Clementine (español) - Portada del libro

Clementine (español)

Senora Danah

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Clementine Moore es una chica humana que vive entre hombres lobo con su familia, considerada como una abominación. Al tener que soportar el trato hostil de la manada hacia ella, Clementine descubre que no es quien creía ser... una simple humana. Mientras descubre quién es, un rey lobo de 257 años resulta ser su pareja.

Sigue el viaje de Clementine, repleto de iluminación, secretos, amor y traición.

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30 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Chapter 3

Capítulo 3

Chapter 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

Libro 1: El fénix híbrido

CLEMENTINE

Clementine... —me llama una voz cantarina— ~Clementine~.

Salto de mi sueño y miro a mi alrededor como una loca. Mi habitación está a oscuras, iluminada solo por la luz de la luna. Suspirando, me levanto.

Cada dos días, me despierto por esta voz cantarina. No me deja en paz. Suena como la mía, pero es muy extraño pensar que me estoy llamando a mí misma. Aun así, no puedo evitar la sensación de que alguien está conmigo, o dentro de mí.

Tal vez alguien me esté observando.

Una vez encendidas las luces, vuelvo a echar un vistazo a mi habitación, pero está vacía. No hay nadie. O me estoy volviendo loca o esto es obra de magia, y no creo que sea lo segundo.

Dejo las luces encendidas y vuelvo a la cama. Cada vez que esto ocurre, me cuesta volver a dormirme porque sé que algo anda mal. La voz podría decirme que me despierte de nuevo.

Entonces, ¿por qué le hago caso?

Me meto bajo las sábanas, pero no cierro los ojos. Tengo demasiado miedo.

¿Y si es un fantasma?

Intento deshacerme de este horrible pensamiento recordando que los fantasmas no existen. No creo en ellos y no quiero creer en ellos.

Cierro los ojos, esperando que llegue el sueño. Al final, la oscuridad me consume, pero antes de quedarme completamente dormida, la oigo por última vez.

—Clementine...

***

—¡CLEMENTINE! ¡DESPIERTA!

Abro los ojos, aún somnolienta, y me adapto a mi entorno. Odio cuando alguien me despierta con su vozarrón.

Es mi madre, por cierto. Siempre se levanta temprano por la mañana para hacer tareas domésticas antes de que yo me vaya a mi turno en la enfermería.

Soy una de las médicas de la manada y me encanta estar allí. Bueno... sin contar la parte de mis matones.

Soy humana, pero todos aquí, incluida mi familia, son hombres lobo. Por eso me odian y me acosan tanto. Como humana que vive entre monstruos, soy una abominación, pero hace tiempo que dejó de importarme porque no puedo hacer nada al respecto.

—¡Ya voy! —le digo para que deje de gritar.

Odio cuando grita.

Me quito el edredón que me envuelve e intento ponerme en pie. Estoy un poco mareada porque no he dormido mucho, pero me dirijo lentamente al baño para refrescarme. Suelo darme una ducha rápida por las mañanas, pero no quiero hacer esperar a mi madre, así que me cepillo los dientes y me lavo la cara.

Hay algo en lavarse los dientes que me hace sentir muy limpia. Me encanta, y no lo digo porque sea médica.

Cuando salgo de mi habitación, me tropiezo con alguien. Levanto la vista y veo los ojos furiosos de mi madre.

—¡Llevo un minuto llamándote! —me grita, una vez más, con su molesta voz.

Me entran unas ganas tremendas de poner los ojos en blanco, pero me controlo. En lugar de eso, la sigo escaleras abajo para empezar mi rutina matutina.

—Lava la ropa, limpia la cocina y el salón, y luego sube a limpiar las habitaciones —me dice—. ¡Y asegúrate de que el salón está impecable! Tenemos invitados por la noche.

Asiento con la cabeza y me dirijo a la cocina. Gracias a Dios que no estaré aquí esta noche.

Nuestra casa está justo afuera de la casa principal de la manada. Como soy humana, el alfa pensó que lo mejor para mi familia era vivir en una casa separada, lejos de todos los hombres lobo peligrosos. A mi madre no le gustó, pero no podía desafiar las órdenes del alfa.

No estoy enojada por eso. Estoy agradecida de que el alfa quisiera que estuviera a salvo. Pero creo que dónde viva realmente no importa ya que ahora trabajo en la casa de la manada.

—Hola, humana —dice mi hermana mayor, Joana, al entrar en la cocina. Me choca intencionadamente, haciendo que se me caiga un plato y se haga añicos.

