Te enseñaré lo que es amar - Portada del libro

Te enseñaré lo que es amar

Gina Ferré

Capítulo 1. Viaje a América

Emiliano

Hace casi un año que me mudé a la sede de Estados Unidos. Fue un gran cambio, pero necesario. Tenía que alejarme de todo lo que me recordaba a ella: su olor, su piel, sus risas falsas, sus promesas vacías llenas de mentiras y su desprecio. Ese que me destruyó, convirtiéndome en el ser intolerante y frío que soy ahora.

El teléfono suena sacándome de los pensamientos; esos que me consumen por dentro desde que Gianna murió. «¿Cómo pude ser tan estúpido y amar a alguien así?», pienso mientras cojo la llamada mirando que es mi madre la que me incordia.

—Hola. —hablo de forma fría y seca.

—Emiliano, ¿no piensas venir a Italia? —pregunta mi progenitora al teléfono.

—No está en mis planes hacerlo en este momento, tal vez más adelante —contesto fastidiado.

—Pues no estoy de acuerdo, hijo. Bianca y su familia vendrán la semana que viene y me gustaría que os hicierais amigos y quién sabe… en un futuro podría derivar en otra cosa… —si ella cree que voy a ceder está muy equivocada.

—Mamá, ¡¿desde cuándo dejo que te metas en mi vida?! —espeto más fuerte de lo que quería.

—Hijo, tienes 36 años, no tienes novia, ni te has casado, no veo proyectos a futuro. Cuando nos dijiste que estabas enamorado y que pronto nos presentarías a tu mujer, nos ilusionamos mucho tu padre y yo… —suspira y es como si la viera negar con su cabeza.

—Las cosas no eran como yo me creía. Estaba jugando con mis sentimientos, nunca tuvo intenciones de casarse o formar una familia conmigo, al igual que las otras seis que solo buscaban mi fortuna —digo apretando los dientes.

—Tal vez el problema es que no has sabido buscar el amor en la persona correcta y solo has visto lo superficial —alega y si no fuera mi madre la que habla le diría cuatro cosas.

—Mamma, no quiero faltarte el respeto, por eso no te contesto como lo mereces. Solo te diré que… ¡¡jamás volveré a creer en una mujer!! Solo te utilizan para su conveniencia y luego te desechan. ¡¿Te ha quedado claro o te lo repito?! —gruño furioso y lleno de rencor.

—Yo… yo solo quería… —su voz entrecortada me hace sentirme mal.

—Lo sé mamma, y perdóname, pero es un tema muy delicado y así como papá me respeta, te suplico que hagas lo mismo. No me obligues a dejar de contestar tus llamadas —sé que soy duro con ella, pero ahora menos que nunca me dejaré manipular.

—Eres nuestro único hijo y deseamos verte feliz, sonriente como hace un año. Queremos nietos, que ames y te amen como te mereces. No puedo concebir que por una mala experiencia hayas decidido convertirte en un ser oscuro sin corazón que solo sabe odiar, que ya no visita a sus padres y que trabaja hasta el agotamiento siendo implacable destruyendo a la competencia sin importarle las consecuencias de sus actos. Ese no es el hijo que crié —dice recriminando mi nueva personalidad.

—Este es el que soy ahora. Lamento mucho que no puedas aceptarme de esta manera, pero ya no hay vuelta atrás. ¡No se volverán a burlar de mí, eso te lo puedo asegurar; y si tantas ganas tienes de tener un nieto adopta uno para sacarte las ganas! —escupo con sarcasmo porque me tiene harto con su cantinela.

—Te desconozco, Emiliano. —Sé que se ha quedado de piedra pero no me importa en lo más mínimo.

—Perdona, madre, no te puedo seguir atendiendo. En dos meses tengo que realizar un viaje a la sede de Milán y pasaré a visitaros. Lamento ser tan brusco, pero últimamente me agobias demasiado con el tema familia y no entiendes que eso se acabó para mí —digo más calmado y la siento suspirar.

—Prometo no molestarte más. Si me he pasado, es porque te quiero y busco lo mejor para ti, pero debo comprender que no eres un crío. Cuídate mi niño —dice y me siento fatal.

—Te quiero, mamma. Dile a papá que lo veré en dos meses —al pensar en volver a Italia empiezo a sentirme incómodo, pero sé que mis padres no merecen que los desprecie, ellos no tienen culpa de nada.

La tarde está tranquila en la oficina, pero la llamada de mi madre me ha puesto de una mala leche horrible, por eso decido irme al club. Necesito desfogar mi frustración con alguna sumisa, esa que deberá aguantar mi rudeza y dominación, porque ese soy yo ahora, eso es en lo que me convirtió Gianna con sus palabras. Nunca más dirán que soy tierno, romántico o muy osito.

Narrador

Mientras Emiliano seguía con lo suyo en Chicago, Petra hacía lo propio en Rusia. Su familia ya no sabía qué hacer para contenerla, se había convertido en una mujer contestona y amargada.

Se metía en problemas cada vez que podía. Más de una vez había acabado en el hospital con heridas provocadas por alguna caída practicando algún deporte de riesgo. La última vez terminó en comisaría cuando, en una redada, la habían detenido por participar en peleas callejeras.

En su afán de vivir al límite estaba destrozando los nervios de su familia. Ya no sabían cómo ayudarla para que ella volviese a ser la de antes, parecía que cuanto más lo intentaban, peor era, porque Petra se revelaba de forma alarmante.

Estaba descontrolada, y a ese ritmo, en poco tiempo acabaría con su vida. Debían frenarle los pies como fuera y, la única manera de hacerlo era alejándola de todo lo que conocía hasta el momento.

—Petra necesito hablar contigo —dijo Nikolay entrando en su casa, esa que había compartido con su marido.

—Si vienes a sermonearme… Ahórrate las palabras —contestó de forma altanera.

—¡¡Basta!! ¡¡Se acabó la condescendencia contigo!! ¡¡Mañana te irás a Chicago para ocupar el puesto de gerente general en Constructoras Lombardo & Asociados!! —gritó asustando a su hermana.

—¡Ja! ¡¡No me iré a ningún lado!! ¡¡No puedes mandarme!! ¡¡Soy mayor de edad y nadie me gobierna!! —chilló ella en respuesta.

—¡Me vale mierda que seas mayor de edad, ¿oíste?! ¡Sigo siendo el que manda y tú, hermanita, ya no estás casada! —espetó con sorna Nikolayhaciendo que Petra se tensara.

—¿Qué me estás queriendo decir con que ya no estoy casada? —preguntó con cautela.

—Que, o te vas a la sede de América a ocupar el cargo de gerente, o te casas con alguno de nuestros socios de Alemania. Hay dos que me preguntaron si aceptaría que fueras parte de una nueva alianza —contestó calmadamente y a ella se le heló la sangre.

—¡¡No te atreverías!! —rugió fuera de sí.

—Ponme a prueba y verás —su tono junto con la expresión de su cara imperturbable le hicieron ver que no estaba de broma y sería capaz de obligarla a casarse con algún mafioso.

—¡Por favor, Nikolay, no me hagas eso! No destroces mi vida más de lo que ya está… —dijo, comenzando a llorar.

—Entonces vete a ejercer tu carrera. Eres muy buena en los negocios y tienes experiencia no solo con la constructora sino con la empresa petrolera de tu difunto marido, esa de la que no has querido hacerte cargo —sus palabras la hicieron sollozar con más intensidad.

—Por favor, no quiero irme de aquí —decía entre lágrimas.

—Es por tu bien cariño, te estás destrozando. No soportamos más verte hundirte en el fango día tras día. Necesitas darle un giro a tu vida, dejar de hacer locuras y volver a enamorarte. Por favor, hermanita, no te cierres al amor.

»Eres joven, has pasado por un gran trauma, pero atentando contra tu vida no lo superarás. Mamá y papá están con el alma en vilo pensando que en cualquier momento los llamarán para darles la noticia de tu muerte —esta vez lo que dijo Nikolay tocó su corazón.

—Está bien, mañana viajaré a Chicago, pero solo porque no quiero casarme con nadie. No me cierro al amor, simplemente ahora no está en mis planes enamorarme, pero si llegara el hombre perfecto..., tal vez..., y solo tal vez…, volvería a entregar mi corazón… —contestó suspirando mientras limpiaba sus lágrimas.

—Con que lo intentes ya soy feliz, y por favor… deja de meterte en problemas. Si me llego a enterar que vuelves a las andadas… Iré a por ti y te casarás con uno de los alemanes —concluyó y su hermana asintió.

«Estaremos muy lejos hermanito, y aunque no será como lo que hago aquí… no dejaré las carreras clandestinas… ¿O tal vez las cambie por algún semental que sepa follar duro y no me recuerde la dulzura de Fiodor?», pensaba mientras subía a preparar su maleta.

Sería un cambio drástico, pero en el fondo sabía que si no hacía algo así, terminaría con su vida tarde o temprano, y eso demostraría que era una mujer débil, no merecedora de pertenecer al clan Dmitriev.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea