La mascota del dragón - Portada del libro

La mascota del dragón

C. Swallow

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Minx es ua pequeña dragona con mucha rabia en su interior. Le gusta viajar sola y asustar a todo el que se le acerca con su fuego venenoso y su velocidad letal. Pero al ser una guerrera innata, no está preparada para gestionar una situación que incumbe a dos compañeros. Los Dragones Gemelos, Rawk y Zoraul, ya no están codo con codo... y tienen los ojos en ella.

Calificación por edades: 18+

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39 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Chapter 3

Capítulo 3

Chapter 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

Minx

—¡No te atrevas a largarte con mi oro, escupefuegos, o te denunciaré!~

El vendedor de la Tempestad es uno de los mortales más valientes que he conocido, estoy impresionada.

Sin embargo, a pesar de lo extraño que es que un mortal no se cague en los pantalones ante mi tipo de raza en las Tierras de la Tempestad, no podía creer mi mala suerte.

No tengo tiempo para lidiar con un hombre ansioso por denunciarme a cualquiera; ya tengo suficientes problemas con demasiada gente de por aquí.

Normalmente reservo mis tácticas de miedo para los dragones, los magos o los molestos Cuervos de Sangre, pero ahora tengo que dar una pequeña sorpresa al mortal que tengo delante: —Volveré y te comeré antes de que me denuncies a nadie, viejo.

Sonrío muy despacio mientras saco mis colmillos ligeramente más largos, incluso en forma humana, gotean veneno.

—¡Que tengas un buen día, asquerosa porquería! —me grita tras de mí, y sé que incluso a pesar del insulto murmurado, al final, me dejará escapar.

Asiento con la cabeza, sonriendo mientras corro por la calle empedrada, ya cubierta de bonitos copos de nieve cuando el invierno empieza a instalarse desde el mórbido y constante cielo nublado.

Sujetando con fuerza en el puño la bolsa de oro robada,corro con esa temida sensación que me recorre la espalda.

Hay ojos puestos sobre mí.

Atravesando la gélida calle, no siento demasiado el frío. Puede que solo lleve puestos unos pantalones de cuero negro, un sujetador de cuero y un gorro peludo hecho con un conejo que sacrifiqué con cuidado, pero estoy bien.

Ahora disminuyo la velocidad mientras me dirijo a una multitud de campesinos que están ocupados saliendo de las subastas semanales del Ayuntamiento.

En las Tierras de la Tempestad, incluso los mortales poseen a otros mortales como esclavos, no sólo las razas de Dragones de la Tempestad o los magos.

Me pierdo entre la multitud aquí, robando a algunos mortales descontentos y asustados, cuando ven el tatuaje de escupefuegos en mi barbilla.

Al borde de la multitud, me abro paso disimuladamente por un callejón hacia una puerta lateral que conduce a una sauna.

Me deslizo dentro y casi choco con el canoso de Lotus, mi amigo.

—Muévete, por favor. —Le pongo la mano en el hombro y le empujo a un lado mientras salto hacia la recepcionista y le tiro la bolsa de dinero al dueño.

—¡No voy a esperar, es mi turno! —Paso revoloteando entre los molestos mortales para correr por los pasillos de baldosas lisas, hasta dar con mi lugar favorito.

Me encantaba bañarme y los lagos de las Tierras de la Tempestad no son divertidos. Están llenos de monstruos mucho más grandes que yo. Entonces, encuentro una sauna y un spa vacíos, una piscina natural de aguas termales.

Los dragones pueden pasar de la forma de dragón a la forma humana y viceversa, así que me quito la ropa en lugar de arrancarla tediosamente.

Mientras el material flota en las baldosas, vuelvo a solidificar mi forma humana, me sumerjo de cabeza en el spa y salgo a respirar, riéndome, aliviada..

—Estás loca, como siempre —dice Lotus desde la puerta, mirándome con exasperación—. Le pagaste de más al dueño, otra vez.

—Me gusta el spa. Vete de aquí, es sólo para chicas. —Despido a Lotus con la mano, y él se encoge de hombros y se da la vuelta para salir, pero no antes de detenerse y mirar por encima del hombro.

—¿Qué otras chicas, Minx? Sólo tú.

—Vete. Fuera. —Le vuelvo a espantar, y en el momento en que se va me hundo en el agua caliente hasta que me toca la barbilla.

Suspiro y dejo que el sentido común vuelva a mí.

Realmente no estoy tan loca como lo estaba antes, ahora soy mucho más «normal».

