Mestiza - Portada del libro

Mestiza

Laura B.L.

0
Views
2.3k
Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Nala solo quería tomarse un respiro y pensó que el mejor lugar era el Reino de los hombres lobo. Lo último que se le ocurrió pensar es que participaría en la Cacería, una antigua tradición lobuna en la que los machos persiguen a las hembras para pasar la noche con ellas. ¡Ahora Nala ha de confiar en su fuerza, su habilidad y sus trucos para asegurarse de que no la capturan!

Ver más

203 Chapters

Prólogo

Las botas de Alaric se ensuciaban más con cada paso que daba. Siendo una tarde oscura, la lluvia incesante anunciaba la última batalla de esta guerra por el trono entre los licántropos.

En la distancia, vio las sombras de esos seres.

Había llegado el momento. De un tirón, se arrancó la camisa, y sus soldados siguieron sus movimientos.

El sonido de cientos de huesos rompiéndose al unísono era lo único que acompañaba al diluvio que caía con furia desde los cielos. «Esta tiene que ser la batalla final», pensó Alaric.

Muchos de sus soldados habían perecido por su error, todo por su lujuria y pasión. Todo por culpa de ella.

Ella, la mujer que lo cegó y casi lo volvió loco de celos. Ella estaba allí en primera línea, al otro lado, y con una mirada diabólica fija en él.

Sólo con mirarla, Alaric volvió a sentirse débil, débil con ella, pero se había prometido a sí mismo que esta vez no cometería el mismo error.

Sus ojos registraron el momento preciso en que ella levantó las manos. Sus labios se movieron, lanzando un hechizo.

En cuestión de segundos, empezaron a descender estruendosos relámpagos de las nubes, cada uno más potente que el anterior.

Aunque era consciente de que muchos de sus guerreros morirían hoy, tenía fe en que ésta sería la última vez.

La raza de los licántropos era una de las más fuertes de todas, pero podía ser la más débil si se enfrentaba a un gran grupo de criaturas con la capacidad de conjurar casi cualquier hechizo.

Y eso era precisamente lo que había causado la pérdida de muchos de sus hombres en primer lugar.

Pero esta vez, sería diferente porque esta vez, Alaric había decidido utilizar el poder de su enemigo en su beneficio, haciendo a la raza licántropa casi invencible.

Un poderoso rugido llenó todo el lugar. Era la señal. Cientos de sus soldados y cientos de sus seguidores se apresuraron a librar la batalla final.

Alaric abrió el enlace de comunicación con todos sus soldados. «Es mía».

El enemigo atacó sin esfuerzo. Pudo ver que apenas tocaban el suelo.

Pronto los soldados leales de Alaric y el ejército de la traidora se enfrentaron. Esta vez, no sería como las otras veces. Esta vez, utilizó las armas de sus enemigos contra ellos mismos.

Destrozó a todas las criaturas, a toda la escoria que vio a su paso, viendo cómo muchas de ellas se sorprendían por el repentino cambio de sus guerreros.

Viendo como los licántropos usaban la misma arma que muchos de ellos.

Para ganar esta guerra, Alaric no había tenido más remedio que buscar el favor de una de estas criaturas, ahora tan despreciables.

Entre sangre y hechizos, la vio. El rostro que una vez le pareció perfecto ahora lucía una sonrisa tensa y cruel. Ella sabía el efecto que estaba teniendo en él y en su amor, su amor que ahora se había convertido en odio.

Un odio que no conseguía borrar la belleza en su mente.

Sin embargo, los recuerdos del ataque al reino hace un año pasaron en flashback. Cientos de cuerpos esparcidos por los pasillos del castillo era lo único en lo que podía pensar cuando la vio.

¿Cómo pudo hacerle esto? ¿Cómo pudo traicionarle así? Habría dado cualquier cosa por estar con ella. Incluso renunciar a la idea de encontrar a su verdadera pareja.

Alaric rugió con todas sus fuerzas y se abalanzó sobre ella. Ella se movió rápidamente, bloqueando cada golpe que él le lanzaba. Él gruñó ante el repentino dolor que sintió en su hombro derecho. Ella había usado una daga de plata.

Era la daga templaria con rubíes azules incrustados.

Era la misma que le había regalado en una época en la que había creído que era feliz. El regalo había representado el amor y la confianza que había sentido por ella.

La daga había sido una de las posesiones más preciadas de Alaric. Ahora se arrepentía de habérsela regalado.

La lluvia y los truenos seguían inundando el campo de batalla. Él intentó atacar su cuello, pero ella lo esquivó, como siempre.

Entonces, ella se abalanzó sobre él con su daga para clavársela en el pecho, y él bloqueó la estocada a tiempo, girándose rápidamente y, con la fuerza de sus oscuras patas, la empujó al sucio suelo.

Le miró directamente a los ojos rojos mientras la atrapaba con sus garras. Sus ojos le miraban con desprecio y aborrecimiento, algo que le dolía profundamente.

En un momento dado, pensó en perdonarle la vida, pero en cuanto escuchó el débil susurro de su voz, supo que era ahora o nunca.

Sus largos y mortíferos caninos se clavaron con fuerza en su cuello, arrancándole la carne y la piel. Su vista estaba cegada por la rabia. Mientras la vida escapaba de sus ojos, Alaric aulló de agonía al mundo.

La guerra estaba llegando lentamente a su fin. Los sobrevivientes comenzaron a retirarse, pero por su parte, había instrucciones para no dejar a nadie con vida. Todos debían morir.

Ahora, en su forma humana, levantó su cuerpo sin vida en sus brazos, su amada, su asesina, la mujer que nunca le había amado y que le había traicionado.

La lluvia cesó. Se preparó una hoguera primitiva. Y se colocó el cuerpo encima de las ramas y trozos de árboles apilados.

Ahora tenía que quemarla para asegurarse de que nunca regresara a este mundo. Alaric y sus guerreros rodearon la hoguera ardiente.

Todos pudieron sentir sus emociones, el dolor, la ira, la decepción y, finalmente, una sensación de alivio.

El humo de la hoguera se intensificó. Y al poco, el olor a carne quemada castigaba sus pulmones. Pasaron los segundos y el aire se volvió diferente, cargado de oscuridad.

Todo el mundo estaba de nuevo en alerta. Alaric miró a su alrededor, buscando localizar la amenaza.

De repente, el viento empezó a soplar con fuerza. Todos intentaron mantenerse en pie. Pero era tan violento que los soldados apenas podían mantenerse en pie.

Alaric observó cómo el fuego se apagaba. Una sombra oscura descendió de la nada, cubriendo toda la pira y llevándose su cuerpo sin vida.

Cuando la sombra desapareció, todos sintieron que el viento se había calmado. Todos jadearon cuando vieron que el cuerpo de la mujer ya no estaba allí.

Alaric suspiró, mirando al cielo. Tal vez, pensó por un momento, debería perseguir a la maldita alma. Pero estaba cansado. Necesitaba volver y reconstruir su reino en ruinas.

Después de todo, y por fin, estaba muerta.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea