Invitaciones irresistibles - Portada del libro

Invitaciones irresistibles

S.S. Sahoo

0
Views
2.3k
Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

En el que se suponía que iba a ser su día más feliz, el mundo de Juliette Swanson se hizo añicos cuando mataron a su prometido y la obligaron a casarse con Zachary Udolf Sullivan. Confundida y aterrorizada, no podía comprender por qué Zachary haría algo así. Pero durante su viaje a Rumanía, Juliette descubrió la verdad: Zachary era un jefe de la mafia que llevaba una doble vida como magnate de los negocios. Y mientras navegaban por un peligroso mundo de traiciones y secretos, Juliette encontró consuelo en el amor y la protección inquebrantables de Zachary. Aunque tenía el corazón roto y destrozado por las revelaciones de sus propios seres queridos y de confianza, se dio cuenta de que Zachary no era el monstruo que había temido, sino un hombre dispuesto a hacer cualquier cosa por mantenerla a salvo.

Clasificación por edades: 18+

Ver más

58 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Chapter 3

Capítulo 3

Chapter 4

Capítulo 4
Ver más

Capítulo 1

JULIETTE

Estaba muy feliz de casarme con el amor de mi vida.

Me miré en el espejo. Llevaba un vestido de novia blanco y largo, adornado con un corte paraguas y un escote en forma de corazón.

El vestido, de encaje, se ajustaba perfectamente a mi cuerpo. Mi pelo rizado castaño caía por la espalda, con unas flores colocadas artísticamente detrás de la oreja izquierda.

Mi maquilladora había hecho un trabajo fantástico. Me había pintado los labios de color rojo brillante y mis ojos de color azul con delineador.

Llevaba unas sandalias blancas peep-toe que me ayudaban a aumentar unos centímetros mi metro setenta de altura.

—¡Oh, Dios mío! Estás guapísima, Juliette. —chilló Kiara, mi mejor amiga, mientras me abrazaba.

—¡Gracias! —Me sonrojé mientras me giraba tímidamente hacia el espejo.

—¡Oh, mírate! Hoy es tu boda y pareces tan recatada…. ¿Qué harás en tu noche de bodas? —Me dio un codazo, haciéndome enrojecer con cada comentario.

—¡Kiara! —Le llamé la atención mientras ella se reía como una hiena ante mi expresión y me abrazaba de lado.

—Emmett es tan afortunado —dijo mientras me miraba a través del espejo.

Kiara tenía una larga melena negra, y ahora la llevaba peinada con una trenza lateral. Tenía un aspecto deslumbrante. Llevaba un vestido dorado sin tirantes y los labios pintados de rojo. Sus ojos negros tenían un aspecto misteriosamente bellos con su maquillaje de ojos de gato.

Se paró con confianza a mi lado.

Por decirlo de una manera sencilla: Kiara Richmond era una mujer preciosa. Además, era conocida por ser la chica más sexy de toda la ciudad.

Perteneciente a una de las familias más ricas de Nueva York, vivía en el barrio más pijo con sus padres y disfrutaba de su soltería. Lo único es que nunca creyó en el amor.

A veces me preguntaba cómo habíamos llegado a ser mejores amigas. Yo también pertenecía a una familia adinerada, pero a diferencia de ella, era una romántica.

Yo estudiaba mientras ella se iba de fiesta, y mis únicas fiestas consistían en estudiar durante los exámenes mientras ella tenía que hacer malabares para esconderse de sus amigos alcohólicos para estudiar.

Fue mi mejor amiga en la universidad, así como mi mejor competidora.

Conocí a Emmett en la fiesta de mi vigésimo segundo cumpleaños, organizada por mis padres. Me cayó bien al instante y pronto empezamos a salir.

Un año de noviazgo dio paso a una relación exclusiva y, un año después, me propuso matrimonio. Yo, enamorada, acepté encantada.

—Creo que del que te enamores será el hombre más guapo que jamás hayas conocido —le dije a Kiara, sonriendo.

—¡Oh, otra vez no! Juliette, hoy no. Por favor. —Puso sus ojos en blanco, mientras yo sacudía la cabeza ante su infantilismo. Y es que ella, simplemente, no creía en el amor.

—¡Juliette!

Las dos nos giramos hacia la puerta y nos encontramos a Jace asomando la cabeza en el interior y observándonos con una sonrisa.

—¡Ven aquí, niño! —dijo Kiara burlándose de él.

Jace Swanson, mi único hermano, es tres años menor que yo. Le molestaba cada vez que Kiara, a quien le encantaba burlarse de él, lo llamaba «niño».

—¡Por favor! Tengo veintiún años, para tu información —dijo Jace.

Kiara puso los ojos en blanco y murmuró: —¿Y?

A veces podía ser mala.

—¡Jacey! —chillé mientras corría a abrazarlo.

—Eh, no. No toques mi pe…

Antes de que pudiera terminar la frase, ya le había alborotado el suave pelo negro que heredó de nuestra madre.

—Ohh, Jacey. No seas así. Hoy es mi boda —arrullé mientras le pellizcaba las mejillas.

