Cabalgando juntos - Portada del libro

Cabalgando juntos

Bryn Winchester

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Riley Davenport es una heredera que quiere empezar una nueva vida alejada de su cruel familia. Jason Walker trabaja en un rancho y duda si mudarse a la ciudad o quedarse en el pequeño pueblo en el que vive. Cuando un bus perdido y un caballo que se escapa hacen que ambos coincidan, sus vidas cambian para siempre. ¿Podrá Riley continuar escondiéndose en cuanto se una al equipo de jinetes de Jason?

Calificación por edades: 18+

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Imagen perfecta

RILEY

—¡Di patata! —dijo el fotógrafo.

Nadie en mi familia hizo lo que él pedía, pero hubo un silencioso movimiento colectivo para intentar poner la cara más presentable.

Mi padre, Eric Davenport, se bajó las solapas de su traje a medida e hinchó el pecho.

Era su pose característica, acorde con su papel de promotor inmobiliario, filántropo y tercer hombre más rico de Estados Unidos.

Mamá se giró un poco hacia él, dándole a la cámara su mejor ángulo ofreciendo la imagen de la esposa abnegada.

Por el rabillo del ojo, pude ver a mi hermana, Casey, de pie, un poco más alta que yo con la cara inclinada hacia abajo haciendo que pareciera aún más delgada.

Yo me ajusté los tirantes de mi vestido de época sin planchar y me obligué a sonreír.

Estoy bastante segura de que parpadeé justo cuando la cámara capturó la imagen.

***

Después de la sesión fotográfica, nos llevaron a una sección privada del Desfile del Día de los Veteranos de Boston.

A decir verdad, nunca me han gustado mucho este tipo de cosas, pero mientras veíamos pasar a los caballos con sus portaestandartes en alto, no pude evitar sentirme nostálgica.

Miré a Casey.

Estaba muy elegante con su conjunto de pendientes y perlas, acompañada por su novio, el abogado Digby Fairbanks III.

Cuando éramos niñas, solíamos hacerlo todo juntas. Acampar en el patio, inventarnos canciones y dar conciertos en el salón.

Montar. Nos encantaba montar juntos.

Pasábamos semanas en un campamento de verano con caballos, ayudando, llevando a los ponis por los senderos del bosque.

Esos eran algunos de mis recuerdos más felices.

Pero en este momento, todo parece un sueño nebuloso y medio olvidado.

Ya no monto. No hago casi nada.

Y mi hermana y yo apenas hablamos ya.

Eso es porque está ocupada siendo la principal asesora de mi padre.

Y yo estoy ocupada siendo todo lo que él odia.

—¿Estás lista para la fiesta de después? —me preguntó mi hermana con frialdad, refiriéndose al evento principal del día, una recaudación de fondos que mi padre organizaba para su amigo, el senador de Massachusetts y aspirante a la presidencia Neil Bowry.

—Supongo, aunque papá probablemente preferiría que no fuera. Ahora mismo me odia.

—No te odia —resopló Casey mientras pasaba una banda de música tocando una melodía inapropiadamente alegre.

—Bueno, lo que está claro es que no le gusto —murmuré.

—Sólo está molesto porque dejaste la universidad —respondió Casey.

La verdad es que debería estar en Purdue ahora mismo, en West Lafayette, Indiana.

En cambio, estoy atrapada en casa después de abandonar el primer semestre de mi segundo año.

Se podría decir que soy la oveja negra de nuestra familia. Papá me culpó a mí y a mis “fiestas desenfrenadas”, documentadas por algunas revistas más sensacionalistas del país.

Yo también me culpaba, pero no por las mismas razones.

Sí, me desvié un poco del camino, pero después de crecer en una familia increíblemente controladora, era fácil ceder a la tentación.

Pero las razones por las que abandoné la universidad tuvieron muy poco que ver con la fiesta.

Fue la presión.

La presión por elegir una carrera adecuada que papá aprobara: empresariales, obviamente, con una especialización en ciencias políticas.

Y, además de tener éxito académico, tenía que ser:

Delgada.

Guapa.

Divertida.

Genial.

Popular.

Sociable.

La chica de moda.

Y por si fuera poco, tenía que mantener una presencia positiva en Internet, desarrollar redes profesionales, saber qué haría después de graduarme...

Parece algo muy fácil para algunas personas.

Mi hermana, por ejemplo, nunca tuvo problemas con eso. Pasaba de un logro a otro sin esfuerzo.

Pero yo me sentí tan abrumada por la vida que cedí y fracasé en todo.

Así que no es de extrañar que saliera un poco de fiesta; era algo que se me daba bien.

Algo que me hacía sentir mejor.

Al menos hasta el día siguiente.

Cuando el desfile terminó, llegó el momento de poner el foco en el evento principal del día: La recaudación de fondos de Neil Bowry.

Papá había donado un montón de dinero a la incipiente campaña presidencial de Neil, así que supongo que éramos los invitados de honor.

Esto apesta.

***

Una vez que llegamos a la Casa del Senado, debía relacionarme con la gente, lo que significaba una cosa...

Las malditas preguntas.

—Entonces, Riley, ¿cuál es tu plan después de la universidad? —me preguntó un amigo de mi padre al que reconocí vagamente mientras esperaba en la barra.

—La dejé —respondí simplemente.

Si hay algo en lo que puedo decir con seguridad que soy buena, es en echar agua helada en las conversaciones en las que no quiero participar.

—¡Oh, bien por ti, como Steve Jobs! —respondió el hombre antes de escabullirse apresuradamente.

El camarero me trajo una botella de IPA y me bebí la mitad de un trago.

Va a ser una noche larga.

CASEY

Me mezclé entre la multitud de gente de la alta sociedad, sonriendo y saludando a todos a mi paso.

Desde el otro lado de la habitación, vi a mi hermana bebiéndose una cerveza como si estuviera en una fiesta de fraternidad.

¿No puede aprender a sorber?

No es de extrañar que lo haya dejado.

No debería ser tan crítica, lo sé, pero me gustaría que se comportara con un poco de clase.

Yo había movido todos los hilos para que este evento se celebrara, así que estaba sintiéndome orgullosa de que todo fuera bien.

Pero no iba a mostrarlo.

Mi padre me llamó la atención y asintió con la cabeza, era su forma de decir: “Tengo que hablar contigo, ahora”.

—Tu hermana —murmuró en voz baja una vez que conseguí sortear la multitud—. Le dije que no le contara a la gente su fracaso en la universidad, pero lo está haciendo de todos modos.

Apreté los labios, sin saber qué decir.

Mi hermana y yo nos habíamos distanciado en los últimos diez años. Ahora que trabajaba para papá, supongo que me veía como el enemigo, aunque no lo dijera.

—Iré a buscarle a alguien con quien hablar para que no vaya por ahí haciéndonos quedar mal —le ofrecí.

—Y ya que estás, haz que se ponga un jersey. Parece una cualquiera.

Asentí con la cabeza, mirando el vestido rockabilly de mi hermana. Era bonito, aunque pegaba más en un festival de música ~que en una ~recaudación de fondos políticos~.~

Me dirigí hacia donde ella estaba de pie en la mesa del buffet.

—¿Cómo va todo? —le pregunté tímidamente.

—Bien. Aquí, comiéndome mi peso en camarones. ¿Te dijo papá que vinieras a hablar conmigo?

—No, ¿por qué?

—Estabas hablando con él y luego viniste directamente hacia mí.

Maldita sea.

—Sólo quería comprobar que estás bien

Me miró fijamente.

—Casey, gran trabajo con el catering. Estos chicos son una maravilla —dijo una voz jovial detrás de mí.

Oh Dios, no Neil.

—Oh, me alegro mucho de que te guste —dije, girándome para darle un beso al aire al senador Bowry. Noté sus ojos en Riley mientras se echaba un blin de caviar a la boca.

De todas las personas que quería mantener alejadas de Riley, el contacto político más importante de mi padre estaba justo ahí.

—¿Conoces a mi hermana, Riley? —le pregunté.

—No en persona —dijo él, sonriendo mientras le tendía la mano—. Lo siento, quizás tenga restos de salsa picante en la mano —añadió mientras se la estrechaba.

—No te preocupes, yo debo tener tripas de camarón en la mía —dijo.

Me encogí por dentro.

—Bueno, esa es una gran combinación —respondió Neil—. Estamos a medio camino de hacer una jambalaya.

Riley sonrió ante eso.

Debería haber esperado que ella y Neil se llevaran bien. A sus 39 años, era mucho más joven y mucho más sociable que los otros amigos de papá.

Transmitía esa imagen de hombre común, de “tipo con el que puedes ir a tomar una cerveza”, y eso hacía que su popularidad se disparara.

Papá pensó que era el tipo perfecto por el que apostar en las primarias.

Y Neil pensó, en caso de tener éxito en su candidatura, que papá sería perfecto para el Tribunal Supremo.

Cierto, había pasado de ser el hijo de un obrero a un multimillonario, pero papá quería poder de verdad, y el respeto que eso conllevaba.

¿Qué mejor manera de conseguirlo que un nombramiento vitalicio en el más alto tribunal del país?

De ahí que me sintiera incómoda dejando que estos dos se conocieran.

No ayudaba que Neil fuera cálido y encantador. Animaba a Riley a ser ella misma, que no era lo que necesitaba que fuera ahora.

—Neil, hay algunas personas que me encantaría que conocieras... —dije, intentando que pasara de Riley.

La sorprendí mirándome, con una sonrisa dibujada en sus labios.

—En un rato. Entonces, ¿estás disfrutando de la fiesta, Riley? —Neil le ronroneó a mi hermana.

—Claro que sí. Tienes una casa preciosa —dijo Riley secamente, antes de meterse otro canapé en la boca—. Debe haberte costado horrores amueblarla.

