes por dentro. Tienes que irte a casa.
Le miré con lágrimas en los ojos y le susurré entrecortadamente:
—¿Por qué no me lo dijiste?
Carter parecía molesto. Se limpió la lágrima perdida que se le había escapado.
—Ay, Sonrisas. No sabía cómo hacerlo. No quería decírtelo por teléfono o por carta. Quería decírtelo en persona, pero no tuve la oportunidad de hacerlo. Lo siento mucho.
—No fue culpa tuya —dije suspirando—. Tengo que seguir adelante, pero también necesito algo de tiempo para asimilarlo.
Carter asintió con la cabeza, entendiendo lo que decía. Me besó en la frente y me di la vuelta, dirigiéndome a mi casa.
Oí a Carter decir a mi familia y a todo el mundo que me dejaba ir a casa porque estaba cansada. En cuanto llegué, subí corriendo las escaleras y me puse ropa cómoda.
Solía ponerme la camiseta de Hunter todas las noches para dormir, pero la saqué del armario y la tiré directamente a la basura. Ya no debía ponérmela; había perdido todo derecho sobre Hunter cuando encontró a su compañera.
Su compañera. Mi corazón se rompió aún más, si es que eso era posible.
Desplomándome sobre la cama, dejé que las lágrimas fluyeran. Dejé que empaparan mi almohada y por fin me permití llorar. Todo este desamor era demasiado para mí.
Después de todo este tiempo de querer un compañero, de querer lo que tenían mis padres, descubrí que en realidad no deseaba un compañero. No quería que alguien me amara; estaba rota por dentro. No quería el dolor de tener un compañero.
Se suponía que los compañeros eran algo mágico, y yo solía creerlo de todo corazón, pero ahora ya no. Los compañeros causan dolor y tristeza. ¿Quién quiere eso?
Las lágrimas no cesaron cuando mi familia regresó a casa. Oí a mi madre detenerse frente a mi puerta y recé para que no entrara.
Contuve la respiración para detener mis sollozos. Si mamá me oía llorar, no dudaría en entrar en mi habitación.
—Tara, déjala dormir. Mañana tenemos que madrugar —dijo la voz queda de mi padre. Oí que los pasos se alejaban y miré al techo. Papá tenía razón, mañana partíamos temprano. Necesitaba dormir un poco.
Cerrando los ojos, me dejé ir y me perdí en mi mundo de sueños….
**
Un fuerte zumbido me hizo gemir mientras me daba la vuelta y apagaba la alarma de mi teléfono. Hoy era el día del Baile de los Licántropos.
Lo temía porque sabía que estaría cansada. Con suerte podría dormirme en el coche.
Me obligué a salir de la cama, me vestí y me encogí al ver las bolsas que se habían formado bajo mis ojos. Estaba claro que anoche no había dormido bien.
Suspirando, me preparé y me maquillé para parecer un poco más viva.
Cuando bajé, mis padres estaban bebiendo una taza de té, y Sai y Zoya estaban desayunando.
De repente, cuatro pares de ojos se volvieron para mirarme y vi lo mismo en todos ellos: simpatía.
No quería su compasión. Lo único que quería era tumbarme en la cama y llorar todo el día, pero sabía que eso no iba a suceder. Necesitaba demostrarle a Hunter, y también a mí misma, que era fuerte.
Mi padre me pasó una taza de café y sonreí.
Mamá y Zoya hablaron de lo increíble que sería el baile para mí, ya que era mi primera vez. Agradecí la distracción.
Cuando acabamos de desayunar, ya era hora de ponerse en marcha. Me subí al coche y enseguida puse la música a todo volumen en los auriculares y apoyé la cabeza en el frío cristal.
Papá y mamá me dejaron en paz mientras yo dejaba que la música me transportara a mi propio mundo. Al poco tiempo, el sueño se apoderó de mí, concediéndole a mi cuerpo un descanso muy necesario.
—Aarya, despierta. —Mi madre me sacudió suavemente.
Me froté los ojos somnolientos y me di cuenta de que estábamos en una estación de servicio. Estiré los brazos y salí del coche. Zoya y Sai salieron del suyo y me saludaron.
—Ve a comer algo y no te olvides de ir al baño. Todavía nos quedan dos horas —me dijo mamá, entregándome algo de dinero.
Suspirando, entré en la tienda para comprar comida. Creo que tenía el ceño permanentemente fruncido, porque todo el mundo me miraba y apartaba rápidamente la vista.
—Sonrisas. ¿O debería decir Ceñuda? ¿A qué viene esa cara larga? —Carter me revolvió el pelo.
—Venga, ¿en serio? ¿Por qué el pelo? —me quejé, apartando a Carter y arreglándome el cabello.
—Porque llevo cuatro años sin hacerlo y tu reacción no tiene precio, como siempre —rio Carter.
Recorrí la tienda con gesto de fastidio, pero me detuve en seco cuando oí la risa asquerosamente dulce de Lana. Genial, lo último que necesitaba era ver a Lana y a Hunter.
—Vamos, Sonrisas. Cojamos algo de comer y salgamos rápidamente —dijo Carter en voz baja, empujándome por la tienda en dirección opuesta.
Cogí un burrito junto con una chocolatina y una botella de agua. Mientras esperaba en la cola, volví a oír esa risa. Estaban detrás de mí.
«Respira profundamente, Aarya, respira profundamente. Todo lo que tienes que hacer es pagar y marcharte. No les prestes atención», me dije.
Dejé mi compra sobre el mostrador y puse los ojos en blanco al oír a Lana reírse una vez más. ¿Qué demonios le estaba diciendo Hunter? En realidad, era mejor no hacer ni caso. No quería saberlo.
Después de pagar, salí corriendo de la tienda porque necesitaba aire fresco desesperadamente. Quería esperar a Carter, pero tampoco iba a arriesgarme a encontrarme con Hunter y Lana.
Decisiones, decisiones. Obviamente me decanté por la mejor opción, que era ir al coche y evitar a Hunter y Lana.
Por suerte, papá ya estaba al volante. Sonrió cuando subí al asiento trasero. Miré por la ventanilla y vi a Hunter y a Lana.
Con solo una mirada, daban la sensación de ser la típica pareja de enamorados que todo el mundo odia. Esos que no paran de mostrar su afecto en público e incomodan a todos.
Hunter tenía el brazo sobre el hombro de Lana y estaba besándola en el cuello, ¡en público! Si yo podía verlo, todos los demás también. Sin embargo, Lana parecía estar disfrutando.
Hice una mueca y, al mismo tiempo, establecí contacto visual con Carter, que simulaba arcadas a su espalda. Eso me hizo reír. Al verme, sonrió y fingió cortarse el cuello.
Al menos sabía que no era la única que odiaba el espectáculo.
Cuando mamá volvió al coche, papá nos dijo que nos quedaban poco menos de dos horas. Ya eran las once de la mañana, así que llegaríamos sobre la una y pico.
Papá empezó a conducir y pasé la primera hora comiendo y leyendo el libro que había metido en la maleta. Se habían acabado las novelas románticas para mí. Era un libro de misterio muy emocionante. Definitivamente, era más de mi gusto.
Durante la segunda hora volví a quedarme dormida. Probablemente fue algo bueno, ya que necesitaba dormir antes del Baile de los Licántropos de esa noche.
Mamá me despertó cuando llegamos al hotel. Carter se acercó a nuestro coche y sonrió cuando me vio frotándome los ojos de sueño.
—La Bella Durmiente por fin despierta —dijo, dándome la mano.
—Lo que tú quieras —le dije, tomándole la mano—. Necesitaba dormir. Si no, no podría a sobrevivir a esta noche.
—Yo también necesitaba dormir, pero no, tenía que hacer el maldito viaje hasta aquí —se quejó mientras entrábamos en la recepción del hotel.
—Bueno, ya dormirás un poco cuando nos registremos —le dije, y me reí de la cara que puso.
—Venga, Sonrisas. Sé mi cita para el Baile de los Licántropos de esta noche. No puedo imaginarme ir con nadie más. Eres el oxígeno que respiro, el… —dijo Carter con gesto teatral.
—Vale, señor Dramático. —Le golpeé juguetonamente—. Baja el tono. Supongo que iré contigo.
—Bien. Si hubieras dicho que no, te habría obligado de todos modos. —Carter me guiñó un ojo y se dirigió hacia sus padres, que se estaban registrando.
Me reí de lo tonto que era. Carter estaba haciendo un buen trabajo distrayéndome, y sabía que por eso hacía más tonterías que de costumbre.
Mientras me acercaba a mis padres, mis oídos se centraron involuntariamente en la conversación de Hunter y Lana.
—Casi no puedo esperar a que nos den nuestra habitación. Solo pienso en arrancarte la ropa —dijo Hunter.
—¡No puedes decir eso! Te va a oír todo el mundo —exclamó Lana.
—Que lo oigan. No me importa. Sólo quiero lucirte esta noche en el baile —respondió Hunter.
Sacudiendo la cabeza, me concentré en otra cosa. Me sentí como si me hubiera entrometido en una conversación privada, pero aun así me dolió.
Estaba claro que Hunter no recordaba lo que había pasado cuatro años antes, o simplemente no le importaba. Era feliz y había pasado página.
Mi plan había sido ir con Hunter esta noche porque, en mi mundo de sueños, había creído que seríamos compañeros. Habría estado en la posición en la que ahora se encontraba Lana, pero no lo estaba.
Cuanto antes lo asumiera, mejor para mí.
Suspirando, me dirigí hacia mis padres, que me entregaron la llave de mi habitación. Gracias a Dios tenía mi propia habitación, porque ahora mismo estaba intentando con todas mis fuerzas que no se me saltaran las lágrimas.
Papá y mamá estaban en una planta diferente a la mía, así que me fui sin ellos. Mamá me advirtió que empezara a prepararme a las cuatro de la tarde, porque los coches llegarían a las siete para recogernos.
Zoya y Sai estaban en la misma planta que mis padres, así que yo estaba sola en esa planta.
La suerte estaba finalmente de mi parte, ya que tampoco Hunter y Lana estaban en mi planta. Zoya me envió un mensaje justo cuando entré en la habitación para decirme que estaban en la suya.
Carter me mandó otro mensaje preguntándome en qué planta estaba y, por supuesto, él sí estaba en mi planta.
Deshice el equipaje rápidamente y conecté el teléfono para cargarlo. Las imágenes de Hunter y Lana me perseguían.
Eran las dos de la tarde. Tenía que hacer algo antes de que mis pensamientos me consumieran. Entré en el baño y me desnudé mientras daba la ducha.
Cuando me metí bajo la ducha caliente, las lágrimas empezaron a rodar. No era capaz de parar y decidí dejarlas caer. Necesitaba desahogarme. Dejé que el agua lavara mis lágrimas y mi pena.
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