Alfas Peligrosos - Portada del libro

Alfas Peligrosos

Renee Rose

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Chapter
15
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18+

Summary

MÍA PARA PROTEGERLA. MÍA PARA CASTIGARLA. MÍA.

Soy un lobo solitario y me gusta vivir así. Después de que mi manada me desterrara luego

de un baño de sangre, nunca quise buscar pareja.

Entonces conocí a Kylie. Mi tentación. Estamos atrapados juntos en el ascensor y casi se

desmaya en mis brazos del pánico. Es fuerte, pero está rota. Y oculta algo.

Mi lobo quiere reclamarla. Pero es una humana y su piel delicada no sobrevivía a la mordida

de un lobo.

Soy demasiado peligroso. Debería alejarme. Pero cuando descubro que es la hacker que

estuvo a punto de destruir mi empresa, exijo que se someta a mis castigos. Y lo hará.

Kylie me pertenece.

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37 Chapters

Capítulo uno

Libro Uno: La tentación del Alfa

GC: Gatichica estuvo aquí.

King1: Te veo.

GC: Qué buen código.

King1: Te voy a atrapar. No habrá piedad para la gatita.

GC: Oooh, cuéntame más, cariño.

—Conversación entre la hacker y Jackson King, director ejecutivo y fundador de SeCure, 2009

Kylie

«Santas ironías, Batman»~.~

Cuando era adolescente, hackeé una empresa y ondeé una bandera de victoria virtual en la cara del fundador y director ejecutivo. Nueve años después, estoy en la misma empresa para una entrevista de trabajo. Y no para cualquier trabajo, uno en seguridad. Específicamente, seguridad de sistemas de información. Si me dan el trabajo, defenderé a la empresa de los hackers como Gatichica, mi antigua identidad de DefCon.

Así que estoy aquí sentada, en el opulento vestíbulo de la sede internacional de SeCure, preguntándome si de alguna manera me reconocerán y me sacarán esposada del lugar.

Un grupo de empleados pasa a mi lado, riendo y hablando. Se ven relajados y felices, como si se dirigieran a un centro turístico y no a su rutina de nueve a cinco.

Maldita sea, quiero este trabajo.

Me cambié de ropa alrededor de noventa y siete veces esta mañana y, por lo general, no le presto atención a lo que me pongo. Pero esta es la entrevista de mi vida y estoy obsesionada con acertar en cada detalle. Al final, elegí un elegante traje negro, de esos con chaqueta y falda corta ajustadas. Opté por no usar pantimedias y llevar las piernas descubiertas, pero me calcé un par de tacones sensuales. Debajo de la chaqueta del traje llevaba mi camiseta favorita de Batichica. Me queda bien ceñida en los pechos y el murciélago brillante de color rosa intenso se centra perfectamente entre las solapas de mi chaqueta.

El atuendo grita que soy una genio de TI «joven y moderna», mientras que el traje es un guiño al ambiente corporativo conservador. Me debatí sobre usar los tacones o zapatillas, pero, al final, los tacones ganaron lo cual es una lástima porque, cuando Stu, mi contacto, venga por mí, tendré que ponerme de pie y caminar con ellos.

Si mi yo adolescente hacker me viera ahora, se reiría en mi cara y me diría que soy una vendida. Pero hasta ella compartía mi obsesión con el multimillonario fundador/dueño de SeCure, Jackson King. Una obsesión que se ha transformado en admiración con una fuerte dosis de atracción sexual.

Está bien, me tiene flechada. Pero Jackson es un hombre que lo vale. Es un filántropo multimillonario que nunca deja de impresionarte. Sin mencionar lo divino que está. Especialmente para ser un friki.

Y el único momento que compartimos, el momento en que superé todas las medidas de seguridad y me encontré cara a cara con él, bueno, cursor a cursor, está grabado en mi memoria como el encuentro más ardiente de mi juventud. No le robé nada. Simplemente quería ver si podía entrar, descifrar el código impenetrable. Me salí después de que me encontró y nunca me arriesgué a volver a hacerlo.

Ahora, podría tener otra oportunidad de un combate cibernético con King, y la idea me emociona.

Sobre todo porque, esta vez, mis acciones no serían ilegales.

—¿Señorita McDaniel?

Me pongo de pie de un salto, con la mano ya extendida y lista para el saludo. Solo me tambaleo un poco sobre los tacones.

—Hola. —Maldita sea, sueno como si estuviera sin aliento. Me obligo a relajar los hombros y sonrío mientras estrecho la mano de la persona que me saluda.

—Hola, soy Stu Daniel, gerente de seguridad de información de SeCure. —Se ve como un nerd clásico, con gafas, camisa tipo polo y pantalones de vestir, de unos treinta años. Baja los ojos por un segundo hacia el murciélago rosa en medio de mis senos y luego los retira. Quizás la camiseta no fue buena idea.

Sigo sacudiéndole la mano, probablemente por demasiado tiempo. Leí cinco libros de negocios para prepararme para hoy, pero no recuerdo lo que decía Entrevistas para tarados sobre la duración apropiada de un apretón de manos.

—Encantada de conocerle.

Afortunadamente, Stu es tan incómodo como yo. Sigue llevando la mirada hacia abajo. No como si estuviera tratando de ser pervertido, sino como si fuera demasiado tímido para mantener el contacto visual.

—Sígame, iremos al sexto piso para la entrevista.

Además de la seguridad cibernética inquebrantable, la fortaleza física de SeCure también está bien protegida. Cuando crucé los relucientes pisos de mármol y me presenté en el mostrador de la recepción principal, me dijeron que esperara en el vestíbulo a un «escolta» para mi entrevista.

Sigo a mi escolta.

—Qué hermoso edificio tienen.

Está bien, eso fue patético. No sirvo para las conversaciones triviales, ni un poco. Quizás no debí haber pasado los últimos ocho años escondiéndome de toda clase de interacción social. Los frikis de TI no deberían tener que hacer entrevistas como las personas normales. Solo deberían tener que hacer una prueba o hackear algo. Pero, probablemente, SeCure ya conoce mis habilidades para descifrar códigos, o eso dijo la cazatalentos. Casi me atraganto con mi café cuando me llamó de la nada. Pensé que era una broma de uno de mis antiguos compatriotas en línea: el Clan Limpio. Pero no, era legítimo.

Además, las posibilidades de que alguien de mi antigua vida me encuentre ahora son nulas. Por lo menos eso espero.

Stu me lleva al ascensor y pulsa la flecha hacia arriba. Las puertas de un ascensor se abren para revelar a un hombre con un traje elegante y la cabeza metida en el teléfono. Alto y de hombros anchos, ocupa más de lo que le corresponde en el ascensor. Sin desviar la mirada, se mueve hacia un lado para darnos espacio.

Stu me deja entrar primero y reprimo el pánico. Es un ascensor pequeño, pero no demasiado. Puedo manejarlo. Si me dan el trabajo, averiguaré dónde están las escaleras.

Me concentro en los botones brillantes y espero que sea un viaje rápido.

Antes de que mi escolta pueda entrar, alguien lo llama por su nombre.

—Un segundo —dice Stu mientras una mujer joven se acerca, seguida por otras dos personas.

—Stu, se cayó el servidor Galileo esta mañana…

Excelente. Justo lo que necesito: pasar más tiempo del necesario en un ascensor. Trago saliva, ignorando el hormigueo que siento en la piel. Un ataque de pánico no causará una buena impresión.

Stu saca el pie de la puerta mientras la joven abre su computadora portátil para mostrarle algo.

La puerta se cierra y el ascensor asciende. Así como así, me he quedado sin mi escolta. Hasta aquí llegó la seguridad estricta.

Presiono el botón con el número seis. Sé adónde voy. Cuanto antes salga de esta pequeña caja de la muerte, mejor.

Estamos a mitad de camino cuando las luces parpadean. Una vez, dos veces, luego se apagan.

—¿Qué demonios…? —Me quedo en silencio para concentrarme en respirar. Tengo una ventana de diez segundos antes de entrar en pánico.

El hombre a mi lado murmura algo. La pantalla de su teléfono proyecta una luz azul inquietante en las paredes.

La cabina del ascensor se detiene con un chirrido.

«Oh, no. Aquí viene». El corazón me retumba en el pecho; mis pulmones luchan para recibir oxígeno.

«Detente», le digo a mi pánico. «No pasa nada. El ascensor se pondrá en marcha de nuevo en un segundo. No estás atrapada aquí».

Mi cuerpo no me cree. El estómago se me revuelve y empiezo a sudar. Todo se oscurece. O mi visión se ha atenuado o el tipo acaba de ponerse el teléfono en la oreja. Me balanceo sobre mis pies.

El grandullón maldice.

—No hay recepción aquí.

Se me tuerce el talón y me agarro a la barandilla, respirando de forma entrecortada.

—Oye. —El hombre tiene una voz que va a juego con su tamaño gigantesco, profunda y resonante. Lo encontraría sensual en otras circunstancias—. ¿Estás entrando en pánico? —Con un ligero desdén en el tono.

«No es mi culpa, amigo».

—Sí. —Apenas puedo responder entre jadeos. Me aferro a la barandilla como si mi vida dependiera de ello.

«Mantente de pie. No te desmayes, ahora no. Aquí no».

—No me gustan los espacios pequeños. —«Eso no le hace justicia».

¿Se acaba de mover el ascensor? ¿O estoy perdiendo el control de mi cuerpo? El pánico se apodera de mí. «Me voy a morir aquí. No voy a poder salir».

Dos manos grandes me empujan contra la pared del ascensor, inmovilizándome y presionándome el esternón.

—¿Q-qué estás haciendo? —jadeo.

—Activo tu reflejo de calma. —Suena tranquilo, como si empujar chicas que están hiperventilando contra la pared fuera parte de su día a día—. ¿Está funcionando?

—Sí. Que un extraño me manosee siempre me calma. —Juré que escondería mi sarcasmo hasta tener el trabajo, pero aquí viene a soltar chorradas. Es lo que pasa cuando una chica está a segundos de desmayarse.

—No te estoy manoseando —responde.

—Eso es lo que dicen todos los hombres —murmuro.

Interrumpe su breve risa tan pronto como empieza. Casi como si no quisiera dejarla salir.

¿Quién es este tipo?

Se me ralentiza el ritmo cardíaco, pero la cabeza todavía me da vueltas. Nunca antes había tenido a un hombre tan cerca de mí. Y mucho menos tocándome. Si subiera unos centímetros más, me estaría agarrando los pechos.

«Pues, eso no estaría tan mal». Me recorren las sensaciones que no había sentido antes fuera de la privacidad de mi dormitorio.

—No es que me importe que me manosees —balbuceo—. Creo que primero deberías invitarme a cenar.

Retira las manos de mi esternón tan rápido que me tambaleo hacia adelante. Antes de que pueda caer, me agarra por los hombros y me da la vuelta. Me abraza por detrás y vuelve a aplicar presión sobre mi esternón.

—¿Qué tal esto? —Suena entretenido—. ¿Mejor? No quiero que mi buena acción del día termine con una denuncia por acoso sexual.

«Dios, su voz». Sus labios están junto a mi oreja. No está tratando de seducirme, pero, hombre, joder, solo las palabras «acoso sexual» me encienden el cuerpo.

—Lo siento. —Me cuesta hablar un poco—. No quise acusarte de nada. Lo que quise decir fue… gracias.

Por un momento, no se mueve, e inhalo bajo sus manos firmes que me rodean, me protegen, me mantienen a salvo. Y todo lo que puedo pensar es… maldita sea. Pensé que un ataque de pánico sería malo. Ahora estoy atrapada en un ascensor, envuelta en los brazos de un total extraño. Y súper excitada. Es como si mi coño estuviera desconectado de mi cuerpo. El resto de mi cuerpo corre por ahí hasta la coronilla de la preocupación, pero mi vagina piensa que tener a un extraño manipulándome en un ascensor oscuro es una buena razón para cachondearse.

—Deberías sentarte.

Al parecer, no tengo otra opción, porque me baja al suelo con una presión constante e inexorable. Una vez allí, me apoya contra la pared, maniobrándome con sus manos firmes pero suaves como si fuera una muñeca. Tengo palabras cortantes en la punta de la lengua: «Soy una mujer adulta, no una Barbie», pero estar sentada se siente bien. A pesar de su contundente acto de cavernícola, me está cuidando. Casi extraño tener sus manos sobre el esternón.

—¿Dónde aprendiste eso? —pregunto para distraerme del hecho de que estoy atrapada en un rectángulo estrecho de espacio con un tipo que no tiene reparos en recorrerme todo el cuerpo con las manos. Tampoco tengo reparos en ello, aunque me gustaría poder recordar cómo se ve. Todo lo que tengo es la vaga impresión de una mandíbula marcada y aire de impaciencia. Estaba demasiado concentrada en mentalizarme para subir al ascensor como para verlo.

—Años y años de acosar mujeres en lugares oscuros.

¡Ah! Otra persona a la que le encantan los chistes ingeniosos. Me gusta aún más.

—Gracias —digo después de un momento.

Se sienta a mi lado y la chaqueta de su traje roza la mía.

—Todavía estás en pánico.

—Sí, pero me siento mejor. Hablar me ayudaría. ¿Podemos hablar?

—Bueno. —Entonces adopta un acento alemán para sonar como Freud—. ¿Cuándo notaste el prrroblema porrr prrrimerrra vez?

***

Jackson

La risa de la hermosa mujer humana es tan fuerte que casi se ahoga con ella. Continúa riendo por un momento, un poco histérica. Vuelve a estallar de risa cada vez que intenta hablar. Finalmente, logra decir:

—Me refería a hablar para distraerme… hablar de otra cosa.

Nunca bromeo, especialmente en el trabajo, pero la morena de piernas largas con una falda corta y ajustada me pone el cuerpo en alerta de una manera demasiado placentera. Me siento mejor ahora que no la estoy tocando. Cuando lo hice, la electricidad entre nosotros me encendió un fuego en la piel. La viveza y el ardor del cambio se apoderaron de mí tan rápido como si fuera un adolescente púber que recién está aprendiendo a transformarse. Estuve a punto de abrirle las piernas, subirle esa minúscula falda hasta la cintura y reclamarla ahí mismo.

De hecho, mis sentidos de lobo se volvieron locos en el momento en que entró al ascensor. Hago todo lo posible para quedarme callado y estudiarla. Su olor me embriaga, como una flor exótica que pide ser arrancada, pero decididamente humana. Nada de esto tiene sentido. No hay ninguna razón por la que deba sentirme atraído por ella, aparte del hecho de que es hermosa. Nunca antes me había sentido atraído por una humana; joder, ni siquiera me he sentido atraído por una loba, ni siquiera en luna llena.

Para empeorar las cosas, se excitó cuando la toqué; el aroma de su néctar llena el espacio confinado. Por primera vez en mi vida, se me afilaron los colmillos, recubiertos por el suero, listos para hundirse en su carne y marcarla para siempre como mía.

Pero es una locura. No puedo marcar a una humana, no sobreviviría. Esta humana, por hermosa que sea, no puede ser mi pareja.

La observo, con una clara ventaja porque puedo ver en la oscuridad y ella no. Es impresionante en todos los sentidos: piernas largas y bien formadas, un culo que llena la falda corta y tetas de Batichica. Es decir, tiene un murciélago de rosa chillón en la parte delantera de la camiseta, justo sobre un par de tetas firmes. Y algo de ese murciélago me lleva al límite. Una pequeña superheroína con agallas, que ruega por ser dominada.

Supongo que eso me convierte en el villano.

—¿Cómo te llamas? —me pregunta.

No me atrevo a contestarle.

—J. T.

—Soy Kylie. Estoy aquí para una entrevista, así que estaba nerviosa desde el principio.

No soy amigable. Desanimo a mis empleados a interactuar conmigo, excepto para darme información en el formato más destilado. Pero, por alguna razón, no me importa su débil intento de conversación. Lo que no significa que me molestaré en responderle.

Estoy demasiado ocupado convenciendo a mi lobo de no caerle encima.

Ella intenta de nuevo.

—¿En qué departamento trabajas?

No voy a admitir que soy el director ejecutivo.

—Mercadotecnia. —Infundo la palabra con el disgusto que me inspira la mercadotecnia. Es cierto que ahora paso la mayor parte de mi tiempo en mercadotecnia o administración, cuando prefiero programar y nunca interactuar cara a cara con otra alma.

Ella se ríe, con un sonido dulce y ronco. A pesar de que no puede verme, mira en mi dirección con un atisbo de fascinación en el rostro. Su pelo, de un castaño espeso y brillante, le cae en ondas sueltas sobre los hombros. Está demasiado oscuro para distinguir el color de sus ojos, pero sus labios carnosos están brillosos, y la forma en que se abren ahora me hace querer reclamar esa boca exuberante.

—Entonces eres uno de esos tipos, ¿eh? Qué triste.

Sonrío, algo raro en mí. Ya me hizo reír, algo que no he hecho en veinte años.

—¿Para qué puesto te estás entrevistando?

—Seguridad de la información.

Atractiva y nerd. Interesante. Debe tener excelentes habilidades para obtener una entrevista. Mi empresa es la mejor del mundo en seguridad de la información.

—¿Tienes mucha experiencia en el campo?

—Algo. —Suena evasiva de una manera que me hace pensar que realmente sabe lo que hace.

Hace mucho rato que se cortó la electricidad, al menos diez minutos. Saco el teléfono del bolsillo e intento llamar a mi secretaria de nuevo, pero sigo sin recibir señal.

—¿Cuánto tiempo crees que estaremos atrapados aquí? —Su voz vacila en la palabra «atrapados».

Por los dioses, nunca antes había sentido la necesidad de tomar la mano de una mujer. El cuello de mi camisa está demasiado apretado. Ojalá no me hubiera puesto traje y corbata. Por supuesto, eso lo deseo todos los días, pero rara vez tengo otra opción, a pesar de que es mi maldita compañía. Una vez que alcanzamos cierto nivel, tuve que cumplir con el código de vestimenta de las empresas estadounidenses cuando tenía reuniones externas, incluso en Tucson, que es notoriamente relajado en su código de vestimenta.

Mi pequeña programadora, sin embargo, acertó con el atuendo: la combinación perfecta de hípster con tetas de murciélago y piernas descubiertas, y corporativo con traje y tacones. No sé cuándo empecé a pensar en ella como si fuera mía, pero lo hice. En el segundo en que entró al ascensor e inhalé su aroma, mi lobo gritó «mía».

—O sea, ¿crees que serán horas? No serán horas, ¿verdad? —Está perdiendo el aliento de nuevo. Hago todo lo posible para no ponerla en mi regazo y abrazarla hasta que todos los temblores se detengan.

—No me hagas manosearte de nuevo. —Está bien, definitivamente no debería decir eso, incluso si ella lo dijo primero. Pero el comentario tiene el efecto deseado.

Resopla, lo que cambia su patrón de respiración y la ayuda a relajarse.

—Entonces, ¿estás nerviosa por la entrevista? —pregunto. Las charlas sobre nimiedades no son parte de mi repertorio, pero parece que haría cualquier cosa para calmarla. O tal vez solo quiero volver a escuchar su voz—. No te ves nerviosa.

—¿Aparte de todo el asunto del ataque de pánico con el cual estás haciendo un trabajo de superhombre para distraerme?

Mi lobo se pavonea ante el cumplido.

—Te contaré un secreto —dice, y los músculos de la ingle se me comprimen casi dolorosamente por el ronroneo en su voz. Me está seduciendo y ni siquiera sabe que lo está haciendo.

Quizás hablar sea una mala idea.

—Está bien —respondo.

—Nunca antes había tenido un trabajo real. O sea, ahora tengo un trabajo, pero es todo por teletrabajo. Nunca había estado en una oficina como esta.

—¿Crees que puedes adaptarte?

—Sabes, hace cinco años hubiera vomitado ante la idea. Pero, en realidad, SeCure es la única empresa para la que me pondría traje y tacones.

Y todos los hombres del edificio le agradecen a Dios por haberlo hecho.

—¿Por qué?

—SeCure representa el pináculo de seguridad de sistemas de la información. Es decir, Jackson King es un genio. Lo he estado siguiendo desde que tenía diez años.

Intento evitar que mi lobo se dé aires.

—¿Segura que quieres dejar el pijama en casa y venir a la oficina todos los días?

—Sí. Sería bueno tener una razón para salir de casa. La programación puede ser muy solitaria. O sea, hago mi mejor trabajo sola, pero puede ser agradable estar rodeada de gente como yo. Quizás encuentre a mi tribu. Sentirme como una persona normal, ¿sabes?

No lo sé. No he tenido una tribu desde que abandoné mi manada de nacimiento con el pelaje empapado con la sangre de mi padrastro.

Una empresa llena de humanos es un mal sustituto.

—Si tienes una entrevista aquí en seguridad de la información, debes tener talento —le digo para distraerme de los malos recuerdos.

—Programo desde que era joven —se limita a decir, lo que nuevamente me hace pensar que está minimizando su talento—. Ser una adolescente friki definitivamente me descalificó de ser normal.

—Lo normal está sobrevalorado. Solo necesitas encontrar a tu manada.

—¿Manada?

—Quise decir tribu.

—No, me gusta «manada». Eso me convierte en un lobo solitario. —Tiene una alegría en la voz y reprimo un comentario intrépido. Ser un lobo solitario no es tan genial como parece. Incluso si es todo lo que merezco.

—Entonces… —Tiene el tono de alguien que ha estado esperando para preguntar algo—. ¿Te has encontrado con Jackson King?

Escondo una sonrisa, aunque ella no puede verla.

—Mmm. Un par de veces, sí.

—¿Cómo es él?

Me encojo de hombros en la oscuridad.

—Es difícil de decir.

—¿Es difícil de decir porque no revela mucho?

Mantengo la boca cerrada.

—Eso es lo que he escuchado. Entonces, ¿es del tipo de friki incómodo o del tipo perturbador?

No conocía las distintas categorías de friki. No me considero un friki, pero, como cambiante, no me considero en ninguna categoría humana.

—Supongo que del tipo perturbador —continúa—. Porque nadie tan atractivo debería ser tan asocial. Es decir, debe tener algunos defectos graves. Según los rumores, nunca tiene citas. Dicen que no tiene vida social alguna. Nunca sale. Es un recluso total. Debe estar dañado. O si no, es gay. Apuesto a que es del tipo que mantiene al novio atado en un armario para azotarlo cuando llega a casa por la noche.

Una vez más, casi se me escapa una sonrisa. «Te mostraré lo que son azotes, pequeña Batichica».

—Parece que sabes mucho sobre él.

—Oh… yo, eh… supongo que estoy interesada en él. Es una especie de celebridad entre los frikis. O sea, su programación original fue pura genialidad, especialmente para la época.

Esta vez, sí sonrío. Su conocimiento de mí, aparte de lo del chico gay de los azotes, hace que mi pulso se acelere. Otra anomalía. No me importa si llamo la atención y ella está en lo cierto, no doy información personal. Tengo un secreto demasiado grande que esconder. Pero su interés en mí tiene a mi lobo haciendo piruetas.

«Mía».

—Entonces, ¿qué tipo de friki eres tú? —pregunto.

—Aparentemente, del tipo que parlotea como una idiota con hombres desconocidos cuando está confinada en ascensores. Pero estoy segura de que eso ya lo habías notado. Lo siento, normalmente tengo un filtro mejor que el promedio. Es una suerte que no podamos vernos porque me he avergonzado bastante esta mañana.

Cada vez es más difícil evitar besarla hasta el cansancio. Nunca me había sentido tan feliz de sentarme y escuchar un balbuceo humano. A mi lobo ni siquiera le molesta estar confinado por más de diez minutos. Por lo general, gruñe para liberarse y atacar la amenaza. Lo que podría ser mortal.

Mi lobo parece más interesado en proteger a esta hermosa humana perspicaz. Me tomó un momento reconocerlo, pero ahora que lo hago, mi pulso se acelera y tengo que obligarme a no poner el brazo alrededor de ella. Acercarla. Especialmente cuando se inclina hacia mí.

—Tal vez podrías acordar no mirarme cuando las luces se vuelvan a encender para que podamos conocernos más tarde en circunstancias normales.

No contesto.

—Con suerte, no haré estas tonterías durante la entrevista y no lo arruinaré.

—¿De verdad quieres este trabajo?

—Sí. Sí lo quiero. Es extraño porque hace ocho años me hubiera reído en tu cara si me hubieras dicho que me gustaría trabajar para SeCure, pero creo que he cambiado. Para mí, Jackson King y la empresa que creó representan lo último en programación de seguridad de información, y quiero ser parte de eso.

Las luces se encienden y el ascensor se pone en movimiento. «Maldición».

—Ay, gracias a Dios —respira, poniéndose de pie.

Yo también me levanto.

Cuando se vuelve para mirarme, se le congela la sonrisa en el rostro.

«Sorpresa».

Ella palidece y se tambalea hacia atrás.

La luz le ilumina la belleza. Una piel perfecta, labios carnosos, ojos grandes, pómulos altos. Y sí… las tetas y las piernas se ven tan bien ahora como en la oscuridad. Es un diez por todos lados. Y ha descubierto quién soy, lo que me da ventaja.

—Pues, ahora estás callada.

—J. T. —murmura, con voz amarga. Me fulmina con la mirada como si hubiera sido yo quien hablara de ella en lugar de ser al revés—. ¿Qué significa la «T»?

—Thomas. —Mi madre me dio un nombre decididamente humano.

El ascensor se detiene en el sexto piso y las puertas se abren. Ella no se mueve.

Lo sostengo con la mano y le hago un gesto para que se baje.

—Creo que este es tu piso.

Abre la boca y luego la cierra de golpe. Cuadra los hombros y pasa a mi lado, con dos puntos de un rosa brillante en las mejillas. «Adorable».

Aunque llego tarde al menos a veinte reuniones, la sigo. No porque mi cuerpo no pueda separarse del de ella. Ciertamente no porque tenga que saber más de ella. Solo para atormentarla un poco más con mi presencia ahora que sabe quién soy.

—Señorita McDaniel, ahí está —dice Stu. Está esperando frente a los ascensores; debe haber subido las escaleras. Luis, el director de seguridad de SeCure, está a su lado.

—Mantenimiento se encargará de esto de inmediato, señor King. —Luis hace una señal a uno de sus hombres, que ocupa su lugar en el ascensor para evitar que alguien más suba—. Lo arreglaremos en poco tiempo, señor. Y veo que usted escoltó a la señorita McDaniel.

Stu me mira con aire de culpabilidad.

—No era mi intención dejarla desatendida. Subí las escaleras para asegurarme de estar aquí cuando llegara. —Hace que parezca que se merece una medalla por sus actos heroicos.

No contesto.

—Yo me encargo de ella ahora. Lamento haberle molestado.

—Voy a observar su entrevista —digo, sorprendiéndome incluso a mí mismo.

Stu y Kylie giran sus cabezas de golpe y me miran boquiabiertos. Kylie se sonroja aún más y parpadea con esos grandes ojos marrones. A la luz, son de un cálido marrón chocolate con un destello de oro en el medio. «Increíble».

Al alfa que hay dentro de mí no le importa incomodarla. Estoy acostumbrado a perturbar a la gente. Pero mi lobo no está feliz con el tinte de ira en su olor. Tengo una disculpa en los labios, otra novedad. Jackson King no se disculpa. Y tampoco le debo una. Si pudiera salirme con la mía, la llevaría a la sala de conferencias más cercana, le daría una nalgada por el comentario del chico de los azotes y pasaría las siguientes tres horas enseñándole placer con la punta de mi lengua. Le haría sexo oral hasta que sus gritos de placer les dijeran a todos en el edificio que ella es mía. Eso se encargaría de su molestia y su nerviosismo. ¿O es excitación?

—Oh, es solo una entrevista de rutina, no es necesario que pierda su tiempo —dice Stu.

Que me condenen si dejo que Stu, o cualquier otro hombre, la tenga a solas.

Luis se aclara la garganta, advirtiéndole a Stu que está a punto de hacerme enojar.

Miro a Stu con los ojos entrecerrados.

—Yo decido cómo emplear mi tiempo. ¿Vamos a la sala de conferencias o la entrevistaremos aquí en el pasillo?

Stu frunce el ceño como si acabara de estropear su fiesta de fraternidad.

***

Kylie

«Santas incomodidades, Batman»~. ~Ahora sí que no voy a pasar la entrevista. No pensé que pudiera ponerse peor, pero estar atrapada en un tira y afloja entre Stu y Jackson es otro momento maravilloso de este día horrible. No puedo creer que haya colapsado frente a Jackson King. Y parloteado como una colegiala sobre qué tipo de nerd era y si era gay, y Dios mío, ¿de verdad insinué que azota a sus parejas sexuales? ¿Qué diablos me pasa? Ni siquiera ~Entrevistas para tarados ~puede salvarme ahora.

Por supuesto, me dejó pensar que no era el director ejecutivo. Una estrategia bastante pesada, de verdad. Debería estar fulminándolo con la mirada, pero no, todavía estoy aturdida por cómo me toco. Lástima que recibir manoseos de parte de Jackson King no es una de las ventajas del trabajo.

Maldita sea, de verdad que quiero esto. Dejando a un lado los manoseos, SeCure es el pináculo de la ciberseguridad. Cuando era adolescente, era el hackeo definitivo. Después de casi diez años de incógnito, se siente como volver a casa. Como si hubiera entrenado toda mi vida para estar aquí y, ahora que trabajo de forma legítima, puedo ocupar el lugar que me corresponde.

El hecho de que estaría trabajando con Jackson King no tiene nada que ver con eso. Bueno, tal vez un poquito. Ciertamente, a mi cuerpo le gustaría estar debajo de él ahora mismo. Dios mío, tengo que pasar la entrevista sin imaginar sus manos sobre mí…

La mirada asesina entre Stu y Jackson ha durado bastante.

—¿Dónde está la sala de conferencias? —intervengo. Tomo varias bocanadas de aire y sigo a Stu a una gran sala de conferencias. Puedo hacerlo. He manejado cosas mucho más difíciles: atracos grandes a la edad de doce años, perder a mi mamá y a mi papá, quedar atrapada en un conducto de aire por diez horas… Esto no es nada. Es solo una entrevista.

Me siento y los tres hombres se colocan frente a mí. Las sillas son grandes y lujosas, pero apenas se adaptan al cuerpo musculoso de Jackson, quien se gira un poco y me mira. El hombre puede ser intimidante incluso cuando está sentado.

Me permito fruncir el ceño en su dirección. Me mintió. Y ahora me obliga a hacer la entrevista con él, como si este día pudiera volverse más incómodo.

Se encuentra con mi ceño fruncido con las cejas enarcadas.

¿Por qué, señor, por qué dije todas esas cosas en el ascensor? Fue como si hubiera bebido un suero de la verdad.

Tal vez ese sea uno de los superpoderes de Jackson: hacer que la gente le cuente cada pensamiento que se les viene a la cabeza. Nunca había sido tan honesta con nadie en mi vida. He dicho un millón de mentiras, pero recibo un poco de consuelo después de un ataque de pánico y todo mi entrenamiento desapareció. Mi papá me regañaría, si aún estuviera vivo.

Stu baraja algunos papeles y desliza uno hacia el señor King.

—Aquí está su currículum —dice—. Puede ver que sus calificaciones son bastante impresionantes.

Stu definitivamente exageró mi currículum. Claro, me gradué summa cum laude con un título en sistemas de información de Georgetown, después de convencerlos de que me dejaran tomar todas mis clases en línea, pero mi experiencia laboral era programar para la empresa de videojuegos en la que trabajo actualmente. Al menos, la única experiencia laboral que era legal. Hay muchas cosas que no puedo mencionar. El resultado: no me veo tan impresionante en papel.

—Todos sus profesores la recomendaron con vehemencia —continúa, pareciendo un poco agitado.

Sin embargo, ni la mitad de lo agitada que estoy yo. No ayuda que Jackson King me mire como si supiera los secretos de mi vida. Eso sí que es un pensamiento aterrador.

—¿Le gustaría empezar usted? —le pregunta Luis a King.

King se recuesta en la silla y cruza sus largas y elegantes piernas. Maldición. Siempre he babeado con sus fotos en línea, pero es aún más guapo en persona. Las fotos no le hicieron justicia, ni siquiera la edición de la revista Time donde lo nombraron «Hombre del año» por resolver los problemas mundiales de fraude con tarjetas de crédito. En realidad, nada sobre él lo hace ver como un friki en absoluto. Con el pelo oscuro y espeso, un poco largo y desgreñado, una mandíbula cuadrada y ojos verde jade, se ve rudo. También tiene un aire de peligro, como si su costoso traje apenas pudiera contener su poder.

Me mira y su rostro es una máscara inescrutable.

—¿Qué sabe acerca de seguridad de la información, Kylie?

Entrelazo los dedos sobre la mesa. No tiene sentido estar nerviosa. Eché a perder cualquier oportunidad de obtener este trabajo cuando lo llamé sociópata desviado en el ascensor. Probablemente solo quiera venganza y hacerme pasar por la entrevista más incómoda de la historia del mundo es su forma preferida de tortura.

«A la mierda esto». No me van a dar el trabajo. ¿Para qué quedarme y sufrir?

Empujo la silla hacia atrás y me levanto.

—Saben, no creo que sea una buena idea.

Stu se pone de pie rápidamente, luciendo enojado.

—¿Por qué no? Espera un minuto.

—Lamento haberles hecho perder el tiempo.

Stu se interpone entre la puerta y yo, como si no me fuera a dejar ir. Su trabajo debe estar en juego si no consigue a alguien para este puesto. «No es mi problema, amigo». ¿Qué va a hacer? ¿Bloquear la puerta si intento irme?

—Creo que, de hecho, arruiné esta entrevista en el ascensor. Así que yo misma me voy. Muchas…

—Siéntese, señorita McDaniel —ordena King, con voz profunda y resonante como el acero.

Me detengo en seco. Maldita sea, es aún más sensual cuando está serio. Como en el ascensor, mi cuerpo responde, los pezones se me ponen duros y el coño se me humedece. Las fosas nasales se le ensanchan como si pudiera olerlo. Pero eso es ridículo. Aún está sentado, pero no hay duda de quién es el que tiene el poder en la sala.

Tomo la silla, un poco tambaleante. Y no solo por mis tacones.

—Sí, señor. —Me siento de nuevo.

—Gracias. Le hice una pregunta y espero una respuesta.

Maldito hombre. Está decidido a hacerme sufrir. Me froto el pulgar con la yema del dedo índice y luego dejo caer las manos en mi regazo para dejar de moverme.

—Señor King, me disculpo por las cosas que dije sobre usted en el ascensor; fui muy grosera e… irrespetuosa.

La expresión de King no cambia. Me mira con expresión calculadora.

—Responda la pregunta.

Muy bien. Supongo que ignorará mi disculpa. Le contestaría con sarcasmo, pero me prometí a mí misma que lo mantendría controlado.

—Mi conocimiento de la seguridad de la información es principalmente práctico. No lo verá en mi currículum, pero conozco todas las áreas de seguridad: cómo evaluar los puntos débiles, cómo esconder líneas de código. Ningún código es impenetrable, excepto quizás el suyo.

—¿Cuánto tiempo le tomaría hackear el Gmail de una persona promedio?

Permito que una pequeña sonrisa me aparezca en los labios.

—Eso sería ilegal, señor King.

—Entonces, ¿sabes o no sabes hackear?

«Lo sabe». Es lo primero que pienso. Me inquieto en la silla. Ha descubierto que soy Gatichica. «No, eso es una tontería». Todos los expertos en seguridad de la información probablemente sepan cómo hackear. Quizás sea un requisito indispensable. Como la forma en que las empresas de seguridad para el hogar contratan ladrones arrestados para mejorar sus sistemas.

No es que un sistema de seguridad, físico o virtual, haya podido mantenerme fuera. Aunque mis habilidades pueden estar un poco oxidadas. Mis días de ladrona silenciosa murieron con mi papá.

—Si supiera cómo hackear, señor King, ciertamente no lo admitiría aquí, y es por eso que no lo verá en papel. Pero si, en teoría, quisiera hackear el Gmail de una persona promedio, podría tomarme de diez a veinte minutos.

Stu le muestra una sonrisa tensa.

—Tenemos una serie de pruebas que le haremos a la señorita McDaniel después de la entrevista. —Dirige su atención hacia mí—. Ahora, ¿por qué no nos cuenta sobre su experiencia en programación?

King parece tan aburrido como yo me siento mientras relato mis logros en programación. Luis responde con todos los tipos estándar de preguntas de entrevistas: ¿Trabajo bien bajo presión? ¿En un equipo? ¿Estoy dispuesta a trabajar de noche y horas extras cuando sea necesario? ¿Cómo me siento sobre mudarme a Tucson desde Phoenix?

Respondo automáticamente, estudiando a Jackson King sin hacerlo obvio. No ha hecho otra pregunta. ¿Qué está pensando? ¿Sigue enojado por lo que dije en el ascensor?

—¿Tiene alguna pregunta para nosotros? —me inquiere Luis.

—¿Cuántos candidatos entrevistarán para este puesto?

Stu baraja sus papeles mientras los otros dos hombres esperan la respuesta.

—Tres.

—¿Cuándo creen que me informarán del resultado? —Probablemente un poco presuntuoso, pero la presunción es todo lo que me queda.

—En un par de días. Estamos entrevistando a todos hoy.

—Será mejor que arreglen ese ascensor, entonces —bromeo, mi voz más ligera de lo que me siento.

Stu se pone de pie.

—Ahora, si me sigue, la llevaré a un despacho para la prueba.

Gracias a Dios. A las pruebas las puedo manejar. No me atrevo a mirar a King al levantarme, con las mejillas que aún me arden. Con la cabeza baja, sigo a Stu. Cuando llego a la puerta, me arriesgo a echar un vistazo.

King me mira y tiene las comisuras de los labios enarcadas.

Sádico. Disfrutó haciéndome sufrir.

***

Jackson

Veo las largas y musculosas pantorrillas de Kylie salir pavoneándose de la habitación, con ese trasero que tiene una perfecta forma de corazón bajo la falda corta y ajustada. Mi lobo todavía se está volviendo loco, gruñendo para salir. Nunca lo he dejado perder tanto el control, especialmente no en el trabajo. Pero nunca ha habido una tentación como Kylie.

Obligo a mis pensamientos a regresar a los negocios. Al menos las partes del negocio que la involucran a ella.

—Quiero que me envíen los resultados de sus pruebas.

Luis asiente con la cabeza.

—Por supuesto. ¿Estará presente en todas las entrevistas hoy?

—No. —Luis probablemente quiera que dé más detalles, o que me explique, pero no presiona el tema. Todo el mundo sabe que soy minimalista cuando se trata de conversar.

—¿Puedo preguntar… qué dijo en el ascensor?

Me encojo de hombros.

—Me insultó. Está bien. Estoy seguro de que la mayoría de mis empleados han dicho cosas similares o peores sobre mí a mis espaldas.

Luis juega con su taza de café de papel sobre la mesa, demasiado diplomático para estar de acuerdo.

—¿Qué piensa de ella?

—Es brillante, eso es obvio. Su currículum no es tan impresionante. ¿Cómo dijo Stu que la encontró?

—Cazatalentos.

—Me pregunto por qué la cazatalentos pensó que encajaría bien cuando no tiene experiencia en seguridad de la información en su currículum.

—Está claro que es una hacker.

—Obviamente. ¿Pero cómo supo eso la cazatalentos?

Luis le da un toque a la mesa con su vaso de papel.

—Buena pregunta. ¿Quiere que lo averigüe?

—Sí. Y consígueme los resultados de sus pruebas.

—Entonces, ¿le gustó?

«Nadie tan atractivo debería ser tan asocial».

Ella piensa que soy atractivo. Sí, me lo han dicho antes, pero nunca me importó lo que pensaran los humanos de mi apariencia. Todos los cambiantes, bueno, todos los paranormales, en realidad, son más hermosos que los humanos. Al menos eso pensaba hasta que conocí a Kylie.

—La encontré… —«¿Cogible? ¿Embriagante? ¿Adorable bajo la fachada de chica dura?». Bien… lo de la chica dura es un rasgo alfa. Si Kylie fuera una cambiante, lideraría a las hembras de la manada. Tiene todas las cualidades de una hembra superior.

Luis espera mi comentario. ¿Qué carajo voy a decir? «Su olor es adictivo. Mi lobo quiere reclamarla».

—Interesante. La encontré interesante.

Me levanto, queriendo seguir a Kylie a cualquiera que sea el despacho en el que Stu la haya instalado solo para verla trabajar. Mi lobo no la quiere a solas con ningún otro macho. Y me gusta una buena caza, especialmente si Kylie es la presa.

***

Ginrummy

No esperaba que Kylie fuera tan sensual. O estuviera tan preparada. Brillante, sí. Pero la imaginó tímida. Torpe. Socialmente ansiosa como él, tal vez con gafas y el pelo recogido en un moño despreocupado. Quizás con un piercing en la nariz. No el puntito de diamante en la fosa nasal, sino el aro en el tabique como las chicas duras y rebeldes.

Él supone que no todos los frikis de las computadoras son inadaptados, pero bueno, cualquiera que haya pasado toda su infancia en línea y fuera del mundo real no debería estar tan jodidamente buena con esos tacones altos y unas tetas jugosas. No debería poder mirar a los ojos a ese imbécil intimidante de Jackson King y hacer su propia entrevista como si fuera ella la que está contratando.

Ahora se ve aburrida, mientras sus dedos bailan sobre las teclas, resolviendo los problemas de seguridad que le plantearon.

En cierto modo, esto facilita las cosas. Se parece más a Jackson King que a él. Maldita sea, Kylie «Gatichica» McDaniel está fuera de su alcance. Así que incriminarla por el fracaso de SeCure no dolerá tanto como se imaginaba. Porque, en su mente, ella siempre ha sido su novia virtual de cierta forma. Sí, es estúpido, pero ella es mujer y él es hombre, y habían sido cómplices en el mundo del hackeo desde la pubertad, cuando sus hormonas descontroladas no necesitaban nada más que el nombre de «Gatichica» para acabar.

Adquirieron experiencia juntos como hackers jóvenes, compartiendo información y sus éxitos, dando consejos, asesorando a otros. Fue por pura suerte que la encontrara después de haber desaparecido durante los últimos ocho años. Pero reapareció en DefCon, el antiguo foro secreto de hackers donde siempre habían interactuado, buscando ayuda para entrar en el FBI. Naturalmente, él la había ayudado.

La había estado buscando durante mucho tiempo. No solo por nostalgia, aunque se preguntaba por ella. Ella es perfecta para lo que necesita. Hay muy pocos hackers capaces de descifrar el código de SeCure y él sabe que Gatichica es una de ellas. Lo hizo antes, cuando era adolescente, nada más y nada menos.

Entonces, cuando ella reapareció, él la ayudó con el FBI y luego la siguió a través de sus puertas para ver qué estaba haciendo. Borró archivos de tres personas: una pareja casada fallecida y su hija, ladrones justicieros, conocidos por robar a personas sucias. También agregó pruebas sobre otro delincuente, incluyendo pistas sobre su paradero. Al indagar, reunió pruebas suficientes para suponer que ella era la hija de la pareja de ladrones silenciosos. Encajaba con el tipo de preguntas que había planteado años antes: sobre sistemas de seguridad y cajas fuertes. Según la información limitada del FBI, el criminal que ella había incriminado probablemente había asesinado a su padre durante un trabajo.

Después de eso, había sido difícil, pero finalmente encontró su dirección IP y luego fue cuestión de enviar a una cazatalentos tras ella para un trabajo en SeCure. Imagínate su sorpresa al descubrir que ella vivía a solo dos horas de distancia en Phoenix.

La está observando ahora, con el brillante pelo recogido detrás de la oreja, moviéndose como una as a través de las estúpidas pruebas que le pusieron. Oh, eran pruebas reales; habrían sido un desafío para cualquier otra persona, pero sabía que ella las pasaría con gran éxito.

Si ese maldito apagón no la hubiera juntado con Jackson King, contratarla sería una cosa segura. Pero parece que dijo o hizo algo para cabrear al director ejecutivo. Espera con muchas ansias que King no les impida contratarla.

***

Kylie

Abro la puerta de la casa que comparto con mi abuela con un empujón. Tengo las piernas rígidas después del viaje de dos horas de vuelta a Phoenix y estoy lista para sacarme estos tacones.

—Mémé, ¿estás en casa?

Mi abuela aparece de la cocina y una sonrisa se dibuja en su rostro arrugado.

—¡Minette! —Mi nombre de cariño, Minette, que es la palabra francesa para «gatita». Se les ocurrió a mis padres. Mi mamá era francesa y mi papá la conoció en un equipo que planificaba un robo de arte en Arles. Fue amor a primera vista, por cómo él contaba la historia—. Y bien, ¿cómo te fue? —Mémé siempre me habla en francés y yo siempre le respondo en español. Hablo cinco idiomas con fluidez y el francés es uno de ellos, pero en casa soy floja. O tal vez sea parte de intentar ser normal.

Me dejo caer en una silla de la mesa de la cocina y me quito los malvados tacones de charol negro. Qué mala elección fueron.

Mémé se sienta a mi lado.

—Estoy esperando.

Hago una trompetilla.

—Mal. De hecho, la cagué. En grande, Mémé. Se cortó la luz mientras estaba en el ascensor.

—No. —Mémé da un jadeo exagerado y se tapa la boca de la forma animada que solo la gente de su generación todavía emplea. Mémé sabe de mi claustrofobia. Probablemente pueda adivinar su origen, aunque nunca hablamos de la profesión de mis padres ni de mis anteriores actividades ilegales.

—Y me quedé atrapada allí con Jackson King, el mismísimo Jackson King. —Mémé se me queda mirando, inquisitiva—. Es el fundador de SeCure. Pero no sabía que era él, estaba oscuro. Y dije algunas cosas no muy halagadoras sobre él.

Mémé parece comprensiva.

—Ah. Eso es una lástima, ma petite fille. —Me da una palmada en el hombro y se pone de pie—. Lo siento. Te traeré un poco de sopa.

Por supuesto. Porque la comida lo arregla todo, ¿no es así? La cocina de Mémé es tan buena como la terapia. Se vino a vivir conmigo después de la muerte de mi padre y, durante unos meses, sus crepes fueron la única razón por la que me levantaba de la cama.

Mémé se traslada a la estufa y echa el caldo caliente en un bol. El platillo de hoy es sopa de cebolla, mi favorita. Mémé sirve el rico caldo marrón con baguette y queso suizo.

—Cuidado, está caliente.

Le sonrío a Mémé. Después de la muerte de maman, pasé toda mi infancia cuidando a mi papá, tratando de mantenerlo fuera de la cárcel mientras jugaba a ser Robin Hood, robándole a los ricos para corregir los errores del mundo. Después de todos esos años, los mimos de Mémé se sienten bien. Aunque es severa cuando tiene que serlo. No habría terminado la universidad si ella no me hubiera convencido. Siempre había tomado cursos en línea, solo por diversión. Pero ella insistió en que tomara clases de forma legítima, de la misma universidad y terminara un título. Obtener el diploma y salir al mundo real, aunque fuera bajo una identidad falsa. Así que lo hice.

Pero apenas tengo una vida social, después de todo. Estoy demasiado acostumbrada a estar sola, a mantener mis secretos ocultos. Después de lo que pasó, después del… Joder. Todavía no puedo pensar en eso sin sentir un dolor punzante en el pecho. El asesinato de mi padre. Cómo fue traicionado y asesinado a sangre fría. Sí. Después de eso, detuve toda actividad ilegal. Borré nuestras identidades, que no es que mi papá y yo hubiéramos estado en el radar de todos modos. Volví a la vida legítima. Con el asesino traicionero de mi papá buscándome, me escondí a plena vista, como una ciudadana estadounidense común.

Los atracos fueron obra de mis padres, de todos modos. Se habían convertido en Bonnie y Clyde. Pero mi mamá murió en un accidente automovilístico cuando yo tenía ocho años, así que me convertí en la nueva pareja de atracos de mi papá. Me había negado a apartarme de él, aunque él hubiera preferido que me quedara a salvo en un internado o con Mémé en París. Pero su asunto de los Ladrones por la Justicia no era mi vocación. Me gustaba hackear.

Así fue como Mémé me convenció para que aceptara mi trabajo actual para la empresa de videojuegos. Pero apenas estoy atada al mundo real. Rara vez salgo de casa. No tengo citas ni amigos cercanos. De alguna manera, sigo siendo Gatichica, acechando en las sombras.

Quizás por eso el encuentro en el ascensor me desconcertó tanto. Nunca me ha tocado un hombre y mucho menos uno atractivo como Jackson King. Es aterradora la facilidad con la que bajó mis defensas.

Mi teléfono celular vibra y agarro mi bolso para buscarlo. Un número de SeCure.

—¿Aló?

—Hola, Kylie, es Stu, de SeCure.

—Hola, Stu. «Maravilloso, Kay-Kay, realmente maravilloso».

—Te llamo para informarte que estamos impresionados con tus habilidades y nos gustaría ofrecerte el trabajo.

—¿De verdad? —Una parte de mí quiere llevar el puño al aire en señal de triunfo. Di la peor impresión de mi vida y, aun así, recibí la oferta. Toma eso, Entrevistas para tarados.

El resto de mi conciencia espera con escepticismo.

—¿No hay una segunda entrevista ni nada?

—Nop. Obtuviste un puntaje del cien por ciento en la prueba y le gustaste a administración.

—¿Administración? —No se estará refiriendo a King.

—Sí, Luis pensó que eras genial. Entonces, el departamento de Recursos Humanos te llamará para la oferta real, pero tengo permiso para discutir el salario contigo. Estamos ofreciendo ciento treinta y cinco mil dólares más gastos de mudanza, seguro médico y dental completo, participación en las ganancias y las opciones sobre acciones añaden otro tercio al paquete salarial.

«Er… vaya». Le sonrío a Mémé, asintiendo. Son cincuenta mil más de lo que gano en este momento y nunca esperé que ellos pagaran el proceso de la mudanza. «Probablemente sea demasiado bueno para ser verdad». Pero no puedo rechazarlo.

—Gracias, eso suena genial.

—¿Entonces aceptarás la oferta? —Suena entusiasmado.

Debería hacerme la difícil, pero a la mierda.

—Sí. Absolutamente. Estoy emocionada.

—Excelente. Recursos Humanos te enviará una oferta por escrito mañana. ¿Qué tan pronto puedes empezar?

—No sé… ¿en un mes?

—Esperaba en dos semanas —dice Stu.

—¿De verdad? Eso es bastante pronto.

—Estamos pagando por la reubicación, así que eso simplificará la mudanza para ti.

—¿Las dos semanas son un requisito?

—Sí.

—Entonces allí estaré.

—Excelente. Mañana finalizaremos el papeleo. Bienvenida al equipo.

Cuelgo y le sonrío a Grandmère.

—¡Me dieron el trabajo!

Mémé me abraza y me besa la sien.

—¡Eso es maravilloso! Felicidades.

Acepto el abrazo, preguntándome qué piensa King de mi contratación. Al menos no lo vetó. Eso no debería emocionarme tanto como lo hace.

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