—Me gustas —le dijo a mi hermana con una risita—. ¿Puedo ofrecerte una copa?

—Es barra libre —se encogió Riley.

—Perfecto —respondió Neil con suavidad mientras guiaba a Riley con delicadeza hacia la barra.

Sentí que una mano se deslizaba alrededor de mi cintura.

Digby. Mi novio de la universidad.

Aunque la chispa parecía haber muerto entre nosotros, llevábamos cinco años juntos.

Demasiado tarde para abandonarlo ahora.

—Te he estado buscando todo el rato —dijo, dándome un beso en la mejilla.

Miré a mi hermana y a Neil, enfrascados en una tonta conversación.

Al menos no es un reportero.

RILEY

Un par de horas y varias copas más tarde, Neil y yo estábamos inmersos en nuestra conversación, compartiendo un cigarrillo mientras paseábamos por los jardines.

Al principio empecé a hablarle para cabrear a Casey, pero ahora estábamos empezando a congeniar. Quizás hasta parecía que estuviera coqueteando con él.

Quizás lo esté haciendo.

Me llevó a visitar a los caballos del desfile. Los habían metido en un corral provisional situado detrás de la gran casa. Los remolques de los caballos estaban aparcados al lado.

Le señalé uno desde la valla, uno enorme pero amistoso con ojos conmovedores.

—Me encantaba montar a caballo —le dije a Neil mientras le frotaba la nariz al animal.

—¿Por qué lo dejaste?

Me encogí de hombros. —Otras cosas se interpusieron, supongo. La escuela. La universidad. Aunque ya sabes cómo fue eso.

Ya había puesto a Neil al corriente de la basura que era mi vida. Me sorprendió lo abierta que estaba siendo con él.

Era una grata compañía. Hablaba de una manera que invitaba a la franqueza y al debate. Divertido. Y sobre todo, no juzgaba en absoluto.

—¿Y qué si lo dejaste? —me preguntó mientras se unía a mí para acariciar al caballo—. Todos los mejores lo hacen.

—¿Tú lo hiciste?

—Yo me gradué con honores en Princeton, pero de nuevo, soy un imbécil —bromeó.

No pude evitar resoplar ante eso.

—Gracias por intentar hacerme sentir mejor. Pero toda la gente de éxito que abandonó la universidad lo hizo para poder dedicarse a otra cosa. Y a diferencia de ellos, yo no tengo ni idea de qué hacer con mi vida.

Neil se encogió de hombros. —Es muy tonto que pensemos que nuestro trabajo debe completarnos de todos modos.

—Lo dice el tipo que literalmente se presenta a presidente.

—Lo que significa que probablemente deberías seguir mi consejo: elegir una cosa que quieras y encontrar algo que te ayude a conseguirla.

—¿Tú qué elegiste? —pregunté.

—Poder, obviamente.

—Al menos eres honesto.

—Ahora es tu turno. ¿Qué es lo que quieres?

Le di una larga calada al cigarrillo. —Quiero dejar de sentirme juzgada.

—Bueno, eso es fácil. Sólo tienes que dejar de sentirlo —Sonrió. Puse los ojos en blanco.

—Es fácil para ti decirlo.

—¿Por qué?

—Porque tú te has presentado voluntario a esta vida, mientras que yo he crecido siempre escrutada por mi propia familia y por todos los demás.

—Sin querer minimizar tu sufrimiento, a mucha gente le encantaría estar en tu situación.

—Lo sé, soy una súper privilegiada. Pero lo malo es que me persiguen los paparazzi y me microgestiona mi familia, pero nunca reconozco abiertamente que es una mierda.

Apagué el cigarrillo, sintiendo una punzada de arrepentimiento por haber sido tan abierta.

—Eso suena duro —respondió—. Pero estoy seguro de que estarás bien. Quiero decir, mírate... eres rica, guapa, divertida. Una triple amenaza.

A pesar de querer evitarlo, me estaba enamorando de él.

¿Por qué no? Es guapo. Inteligente…

Me dobla la edad.

Neil debió ver algo en mis ojos. Su mano se dirigió a mi cara.

Su expresión de repente era extraña y hambrienta mientras se inclinaba hacia mí.

¿Esto está sucediendo de verdad?

Me quedé congelada en el momento en que me besó con fuerza en la boca.

Al principio, le devolví el beso, emocionada de que un hombre tan consumado viera algo en mí.

Pero entonces se puso más agresivo. Sus dedos de repente encontraron su camino bajo mi vestido.

—Más despacio —dije suavemente, tratando de apartar sus manos.

En cambio, tiró con fuerza de mis bragas, manoseando mi lugar más privado.

—Vamos a ir despacio —susurré con miedo. Se rió con crueldad y me agarró el muslo con más fuerza, mientras su otra mano me rodeaba el cuello.

—Me haces daño —grité, tratando de liberarme, con pánico, mientras luchaba por respirar.

—Sé que lo quieres —gruñó mientras me inmovilizaba con fuerza contra el lateral de un remolque de caballos.

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