La saga de la profecía - Portada del libro

La saga de la profecía

H. Knight

Capítulo: 2: Interrogatorio

ESTELLA

Al día siguiente me desperté con el crujido de las hojas. Me levanté de un salto y miré a mi alrededor, observando lo que me rodeaba.

―Disculpa ―dijo un hombre en tono enérgico.

Beta ~―dijo miloba, olfateando con ahínco.

―Hola ―Miré con escepticismo al Beta.

―¿Eres una canalla? ―preguntó, mirándome de cerca y olfateándome.

―No ―dije negando con la cabeza. Aún no sabía cómo explicarle a la gente de dónde venía.

―¿Una solitaria? ―preguntó, olfateando de nuevo. Este Beta era diferente a Beta Ryan... Era como si fuera más fuerte.

―Sí ―Asentí.

Llegaron algunos hombres más, preguntándose qué estaba pasando, y todos me miraron. Si la situación fuera diferente, habría dicho algo sobre la forma en que me miraban.

Era por la sangre Alfa que había en mí, y a mi loba no le gustaba esa falta de respeto.

―¿Cuánto tiempo llevas aquí? ―preguntó el Beta, mirándome atentamente. Me di cuenta de que estaba debatiendo con su lobo.

―Desde la puesta de sol de anoche.

―Creía que Ian y Liam estaban en la patrulla fronteriza de esta zona ―dijo con voz severa, mirando a los hombres que tenía detrás.

Nadie dijo nada. Todos desviaron la mirada, mirando a cualquiera menos a él. Parecía una falta de respeto que no respondieran, y eso enfadó a Bell.

―Puedo irme ―dije mientras cogía mi bolsa y me levantaba.

Estaba sentada en la base de un roble, envuelta en una manta para entrar en calor. Era otoño y el aire era fresco.

―¿Adónde vas? ―preguntó el Beta, observándome atentamente.

―No lo sé ―Me encogí de hombros mientras miraba alrededor del bosque. Diablos, ni siquiera tenía idea de lo que estaba haciendo aquí.

―¿De dónde vienes?

―¿Esto es un interrogatorio? ―dije con un suspiro.

No me estaba gustando nada de todo esto. No le había pedido estar en su manada y aún no había cruzado su frontera, pero él me estaba tratando como a una intrusa.

Una parte de mí quería marcharse, pero mi loba parecía disfrutar del olor de esta extraña manada.

―Sí ―dijo con severidad, esperando a que respondiera a su pregunta anterior.

Suspiré y puse los ojos en blanco antes de volver a mirarle.

―Mi padre es el Alfa de mi última manada y me echó ―admití, avergonzada de mí misma.

―¿Por qué? ―preguntó.

Suspiré y volví a poner los ojos en blanco porque me estaban empezando a molestar sus interminables preguntas.

―¿Por qué importa esto? ―espeté con un resoplido.

―Estás en nuestro territorio, así que importa ―Gruñó.

―No, tu límite está justo ahí ―Señalé hacia donde él estaba de pie.

―¡Te he hecho una pregunta!

―Es por mi madre ―le espeté―. Murió hace un año y entonces mi padre no soporta estar cerca de mí.

―Eso sí que es jodido ―dijo alguien desde detrás del Beta, y negué con la cabeza.

―Ya me voy. Siento molestar ―dije mientras me daba la vuelta para marcharme.

―Últimamente estamos teniendo muchos ataques de canallas. Esa es la única razón por la que te estaba interrogando ―dijo el Beta, y me volví para mirarle.

―No puedo dejarte formar parte de la manada porque para eso necesitas el permiso del Alfa, y él está fuera de la ciudad en este momento ―Me miró con expresión severa.

―Pero volverá pronto. Puedes quedarte en la casa de la manada hasta entonces, pero si intentas algo, te arrepentirás ―explicó el Beta.

―Yo… ―empecé a decir pero me interrumpió.

―Vamos ―Me hizo un gesto para que le siguiera, y así lo hice.

No sabía por qué. Ni siquiera estaba segura de querer pertenecer a otra manada. Pero mi loba aulló de alegría ante la idea de estar en su manada.

En cuanto traspasé la frontera de la manada, no sentí conexión alguna con mi antigua manada.

Me dolía, pero me sentía algo feliz de estar donde estaba ahora, y parecía sentir una pequeña atracción que no entendía de dónde venía.

―Soy Beta Levi ―dijo, girándose para mirarme.

―Estella ―Sonreí suavemente.

―Encantado de conocerte.

»Esta es la manada de Luna Cicatriz ―dijo, señalando el claro en el que nos encontrábamos.

Su terreno era enorme, lleno de grandes casas en lugares aleatorios. También tenían una carretera asfaltada que recorría toda la zona.

Había niños corriendo y parejas paseando. La gente empezó a dejar de hacer lo que estaba haciendo y me observó atentamente.

Un grupo de guerreros se acercó a Beta Levi y le saludó con la cabeza antes de mirarme de cerca. Eran más grandes que los guerreros de la manada de mi padre.

Les hice una leve inclinación de cabeza y continué siguiendo a Beta Levi.

―Levi ―dijo una mujer, saliendo de la casa a la que nos acercábamos.

