Divorciada de un paralítico - Portada del libro

Divorciada de un paralítico

Giss Dominguez

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Chapter
15
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18+

Summary

Brianna tenía buenas noticias para su marido, pero lo que no se esperaba es que Eduardo estuviera a punto de dejarla. Dos años después, Eduardo compra la empresa en la que trabaja Brianna sin ser consciente de ello. Brianna descubre entonces que su exmarido está paralítico. Eduardo descubre entonces que Brianna tiene una hija.

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26 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Chapter 3

Capítulo 3

Chapter 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

Divorciada de un paralítico

Narrador

Camina despacio, intentando no caerse. Tiene las manos hundidas en los bolsillos de su chaqueta de punto blanco. Entra en el portal limpio y elegante y sube despacio las escalinatas de mármol hasta llegar a una puerta de caoba. Introduce la llave en la cerradura y la puerta cede lentamente.

—Mi amor, ya tengo lista la cena —comentó la mujer mientras entraba, dando grandes pasos hasta su querido marido, mirándolo con complacencia. Después, añadió:

—He preparado algo que te gustará.

Él mismo, a diferencia de otras veces, no se inmutó con su presencia. Es más, se quedó observando el ordenador sin prestarle un ápice de atención. Ella levantó una ceja confundida; estaba esperando una reacción por parte de su marido. Una reacción que nunca llegó.

—¿Me estás escuchando amor? —volvió a insistir. Su pulso se aceleró, pudo contemplar su sombra por el rabillo del ojo. Pocas eran las ocasiones donde ella se ponía tan nerviosa.

Esta vez, el hombre levantó la barbilla para poder escucharla. Ella sonrió. De forma precipitada, se sentó en la única silla disponible delante del escritorio.

—Sí, dime —murmuró, procurando no prestarle demasiada atención.

—Quería decirte que te amo —dijo de la nada. Eduardo asintió.

—Está bien.

—¿Te pasa algo? —le preguntó de repente—. Siempre me dices que tú también.

—Quiero que hablemos, Brianna.

La sonrisa de Brianna se desvaneció.

—Yo también tengo algo que decirte —comentó con una sonrisa radiante, recuperando la compostura.

—Primero escúchame a mí...

Brianna dejó caer su cuerpo hacia atrás sin saber lo que él quería decirle.

—¡Amor! Vale, te escucho.

—Ya... no quiero estar contigo.

—¿Qué…? ¿Por qué? —preguntó pensando haber escuchado mal.

—Por eso mismo; no me escuchas y además ya me he aburrido de ti.

Al decir esas palabras, los ojos de Brianna salieron de sus órbitas. No podía entenderlo, ¿qué le estaba pasando a su marido?

—¿Por qué dices eso? No entiendo nada.

—Sencillo —pronunció bajando la vista— Eres... De las personas que menos quiero en mi vida...

—¿Qué?

—Como te dije anteriormente, y al parecer no escuchas, me he aburrido de ti —dijo con voz grave—. No me interesa estar con una niña mimada como tú. Ya llevamos tres años casados y ahora te quiero fuera de mi vida. Así que te voy a pedir el favor, en cuanto salgas por esta puerta ve y recoge todas tus cosas. Además, eres rica, no me necesitas —dijo eso y se dio la vuelta para seguir trabajando.

Los ojos de Brianna se abrieron de par en par. Tragó saliva en seco, bajando la vista y sintiéndose por primera vez en su vida muy perdida.

—Por favor, Eduardo, no entiendo nada de lo que me estás diciendo.

—¡Ya no quiero seguir casado contigo! Quiero separarme y no volver a verte —repitió.

—¿Estás... bromeando conmigo, amor? Sí, seguramente estás bromeando. Estamos bien, nunca hemos discutido y siempre...

—Ya no te quiero. Es más, nunca llegué a quererte. Siempre fue una mentira y la verdad, quiero disfrutar de la soltería. Me aburro, ni siquiera eras buena en la ca...

—¡Cállate! ¡Estás mintiendo! —lo interrumpió— Dime la verdadera razón por la que me estás dejando —dijo con lágrimas en los ojos, levantándose de la silla.

—Ya no te quiero. Nunca te quise. Así que por favor, déjalo ya. ¿Quieres seguir preguntando por qué te estoy dejando? Porque puedo enumerarte una a una todas las razones. Pero por ahora no me apetece hacerlo. Me aburre estar contigo. Por cierto, pronto entrará mi nueva asistente, que viene a entretenerme.

—¡Eres tan cínico! ¿De verdad me estás diciendo que te estás acostando con tu asistente?

—No querida, aún no. Pero lo que quiero hacer una vez salgas por esta puerta. Ella sí me va a entretener.

Al decir esas palabras Brianna finalmente se puso de pie, se dio la vuelta y, dándole la espalda a su futuro ex marido, salió de ahí.

—¿Qué querías decirme? —dijo él; su mujer se quedó quieta.

—Nada «amor» —dijo resaltando la palabra amor, a lo que él simplemente la dejó marchar mientras se reía, rompiendo un poco más el corazón de Brianna.

En cuanto salió del despacho, su corazón empezó a latir deprisa. No podía llegar a comprender porqué su marido, de la nada, la había dejado.

Lo peor de todo fue la noticia que no ella pudo comentarle. Dejó caer su cuerpo en la puerta, sintiendo cómo el suelo se movía bajo sus pies. Cerró los ojos. No sabía qué hacer.

Dos años después, Brianna estaba trabajando.

—¿Terminaste con lo que te pedí? Eres muy lenta Brianna. Tengo muchas ganas de echarte, pero aquí sigues —dijo y puso los ojos en blanco, apoyando su cuerpo en la pared—. Haz el favor y ve rápido a la oficina, el nuevo jefe está ahí.

—¿Nuevo jefe…? —preguntó con la voz rota.

—Menos preguntas y muévete. No lo quieras hacer esperar; llevas aquí apenas un mes.

—Claro, jefe.

Ella asintió y comenzó a caminar con sus tacones altos, los únicos que tenía. Con ellos no podía llegar demasiado rápido. En cuanto atravesó la gran puerta de madera, un silencio sepulcral lo invadió todo. Había un hombre de espaldas, sentado en una silla giratoria.

Brianna alisó con sus manos su falda y se mordió los labios.

—Hola... —murmuró con voz inquieta. Estaba nerviosa.

—Hola... Así que aquí estás —dijo una voz conocida.

Hacía dos años que no lo había vuelto a escuchar, y su cuerpo entero se estremeció al hacerlo.

Cruzó sus brazos intentando protegerse a sí misma.

—Hola —dijo ella intentando no llorar.

Lo odiaba con todo su corazón. Él había arruinado su vida entera.

—Tú eres mi nueva asistente. Aquí tengo todos los números que tienes que agendar, además, me tienes que ayudar con el papeleo y también con los registros. Al parecer, aquí se hacía cualquier cosa menos trabajar —dijo de forma rápida y después añadió—. Solo tengo un requisito.

—¿Un requisito…? —Quiso saber.

—Cada vez que salgas, tienes que cerrar la puerta. Además, siempre tendrás que llamar antes de entrar. ¿Entendido?Ahora ya puedes irte, tengo que seguir trabajando.

—Uhm, con permiso —dijo y se alejó, saliendo de la oficina.

Al hacerlo, se apoyó en la puerta; su corazón latió deprisa. No esperaba verlo, y menos después de dos años.

En cuanto llegó a su escritorio, su amiga Melissa la miró divertida.

—Parece que hayas visto un fantasma. ¿Qué te ha ocurrido?

—Lo acabo de ver… —murmuró con la mirada perdida.

Su amiga no entendió lo que estaba diciendo y empezó a mover las manos delante de ella.

—¿Un fantasma? ¿Qué?

—¡No! ¡A Eduardo!

—¡Ah! ¡Eduardo! —exclamó, aunque enseguida arrugó las cejas— ¿Qué Eduardo?

—Mi ex marido —dijo.

—Estás bromeando, ¿verdad?

—No… Ya te dije que él era muy rico pero no me puedo creer que se haya comprado esta empresa.

—¿Y si lo hizo a propósito? —preguntó.

—Lo dudo. Él mismo me dejó porque dijo que le había aburrido. Ya no me quería.

—Ya… ¿De verdad fue tan hijo de?

—¡Melissa! Si te llegan a escuchar nos van a echar a las dos.

—Sí, tienes razón. Bueno, ¿y qué harás ahora?

—Pues tengo que seguir trabajando, no tengo otra opción —murmuró y se dió la vuelta para seguir con sus tareas.

En cuanto abrió la lista se estremeció. Se encontró con muchos nombres de mujeres. Había varias que eran súper modelos y eso la puso triste.

No quería sentirse de esa manera. Al terminar, se puso de pie para poder preguntarle a su nuevo jefe y ex marido si necesitaba algo más. Llevaba tres horas trabajando, pasándose todo a su ordenador y teléfono. En cuanto fue a la gran oficina, pudo ver que en la parte de afuera había un escritorio.

—He puesto un escritorio para que puedas trabajar aquí, ¿terminaste con lo que te pedí? —le preguntó sin mirarla.

—Sí señor, aquí tiene la libreta de nuevo.

—Está bien, quiero que me organices un encuentro con alguna de las modelos, y lo necesito para esta noche.

—Claro, señor —comentó.

«Seguro que me engañó con algunas de esas modelos de cintura perfecta… Pero me da igual, ya no me interesa. Me da asco», pensó para sí misma.

—Puedes retirarte, no te necesito para nada más.

—¿De verdad me da el resto de la tarde libre? —preguntó con esperanza.

—Sí, ¿acaso no escuchas?

Ella asintió feliz y simplemente desapareció por los pasillos no sin antes cerrar la puerta. Estaba más guapo que antes: se había dejado crecer la barba y aquello le definía más la cara y resaltaba sus ojos azules; esos mismos ojos que seguían siendo grandes e inexpresivos. Llevaba puesto un impecable traje de color azul a juego con sus ojos.

Se estremeció. Este hombre le hacía sentir muchas cosas.

«¡Concéntrate Brianna!».

Cosas que tenía guardadas desde hace mucho tiempo.

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