Calor y apuntes - Portada del libro

Calor y apuntes

EL Koslo

0
Views
2.3k
Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Del universo de Calor y agujetas:

Sería una mentira decir que la Tatum Phillips no se ha fijado en su sexy estudiante en la universidad, y una mentira aún mayor decir que no ha fantaseado. Así que se lleva una sorpresa deliciosa cuando su novio, Javi, le tiene preparada una sorpresa en su despacho al final del día. Tate siempre ha disfrutado de la compañía tanto de mujeres como de hombres y hoy promete estar a la altura de sus deseos más esperados.

Clasificación por edades: +18

Ver más

2 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Capítulo 1

Calor y apuntes-Tatum, Javi y Tasha

Esa tarde, solo podía concentrarme en el reloj que sonaba con fuerza en la pared sobre la puerta de mi despacho. Odiaba las horas de oficina.

Sabía por qué existían -porque era un momento designado para que mis alumnos pudieran obtener ayuda sin tener que concertar una cita-, pero los días en los que nadie aprovechaba mi disponibilidad eran un asco.

Tampoco ayudaba que últimamente me costara concentrarme en mi trabajo. Estaba mal visto fantasear con tus alumnos, pero yo no podía evitarlo.

Todos los martes por la mañana, el objeto de mi malsana obsesión se sentaba en la primera fila de mi clase para doscientos alumnos sobre los Fundamentos del entrenamiento de resistencia.

Estaba luchando para resistirme a mis pensamientos inapropiados hacia cierta estudiante universitaria de pelo oscuro desde el semestre pasado.

Es probable que la estudiante ni siquiera se diera cuenta de que era la razón de mi poco saludable nivel de contacto visual con la primera fila.

Era para poder observar a la estudiante. Estudiar cómo se mordía el labio inferior mientras tomaba notas. Observar cómo la ajustada camisa se ceñía a su pecho de una forma que me permitía conocer los contornos exactos de lo que se escondía debajo.

No es que no hubiera visto más piel cuando me la encontré en el gimnasio del que era dueño mi amigo Jordan.

Quise atribuirlo a una coincidencia, pero a menudo la sorprendía estudiándome atentamente durante la clase, cuando otros estudiantes estaban ocupados garabateando apuntes.

O quizá era solo un deseo de que sintiera una fracción de la atracción que yo sentía.

Un suave golpe en el cristal de mi puerta me sacó de mis pensamientos y me devolvió a la realidad. —Pasa. Está abierta.

Una cabeza familiar de suave pelo castaño del color del caramelo caliente apareció por una rendija de la puerta. Su amplia sonrisa hizo que se dibujara otra en mis labios.

—¿Qué haces aquí? Pensé que te había mandado un mensaje diciendo que me reuniría contigo cuando terminara.

—Quizá quería verte antes —Javi sonrió. Su sonrisa fácil no daba ninguna pista de por qué se presentaba en mi despacho.

Había estado aquí unas cuantas veces, pero no era que se empeñara en cruzar la ciudad en coche para ir a la universidad donde yo daba clase.

Era más un estudioso de la experiencia humana que un aficionado a las actividades académicas, pero no era solo una cara bonita.

Entre follar en todas las superficies de su apartamento y del mío, habíamos mantenido algunas conversaciones profundas sobre todo tipo de temas, desde filosofía a teoría del arte, o avances modernos en medicina deportiva.

—¿Y por qué estabas tan ansioso por verme en mi elemento? ¿De repente te excitan los edificios viejos con ventanas agujereadas?

Los ojos de Javi brillaron peligrosamente, con un calor apenas contenido.

Era una mirada que había visto docenas de veces antes, normalmente cuando contemplaba el método más eficaz de quitarme la ropa deportiva después de otra sesión nocturna en el gimnasio de escalada, donde era instructor e inversor silencioso.

Al principio pensé -erróneamente- que no era más que otro chico guapo que se divertía con cosas insulsas en lugar de hacer algo con su vida. Esa era solo la fachada que quería que la gente viera.

—Aunque el encantador aroma de este edificio es bastante único, tengo que decir que prefiero el olor de las diminutas bragas que sé que escondes bajo esa falda antes que cualquier otra cosa de este edificio.

—Qué zalamero eres. Vienes a la ciudad para ser un cuestionable y espeluznante esnifador de bragas en vez de pasar tiempo con la mujer que calienta tu cama por las noches.

Enarcó una ceja al cruzar la habitación, se detuvo frente a la silla de mi escritorio y me tendió la mano para ayudarme a levantarme.

Cuando me puse en pie, casi a su altura con mis tacones, se agachó, enterró la cara en mi cuello y me chupó la piel de detrás de la oreja.

—¿Qué te he dicho de tu pelo, cariño? ~Sabes que me encanta agarrar tu pelo en mi puño.~

Me estremecí cuando él recorrió lentamente con sus labios la columna de mi cuello, girándonos para que pudiera sentarme en la esquina de mi escritorio. Había descubierto al principio de nuestra relación que me gustaba que me susurrara en la piel en español.

No confiaba lo suficiente en mis conocimientos lingüísticos como para contestarle en su lengua materna, pero entendía lo suficiente como para interpretar las guarradas que me decía a veces.

—Sabes que tengo que llevarlo recogido en el trabajo —rara vez lo llevaba suelto, pero mis rizos naturales parecían sacar su lado animal cuando mi pelo oscuro formaba un suave halo alrededor de mi cabeza—. Así es más fácil de domar.

—Sabes que te prefiero indomable —respondió, con sus ágiles dedos ocupados con los botones de la parte delantera de mi blusa.

Ya era bastante experto en desnudarme, aunque a veces no se molestaba, simplemente apartaba la ropa lo suficiente para poder volverme loca con sus dedos o su lengua, o su sorprendentemente generosa polla sin cortar.

Parker me había advertido sobre los tipos altos y delgados y las armas que suelen esconder en los pantalones, pero hacía años que no estaba con un hombre y, antes de eso, no había tenido muchos con los que comparar.

—¿Qué crees que haces ahí abajo? —me reí y solté un grito ahogado cuando sus dientes me mordieron el pezón a través del escaso encaje que cubría mi pecho.

A menudo prefería llevar lencería con volantes y encajes en el trabajo, porque me hacía sentir femenina y poderosa.

—Creo que es bastante obvio, profesora Phillips. Estoy tratando de conseguir un poco de crédito extra antes de tenerte doblada sobre este escritorio, gritando mi nombre.

—Creo que puedo hacer que te corras para cuando acabe tu horario de oficina. Los pasillos estaban desiertos cuando entré, pero vi a una conocida en común abajo en el vestíbulo.

—Javi —suspiré, apoyándome en los brazos trabados. Mis manos resbalaron sobre los papeles detrás de mí mientras intentaba mantener la compostura.

—Más fuerte que eso, pero podemos trabajar en ello. Sabes de quién hablo, ¿verdad, cariño? Te he visto verla. Ella es muy hermosa.

—No sé de qué me hablas —jadeé cuando sus dedos subieron lentamente el dobladillo de mi falda, colándose por debajo de la tela para tirar de mis bragas hacia un lado.

—Mentirosa —gruñó, burlándose de mí con las puntas de los dedos, sin apenas esforzarse por humedecerme.

Odiaba que tuviera tanto poder sobre mi cuerpo. Nunca pensé que me atraería un hombre, y menos uno como él, pero la cuerda no era lo único que sabía anudar con sus ágiles dedos.

—Ambos sabemos que piensas en cómo sería enterrar tu lengua en su coño.

No se equivocaba, pero sabía que él también se había fijado en lo guapa que era mi alumna.

Había visto cómo coqueteaba con ella en el gimnasio cuando ayudaba detrás del mostrador, observando sus clases a través de la pared de cristal que se extendía a lo largo de la sala.

Yo no era la única que se moría por meter los labios entre sus piernas largas y tonificadas.

—Me pregunto cuál sería tu respuesta si llamara a tu puerta ahora mismo —susurró, dándome vuelta. Se sentó en mi silla y se reclinó para poder desabrocharse los pantalones.

Sabía que debía cortar esto, o al menos cerrar la puerta con llave, pero algo en fingir que yo era su profesora traviesa me atraía.

Mantenía mi vida profesional completamente separada de la personal, evitando cualquier conversación sobre mi orientación sexual porque no era asunto de nadie, joder.

El hecho de ser bisexual, y de haberme inclinado durante mucho tiempo por las mujeres, a veces enturbiaba la percepción que la gente tenía de mí.

Era una gilipollez total, pero los académicos no estaban tan dispuestos a eludir las normas binarias como les gustaba creer. Yo quería que mi reputación profesional se basara en mis contribuciones académicas, no en la cara de quién eligiera para sentarme.

Cuando Javi se bajó la cremallera, se metió la mano en el calzoncillo para sacar la polla y se la acarició dos veces, dejando al descubierto el prepucio y la gorda cabeza ya exudando. Decidí que no me importaba.

Podría vivir esta fantasía y volver a ser una profesora malota después de que él se fuera.

—Quizá debería cerrar la puerta —respondí, hipnotizada por cómo se tocaba. Nunca pasaba de moda la desvergüenza con la que buscaba el placer, tanto el suyo como el mío.

Era parte de la razón por la que aceptaba este acuerdo.

—O quizá deberías venir a sentarte en mi verga —haciéndome una seña con la palma de la mano, tiró de mí para ponerme en pie, me agarró por las caderas y me atrajo hacia su regazo. —Quiero que me montes hasta que acabes.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea