Mi compañero dominante - Portada del libro

Mi compañero dominante

Jade.H.V

Capítulo 2

MILLY

—¡Mierda! —escuché mientras me despertaba lentamente—. ¡Milly, llego tarde! ¡He perdido el autobús! ¡Tienes que llevarme en coche! ¿Por qué demonios está cerrada tu puerta? —Natalie golpeaba mi puerta repetidamente.

Gemí y me hundí en mis mantas y almohadas, deleitándome en el espacio cálido y cómodo.

La puerta no estaba cerrada. No podía cerrarse. Solo estaba ligeramente rota por todas las veces que había soportado la presión de que yo la empujara hacia un lado y Natalie hacia el otro tratando de forzarla para que se abriera de nuevo.

—¡Pídeselo a alguno de los chicos! —grité en respuesta.

—¡No! ¡Me violarán! —me gritó ella, y yo volví a gemir. No lo harían. La mayoría de ellos eran caballeros con afición a la equitación. Estaba siendo demasiado dramática.

—¡Anoche te llevaron!

—De acuerdo, me quedaré en casa y ya le explicarás a papá cuando vuelva por qué sigo aquí —contestó obstinada, y yo resoplé por enésima vez mientras salía de mi refugio a regañadientes.

Me puse unos vaqueros y cogí el teléfono y las llaves antes de ponerme las zapatillas deportivas y abrir la puerta con fuerza.

—¿Dónde estaba tu alarma? —pregunté.

—¡Me quedé dormida! —respondió, tirando de mí para que corriera por el pasillo y subiera las escaleras—. También estuve despierta toda la noche. Y sigo estando agotada.

—¡No me importa! Yo también estoy agotada, ¡y eso es culpa tuya!

—¡Lo siento! No es mi culpa, si no pudiste hacer tu siesta ayer por la tarde.

—¡Estaba trabajando! —grité y golpeé su brazo con fuerza. Ella me devolvió la bofetada en represalia antes de que finalmente consiguiéramos salir a la calle. Abrí el coche y me puse al volante.

***

Aparqué en el parking de mi antiguo instituto y miré a todos los estudiantes que entraban. —Ni siquiera llegas tarde.

—¡Gracias a ti! Adiós, y nos vemos luego. —Natalie sonrió y me abrazó ligeramente—. ¡Te quiero!

—Adiós —murmuré, viéndola cerrar la puerta de golpe antes de que se dirigiera hacia el edificio, saludando a unas cuantas personas por el camino.

Sacudí suavemente la cabeza antes de mirar la pantalla del teléfono cuando apareció el nombre de papá. Contesté mientras salía del aparcamiento.

—Buenos días.

—¿Estás en el trabajo?

—No —respondí, saliendo a la calle—. Nat perdió el autobús, así que tuve que llevarla —dije, y luego colgó sin decir otra palabra.

Me mordí el interior de la mejilla por un momento antes de encender el equipo de música y continuar hacia mi café favorito a unas pocas manzanas de distancia.

***

Estaba sentada en una mesa con un chai latte cuando noté que alguien conocido atravesaba la puerta de cristal, haciendo sonar la campanilla.

Me encogí un poco, observando a mi antiguo matón del colegio mientras pedía en el mostrador. Aparté la vista al instante cuando se giró para inspeccionar la cafetería, como si hubiera notado que le miraban.

Respiré entrecortadamente mientras levantaba mi taza y daba un sorbo a mi bebida antes de volver mi atención al libro que estaba leyendo a medias.

Conseguí leer unas cuantas líneas antes de que me interrumpieran.

—La pequeña Milly Marshall —dijo, y su voz (que sonaba tan grave como la recordaba) estaba impregnada de humor—. Nunca pensé que te volvería a ver —continuó, sentándose frente a mí, mientras yo levantaba la vista de mala gana hacia él.

Era más alto que yo. Un chico musculoso, de pelo rubio y ojos azules brillantes; los habría calificado de bonitos si su corazón no fuera tan feo.

—Ryder —respondí brevemente antes de volver a bajar la vista a mi libro. Sentí que su zapato golpeaba ligeramente el mío por debajo de la mesa, y levanté la vista hacia él. Estaba sonriendo ante mis zapatillas.

—¿Acabas de despertarte, Marshall? —me preguntó, devolviéndome la mirada mientras yo miraba la taza para llevar y el panecillo recién hecho que tenía en la mano.

—A las chicas les gusta empezar el día con una buena taza —respondí, señalando mi chai. Sus labios se levantaron en otra sonrisa, y me volví a mi libro—. Pero, por favor, no dejes que te retenga.

—Lo estás haciendo. Pero no me importa.

—¿Qué quieres, Ryder? —pregunté, mirándole suave pero desesperadamente.

Sus ojos se encontraron con los míos y sacudió un poco la cabeza.

—¿Qué? —pregunté.

—Compañera —gruñó, levantándose bruscamente con todas sus cosas—. Ven conmigo. Ahora.

—Um, no —respondí sintiéndome totalmente confundida, y él gruñó de nuevo.

Le miré sorprendida. —¿Qué eres? ¿Un animal? Vete, imbécil —murmuré, volviendo a mirar mi libro.

Le oí hacer ese ruido una vez más antes de que se alejara. Levanté la vista y lo vi salir antes de fruncir el ceño y negar con la cabeza.

¿Qué demonios había sido eso?

***

Cuando llegué a casa, el aparcamiento estaba lleno y alguien me había robado el sitio. Resoplé un poco y conduje hasta la parte trasera, donde papá solía guardar su camioneta.

Aparqué, cogí mis cosas, la comida que había comprado, y me dirigí al interior.

Había mucho ruido y podía oír las risas de los chicos más jóvenes, así como la fuerte voz de mi padre dando órdenes a la gente.

Atravesé la parte trasera y entré en la cocina. Puse las dos bolsas en el banco antes de mirar a Sawyer cuando entró, con una pequeña sonrisa en los labios.

—No puedo lidiar contigo ahora mismo. Por favor, déjame en paz. —Suspiré levemente, pero aun así se acercó a mí.

Sawyer era ese tipo de chico que, cuando le gustaba una chica, se aseguraba de tenerla. Era un imbécil. Pero también era encantador. Se había acostado con Natalie y conmigo, y con cualquier otra chica que hubiera visto.

Me alejé y estaba rodeando el banco cuando casi me alcanzó. Sabía que si me tocaba no sería capaz de mantenerme fuerte y acabaríamos en una situación muy complicada, como siempre.

—Tengo que guardar la compra.

—Puedo ayudarte. —Se encogió de hombros y se dirigió hacia las bolsas.

Tomé un pequeño y silencioso respiro antes de empezar a ordenar las compra. Puse las frutas y las bayas en la nevera, y también mi yogur de coco, el mejor del mundo.

Swayer se encargó de todo lo que debía ir a la despensa y rápidamente terminamos de colocar todo. Estaba guardando las bolsas en el armario cuando me puso las manos en la cintura y me quedé helada.

—Sawyer, quita tus manos de encima de mi hija —espetó papá al entrar.

—Señor —Sawyer se echó hacia atrás—, no quería hacer nada —dijo frotándose la nuca tímidamente, y yo me aparté de él y cogí un vaso del armario.

—Estoy seguro —respondió papá—. Los chicos van a salir, y tú vas a ir con ellos.

—Sí, señor —asintió y salió rápidamente mientras yo sonreía ante el vaso de agua. Lo terminé y lo puse en el fregadero vacío antes de captar la mirada de papá.

—¿Qué?

—¿Trabajas esta noche?

—Sí. —Asentí y luego puse un poco los ojos en blanco cuando se dio la vuelta y se fue. —¿Quieres comer algo? —llamé pero luego fruncí el ceño cuando entró Natalie—. ¿En casa tan temprano?

—Sí, me he metido en un lío y he hecho que Tom me lleve a casa. —Hizo una pequeña mueca pero luego gimió mientras me abrazaba—. Que este año se acabe ya. Y entonces no haré nada nunca más.

—No, vamos a trabajar —respondí, y ella resopló al llegar a la nevera.

—No, en el futuro seré una madre que se queda en casa mientras mi marido se deja la piel por nosotros —respondió, y yo me reí ligeramente.

—Suena bien —la elogié y sonreí, pero pronto se desvaneció cuando oí a la gente gritando e insultando fuera.

Natalie y yo nos miramos un momento y luego salimos corriendo. Todo el mundo se apresuraba y podía ver las llamas en el exterior.

Al salir por la puerta, me detuve en seco, jadeando ante la visión. Una moto estaba en llamas y a punto de estallar.

Instintivamente tiré de Natalie hacia atrás mientras papá gritaba que todos se alejaran.

—¿De quién es esa moto? —pregunté en voz baja, y ella me miró por un momento.

—Creo que de Sawyer —respondió, su mirada volvió a dirigirse al fuego mientras yo buscaba a Sawyer a mi alrededor.

Lo encontré sentado en el suelo con algunos otros chicos cerca, mirando por encima de sus brazos quemados, el cuello y un lado de la cara.

Mi mirada se desplazó de nuevo a la moto mientras alguien la regaba con agua.

—Quédate aquí —le dije a mi hermana antes de avanzar entre la multitud hacia Sawyer—. Vamos a llevarte al hospital, ¿vale?

—Estoy bien —respondió enfadado.

—¿Qué ha pasado? —preguntó papá una vez que se acercó también.

—No lo sé. La puse en marcha y se incendió —respondió mientras le ayudaban a levantarse—. Pero estoy bien.

—No lo pareces —respondí y le toqué el brazo. Hizo una mueca de dolor y se apartó—. Cúralo.

—Lo mejor sería que lo hicieras tú, señorita —contestó papá, y yo le miré con odio un momento antes de alejarme con Sawyer.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea