El corazón del multimillonario - Portada del libro

El corazón del multimillonario

Frankie Nero

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Tina Campbell es una mujer joven, amable y vibrante de veintitantos años que trabaja como cajera en un banco de microfinanzas. Un día cualquiera, vuelve del trabajo y descubre a su novio en un acto de infidelidad. Furiosa, rompe con él y lo echa de casa.

Tras ser despedida de su trabajo y vivir una experiencia cercana a la muerte, despierta en un hospital donde descubre que la ha llevado allí un hombre llamado Armando González. Armando le ofrece un nuevo trabajo, donde conoce a Alejandro...

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El mes llega a su fin

TINA

Se acercaba la fecha del pago del alquiler y la vieja bruja de la casera no paraba de darme la lata. Tenía ganas de llamar al trabajo y no ir, pero necesitaba el dinero.

Me levanté de la cama para ir a trabajar. El día de ayer aún se repetía en mi cabeza. Apenas había dormido. Estaba tan enfadada que me sentía torpe. Había intentado llorar, pero ni siquiera estaba triste. Me sentía traicionada.

El tipo con el que había estado saliendo, Mike, había estado tonteando con otra mujer. Y tuvo el descaro de hacerlo en mi apartamento mientras yo estaba en el trabajo. Los sorprendí cuando, ayer, el banco donde trabajaba, cerró un poco antes de lo habitual.

Mike. Ese bastardo me estuvo usando todo el tiempo. No puedo creerme que no me diera cuenta. Claro, es verdad que nunca dijo que me quería, pero sentí que si le dedicábamos tiempo, se sentiría cómodo diciéndomelo. Pensé que sentía algo por mí. Supongo que me equivoqué.

Estaba cegada por ese estúpido sentimiento llamado amor. Tampoco es que el sexo hubiera sido genial. Pero tenía todos los ingredientes para que funcionara. Me daba pena la mujer con la que me había engañado. Había muchas posibilidades de que no se quedara con ella mucho tiempo.

Minutos después, me había duchado y me disponía a salir de mi apartamento para ir al trabajo. Todavía tenía el chupetón que le había dejado hacerme ayer. No sabía que me lo estaba haciendo. Al menos hoy me he acordado de llevar bufanda. Ayer, entré en el trabajo con el cuello al descubierto a la vista de todos. Así que para mí fue un alivio que el banco hubiera cerrado antes, pero tuve el mal presentimiento de que algo no iba bien. Me dije a mí misma que era una exagerada. Estaba demasiado disgustada por Mike como para preocuparme por el trabajo, aunque lo cierto es que necesitaba mi sueldo.

Cerré la puerta y me di la vuelta para salir.

―Señorita Campbell.

Gemí en voz baja y me giré. Su voz era tan irritante.

Mi casera, la señora Kirby, estaba de pie con una mano en la cadera. Llevaba una bata gris. El color de la prenda reflejaba su personalidad. Llevaba años viviendo aquí y nunca había conocido a su marido. Los vecinos decían que estaba muerto o que la había abandonado. En cualquier caso, cualquiera de esas dos cosas era mejor a estar casado con ella.

―¿Qué pasa, señora Kirby? ―pregunté sin darle los buenos días. Ella no lo había hecho, así que ¿por qué debería hacerlo yo?

―Solo quiero recordarte que el mes está llegando a su fin ―La vieja bruja golpeó el suelo con el pie, como si quisiera dejar claro algo―. Así que espero que mejores tus habilidades para administrar el dinero, porque esta vez no aceptaré pagos atrasados.

―Tendrá su dinero ―Le hice un gesto con la mano, alejándome. La última vez me había retrasado en el pago porque Mike me había prometido que me ayudaría. Había estado quedándose aquí más a menudo que en su asquerosa habitación alquilada con otros nueve compañeros de piso. Tuve que enterarme por ella de que no le había pagado después de que él me dijera que sí.

―¿Estás segura? ―preguntó.

Me di la vuelta, aún pensando en Mike.

―Esta vez no querrás engañarme ―me dijo. Pude ver una sonrisa maliciosa en su cara. ―Tengo a alguien que lleva días dándome la lata con lo interesado que está en el piso. Si fallas esta vez, no dudes que será bienvenido y tendrás tu aviso de treinta días pegado en la puerta. Apuesto a que el nuevo gestionaría mejor el apartamento.

Sentí que se me crispaban los ojos y me hervía la sangre. Una rabia desconocida bullía en mi interior. Normalmente, habría soportado los comentarios de aquella mujer. Ahora estaba tan lejos de mi zona de confort que ya no sabía si podría controlar lo que fuera que ocurriera a continuación.

Así que di un pisotón hacia ella y me puse en su cara.

Retrocedió, con cara de sorpresa.

―Escúcheme ―dije, con la voz cargada de veneno―. No estoy de humor para sus tonterías. Ayer tuve un día duro. Cualquier persona normal sería capaz de ver lo disgustada que estoy y lo duro que estoy trabajando para mantener la calma. Está claro que usted no tiene sentimientos humanos.

La señora Kirby me miró boquiabierta. Tenía la boca literalmente abierta y, por una vez, no le salían palabras estúpidas de la boca.

Eso me sirvió para coger impulso.

―En cuanto a su supuesto «futuro inquilino» ―continué, usando los dedos para citar las dos últimas palabras―, puede decirle que se busque otro sitio porque no va a tener la satisfacción de verme fuera este mes. Así que puede meterse sus inútiles amenazas por su arrugado culo.

Le di la espalda y me marché, sin importarme lo que sintiera. Salí del edificio y llamé a un taxi. No me dio tiempo a coger el transporte público, aunque en realidad no podía permitirme coger un taxi.

Aún no tenía el dinero para el alquiler. Pero no me arrepentí de enfrentarme a la señora Kirby. Ya se me ocurriría algo.

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