Mi compañero dominante - Portada del libro

Mi compañero dominante

Jade H.V.

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Milly es una chica normal con una vida normal... hasta que se reencuentra con Ryder, el abusón de sus años de instituto. Pero ya no es un abusón y tiene un gran secreto: es un hombre lobo y Milly es su compañera predestinada. ¿Tendrá Milly la fuerza para dejar su antigua vida atrás y lidiar con un mundo de superpoderes y alfas?

Clasificación por edades: +

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63 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Chapter 3

Capítulo 3

Chapter 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

MILLY

Yo entraba y salía de todas las habitaciones de la casa. Toda la gente estaba bailando, borracha o echando un polvo.

Yo, en cambio, no estaba haciendo ninguna de las tres cosas. Estaba buscando a mi hermana, que, sin duda, estaba borracha y besándose con un desconocido.

Había recibido un mensaje de papá, diciéndonos que teníamos diez minutos para llegar a casa o de lo contrario vendría personalmente a arrastrarnos hasta casa desde esta estúpida fiesta.

La verdad es que yo no quería venir. No, pero mi hermana, Natalie, sí, y me había rogado que la trajera hasta aquí y la llevara a casa después.

Ya eran las 10 de la noche y creo que ambas íbamos a estar muertas en cuanto llegáramos a casa.

—¡Perdona! —grité, abriéndome paso entre la multitud con renovado propósito una vez que oí reír a mi hermana borracha. Pude ver su cabello oscuro antes de encontrarla por fin.

Un chico la estaba abrazando y ella le rodeaba su cintura con las piernas mientras se besaban apasionadamente frente a un grupo que reía y vitoreaba.

Me estremecí al ver cómo sus bocas se atacaban mutuamente y cómo la mano de él le agarraba el culo. Con dificultad, tosí y le di un ligero toque en el brazo. Para mi desgracia, ella gimió y me hizo un gesto burdo por respuesta.

—Nat —le susurré con urgencia—. ¡Papá quiere que vayamos a casa, ahora!

—Adiós, Milly —respondió distraídamente contra los labios del chico.

Puse los ojos en blanco y miré hacia otro lado, murmurando con fastidio: —Vale, vete tú sola a casa.

—¡No! De acuerdo —respondió—. Suéltate, cariño —la oí decir antes de que sus botas tocaran el suelo y me rodeara el cuello con fuerza. Me ahogué mientras ella reía—. ¡Nos vemos en el instituto!

—¡Nos vemos, Nat! —oí que una chica gritaba mientras se acercaba a abrazar a Natalie para despedirse. Me aparté de los brazos de mi hermana pequeña y empecé a abrirme paso entre la multitud sin ella.

Una vez más, ese pozo se hizo más profundo. Ese sentimiento de soledad. La constatación de que no tenía amigos. Sin relaciones o conexiones.

Mi hermana era básicamente mi mejor amiga, aunque a veces nos odiábamos. Sin embargo, era la única persona que tenía.

También tenía a mi padre, pero solo era mi padre. Me decía que me quería a la hora de dormir, y conversábamos de vez en cuando, pero por lo demás, teníamos una dinámica incómoda y no estábamos realmente unidos. A diferencia de cómo estaban él y Natalie.

—¡Milly! ¡Espera! —Oí gritar a mi hermana mientras se reía con otra chica a la que arrastraba.

Me detuve y tomé aire un momento antes de mirar hacia atrás.

Sin embargo, puse los ojos en blanco cuando Natalie tropezó y cayó al suelo con su amiga, con un ataque de risa que las consumió y provocó las risas de los demás.

—¿Quieres que llame a papá para que te venga a buscar? —grité con exasperación mientras empezaba a caminar de nuevo.

—¡No! —exclamó aún riendo—. ¡Espera, Milly! —volvió a gritar. Subí al coche —un Ford Ranger gris oscuro— y cerré la puerta tras de mí. Puse las llaves en el contacto y arranqué.

Levanté la vista cuando Natalie apoyó una mano en el capó para equilibrarse antes de que finalmente se tambaleara hasta el asiento del copiloto. Sacudí suavemente la cabeza y la vi cerrar la puerta con suavidad antes de abrocharse el cinturón de seguridad.

Hay que ponerse el cinturón, ¿verdad?

Me había pasado todo el trayecto de ida gritándole sin parar que se pusiera el maldito cinturón. Pero ella solo me había gritado que yo era una buena conductora y que no iba a morir esa noche.

Puse los ojos en blanco y dije: —No soy yo quien está mal. Es todo el mundo en la carretera. No se puede confiar en nadie. —Por desgracia, mi prueba eran unos niños que habían sido atropellados por un idiota borracho solo unas semanas atrás.

En respuesta, Natalie me miró sin comprender y preguntó: —¿Qué?

Así que lo dejé así.

Cuando por fin se abrochó el cinturón, se recostó en el asiento y me miró inocentemente, con sus ojos oscuros y su pelo a juego con el mío. Pero mientras que ella estaba bronceada, yo era pálida. Solo mis brazos y piernas estaban ligeramente tonificados.

—¿Estás lista? —pregunté, y ella asintió—. Bien, porque bien que te has tomado tu tiempo —murmuré mientras iniciaba el camino.

***

Cuando reduje la velocidad y giré hacia el pequeño aparcamiento repleto de motos, los faros de mi camioneta iluminaron la gran taberna de madera a la que llamábamos hogar.

Aparqué a un lado y apagué el motor mientras veía a papá salir por la puerta lateral con una botella de cerveza y un cigarrillo.

Suspiré ligeramente y salí antes que Natalie.

—¿Quieres explicarme por qué se te ocurrió ir a una fiesta un domingo por la noche? —me preguntó mientras cerraba la puerta del coche.

Miré fijamente a Natalie, que se bajó del coche y cayó al suelo y empezó a vomitar todo lo que había comido ese día.

Me mordí el interior de la mejilla y miré hacia papá mientras movía el cigarrillo entre los labios, moviendo la cabeza con incredulidad.

—Nat, estás castigada durante dos semanas —dijo y luego me miró—. Tú te libras. Pero ya es hora de dormir. Las dos. —Se acercó a Natalie. Cerró la puerta y la ayudó a levantarse mientras yo cerraba mi coche.

Me dirigí a la puerta y entré para escuchar el heavy metal que sonaba suavemente de fondo, seguido de las risas de todos los moteros del club de mi padre.

Me dirigí a la parte trasera y entré en el pub, lleno moteros por todas partes. Dentro y fuera del club. Extraños. Locales. Todo el mundo.

Papá era el dueño de la única taberna de los alrededores, básicamente. Así que todo el mundo venía aquí a menos que no les importara conducir una hora más hasta Forks, el pueblo más cercano a donde vivíamos, que estaba en medio de la nada.

Bajé las escaleras y entré en el estrecho pasillo, continué hacia el final, pasando por el salón y los aseos de las chicas antes de llegar a mi habitación. Oí que mi padre me seguía con Natalie a cuestas, dirigiéndose a su habitación.

—Buenas noches —le dije y esperé una respuesta, pero no debió de oírme.

Cerré la puerta en silencio y me dirigí a mi pequeña habitación en la que solo cabía una cama doble y un armario para la ropa. Apagué la luz y la oscuridad me consumió al igual que el frío.

Suspiré mientras me quitaba los zapatos y los calcetines y luego me quité la chaqueta, la camisa y los vaqueros. Me puse mi pijama antes de meterme en la cama, acurrucándome bajo un centenar de mantas para entrar en calor.

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