Odiada por mi alfa: El desenlace - Portada del libro

Odiada por mi alfa: El desenlace

Nathalie Hooker

Capítulo 2

Aurora

La fuente del centro de la plaza era una obra de arte. Un lobo solitario protegiéndose de los cazadores humanos, en representación de las luchas de nuestra raza.

Existió durante siglos.

Hasta esta noche. La destruí.

Cuando contemplé la destrucción a mi alrededor, se me encogió el corazón. Perdí el control de mis poderes y gente inocente resultó herida.

El calor de las hogueras era intenso, y el sonido de la madera y el metal al crepitar, ensordecedor.

Sierra se acercó a mí con cautela. —Aurora, ¿estás bien? —preguntó. La preocupación estaba grabada en su rostro.

Sacudí la cabeza, abrumada. —No. No estoy bien. Dejé que mi ira se apoderara de mí, y ahora mira lo que ha pasado. ¿Cuántas personas resultaron heridas?

Wolfgang se adelantó con expresión sombría.

—Todavía no lo sabemos. Tenemos que averiguarlo y ayudarlos. Pero primero tenemos que salir de aquí, antes de que regresen los cazadores y sus aliados.

Max asintió. —Deberíamos volver al territorio de la manada y reagruparnos. Allí pensaremos nuestros próximos pasos.

Asentí con la cabeza. Sentía una vergüenza y un arrepentimiento profundos. Siempre supe que mis poderes eran peligrosos, pero nunca imaginé que yo pudiera causar tanta devastación.

Cuando empezamos a regresar al territorio de la manada, no pude evitar sentir que defraudé a todo el mundo.

En mi mente se agolpaban pensamientos sobre cómo podría haber hecho las cosas de otro modo, cómo podría haber evitado provocar tanto daño.

De repente, Rhea se agitó en mi interior y pude sentir su presencia en mi mente.

«Aurora», dijo, su voz calmada y tranquilizadora.

«No te culpes por lo que pasó. Estabas protegiendo a tu gente, y a veces hay que hacer sacrificios».

Respiré hondo, intentando calmarme. «Pero podría haber hecho daño a gente inocente, Rhea. Podría haberlos matado».

«Pero no lo hiciste», me recordó Rhea.

«Y haremos todo lo que podamos para ayudar a los heridos. Eso es todo lo que podemos hacer ahora».

Sus palabras me reconfortaron un poco y me concentré en el camino.

Nos esperaba un largo viaje y, si queríamos volver sanos y salvos, debíamos mantener la concentración.

No podía evitar el malestar que me invadía.

Puede que Wendell hubiera escapado, pero yo sabía que no se rendiría tan fácilmente. Teníamos que estar en alerta máxima y prepararnos para su próximo movimiento.

Pero, por ahora, teníamos que centrarnos en el presente y en las personas que nos necesitaban.

Me comprometí a hacer todo lo que estuviera en mi mano para arreglar las cosas y evitar que algo así volviera a ocurrir.

Esa noche, Wolgang y yo nos sentamos en silencio en nuestro dormitorio. Sus brazos me dieron el consuelo que tanto ansiaba.

—Os he defraudado a todos esta noche —murmuré, con las lágrimas cayendo por mis mejillas—. Eleanor estará tan avergonzada de mí.

Frunció el ceño. —Eleanor no tiene por qué avergonzarse de ti, Rory. Y, según cómo lo veo, fuiste la única de nosotros que volvió con un prisionero. El hermano de Wendell, además.

Wolfgang levantó mi cara hacia la suya y vi cómo el amor iluminaba sus ojos.

—Hiciste más de lo que cualquiera de nosotros podía hacer. Se cometieron errores, pero no mataste a nadie, mi Luna. Trabajaremos para reparar el daño.

Entonces, lo besé. Nuestros labios se encontraron y esculpieron un dúo de esperanza.

—Lo resolveremos todo —susurró, su lengua tejiendo un círculo alrededor de la mía.

—Contigo a mi lado.

Lo abracé y me quedé dormida.

Cuando desperté, supe que estaba soñando porque el bosque que me rodeaba era todo plateado.

Caminé entre los árboles, sintiendo el suave musgo bajo mis pies.

El bosque plateado estaba bañado por la luz de la luna, y las hojas brillaban con un resplandor etéreo. El aire era fresco, y el aroma a pino y a tierra llenaba mis fosas nasales.