El sonido me hace temer lo que viene a continuación.

—¡CLEMENTINE! —grita mi madre mientras entra corriendo en la cocina. Al ver el plato destrozado, gruñe— ¡Eres una inútil! No sé por qué no te abandoné el día que naciste. Eres una decepción.

Miro a Joana y veo que me sonríe. Está disfrutando y yo no puedo hacer nada. Si le dijera a nuestra madre que Joana fue la razón por la que se me cayó el plato, no me creería. ¿Cómo podría creerle a su hija anormal antes que a su hija ~normal~?

Salen de la cocina y me dejan en paz. Entonces me doy cuenta de que mi hermano mayor, Alex, está junto a la puerta.

—¿Estás bien? —me pregunta.

Alex es el mejor hermano que se puede pedir. Nunca distingue entre mí y los demás de la manada, y siempre me apoya frente a nuestra madre y nuestra hermana. Él es la única razón por la que estoy aquí hoy; sin él, mis padres me habrían abandonado hace mucho tiempo.

—Lo estaré —le dedico una débil sonrisa y me doy la vuelta para seguir haciendo mis tareas.

Me encanta fregar los platos. Mantiene a raya mi estrés y mi ira para que no arremeta contra nadie. Soy una persona tranquila, y creo que es porque lavo los platos.

Raro, lo sé.

Cuando acabo de fregar los platos, limpiar el salón y todas las habitaciones de la casa, tendré que limpiar los baños, pero no tengo tiempo porque pronto empieza mi turno.

—¡Me voy! —le digo a nadie en particular.

En ese momento, mi madre sale de la cocina con un plato lleno de galletas recién horneadas. Tienen un aspecto delicioso.

—¿Has acabado con todo? —me pregunta entrecerrando los ojos.

—Casi. Solo me quedan los baños, pero tengo que irme.

—Hazlos antes de irte.

—¿Pero qué dirá el alfa si llego tarde? —la manipulación es lo único que funciona cuando se trata de mi madre.

—Bien —dice, mirándome con odio, y vuelve a la cocina.

Abro rápidamente la puerta y salgo.

Hoy hace sol y un poco de viento. Me encanta este tiempo, me hace sentir cómoda. Me gustaría que hiciera aún más calor, pero no puedo cambiar el tiempo, ¿verdad?

Cuando entro en la manada, oigo insultos. Todos los miembros de la manada hacen esto todos los días, como si me vieran por primera vez. ¿No se aburren?

—Buenos días —digo al llegar a la enfermería.

Los que trabajan aquí son los únicos que no me odian. De hecho, me adoran. Me tratan como si fuera una de ellos, sin importarles que sea humana. Igual que Alex.

—¡Buenos días! —responde una enfermera.

Mido un metro setenta y cinco y sobrepaso el metro sesenta de Erika, pero como el resto del grupo, es una mujer firme. Es encantadora, está enamorada de su trabajo y es la mejor amiga que tengo.

Erika me mira moviendo las cejas mientras coge una jeringuilla. —¿Te has enterado de la noticia? —pregunta emocionada.

Frunzo el ceño. —¿Qué noticia?

—Mañana, el alfa organiza un pequeño evento —susurra. Le gustan tanto los bailes, las fiestas y los eventos como su trabajo.

—¿Pero por qué? —pregunto.

Erika deja la jeringuilla a un lado. —He oído que viene alguien importante de visita.

¿Está otra manada visitando la nuestra?

—¿Quién? —me pregunto a mí misma.

—No digas que lo has oído de mí —susurra en voz tan baja que ni siquiera sus compañeros hombres lobo, con su oído inhumano, pueden escuchar—, pero he oído que un alfa muy poderoso está visitando la manada Perla negra.

No veo cuál es el problema. Los alfas siempre visitan nuestra manada, así que no es nuevo. Pero es inusual que nuestro alfa organice un evento solo para un invitado.

¿Realmente es tan importante?

Interrumpo mis pensamientos en seco y empiezo mi turno. Tenemos un montón de pacientes heridos en este momento porque ayer un grupo de hombres lobo fue a la caza de rebeldes, lobos que solían estar en una manada, pero ya no lo son por una razón u otra. Algunos de los pacientes son rebeldes que necesitan asistencia médica antes de que los metan en una celda.