Sin embargo, las Tierras de la Tempestad son peligrosas, y los Escupefuegos son conocidos por su furia sanguinaria y sus acciones indecibles e ilógicas.

Así que sé cómo hay que tratarlos, pero ahora que he cumplido la mayoría de edad, soy mucho más apacible.

Simplemente no me gusta exponerme, ni siquiera a Lotus, mi único amigo.

Es un cazador mortal. Le gusta matar conejos y me vio dándome un festín con uno cuando no pude encontrar otra comida en los bosques nevados.

Es un par de años mayor que yo y bastante amable, pero algo cojo.

Lo conocí ayer.

Sí, realmente no sé cómo tener amigos a largo plazo.

Pero hay una razón por la que no puedo disfrutar de la compañía de otros: siempre estoy en movimiento.

Esos ojos que sentí sobre mí en la calle los he sentido sobre mi cuerpo de forma intermitente desde hace años.

De vez en cuando vislumbro a alguno de los gemelos en la distancia. Rawk y Zoraul.

Me estremezco de asco al pensar en los nombres de mis compañeros. Me asustan por lo que significan. Propiedad.

Una vez fui la mascota de la Princesa Sombra Asesina. Amadahy fue amable a lo largo de los años, pero seguía siendo mi dueña y se refería a mí como su mascota.

Pasé años pensando que éramos amigas, y luego descubrí que en realidad sólo me tenía cerca por mi Raza de Dragón.

Soy una Bellum Minima Dominus, una caudilla militar~. Puedo ordenar a otros Escupefuegos a la guerra. Fui de utilidad para Amadahy más que nada.

Me peleé con ella por eso hace cuatro años, cuando tenía catorce, y me fui por mi cuenta.

Realmente, no me asustaba mi propósito, pues si se declaraba una guerra, yo ayudaría a dirigirla.

Pero no estábamos en guerra, y sólo quería libertad para descubrir quién soy por mi cuenta. Desafortunadamente, cuando conocí a Lotus ayer, cumplí dieciocho años.

Dieciocho años es la edad en la que mis compañeros me reclaman: me dejan notas de vez en cuando.

Ahora las razas líderes gemelas, Rawk y Zoraul, podrían aparecer en cualquier momento. Pero no estoy preparada para someterme a nadie... No sé si alguna vez lo estaré.

Me siento en mi sauna privada y contemplo mi reflejo en el agua. Mis ojos verdes complementan mi pelo violeta muy oscuro, mientras que mis dientes son tan blancos como siempre, mis colmillos afilados.

Entrecierro los ojos al verme en el agua. No tengo ni idea de si soy atractiva o no.

Es decir, mis pechos han crecido mínimamente y no estoy segura de tener curvas, pero eso es otra cosa que tiene que ver con mi raza.

Soy tan pequeña como mi pequeña Dragona púrpura cuando me transformo.

Mis compañeros, sin embargo, tienen una herencia ridículamente aterradora. Rawk y Zoraul no son sólo razas de plata.

Son los únicos hijos de la Sombra Legendaria en el Cielo, Tormenta, un Dragón Legendario de 700 años.

Tuve un encuentro con mis compañeros hace cuatro años, cuando me los encontré rodeados de otros amigos.

Se burlaron de mí por tener una rabieta. Acabé corriendo gritando hacia el bosque después de que me dijeran que Rawk y Zoraul eran mis compañeros.

En ese entonces, Rawk y Zoraul me rastrearon. El recuerdo sigue siendo muy vívido para mí.

Me escondo bajo un helecho, llorando entre mis manos temblorosas, con la cara hundida en la tierra, mientras oigo pasos que se van acercando.

He corrido tanto, que estoy demasiado agotada como para volver a mi forma de dragona. En su lugar, me acurruco, asustada, llorando y aterrorizada.

—Pequeño Escupefuegos —dice Rawk, sonando nervioso e irritado, pero intenta ser amable—. ¿Dejar de llorar?

Aunque no me toca, Zoraul se inclina hacia delante y me tiende la mano. Levanto la vista y le chasqueo la lengua, un pequeño monstruo salvaje a los catorce años.

—¡No me toquéis, escoria de la Tempestad! —les grito a los dos. Me sorprendo cuando retroceden, compartiendo miradas de preocupación.

—Cálmate y confía en nosotros, pequeña Minx —sugiere Zoraul—. Vamos a acompañarte de vuelta. —Se pone en cuclillas y extiende una mano.— Vamos...

Al final gimoteo y extiendo la mano en señal de derrota.

El resto es borroso porque luego traicionaron mi joven confianza.

Zoraul me abrazó y me mintió mientras Rawk presionaba un puñado de su fuego en la parte baja de mi espalda. Fue indoloro, pero dejó para siempre una marca de propiedad para alejar a otros dragones.

Me reclamaron desde el principio para tal fin. Me zafé de sus garras y salí corriendo una vez más.

Ese es el último encuentro físico que he tenido con mis compañeros mentirosos.

Frunzo el ceño al ver mi reflejo, pensando en las notas que me enviaron después, amenazando con atraparme en el momento en que sea lo suficientemente mayor como para reclamarme.

Sin embargo, me reafirmo en que no soy una mascota y nunca lo seré. Nunca.

—Oye... ¿Minxy? —Lotus aparece de nuevo en la puerta abierta, sosteniendo una bolsa de chocolates—. Cortesía del dueño por el extra de oro…

—Oh, mis Dioses del Cielo, ¿es eso realmente chocolate? —susurro encantada, pero jadeo cuando Lotus parece estar repentinamente dolorido.

Deja caer dramáticamente la bolsa, que cae al suelo, mientras la sangre parece gotear de su estómago: un misterioso agujero también ha aparecido de repente a través de su túnica.

Mientras Lotus yace en un montón de gemidos, un espejismo ha entrado en la sala privada.

Una espada se solidifica y el espejismo que la sostiene se mueve silenciosamente hacia la izquierda... Mientras otro espejismo aparece a la derecha.

Parpadeo y los dos espejismos se convierten en mis peores pesadillas.

Mis compañeros.

Me sorprende que parezcan completamente diferentes: más viejos, más altos y más temibles.

Zoraul sostiene la espada y lleva pantalones de cuero marrón con su larga melena de pelo plateado brillante ondeando detrás de él.

Una cicatriz negra le atraviesa todo el pecho y el hombro.

El espejismo de la derecha se solidifica lentamente en el gigante Rawk, que tiene el pelo plateado quemado, igual de largo que Zoraul pero aún más indómito.

Lleva pantalones de cuero grises y tiene una cicatriz negra dentada más pequeña, pero que le cruza la cara.

Ambos comparten los mismos ojos dorados intensos.

Mientras me limito a contemplar su gran tamaño, sucede lo inesperado.

Zoraul se vuelve hacia Rawk con sorpresa, mientras Rawk también se vuelve hacia Zoraul con una reacción igual de incrédula.

—Vete —dice Zoraul—, no eres necesario. Vuelve a tu enjambre, hermano.~

Mi boca se abre y se cierra al escuchar el odio en su voz cuando antes había tanto amor.

Rawk se ríe a carcajadas y se dirige a su hermano mientras saca dos espadas cortas de las correas que lleva a la espalda.

—Zoraul, sabes que, porque soy el vivo retrato de la legendaria Tormenta, es la razón por la que siempre seré el Señor. La gente me teme... Con razón. Ahora, sal y no habrá necesidad de sangre.

—Tal vez deberías guardar tus palillos antes de avergonzarte frente a nuestra compañera, hermano. —Zoraul pone los ojos en blanco y añade con calma—: No perteneces a este lugar.

—Qué oportuno, estaba a punto de decirte exactamente lo mismo... Ya que no eres más que un cobarde ~que no se merece una pareja con la que reproducirse —gruñe Rawk, refiriéndose claramente a un asunto pasado entre ellos.

Zoraul chasquea después de parecer que apenas se ha inmutado.

Me deslizo fuera del agua mientras chocan entre ellos, luchando entre sí. Zoraul golpea primero, Rawk se defiende y luego arremete mientras Zoraul esquiva.

Mientras están en pleno odio apasionado, me visto y retrocedo hacia una segunda puerta en mi extremo de la sala de sauna y spa.

Observo cómo cada hermano gira, golpea y defiende, igual de duro que el otro.

Me gustaría poder quedarme más tiempo para contemplar sus cuerpos de tamaño monstruoso y su elegante lucha, que es... Ciertamente… Muy atractiva, al menos para alguien como yo.

Intento no pensar demasiado en mi reacción con respecto a la forma en que luchan.

Y de esa forma me voy, con un nuevo y profundo conocimiento en la mano: que Rawk y Zoraul ya no son amigos ni gemelos cercanos.

Son rivales.

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