Todo estaba en silencio, salvo por el susurro ocasional de las hojas y el ulular de un búho.

Un suave crujido en los arbustos me detuvo en seco y me puse tensa, preparada para cualquier cosa. Pero entonces, ella salió de entre las sombras.

Era impresionante.

El pelo rubio, plateado, le caía en cascada hasta los pies. Su piel era tan blanca que parecía casi translúcida, y sus ojos brillaban como el oro.

Supe al instante que se trataba de Selene, la diosa de la luna en persona.

—Aurora —dijo, su voz sonaba como música—. Te he estado esperando. Camina conmigo.

Entramos en un ritmo tranquilo, caminando codo con codo por el bosque.

—Cuando hice los primeros lobos, mi alma buscaba una cosa por encima de todo, y era encontrar la forma de mantenerlos juntos.

Asentí con la cabeza.

—En el fondo, todas las criaturas tienen un impulso primitivo de supervivencia. A veces puede apoderarse de nosotros y, sin duda, es omnipresente cuando no se controla. Pero he encontrado algo que puede poner un orden en el caos.

Escuché, conteniendo la respiración.

—Verás, Aurora, lo único que podía atar almas discordantes, y volverlas una sola era el amor. Así que creé almas gemelas y las uní con hilos rojos, destinadas a encontrar el camino la una hacia la otra.

—El amor es el antídoto —susurré—. Eso es lo que estás diciendo, ¿no?

Sonrió. —Siempre has sido una chica inteligente. Pero, igual que un alma necesita un compañero, también necesita un hogar.

Selene se dio la vuelta y me cogió la cara entre las manos.

—Primero debes aprender quién eres, Aurora. Porque eres especial. Eres mi propia sangre y hueso, y tienes un gran destino por delante.

Un escalofrío me recorrió la espalda. —¿Qué destino?

Selene sonrió.

—Gobernar con amor, Aurora. El amor es la clave de todo. Es lo único que puede trascender todas las fronteras, todos los planos de existencia.

Eso me intrigó. —Pero ¿cómo puedo encontrar el amor verdadero?

Selene me acarició la mejilla. Sus dedos eran como hilos de seda.

—Ya lo hiciste, Aurora. Solo que aún no te has dado cuenta. Piensa en la gente que te rodea. Piensa en cómo los protegerías.

Wolfgang. Emma. Montana.

Todas las personas que se quedaron y pasaron solo por el amor que me tenían. Solo porque querían que viera la luz y viviera en ella.

Un calor me recorrió el cuerpo. —Gracias, Selene. Pero, ¿y mis poderes? Aún no los domino todos.

Selene asintió.

—Tus poderes son parte de ti, Aurora. Son un regalo mío, y debes aprender a usarlo con sabiduría. Pero recuerda, tus poderes son solo un medio para un fin. El fin es el amor.

Me invadió una sensación de paz cuando escuché sus palabras. Era como si todas mis dudas y temores se hubieran desvanecido.

—Gracias, Lady Selene —dije, agradecida.

—Recuerda, Aurora, que eres parte de la luna y de la tierra. Confía en tus instintos y siempre encontrarás tu camino.

Con esas palabras, desapareció en la noche. Me dejó de pie en el bosque plateado, sintiéndome más conectada al mundo que nunca.

Cuando me desperté, supe lo que tenía que hacer.

Encontré a Eleanor en la torre del reloj, con los ojos puestos en el mundo de abajo.

Conocía mi presencia como el viento conoce las nubes. —Me preguntaba cuándo vendrías.

—Eleanor —me puse a su lado—. Me conoces. Profundamente. Enséñame a hacerlo mejor.

Sacudió la cabeza. —Todo este tiempo, Aurora, te he estado diciendo que la única forma de avanzar es templando tu rabia.

Esperé, ligeramente sin aliento. —Nunca tuve la intención de perder los estribos.

—Sin embargo, lo hiciste —me reprendió—. Cuando era el momento más importante, dejaste que la oscuridad se apoderara de ti. Sabes que podrías hacerlo mejor.

El frío se extendió por mi piel y se posó, húmedo y punzante, sobre mi corazón. —¿Qué estás diciendo, Eleanor?

—Me temo que no puedo enseñarte más.

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