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El Alfa Everett de la manada Sangre de Sombra no tiene ni idea de cómo acabó con una humana como compañera, pero aquí está ella: La torpe Rory, de dieciocho años. Adoptada por un lobo Omega, Rory ha vivido la mayor parte de su vida en la manada Luna Roja, pero no puede volver allí después de que los líderes de la manada intentaran matarla. Parece que ella y el Alfa protector están destinados a estar juntos. ¿Podría surgir el amor entre ellos? Y si es así, ¿será lo suficientemente fuerte como para soportar todos secretos de Rory?

Calificación por edades: 18+

Autora original: Delta Winters

Nota: Esta historia es la versión original de la autora y no tiene sonido.

 

Aurora y el Alfa de Delta Winters ya está disponible para leer en la aplicación Galatea. Lee los dos primeros capítulos a continuación, o descarga Galatea para disfrutar de la experiencia completa.

 


 

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1

Resumen

El Alfa Everett de la manada Sangre de Sombra no tiene ni idea de cómo acabó con una humana como compañera, pero aquí está ella: La torpe Rory, de dieciocho años. Adoptada por un lobo Omega, Rory ha vivido la mayor parte de su vida en la manada Luna Roja, pero no puede volver allí después de que los líderes de la manada intentaran matarla. Parece que ella y el Alfa protector están destinados a estar juntos. ¿Podría surgir el amor entre ellos? Y si es así, ¿será lo suficientemente fuerte como para soportar todos secretos de Rory?

Calificación por edades: 18+

Autora original: Delta Winters

Nota: Esta historia es la versión original de la autora y no tiene sonido.

RORY

—¡Rory!

Una mujer de mediana edad entra en mi habitación como si pensara que me he dormido y llego tarde al colegio.

Se recompone cuando me encuentra allí vestida; me estoy cepillando el pelo frente al espejo.

—Buenos días, mamá —respondo con una dulce y alegre sonrisa, esperando levantarle el ánimo.

Pero su rostro lúgubre permanece, el ceño fruncido permanentemente pegado a su cara junto con las líneas de expresión y arrugas de la edad.

Sus descuidados mechones castaños con las puntas abiertas vuelan libres a su antojo. . Sus ojos, casi de ónice, se vuelven vidriosos al recorrer la habitación y encontrarla impecable, con la cama perfectamente hecha.

—Buenos días, Rory —saluda con una pequeña sonrisa aturdida que transmite el agotamiento en su vida.

Me quita el cepillo de las manos y empieza a trenzar mi pelo castaño oscuro con sus manos callosas.

—¿Cómo ha ido la escuela? Sé que no he estado mucho esta semana, pero puedes hablarme de cualquier cosa. ¿Qué es ese moretón en tu brazo?

—Me he caído de la cama esta mañana. Nada fuera de lo normal. Sigo alejándome de los demás como siempre.

A través del espejo, observa la elegante sonrisa que adorna mi rostro, retratando el agradecimiento que tengo hacia ella.

Mi madre me encontró a los tres años de edad, congelada y abandonada en el inquietante bosque de los rebeldes, a pocos kilómetros del territorio de Luna Roja.

Ella misma es una loba Omega, y siempre he sabido que nunca fui su hija de sangre, aunque me trató como tal. Pero soy una humana. En una manada de alto rango.

Siempre he sido la marginada: más débil, inferior, indigna.

De niña, los cachorros de la manada se turnaban para acosarme, robarme mis pertenencias, lanzarme entre ellos porque deseaban demostrar su fuerza, burlarse de mí con duras palabras..

Cuando todos crecimos, mi madre decidió que lo mejor para mí sería asistir a un instituto humano, fuera de la manada, donde sería relativamente normal.

Por supuesto, sigo siendo más débil que los chicos del instituto, ya que soy más pequeña, menos musculosa y trato de ser amable con todos.

Pero me encanta la escuela: mis amigos, mis profesores y las clases.

Mientras paseo por los bulliciosos pasillos, con los sonidos de los grupos de chicas riendo y los deportistas lanzando balones con una relajada facilidad a mi alrededor, Freya se acerca a mí, burbujeando de emoción.

Tropiezo con mis propios pies. Oigo cuantas risas cuando recupero el equilibrio y procedo a inclinar la cabeza con un ligero rubor.

—Chica, eres muy torpe —exclama Freya con una risita, entrelazando su brazo con el mío mientras me guía por el pasillo al tiempo que me ayuda a coordinarme.

He sido torpe desde que tengo uso de razón, desde que mamá me conoce. Lo que sólo aumenta los tormentos que recibo de los lobos adolescentes de mi manada.

—Ei Rory, nena! Y hola Freya —saluda Eddie con una sonrisa adorablemente amplia. Como es miembro del equipo de lacrosse y un ávido lector de libros, me enamoré de este culto deportista.

Lo que me sorprendió fue cuando él afirmó que yo también le gustaba, y luego me invitó a salir.

Me sentí eufórica, como se sentiría cualquier chica que al enterarse de que un flechazo no es unilateral.Acepté y llevamos saliendo un mes, desde el comienzo del último año.

Eddie me da un ligero beso en los labios y me pasa el brazo por encima del hombro.

Intentando aún comprender mi incontrolable e inevitable torpeza, le golpeo accidentalmente en el torso al meter la mano en mi bolso, lo que crea el caos en los pasillos.

Eddie tropieza con otra chica, que empieza a gritar cuando cae encima de ella y gime mientras rueda por el suelo.

No tengo mucha fuerza, pero Eddie al ser delgado y poco musculoso, es fácil de empujar.

Me tambaleo sobre su pie y casi me caigo, si no fuera por los brazos de mi amiga Bethany, la chica más popular del colegio.

Su novio, situado a su lado, se ríe un poco ante el espectáculo, y luego ayuda a Eddie a levantarse del suelo.

—Ei, Rory. Ei, Eddie —dice Oliver con una sonrisa divertida, sus amigos deportistas se unen a él como de costumbre.

Freya se apresura a ir a su taquilla antes de la clase, un poco nerviosa al encontrarse con los chicos que solían acosarla.

Cuando nos conocimos también me acosaban a mí, pero pronto se echaron atrás, por alguna razón que todavía desconozco. Pero ahora nos llevamos bien.

Al menos es mejor que el comportamiento hostil que me dirigen los lobos de la manada.

—Rory, mañana es mi cumpleaños y Bethany va a dar una fiesta. ¿Quieres venir?

—Oh, no puedo, lo siento. Estoy ayudando a mi madre. Pero ¡feliz cumpleaños! —exclamo con una amplia sonrisa. Los chicos que están a su lado se ríen en voz baja mientras Bethany parece fruncir el ceño mirando a su novio.

Por muy ajena que parezca a ellos, sé que había algún motivo oculto en su pregunta.

Pero me encanta el instituto. Es el único lugar donde siento que puedo ser yo en mi mundo lleno de lobos.

—Es una lástima —contesta, actuando con decepción—. Esperaba que fueras un poco menos buena este año.

—Basta —le regaña Eddie, poniéndose delante de mí como escudo, y empujando su pecho contra Oliver.

Con una carcajada, Oliver se niega a retroceder, creyendo que tiene las de ganar.

Normalmente no me molestan a menos que se les provoque. Pero yo he sido golpeada por lobos, su tormento verbal no supone nada para mi.

Se han pasado conmigo en numerosas ocasiones, pero muchas veces ni me doy cuenta; sin embargo, Bethany siempre me ha apoyado, su ceño fruncido me sirve como indicador para darme cuenta de que se están metiendo conmigo.

Pero la escuela para mí es una vía de escape de la manada, del mundo de los lobos, y por eso la valoro tanto.

—Ha sido un placer verte —declaro, apartando a Eddie de ellos, con sus risitas lejanas burlándose de nosotros.

Me parece que enfrentarse al tormento con cualquier cosa que no sea calma y compostura significa que el acoso está destinado a continuar. Aunque eso no funciona demasiado bien con los lobos.

Al llegar el almuerzo, Freya, Skye, Eddie y yo tomamos asiento en nuestra mesa habitual, inmersos en la conversación.

A veces Bethany nos invita a su mesa, pero Freya lo evita a toda costa.

A mi me da totalmente igual dónde comer.

En la manada —siendo mi madre una Omega—, los lobos más débiles de la manada, y yo una humana nos quedamos con las sobras.

Desde que AlfaAlpha Nickolas reemplazó a su padre, los miembros más débiles han sido descuidados. Pero no por su ignorancia, sino por su mentalidad de “supervivencia del más fuerte”.

—¿Qué te parece si salimos después de la escuela? ¿O te acompaño a casa? —me pregunta Eddie, deseando una respuesta positiva.

Ser miembro de una manada conlleva la imposibilidad de pasar tiempo fuera de ella si no es para ir a la escuela. Lo que, en consecuencia, hace que hacer planes después de la escuela, y no con la manada, sea una hazaña difícil.

Me sorprende que Eddie sea tan paciente conmigo. Sólo he tenido una cita real fuera de la escuela una vez, y he cancelado todas las demás.

Me imagino que en lugar de rechazar directamente todas las ofertas, tendría que aceptar algunas y luego decirle que me ha surgido algo. Pero eso sólo me crea más culpa.

—No puedo, lo siento. Tengo que volver lo antes posible y mi madre no sabe que estamos saliendo, así que no puedes acompañarme —le digo, aunque las mentiras me crean una sensación de ardor en el estómago.

Mi madre sí sabe que Eddie y yo estamos saliendo, pero para mantenerlo alejado de la comunidad de hombres lobo, es mejor que no la conozca… todavía.

Sólo llevamos un mes juntos, así que no podría someterlo a eso aún. Lo haré si lo amo y quiero estar con él para siempre.

Después de todo, no soy un hombre lobo, así que podríamos dejar atrás esa vida. Eddie cree que mi madre me prohíbe tener citas, que es sobreprotectora con su hija.

Todavía no se ha enterado de que soy adoptada, en cierto modo.

Cuando mi madre me encontró en el territorio de los rebeldes, estaba malherida y pensó que iba a morir.

Cualquier padre que abandone a un niño en estos bosques no debería poder volver a encontrarlo, dice.

Y, sinceramente, aunque me he preguntado cómo son realmente mis padres biológicos, no podría haber sido bendecida con una madre más cariñosa.

De mala gana, Eddie asiente como respuesta, mostrando la decepción en su cara. Le doy un beso en la mejilla con la esperanza de levantarle el ánimo, y lo consigo.

Aunque mentir es una necesidad en mi vida, no hace que sea más fácil hacerlo a las personas que me importan.

Mis amigos, Eddie, mis profesores.

Cuando mis deberes desaparecen misteriosamente antes de poder entregarlos —la manada me atormenta una vez más— me veo obligada a mentir y aceptar el castigo.

Por supuesto, ruego que tengan lugar en los descansos, lo que me hace perder tiempo con Eddie.

Pero por mucho que me queje del instituto, al menos siento que pertenezco a él.

 

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2

RORY

—El Alfa Nickolas está celebrando una reunión con la manada. Va a anunciar quién es su pareja —me dice mamá.

Me arreglo un poco mientras me deslizo por la puerta. Tropiezo con en el escalón, tras un día agotador.

Pareja.

Tal vez la mayor ventaja de ser un lobo: el hecho de poder saber a quién pertenecer realmente, quién es tu alma gemela.

Los seres humanos tenemos que pasar por la vida, por diferentes relaciones, con la esperanza de acertar esta vez, de que ese hombre o esa mujer sea con quien estamos destinados a estar.

O, tal vez, porque no tenemos pareja ideal, tal vez no existe “la única”, tal vez estamos destinados a buscar muchos tipos de amor.

Pero adoro la idea de la pareja: la sensación de pertenecer de verdad a alguien, sentirse seguro en sus brazos, su deseo de hacerte feliz y viceversa.

Pero soy humana. La posibilidad de que un hombre lobo se case con un humano es rara, sobre todo porque la compatibilidad de las almas gemelas debe basarse al menos en la misma especie.

Nunca podría imaginarme contándole a Eddie lo de los lobos y que no se asustara. Ni siquiera estaría con él si fuera un lobo.

