Entremedias - Portada del libro

Entremedias

Cristina C.

Capítulo 2

LAURIE

―¡Vaya, esto es increíble! ¡Mira qué vistas! El apartamento es tan grande ―exclamé mientras entraba y salía de las habitaciones de nuestro nuevo apartamento.

―Lo sé; es perfecto para nosotras. Por suerte, mi padre eligió este. Sabe cómo me gusta el estilo moderno ―Se rio.

―Tu padre es el mejor. Dale las gracias de mi parte ―le dije con una sonrisa.

―Le diste las gracias muchas veces en California. Él sabe que aprecias esto.

―Sí, lo sé, pero gracias a él podemos permitirnos este apartamento ―le contesté.

―Es verdad. Estoy tan feliz. Vamos a empezar una vida en Nueva York. ¡Qué locura! ―exclamó Macy.

―Sí, es surrealista ―Le sonreí mientras colocaba mis maletas en el suelo.

Gracias al padre de Macy, que tenía una gran empresa en California, conseguimos este apartamento. Trabajaba en el sector inmobiliario y nos lo había comprado.

Teníamos que pagarle una mensualidad, pero no era demasiado. El padre de Macy quería que aprendiéramos a tener responsabilidades, pero también le había dicho a Macy que se quedaría con el dinero hasta que quisiéramos mudarnos.

Nos daría el dinero de vuelta cuando quisiéramos comprarnos nuestra propia casa. Cuando Macy le contó lo de su entrevista de trabajo, al principio no le hizo mucha gracia.

Él siempre había deseado que su hija se incorporara a su empresa, pero ella quería tener su propia carrera. Un nuevo comienzo en una nueva empresa.

A Macy le encantaban el diseño de interiores y los edificios; eso lo había heredado de su padre. Su madre siempre había estado en casa cuidando de sus hijos.

Macy tenía un hermano pequeño, de trece años. Eric era muy listo y quería hacerse cargo de la empresa de su padre cuando se graduara.

Estaba guardando la ropa en el armario cuando Macy se aclaró la garganta.

―Hola, querida. ¿Te importa si voy a tomar un café con Michael? Si no quieres que vaya, puedo volver a llamarle ―dijo.

―No, no, está bien; vete. Debes aprender más sobre tu entorno de trabajo ―dije con una pequeña sonrisa.

―Gracias, Laurie. No estaré fuera mucho tiempo, te lo prometo ―dijo con una gran sonrisa.

―Está bien, Mace, vete. Pediré pizza cuando vuelvas. ¿Te parece bien? ―le pregunté.

―Genial. Nos vemos ―Y luego se fue.

El silencio de la habitación me hizo sentir una energía y una nueva sensación por dentro. «¿Quién iba a pensar que viviría en Nueva York, papá?», le dije mientras sostenía mi collar en la mano.

Cuando murió, fundí sus cenizas en un collar de plata con forma de corazón para que pudiera tenerlo conmigo en todo momento.

Antes de irme a Nueva York, vendí la librería a una clienta habitual.

Rita era una madre soltera de unos cuarenta años y estaba entusiasmada con la idea de comprar la librería. No podría haberme alegrado más de que fuera ella quien la comprara.

Amaba los libros, tal vez más que yo. Era la persona perfecta. Estaba segura de que mi padre habría estado contento con mi decisión de no vendérselo a cualquier persona al azar.

Vendí la librería en una semana, así que en cuanto lo hice, Macy y yo empezamos a planear nuestra mudanza a Nueva York. Su padre había encontrado este apartamento, y dos meses después, estábamos aquí.

Mace empezaba a trabajar el lunes y yo tenía una entrevista en una gran editorial a unas manzanas de nuestro apartamento.

La editorial Wells era una de las muchas grandes empresas de Nueva York. Sería difícil que me aceptaran para el puesto, pero tenía un currículum bastante bueno y un buen expediente académico, así que quizá tendría una oportunidad.

Tenía que ser paciente y fuerte, como papá siempre me había dicho. «Todo llega cuando es el momento adecuado». Siempre me había trasladado esa idea, con esas palabras, cuando no era lo suficientemente valiente para hacer algo.