Es extraño porque sé que la manada matará a los rebeldes, pero quieren que les ayudemos primero. No digo que no debamos ayudarlos... Claro que no. De hecho, me siento mal por ellos porque pueden haber perdido su manada o quizás hayan huido de un alfa cruel o algo así.

¿Por qué la gente odia tanto a los rebeldes?

Por otra parte, pueden haber hecho algo terrible, y que aquello los haya llevado a ser repudiados por su manada.

Concentro mi atención en un joven rebelde que no debe tener más de diecisiete años. Parece más joven. Lo veo lagrimear, asustado.

—Oye, no tengas miedo —le digo, sonriendo—. Te vas a poner bien.

El chico parece agitado pero confundido, probablemente porque me ha olido y se ha dado cuenta de que no soy una mujer loba. Decido responder a su curiosidad. —Sí, soy humana —le digo.

Me dedica una sonrisa simpática. —¿Lees la mente?

—Tal vez —bromeo.

Vuelve a mostrarse preocupado. —¿Sabes lo que me van a hacer? —pregunta.

No quiero decirle lo que va a pasar porque es solo un niño, así que le digo: —No pienses en eso ahora. Necesitamos que te recuperes.

Empiezo a vendarle el brazo herido. Los hombres lobo adultos suelen curarse en unas horas, pero como él es un niño, tardará unos días.

—Tengo miedo —murmura, haciendo que mi corazón se apriete.

¿Puedo hacer algo por él?

—Oye, no te preocupes —me oigo decir—. Intentaré hablar con el alfa para que te deje marchar.

—¿En serio? —susurra, haciéndome sonreír.

—De verdad, pero no se lo digas a nadie —le advierto.

Asiente con la cabeza.

Cuando termino de vendar el brazo del chico, me dirijo al siguiente paciente. Es uno de los miembros de nuestra manada y uno de mis matones.

—No quiero que me atiendas —refunfuña cuando me ve—. Tráeme otro médico.

Tengo unas ganas terribles de inyectarle algo que lo prenda fuego por dentro, pero decido no hacerlo. No quiero meterme en problemas por culpa de un imbécil como él.

—Todos los demás médicos están ocupados. O me dejas hacer esto o te vas a casa y te quedas con dolor el resto de la noche.

Vuelve a gruñir, pero finalmente me deja ayudarlo. Me hormiguean los dedos de las ganas de golpearlo con algo.

***

Después de terminar mi primera ronda, salgo del ala del hospital y me dirijo al despacho del alfa Jake.

Nuestro alfa no es malo. Me trata bien, me hace sentir parte de la manada pero no como los demás. No le tengo miedo y, lo que es más importante, su voz de alfa no funciona conmigo porque soy humana.

Cuando llego al despacho del alfa y llamo a su puerta, me da luz verde para entrar. Entro con cuidado y me sitúo frente a su escritorio.

Tras pedirme que me siente, el alfa Jake pregunta con voz autoritaria: —¿Qué necesitas, doctora Moore?

—Me gustaría hablar contigo de un asunto —empiezo—. Sé que no me corresponde pedírtelo, pero me gustaría intentarlo.

Levanta una ceja, divertido, y me hace un gesto con la cabeza para que continúe.

—Hay un... chico, en la enfermería... No debe tener más de diecisiete años y está herido —trago saliva con dificultad, un poco temerosa de su reacción porque tiende a enfadarse rápidamente.

—Continúa.

—Es un rebelde —digo finalmente, ganándome una mirada firme—. Es solo un niño, alfa. Te pido que lo dejes ir, por favor.

—Entiendo que eres médico y que te preocupas por el bienestar de todos —dice alfa Jake, claramente echando humo pero esforzándose por calmarse—, pero este es un asunto del que tú, especialmente , no puedes hablar. No tienes derecho a preguntarme eso.

Si hay algo que alfa Jake odia, son los rebeldes.

—Lo siento —digo, bajando la mirada al suelo para no tener que mirar sus orbes negro oscuro. Un momento después, me levanto y murmuro: —Lo siento —y me dirijo hacia la puerta.

Antes de salir, el alfa grita: —Y Clem, no hagas ninguna estupidez —es un recordatorio de la vez que intenté ayudar a escapar a una chica—. ¿Entendido?

Asiento rápidamente y me voy.

En realidad he ayudado a escapar a muchos rebeldes sin que el alfa se enterara. De hecho, solo se enteró de lo de la chica porque mi hermana, Joana, me vio ayudándola y se lo dijo. Pero tengo que ayudar a este chico... sin importar las consecuencias.

***

Cuando vuelvo a la enfermería, el chico no aparece por ninguna parte. Le pregunto a Erika por él, y me dice que los guardias se lo llevaron a él y a varios más a las celdas subterráneas.

Siempre he ayudado a los rebeldes a escapar de la enfermería, nunca de las celdas. Ni siquiera he estado allí, y he oído que es difícil entrar.

¿Por qué los guardias los han llevado allí tan rápido?

Alfa Jake debe haberlos vinculado mentalmente. Sabía que iba a ayudar al chico a escapar.

Pero eso no me detendrá de ir a las celdas, agarrar al chico, y ayudarlo a salir. Lo haré pase lo que pase porque todo el mundo sabe que nadie sobrevive en las celdas.

Antes de que pueda revisar a mis pacientes restantes, Erika señala hacia la puerta y dice: —Oye, Clem, Alex te está buscando.

Le doy las gracias y me dirijo hacia él. —¿Son para mí? —pregunto mirando las preciosas flores azules que tiene en las manos.

Alex sonríe y me entrega el ramo. —Por supuesto. ¿Para quién si no iban a ser?

—Gracias, hermano. Me encantan —hundo la nariz en las flores. Huelen divinas.

—¿Qué tal el trabajo? —pregunta.

—Bien, aunque ajetreado —le digo, todavía oliendo las flores—. Hay algunos rebeldes heridos, junto con otros hombres y mujeres de la manada.

—No hagas una estupidez como la última vez, ¿entendido? —advierte Alex. Todos en la manada saben lo que he hecho, y eso solo hace que me odien más.

Le doy una sonrisa tranquilizadora. —No te preocupes, no volveré a hacerlo —odio mentirle, pero no puedo contarle mis planes. Me lo impediría.

—Por cierto —continúa Alex—, hay un pequeño evento mañana al mediodía, aquí en la casa de la manada. Asegúrate de ir a casa y quedarte allí. No abras la puerta a nadie.

—¿Por qué? —pregunto, confundida.

—Vendrá gente peligrosa y no quiero que te pase nada —me da palmaditas en la cabeza como si fuera una niña.

Pongo los ojos en blanco. —Vale, de acuerdo.

Cuando Alex se va, vuelvo a mi trabajo, pensando en lo que ha dicho. Nunca antes me había dicho que me quedara en casa, así que lo que sea que esté pasando debe ser muy grave. Pero, ¿por qué estaría más segura en casa cuando cualquiera podría tirar la puerta abajo y hacerme daño?

¿Quién viene mañana? Todos parecen nerviosos, como si fuera un dios el que viene de visita.

***

Cuando termino en la enfermería y me dirijo a casa, es de noche y ya no oigo el piar de los pájaros. Es como si los pájaros (y todos los demás animales de alrededor) supieran que la noche es peligrosa, que es cuando los lobos vagan por el bosque.

En cuanto llego a casa, voy directa a mi habitación, agradecida de que mi madre no se haya parado a pedirme que haga nada. Dejo mi bolso sobre la cama y me dirijo al baño, me desmaquillo y me doy una ducha rápida, ya que por la mañana no he podido hacerlo.

Mientras me seco con la toalla, oigo un ruido procedente de mi dormitorio. Salgo con cuidado del cuarto de baño y veo pasar una sombra.

Estoy segura de que la puerta del dormitorio estaba cerrada y atrancada antes de ducharme, y no he oído que se abriera.

Miro a mi alrededor para ver si hay alguien, pero no encuentro ni un alma. Es como si un fantasma hubiera pasado y se hubiera marchado al verme.

Asustada, dudo en cerrar los ojos. No quiero dormir sola, no quiero volver a oír mi nombre durante la noche.

Lo que realmente me asusta es que la voz suena como yo. Me he preguntado si podría ser mi loba; mientras crecía, siempre quise tener una y nunca perdí la esperanza de que algún día la tendría, a pesar de que el propio alfa dijera que solo soy una humana. Pero ahora estoy convencida de que, de algún modo, la voz es solo... yo.

Vivir entre hombres lobo no es fácil. Me siento como una paria, como si no perteneciera. Es tan malo que he pensado en mudarme y vivir entre otros humanos, pero he oído cosas terribles sobre ellos. Además, no quiero dejar a mi hermano ni a Erika; lo son todo para mí.

Después de darle muchas vueltas en mi cabeza, por fin consigo conciliar el sueño.

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