Reencuentro con mi secuestrador - Portada del libro

Reencuentro con mi secuestrador

Tania Shava

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Talia tiene sólo diecisiete años cuando es secuestrada por Axel, un jefe de la mafia. Consigue escapar, pero no antes de descubrir lo cruel que puede ser la vida. Para protegerse, huye lejos y cambia de identidad. En pocos años, se convierte en una fuerte mujer de negocios sin intención de mirar atrás. Pero entonces ocurre algo que la obliga a hacer un trato con el diablo que la secuestró... ¡Y ahora que la ha encontrado, no la dejará escapar de nuevo!

Calificación por edades: 18+

Autora original: Tania Shava

Nota: Esta historia es la versión original de la autora y no tiene sonido.

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106 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Chapter 3

Capítulo 3

Chapter 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

Talia

Había sido un día agotador en la escuela. Cuando Talia se descolgó la cartera y la colocó en la cama, se quedó dormida de inmediato.

La despertó el timbre del teléfono y lo contestó medio aturdida.

—¿Hola?

—¡Talia, sabes que eres increíble!

Por eso supo que era su mejor amiga Mia.

—No te has olvidado de esta noche, ¿verdad? —dijo Mia.

—¡Oh, mierda! —murmuró Talia. Se le había pasado por completo que se habían apuntado para ser camareras en una recepción.

—Será mejor que te vistas, Talia, te iré a buscar dentro de treinta minutos —dijo su amiga, y luego colgó. Se dio cuenta de que había dormido cuatro horas y ahora eran las siete y media de la noche.

Se levantó rápidamente de la cama y se dio una ducha rápida. Se puso el uniforme de trabajo que les habían dado para la velada.

Se recogió el pelo negro y contempló en el espejo sus ojos verdeazulados. Se maquilló un poco y se puso en marcha.

Oyó a Mia tocando la bocina fuera y rápidamente corrió hacia ella.

—¡Talia! —chilló—. ¿No estás emocionada? ¡Esta noche vamos a servir a ricachones!

Talia se rió en respuesta.

Cuando llegaron vio que el lugar era enorme. El enorme letrero de la puerta rezaba "Emperatriz".

—Vaya —murmuró., Mia también tenía la misma expresión de asombro.

—Ya te digo, Talia.

Se sacudieron el pasmo y entraron rápidamente. El lugar era enorme, con lámparas de araña, moqueta roja, mesas y una pista de baile.

Se presentaron ante una mujer de unos cuarenta años. Era elegante y empezó a asignarles cosas que hacer y preparar para los invitados.

Cuando terminaron, les dijeron que se colocaran en un lateral para que los invitados pudieran entrar.

Al cabo de veinte minutos, el local estaba abarrotado de gente. Todos parecían rimbombantes.

Era cansado y agotador correr de un lado a otro, ya que aquella gente tenía exigencias sin fin.

—Talia —oyó que su jefa la llamaba. Le puso una bandeja en las manos—, —ven aquí. Ve a esa mesa y coloca este vaso frente a un hombre llamado Axel.

Cogió la bandeja y se dirigió a la mesa, donde había unas dieciséis personas. Parecían los más ricos de todos los invitados con diferencia. Recorrió la mesa hasta que vio el rótulo con el nombre de Axel.

Todo el mundo estaba inmerso en una profunda conversación mientras ella colocaba el vaso junto a Axel. Cuando estaba a punto de marcharse, una invitada soltó un grito que atrajo la atención de todos.

—¿En serio? ¿No podías haber comprado la maldita botella entera?

Talia nunca se había sonrojado tanto en su vida, por lo que decidió disculparse inmediatamente.

—Lo siento, señora —tartamudeó. Antes de que pudiera decir nada más, corrió a buscar la botella de chardonnay.

Volvió con ella esperando que no se dieran cuenta.

Cuando regresó y vio que la mujer no estaba en su asiento, leyó su etiqueta y vio que se llamaba Sophie. Se sintió aliviada porque pudo dejar la botella en la mesa y marcharse.

Cuando Talia se disponía a evaporarse, escuchó una voz que retumbaba y se llevó un pequeño susto.

—¿Adónde coño crees que vas?

Una mano la había agarrado de la muñeca y tiraba de ella.

—Bueno.... yo... tengo que... ir... a atender las otras mesas, señor —balbuceó.

—Pero ¿te he dado permiso para irte? —preguntó. Sus ojos estaban encendidos y su voz era baja pero dominante.

En aquel momento se sintió muy aliviada cuando vio que la pareja del hombre se acercaba. La mujer dejó ir a Talia, que no perdió el tiempo.

Pero cuando se marchaba pudo sentir unos ojos clavados en su espalda.

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