—¿Puedes al menos dejar de comportarte como una anciana? —Me apartó la mano de un manotazo y enarcó una ceja.

—Nos encanta chincharte, Jacey. —Lo abracé. Se resistió un poco antes de rendirse y devolverme el abrazo.

—Te voy a echar de menos, Julie —me susurró en el pelo. Era mucho más alto que yo, lo que a veces me daba mucha envidia.

—Yo también lo haré —susurré al darme cuenta de que lo dejaba, entristeciéndome.

—Vamos. Todos te están esperando. —Se separó del abrazo y me besó en la frente.

—Estás preciosa —dijo sonriéndome.

—Vale, chicos. No os pongáis sentimentales. Hoy es su boda y vas a fastidiarle el maquillaje —le dijo Kiara a Jace. Volviéndose hacia mí, dijo—: Juliette, ven aquí.

Cogiendo el velo de la mesa, me lo ajustó en la cabeza, cubriéndome la cara.

—¡Toma! —Me entregó un ramo de rosas.

Me miré por última vez en el espejo e inhalé profundamente, sintiendo cómo se me acumulaba el nerviosismo en la boca del estómago. No sabía por qué. «Probablemente porque voy a casarme», pensé y me encogí de hombros.

—Vámonos. Papá nos espera fuera. —Jace me cogió del brazo mientras Kiara me ayudaba con el vestido de boda, saliendo juntos de la habitación.

«Eso es. Me voy a casar. Mi vida va a cambiar a partir de hoy».Pensé para mis adentros, sonriendo.

Caminamos hacia la entrada de la iglesia, y enseguida vi a papá de pie cerca de la entrada con mamá, esperándonos.

Mi padre, Stephen Swanson, y mi madre, Jessica Swanson, eran mi vida. Habían hecho todo lo posible por darme la vida que deseaba.

Recuerdo una época en la que papá no era un hombre rico; trabajaba día y noche para mantenernos.

Además, yo era exactamente igual a él. Al haber heredado su pelo castaño y sus ojos azules. Yo era su princesa, y sabía que secretamente me quería más que a Jace.

—¡Mi princesa! —Se le humedecieron los ojos al verme vestida de novia y me abrazó—. Te voy a echar de menos.

Lloraba mientras yo disfrutaba de su abrazo e inhalaba su olor a limpio, que era lo que más me gustaba de él. Si había algo que amara más, excepto a mí, era la limpieza. Era el hombre más limpio que había visto en mi vida.

—Cariño mío —me arrulló mi madre mientras me envolvía en sus fuertes brazos, un recuerdo de su yo atlético de antes de casarse con mi padre.

—¡Mamá, no puedo respirar! —Conseguí resoplar, y ella me soltó al instante, dándose cuenta de su fuerte abrazo.

—¡Cariño! —la regañó mi padre, y ella me sonrió avergonzada.

—Lo siento, me dejé llevar por mis emociones —dijo mamá.

Le sonreí y le apreté el brazo. —No pasa nada, mamá.

—Vale, ya es la hora —dijo mi padre mientras miraba la hora en su reloj.

—Te quiero, cariño. —Me dijo mi madre.

Me besó en la frente y Jace volvió a abrazarme antes de que ambos empezaran a marcharse.

Kiara era mi dama de honor. Ocupó su lugar con los niños y me hizo una señal con el pulgar hacia arriba, pronunciando con los labios: «Mucha suerte».

Le sonreí mientras enlazaba los brazos con mi padre y esperábamos a que se abrieran las puertas.

La música comenzó a sonar y las puertas se abrieron para dar lugar a una iglesia abarrotada, esperando a la novia.

Lentamente, empezamos a caminar como habíamos ensayado antes. Mis piernas empezaron a tambalearse debido al nerviosismo, y las palmas de mis manos empezaron a sudar.

—Relájate, princesa —me susurró mi padre, apretándome los brazos y asegurándome que todo iba a salir bien.

Conseguí sonreír a la gente y tarareé como respuesta a papá.

Vi a Emmett esperándome, de pie ante el altar con su traje negro. Llevaba el pelo peinado hacia atrás y sus ojos grises centellearon al verme.

Sabía que estaba impaciente.

Había hablado toda la noche conmigo por teléfono sobre nuestra noche de bodas. Había planeado muchas cosas y quería que todo saliera tal y como lo había planeado.

Se moría de ganas por acostarse conmigo.

Me sonrojé cuando me guiñó un ojo. Me llevó un mes convencer a mi familia de este matrimonio, sobre todo a mi padre y a Kiara. No sabía por qué, pero a ambos les disgustó Emmett cuando lo conocieron por primera vez.

Pero yo le quería y finalmente, después de tantas dificultades, conseguí convencerles de nuestro matrimonio.

—Cuídala bien, hijo. Espero que la cuides como yo —dijo mi padre mientras le daba la mano a Emmett.

—Le prometo que cuidaré de ella incluso más que usted —respondió mientras sonreía a mi padre.

Papá asintió, dejándome en el pasillo.

—Estás preciosa, pastelito —susurró Emmett mientras me besaba en el dorso de la mano—. Estoy deseando tenerte. —Me guiñó un ojo, haciendo que me pusiera más roja.

Salimos de nuestro pequeño momento gracias al sacerdote, que carraspeó ruidosamente.

—¿Empezamos ya? —preguntó, y nosotros asentimos.

Comenzó a leer su libro, mientras la gente observaba la ceremonia.

—Ahora podéis pronunciar vuestros votos —nos dijo, y yo asentí.

«Por fin».

Había esperado este momento durante mucho tiempo. Cuando estaba a punto de contestar, oímos un disparo, y mis ojos se abrieron de par en par por la sorpresa y el miedo.

Miré hacia la entrada y vi a un hombre de pie con una pistola en la mano. Sonreía mientras varios hombres le seguían apuntando con sus armas para impedir que la gente se moviera.

—¿Qué está pasando? —Oí susurrar a la gente.

—¿Quién es usted? —Mi padre se levantó mientras un hombre le apuntaba con un arma y le pedía que se sentara.

Mi corazón empezó a latir a mil por hora contra mi caja torácica.

Miré a Emmett y lo vi sudando y con las manos temblorosas.

«¿Qué le pasa?», pensé.

—Emmett, ¿qué está pasando? ¿Por qué no haces nada? —llamé su atención, pero el hombre que llevaba la pistola se plantó delante de mí, bloqueándome la vista.

Era mucho más alto que yo y me miraba con expresión fría. Sus ojos marrones me miraron fijamente, haciendo que me apartara de él. Sin embargo, me cogió del brazo y me mantuvo en mi sitio.

—D-Déjame —tartamudeé, temiéndole.

—¡Emmett! —le pedí ayuda, pero cuando lo miré, le sangraba la nariz y dos hombres lo sujetaban mientras lo arrastraban por el pasillo.

—¡Juliette! —gritó, tosiendo un poco. Jadeé e intenté correr hacia él, pero el hombre de ojos marrones volvió a impedírmelo.

—Ahora sentirás lo que yo sentí cuando me arrebataste lo más preciado, chucho —gruñó el hombre de ojos marrones, mirando a Emmett.

—Verás lo que va a pasar ahora con tus propios ojos —le siseó con odio en la mirada.

—Continúa con lo que estabas haciendo —habló el hombre de ojos marrones, apuntando con su arma al sacerdote.

El sacerdote tragó saliva y asintió, continuando de nuevo.

—¿Qué estás haciendo? Déjame. —Luché contra él mientras me agarraba con fuerza y me miraba fijamente.

Luego, hizo un gesto con la cabeza hacia los hombres, que tomaron posiciones y rodearon a mis padres, apuntándoles con sus armas.

Todo era un caos.

—Haz lo que te digo o los perderás. —siseó mientras me agarraba con fuerza del brazo. Me quedé paralizada en el sitio mientras diferentes armas mortales apuntaban a mi familia.

Uno de los hombres colocó un trozo de papel sobre el libro del sacerdote.

—¡Fírmalo! —me ordenó mientras me hacía un gesto para que firmara en el papel.

El sacerdote, que estaba muy asustado, me entregó su bolígrafo, que me negué a coger.

El hombre de ojos marrones gruñó ante mi negativa.

—Ya veo. No quieres ver a tu familia con vida —dijo con frialdad, haciéndome temblar.

—¡No! ¡No! —grité. Cogí apresuradamente el bolígrafo y firmé el papel sin siquiera leerlo. Me temblaban las manos y se me formaron gotas de sudor en la barbilla que me limpié con el dorso de la mano.

El hombre de ojos marrones me sonrió satisfecho y luego miró a Emmett, que forcejeaba contra otros dos hombres.

—Déjame. ¡Juliette, no! ¡No lo hagas! —suplicaba y gritaba.

—Yo, Zachary Udolf Sullivan, tomo a Juliette Swanson como legítima esposa —Oí decir al hombre mientras sonreía burlándose de la situación.

Antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba pasando, se adelantó y cogió el papel del sacerdote y se lo mostró a todos. Para mi horror, era una licencia de matrimonio con nuestras firmas.

—¡No! —Oí gritar a Emmett.

El hombre de ojos marrones me atrajo hacia sí y me besó con fuerza. Intenté apartarlo, las lágrimas corrían por mis mejillas, pero él me agarró con fuerza.

Cuando por fin me soltó, se limpió los labios con la manga y me sonrió con satisfacción.

El sacerdote habló en voz baja: —Ahora puedo declararos marido y mujer. Que Dios os bendiga.

El hombre, que se llamaba Zachary y que ahora era mi marido, apuntó su arma hacia Emmett.

—Ahora, es el momento de despedirnos —dijo mientras apretaba el gatillo. Un disparo resonó en la iglesia.

Miré mi vestido para verlo salpicado de sangre mientras Emmett caía al suelo. La gente empezó a gritar y a chillar, mientras los hombres armados intentaban controlarlos.

Sin embargo, lo único que mi mente registró fue la sangre que coloreaba el suelo.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea