Castigada por el Alfa - Portada del libro

Castigada por el Alfa

B. Luna

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Después de pasarse la vida preocupada por no encontrar nunca a su pareja, Alexia por fin lo conoce y esto la preocupa aún más. El alfa Rainier Stone, de la manada Southridge, es un asesino con una fama de brutal. Consigue todo lo que quiere, y ahora ella es su objetivo. Peor aún, ¡es recíproco! ¿Podrá Alexia calmar la furia del corazón de Rainier? ¿Será capaz de salvarlo de sí mismo?

Calificación por edades: 18+

Autora original: Lunababy

Nota: Esta historia es la versión original de la autora y no tiene sonido.

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111 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Chapter 3

Capítulo 3

Chapter 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

ALEXIA

Me dirijo a la planta baja para beber el tan necesario café. El sueño no aparece desde hace semanas, y sé por qué. He estado tratando de encontrarlo desde mi primer turno hace diez años.

Mi madre siempre me dijo que una pareja lo sería todo para mi. Si tan sólo pudiera encontrarlo. Ahora tengo veintiséis años y todavía no he visto ni un pelo de él. Por lo que sé, podría estar muerto.

Vivo en Wisconsin y actualmente me hospedo en la casa de la manada. Es un lugar precioso, la verdad. Los bosques cubiertos de nieve y los lagos brillantes y helados conforman la mayor parte del territorio de mi manada.

Es pequeña, veinticuatro lobos para ser exactos. La casa de la manada es una cabaña de dos pisos con una hermosa cocina y suficientes habitaciones para todos los no apareados, que no son muchos.

Por fin bajo las escaleras y entro en la cocina, una enorme obra maestra con todos los electrodomésticos de acero inoxidable y un precioso suelo de madera.

Pongo un poco de café y miro por la enorme ventana que hay frente al fregadero. No hay nada más que un campo congelado en kilómetros a la redonda.

Realmente me encanta este lugar. Es tan tranquilo y pacífico que apenas me doy cuenta de que hay alguien entrando en la cocina detrás de mí.

—Buenos días, Lex —dice mi hermano, Adam.

—Buenos días —respondo—. ¿Quieres un café?

—¿Debería ser una pregunta? —Sonríe.

Adam siempre ha sido mi mejor amigo y mentor. Nuestro padre falleció cuando éramos muy jóvenes y nuestra madre nos crió lo mejor que pudo hasta que falleció hace unos años.

Nuestro padre era un beta, así que se esperaba que Adam asumiera ese papel cuando tuviera la edad suficiente.

Greg, nuestro alfa, lo tomó bajo su ala y le enseñó todo lo que necesitaba saber: cómo luchar cuando era necesario y cómo evitar el conflicto cuando era posible. El alfa le enseñó a ser un verdadero líder.

—¿Dónde estuviste anoche? —me pregunta.

—Salí a correr. Necesitaba despejar mi cabeza y mi lobo no me dejaba en paz.

Sabe lo que siento por encontrar a mi pareja. Me ha consumido este último año, pero me dice que tenga paciencia, que ya llegará mi momento.

Quiero creerle, pero es muy difícil cuando llevas tanto tiempo buscando. La mayoría de los lobos encuentran a sus compañeros poco después de su primer cambio.

—Ah. Bueno, antes de que se me olvide, quería que supieras que el alfa de la manada de Southridge y algunos de sus guerreros vendrán mañana para discutir algunos asuntos de territorio.

—Vale, ¿y por qué me cuentas esto? —le pregunto, tensando ligeramente.

Todo el mundo sabe quién es la manada de Southridge.

He oído que su alfa es despiadado, un monstruo. Hace lo que quiere y mata a quien intenta detenerlo.

—No hemos tenido una visita de la manada de Southridge en años, no desde que su nuevo alfa se hizo cargo, así que no sé qué esperar. Ya sabes lo que todos dicen de él. El alfa quiere que todos mantengan sus ojos y oídos abiertos. No queremos una pelea.

Asiento con la cabeza y espero a que continúe.

—Además, voy a necesitar que le pidas a Linda y a Julie que te ayuden a cocinar suficiente comida para alimentar a todos cuando lleguen.

Me sirvo una taza de café y lo fulmino con la mirada.

—Preguntaré, pero ya conoces a esas dos —le digo mientras le sirvo también una taza. —Hay que rogarles literalmente para que hagan algo. ¿No puede ayudarme Gennie?

Gennie es la compañera de mi hermano y mi única amiga. No hay muchos lobos aquí, así que soy bastante solitaria.

—Lo haría, pero se encargará de limpiar y arreglar el comedor.

Coge su taza de café y se da la vuelta para marcharse. Antes de salir por la puerta, me mira por encima del hombro.

—Mantén la cabeza alta. Lo encontrarás pronto, y te adorará. —dice y se va.

Pongo los ojos en blanco mientras cojo un bollo y me termino el café. Miro el reloj y me doy cuenta de que es hora de prepararse para el trabajo.

Vuelvo a subir a mi habitación y me desvisto.

Al ponerme frente al gran espejo del baño, observo mi larga melena negra que me cae hasta la cintura y mis grandes ojos verde esmeralda que me miran vacíos.

Mi mirada baja a las interminables curvas que dan forma a mi cuerpo y suelto un largo suspiro.

Abro el grifo del agua caliente y me pongo bajo el cálido chorro. No puedo evitar pensar en mi compañero mientras me limpio.

Mi loba gime al pensar en él, en no tenerlo. Últimamente se aísla más de mí, sólo quiere salir a vagar pensando que puede rastrearlo.

Salgo de la ducha, me seco rápidamente con una toalla y cojo unos vaqueros rotos con una camiseta negra de tirantes. Me los pongo y me seco el pelo antes de ponerme un poco de máscara de pestañas.

Tras atarme las botas, salgo a buscar mi Pontiac Firebird del 78 y lo enciendo. —Rainier Fog— de Alice in Chains suena en los altavoces y, por un momento, me olvido de todo lo demás.

El trayecto al trabajo sólo dura cinco minutos. Trabajar en un bar no es lo que había imaginado al crecer, pero me permite salir y conocer gente nueva.

Nada más llegar, voy directamente a la barra y empiezo a limpiar antes de que empiecen a llegar los clientes. Oigo que alguien entra por la puerta principal y levanto la vista.

Gennie, la compañera de mi hermano y mi colega, entra por la puerta y me lanza una mirada interrogativa.

—¿Por qué no contestaste el teléfono anoche?

—Tenía muchas cosas en la cabeza. Salí a correr y no volví hasta muy tarde —le digo.

Me dedica una pequeña sonrisa llena de lástima.

—No me mires así.

—Sólo quiero que seas feliz —Sonríe con tristeza.

Se acerca a la barra y empieza a secar los vasos que estoy lavando, y le ofrezco mi mayor sonrisa.

—Estaré bien. Sólo necesito mantenerme ocupada para que mi mente no divague tanto.

Finalmente deja de tocar el asunto y terminamos de limpiar. Empiezan a llegar los clientes. Un par de horas más tarde, la noche está en pleno apogeo.

Los clientes del bar, tanto humanos como lobos, están entrando a raudales y puedo deducir que va a ser una noche larga.

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