Mamá me arrastra hacia la puerta, literalmente, mientras tira frenéticamente de mi brazo para que no lleguemos tarde.

En las reuniones de la manada, nos quedamos al margen, esperando ser invisibles y deseando encogernos en la nada.

Por supuesto, al ser humano, mi olor es muy diferente al de los demás, lo que hace imposible que permanezca completamente en las sombras.

El alfa anterior me acogió en su manada cuando mi madre me trajo a casa; sin embargo, el nuevo jefe, el alfa Nick, me odia, detesta a todos los humanos.

—Hoy es una ocasión trascendental para mí —comienza el Alfa Nick, su voz resuena en toda la sala—. He encontrado a mi pareja, aquí mismo, en nuestra manada.

Los lobos sólo pueden oler a su pareja cuando cumplen la mayoría de edad, dieciocho años.

El alfa Nick lleva unos años esperando, por lo que su compañera debe ser mayor de edad, o tal vez se conozcan desde hace unos meses si pertenece a esta manada.

—Aquí está —declara. Una chica alta y hermosa se une a su compañero el Alfa, con su brillante pelo cayendo en cascada sobre sus hombros y sus ojos color avellana brillando bajo las luces.

Victoria.

Una chica, una loba, que me ha acosado todos los días de mi vida.

Tenemos la misma edad, lo que hace que ella y sus amigos sean los acosadores de mi infancia. Aunque con la escuela, los veo menos.

Pero eso no cambia el hecho de que se convertirá en la Luna, la líder femenina de esta manada, ya que está emparejada con el Alfa.

Y, al igual que su alfa, siente aversión por los humanos.

***

Me duermo con los pensamientos revueltos, las imágenes nadando en mi cabeza sin control. Lo que normalmente plaga mis sueños deja de existir en este remolino de imágenes.

Aparecen lobos, un lobo en particular que emerge, ojos azules penetrantes con pelaje negro. Esos ojos me capturan como un hechizo, me atrapan en un mar interminable de azul y verde y amarillo.

Luego se van tal como vino. Esos ojos se graban a fuego en mi mente.

Me visto para ir a la escuela, me despido de mi mamá y camino por las calles del territorio de la manada.

Es una manada de tamaño medio, con una buena cantidad de terreno que nos separa de los humanos por trozos de bosque en los que tienen lobos de guardia. Los paso todos los días para salir.

Sin embargo, en esta ocasión, la nueva pareja parece estar hoy en las fronteras patrullando, mezclándose con el Gamma de la manada, la tercera al mando.

—Mira quién es —dice Victoria, lanzándome una piedra.

¿Por qué? No tengo ni idea.

Gimoteo un poco ante el impacto del objeto áspero, sin embargo, en lugar de mantenerme firme como la rebelde que hay en mi interior quiere, mi lado responsable considera más prudente aceptar su abuso y agachar la cabeza.

Sopeso la probabilidad de qué método les haría parar.

—¿Vas a llorar?

—Luna Victoria, ¿puedo pasar? —pregunto amablemente mientras ella bloquea mi camino. Luego, arrastra al AlfaAlpha Nick a su lado para obstruir aún más la salida, solo por despecho.

Qué putada. Sólo quiero llegar a la escuela.

—Los humanos y los lobos no se mezclan. Ni siquiera sé por qué sigues aquí —protesta Victoria—. Especialmente no se mezclan con perras débiles como tú.

Debería decir “la única perra que hay aquí eres tú”, y eso sería obvio porque ella es una loba, pero permanezco en silencio, mis ojos suplican que me deje seguir mi camino.

—Alfa… —Apelo a Nick, que mantiene la misma postura que su otra mitad. Levanta una ceja en forma de pregunta, como si no supiera por qué le estoy suplicando.

—Podemos echarla, ¿no? Ya que tú eres el Alfa —sugiere Victoria con una sonrisa maliciosa en su rostro.

—Mis padres permitieron que se quedara. No les gustaría que revirtiera una decisión que ellos tomaron. Pero la cosa es, ¿me importa?

Nick actúa como si se lo estuviera pensando, aunque es obvio que quiere que me vaya.

Mi madre siempre me aconseja que mantenga las distancias con cualquiera de los lobos con título, que quieren volver a las viejas costumbres de matar a los humanos que están en sus tierras.

Aunque según la ley del lobo, parece legal.

Los humanos y los lobos no se mezclan, ese es su mantra.

—Ve —permite el Alfa.

Paso a toda velocidad junto a ellos, caminando con cuidado para no tropezar con mis propios zapatos hasta que estoy fuera de su campo de visión, y respiro aliviada una vez que me alejo del grupo.

Creo que ya no estoy a salvo aquí. Quieren que me vaya. Y Nick es el Alfa, y Victoria es la Luna.

Pueden hacer lo que quieran, sin importar lo que digan. Mi madre no puede protegerme de ellos, por eso siempre se esforzó en mantenerme alejada.

***

Después de haber superado todo el día con un par de resbalones en la escuela, un logro para mí, empiezo a celebrarlo. Sin embargo, atravieso la puerta principal y caigo de bruces.

Las risitas que oigo delante de mí me informan de que tenemos compañía. Me recompongo antes de levantarme del suelo y volver a ponerme de pie.

—Alfa, Luna —saludo mientras mis ojos se abren de par en par al ver sus caras. Están de pie junto a mi aterrorizada madre, con una expresión de desesperación y tristeza.

La miro, pero no entiendo lo que pasa.

—Quedas desterrada de la manada. Como eres humana, no tienes ningún vínculo real que se rompa al irte, y tu madre no se irá contigo.

—Puedes despedirte de ella porque te vas esta noche —declara estoicamente el AlfaAlpha Nick, como si no me dijera que tengo que dejar a mi madre, y que estoy obligada a irme de mi casa.

¿A dónde voy a ir? Por muy aislada que me sintiera en esta manada, seguía siendo mi familia, mi hogar. ¿Y me están echando?

—¿Qué? —pregunto, asombrada. Lo estaban discutiendo esta mañana. Sólo que no pensé que lo harían tan pronto.

—Rory —grita mamá, poniendo mis manos entre las suyas con lágrimas cayendo por sus mejillas.

Ni siquiera me atrevo a llorar, sabiendo que sentir dolor es justo la reacción que ellos quieren, pero eso es lo que siento por dentro.

Me desliza un sobre sin que se den cuenta y me lo guardo en el bolsillo, preguntándome de qué se trata. Supongo que tal vez sea una carta de despedida, o tal vez tenga un plan.

La manada está de pie, observando cómo me destierran del territorio, expulsada a través de las fronteras con el Alfa, la Luna y el Beta empujándome.

Ni siquiera me permitieron coger nada, y mi madre no pudo impedirlo. Que un lobo sea desterrado de su manada es realmente doloroso, los lazos de la manada han sido cortados.

Una vez que cruzamos las fronteras, entramos en territorio rebelde, y me pregunto por qué tengo que quedarme allí fuera.

Los demás permanecen en silencio, con una expresión divertida en sus tres rostros al notar mi miedo.

Estos tres son malvados y sádicos.

Un fuerte golpe en la cabeza me hace caer al suelo, con la vista nublada y el dolor de cabeza me paraliza.

Grito cuando me ponen de frente, inmovilizada por las grandes manos del alfa en mis hombros.

El peso de todo su cuerpo me aplasta, su cuchillo recorre mi mandíbula. Su rostro, todavía divertido, luce una sonrisa tortuosa que me hace temblar el labio inferior.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto en un susurro casi inaudible.

—¿Tu qué crees, pequeña Rory? nos deshacemos de ti permanentemente —me dice Nick en un tono astuto—. No puedo permitir que tu linda boquita le hable a alguien de los lobos, de la manada.

—Los humanos no pueden ser desterrados, los humanos tienen que morir.

Sin más aviso y en apenas segundos, el metal se clava en la piel de mi cuello y la abre.

Siento la necesidad de aferrarme a mi cuello, de intentar respirar, de detener la sangre que brota de mis manos.

Antes de que todo se vuelva negro, sus caras de satisfacción se pintan en mi mente.

Me han matado…

 

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