Estaba situada en medio de las demás casas, lo que significaba que era la casa de la manada. Sonrió alegremente a Beta Levi y, por cómo se miraron, noté que Beta Levi empezaba a relajarse.

―Olivia ―dijo, subiendo los escalones. La abrazó y le besó la mejilla. Debía de ser su pareja. Sentí que me invadía una oleada de celos, pero me los quité de encima.

―Esta es Estella ―dijo Beta Levi, señalándome.

Me sonrió suavemente y yo le devolví la sonrisa.

―La encontraron en la frontera. Es una solitaria ―aclaró aunque no solo a ella, sino a toda la manada, que de repente parecía estar observando.

Ser un solitario era diferente de ser un canalla. Un canalla era salvaje y agresivo, y un solitario era pacífico y tranquilo. Cuando un solitario llevaba un tiempo solo, se acababa convirtiendo en canalla.

Había muy pocos casos en los que un solitario no se asalvajaba. Normalmente, tardaba uno o dos años en ocurrir.

―Se quedará con nosotros unas semanas hasta que vuelva Alfa. Entonces él podrá decidir si se va o se queda. Hasta entonces, la trataréis como a una invitada ―dijo Beta Levi a la multitud detrás de mí.

―¿Por qué es una solitaria? ―preguntó un guerrero, mirándome atentamente.

Comprendía su falta de confianza en mí, pero mi loba se sentía poco respetada por ello.

―Estella ―dijo Beta Levi, haciéndome un gesto para que les informara.

―Mi padre, el Alfa de mi última manada, me echó ―dije en voz alta pero no orgullosa.

―¿Por qué haría algo así su padre? ―preguntó otro guerrero, mirándome con suspicacia.

―Su compañera, mi madre, murió hace un año. Me parezco mucho a ella y me odia porque le recuerdo a su compañera muerta, supongo ―dije, mirándole directamente. Me mantuve firme.

―¿Y tu compañero?

―Tengo veintiún años y no he encontrado a mi pareja. Por lo tanto, no tengo ―respondí.

―De acuerdo ―dijo Beta Levi cuando el guerrero fue a hacer otra pregunta.

―Estella, Olivia te enseñará los alrededores y te acomodará en una habitación ―dijo.

Asentí y sonreí a Olivia, luego la seguí por la casa mientras me enseñaba cada habitación.

―Quiero disculparme por el comportamiento de Kenton ―dijo Olivia mientras me ayudaba a instalarme en mi propia habitación.

―¿Es el guerrero que me estaba haciendo todas esas preguntas? ―le pregunté.

―Sí. En estos momentos está intentando convertirse en el tercero al mando, y siente la necesidad de interrogar a todo el mundo ―Puso los ojos en blanco.

―No pasa nada ―Me encogí de hombros―. Todos merecían saberlo. Yo habría hecho lo mismo si alguien hubiera entrado en mi manada como en la tuya.

―Bueno, aún así. Puede ser un imbécil ―Se rio por lo bajo.

―Hombres ―Puse los ojos en blanco y nos reímos.

―Entonces, ¿de verdad no tienes pareja? ―me preguntó, sentándose en mi cama recién hecha. Me di cuenta de que sentía curiosidad por mí.

―Eso parece ―Suspiré y me senté a su lado―. Cuando mi padre intentaba encontrar una razón para echarme, decía que era una desgracia porque no tenía pareja.

»Dejé de buscar después de la muerte de mi madre ―admití.

―Lo siento ―me dijo y me puso una mano cariñosa en el hombro.

―No pasa nada ―Sacudí la cabeza, tratando de asegurarle que estaba bien.

―¿Crees que el Alfa me dejará convertirme en miembro de la manada? ―pregunté mientras me giraba para mirarla.

―Eso espero ―Sonrió suavemente―. Creo que podríamos ser grandes amigas.

Le devolví la sonrisa.

―¿Y a la Luna? ¿Podría conocerla?

―No tenemos Luna. Alfa no tiene pareja, y tiene veinticinco años. Iba a intentar que fuese con alguien de otra manada o de dentro de la manada, pero al final no lo hizo.

»Levi dice que es porque posiblemente no quiere que sea la futura pareja de alguien, y por eso prefiere quedarse solo.

―Es un detalle por su parte, supongo ―Me encogí de hombros.

―Ni siquiera sale con una chica de la manada. Algunas chicas lo intentan, pero saben que no funcionará y le tienen miedo. Pero, si me preguntas, no creo que le guste estar solo ―dijo Olivia.

―Vaya ―dije sorprendida.

Se sabía que los Alfas tenían un gran apetito sexual, y eran mucho más fuertes ―incluso estables― con una pareja a su lado.

Era raro que un Alfa rechazara un matrimonio concertado si no encontraba a su pareja. Me hizo preguntarme cómo era.

―No le digas a nadie que te he contado nada de esto. Esto tiene que quedar entre nosotras dos ―me dijo cogiéndome de la mano con los ojos muy abiertos por la información que acababa de soltarme.

―Por supuesto ―Asentí con una sonrisa.

―Vamos. Te enseñaré el resto del territorio ―dijo antes de agarrarme y salir corriendo de la casa de la manada.

Por alguna razón, sentí que me relajaba por primera vez desde la muerte de mi madre. No es que la vida fuera tan buena cuando ella estaba viva.

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