Iba a vivir y a disfrutar de mi vida a partir de ahora como se suponía que debía hacerlo.

Al cabo de dos horas, me había duchado y todas mis maletas estaban vacías. Estaba sentada en el gran sofá blanco, viendo la televisión, cuando la puerta se abrió de golpe.

―Hola, querida. Ya estoy en casa.

―Hola. ¿Cómo fue con Michael? ―le pregunté con una gran sonrisa.

―Genial. Será mi tutor y me ayudará cuando lo necesite. Es increíble, la verdad ―dijo con las mejillas sonrojadas.

―¡Vaya, Mace, sí que te gusta! ―chillé entre risas.

―Calla. Estás siendo absurda. Es guapo, y tiene buen carácter, pero eso es todo. Sabes que no quiero compromisos ―dijo ella.

―Lo sé, tal vez ahora no. Pero los sentimientos pueden crecer, ¿sabes? ―pregunté provocándola.

―Eso no va a pasar, querida ​​―me dijo con una sonrisa burlona―. Voy a pedir pizza; ¡me muero de hambre! ¿Qué te pido?

―Una margarita, por favor, con mucho queso ―Sonreí.

―Oh, casi se me olvida decírtelo pero Michael ha conseguido entradas para que vayamos a un baile de máscaras. ¡¿No es genial?!

―En serio, ¿cuándo es eso?

―Mañana en el Hotel Wilson ―me dijo.

―Vaya, vale. Creo que no tengo nada en el armario que ponerme para esas ocasiones, y no tengo máscara ―dije en tono incómodo.

―No te preocupes. Yo también necesito ir de compras. Iremos mañana, ¿vale? ―comentó con una amplia sonrisa.

―Vale, trato hecho ―Sonreí.

―Bien. Voy a pedir las pizzas y luego le enviaré un mensaje a Michael diciéndole que iremos con él.

***

―Mmm, esta pizza está deliciosa ―murmuré.

―Sí, es la mejor que he probado nunca ―dijo Macy con una gran sonrisa.

―Entonces, Michael... ―empecé―. ¿Cómo es que puede conseguir entradas para una fiesta tan elegante? ―pregunté, tratando de animarla a que se soltara y me contara más cosas sobre él.

―Me dijo que su padre es un hombre rico. Tiene una gran empresa y, como iban a abrir una nueva oficina, querían celebrar el gran acontecimiento para sus clientes y empleados.

»Habrá mucha gente rica. La mayoría tiene muchas empresas. Así que, ¿no es una locura que nos haya invitado a ir a un evento así?

―No sé. Si lo pones así, no pintamos nada, ¿no crees? No somos ricas y no tenemos ninguna relación con la empresa de su padre ―Seguí masticando en silencio tras mi respuesta.

―No, no, no, Laurie. No empieces ahora. Recuerda: eres una mujer fuerte y sexy. Nos merecemos estar allí.

»Nos han invitado, así que podemos estar allí igual que esas otras personas. ¿Me oyes? ―dijo Mace con el ceño fruncido.

―Sabes que tengo la autoestima baja. Y no tengo dinero para comprarme un vestido caro. Toda esa gente irá vestida como si fueran de la realeza, por el amor de Dios.

»Mujeres guapas con sus piernas largas y delgadas, ¿has visto las mías? Soy latina; seguro que no pinto nada en ese lugar.

―¿Y qué? ¿A quién le importa lo que crean y piensen? Eres muy sexy. Todos quieren esas curvas tuyas. Esos hombres caerán rendidos a tus pies.

»Siempre hemos trabajado duro por nuestro dinero. Podemos estar orgullosas de nosotras mismas. Mañana vamos a divertirnos, te lo prometo. Y si quieres volver a casa, volveremos, pero al menos tienes que intentarlo.

»Te lo debes a ti misma. Prueba cosas nuevas, Laurie; beneficiará a toda tu carrera, ya verás. Tal vez conozcas a alguien del mundo editorial, ¿quién sabe? ―dijo con una sonrisa en la cara.

―Vale, vale, tú ganas. Iremos ―Le sonreí. Esperaba encontrarme un vestido acorde al evento.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea