La obsesión de la Mafia - Portada del libro

La obsesión de la Mafia

Sofia

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Hope Anderson es una chica normal: va a clase, sale de fiesta... y un pequeño detalle: su padre es una de las personas más ricas de Inglaterra. Entonces se fija en ella Enrique García, alguien acostumbrado a conseguir todo lo que quiere. Antes de que ueda darse cuenta, Hope se ve obligada a casarse con este hombre, alguien a quien odia y desea a partes iguales... y que le abre la puerta a un submundo desconocido.

Clasificación por edades: +

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36 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Chapter 3

Capítulo 3

Chapter 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

HOPE

Por fin empezaba el último año de instituto, y no podía esperar a que se acabara este infierno. Taché rápidamente el 4 de septiembre del calendario antes de entrar en el baño.

Después de ducharme y maquillarme un poco, me puse delante del espejo y me miré.

No era fea. Más bien lo contrario. Medía casi 1,65 metros, lo que me hacía más alta que la mayoría de las chicas de mi instituto. Tenía una figura de reloj de arena y unos pechos copa D.

Los ojos verde esmeralda, que todo el mundo decía que destacaban sobre mi piel bronceada, y el pelo castaño chocolate. Sabía que era guapa, pero no había dejado nunca que nadie me utilizara por mi belleza.

Odiaba la atención que atraía mi cuerpo, así que, como de costumbre, me vestí con ropa que ocultara el máximo posible mi piel. Sabía que esa ropa no me favorecía, pero tampoco me hacía verme horrible.

Cuando por fin estuve lista, cogí mi mochila y bajé las escaleras. Siempre odié que mi habitación estuviera en el último piso de nuestra casa. Odiaba las escaleras.

Pero tenía sus ventajas. Definitivamente, valía la pena, ya que disfrutaba de un balcón que daba a hectáreas de praderas y podía ver a los caballos que pastaban en ellas.

Por la noche era aún más bonito. La luz de la luna y las estrellas brillaban, y me gustaba pasar las horas observando los graciosos movimientos de los majestuosos animales bailando bajo las estrellas fugaces.

—Hola, cariño —dijo mi padre, besando la parte superior de mi cabeza.

Me acurruqué en su hombro, ya que verlo en casa era algo que rara vez ocurría. Apreciaba este tipo de momentos.

—Hola, papá —dije, y finalmente lo solté. Me fijé en su aspecto. Llevaba uno de sus trajes de 3.000 libras de una de las mejores boutiques. Sí, era una de las personas más ricas de Inglaterra.

Aun así, nunca fui la típica mocosa mimada. No como mi hermana gemela, Katherine. Incluso su nombre sonaba repelente.

Por suerte para mí, éramos gemelas, así que no tuve que preocuparme por parecerme a ella. Ella era más bajita, con ojos marrones y pelo castaño.

Era un poco más delgada, pero nunca tuvo curvas como las mías, por lo que siempre me odió. Hacía todo lo posible por llamar siempre la atención, pero a mí no me importaba en absoluto. Ella anhelaba esa atención, y yo estaba dispuesta a dejar que se la quedara toda.

—Hope, ¿en qué piensas? —Mi padre me devolvió la atención mientras me pasaba un plato de pasteles caseros hechos por nuestra increíble cocinera. Tenía mucho talento.

—Gracias, papá —dije mientras daba un mordisco a uno de los pasteles. Un tenue gemido escapó de mis labios. Sabía a gloria. Dios, me encanta la comida.

—¿Cuándo volverás a estar en casa? —le pregunté a mi padre cuando terminé de comer, dispuesta a irme al instituto.

—No estoy seguro, pequeña. Probablemente en unos días. Katherine debería volver hoy de casa de tu madre. No estarás sola. —Abrió la puerta para los dos.

Salió conmigo y me acompaño hasta mi coche, un Porsche Cayenne dorado.

Me besó en la frente y me susurró un pequeño adiós cuando subí. Cerrando la puerta, encendí el motor y arranqué a toda velocidad.

***

Me senté en mi clase esperando a que llegaran mis amigas. Como era de esperar, las dos llegaban tarde. Justo cuando pensaba en ellas, ambas entraron cantando y riendo.

—¡Hola, cumpleañera! —grité y salté de mi asiento para darle un abrazo de oso a Sofía.

Hoy cumplía dieciocho años. Era una de las más pequeñas de nuestra clase, pero por su aspecto, nunca lo dirías.

Tenía el pelo pelirrojo ondulado y los ojos azules. Era un poco más bajita que yo y, al igual que yo, tenía una figura de reloj de arena. Definitivamente, era una rompecorazones.

Era una de esas chicas que harían que un chico corriera detrás de ella durante kilómetros sólo para ser rechazado.

Lana era mi segunda mejor amiga. Era rubia, bajita y delgada, con ojos azules. Sin embargo, la quería mucho.

Nunca he entendido por qué a algunas personas no les gustan las rubias. Quería mucho a Lana. Era una de las mejores personas que conocía.

—¿Qué se siente al ser mayor de edad? —dijo Lana, y todas nos reímos. Pronto entró nuestro profesor de matemáticas y empezó el infierno.

Finalmente, después de cuatro lecciones de aburrimiento, mis amigas y yo estábamos sentadas en la cafetería discutiendo los planes para este viernes. Sólo teníamos dos días para planificar las cosas y conseguir el permiso de nuestros padres, ya que nuestro instituto empezaba a mitad de semana.

—Entonces, ¿a qué discoteca queréis ir? —Sofía preguntó.

—Es tu cumpleaños, tú decides —le contesté, aunque ya había pensado en dos o tres locales chulos.

—¡Chicas, vayamos al Electric Brixton! —dijo Lana un poco fuerte, y algunas personas a nuestro alrededor se giraron a mirarnos.

—No, eso no es suficiente para mis dieciocho años —respondió Sofía. Estaba de acuerdo con ella. Se merecía algo mucho mejor.

—¿Qué tal al Cielo? -Lana sugirió. Otra discoteca que no estaba mal, pero que seguía sin ser lo suficientemente buena. Iría allí cualquier noche, pero no en el cumpleaños de Sofía. Era poco para ella.

—Me rindo —suspiró Sofía después de haber descartado decenas de sitios. Sólo tenía una cosa en mente. Saqué rápidamente mi teléfono y busqué el número de Nick, mi hermano.

HopeOye, ¿conoces alguna discoteca que esté bien que aún no conozca?

Mientras esperaba una respuesta, me puse a comer. Después de engullir un gran plato de pollo y pasta, mi estómago gruñó en señal de aprobación.

Nick finalmente respondió. Estaba estudiando un máster en la LSE. Era el mayor de los tres y pronto cumpliría veinticinco años.

NickEi, hermana, ¿por qué lo preguntas?
HopeFiesta de dieciocho años de Sofía. Necesitamos el mejor club.

Me aseguré de que entendiera que era esencial que fuéramos al mejor club para que ella tuviera la mejor fiesta. Me contestó un minuto más tarde.

NickBien. Se llama Codicia. Te enviaré la dirección durante el día.

—¿Quién coño llama a su club Codicia? —Accidentalmente grité mis pensamientos en voz alta, y mis dos amigas se giraron hacia mí con caras de confusión.

—Lo siento —dije rápidamente, y volvieron a centrarse en su comida. Me apresuré a escribir de nuevo.

HopeGracias

Decidí confiar en él. Era conocido por meterse en problemas, por ser amante de los excesos.

Y era popular, más bien una celebridad en Inglaterra por su aspecto y por ser el número dos en la empresa de nuestro padre. Así que si había alguien que conociera los mejores locales, ese era él.

—Chicas, ya he encontrado la discoteca perfecta. Tengo que irme antes de que se me haga tarde. Hoy tengo clase con Willow —les dije a las chicas mientras las abrazaba. Willow era mi purasangre que rescaté hace dos años cuando tenía diecisiete.

Ella era como yo: de aspecto dulce, pero podía morder con fuerza.

La mayoría de la gente tenía el día lleno de clases hoy, pero debido a mi elección de asignaturas, yo tenía varias horas libre. Me encantaba mi horario.

Mientras caminaba hacia mi coche, tuve la mala suerte de encontrarme con el escuadrón de perras del instituto. Y la líder del mismo era, por supuesto, mi querida hermana.

Como puedes ver, no teníamos tan buena relación.

—Hope, mi querida hermana —dijo con una sonrisa falsa.

Intentaba parecer simpática delante de todo el mundo, pero por razones obvias, todo el mundo sabía que era una zorra. Era muy mala actriz.

—Katherine —la saludé, tratando de apartarme de su camino.

—No seas tan borde, hermanita. Sólo quería proponerte que fuéramos de compras juntas. Tu ropa parece sacada de la basura. —Jugó con el dobladillo de mi jersey.

Para ser sincera, no podría estar más de acuerdo, pero me gustaba así.

—No, gracias. No quiero parecerme a ti, Katherine —respondí antes de darme la vuelta y subir las escaleras para evitarla. Oí que sus secuaces se reían, pero era su elección ser tan estúpidas.

***

Cuando llegué a casa, me puse rápidamente mi ropa de montar, que eran unos pantalones azules oscuros y una camiseta.

Era septiembre, así que decidí no arriesgarme y ponerme también un jersey ajustado a juego.

Me dirigí a los establos donde me esperaba mi instructora, Olivia. Era una agradable mujer de unos treinta años que había entrenado a muchos saltadores olímpicos y a sus caballos.

Me dirigí al establo de Willow, donde mi padre había escrito con grandes letras rojas: “NO TOCAR. SUS MORDISCOS DUELEN MUCHO!” Era una estupidez, pero divertida y algo cierta.

A mí nunca me había mordido, así que no lo sabía realmente. Pero a mi padre lo había enganchado unas cuantas veces.

—Hola, chica. Vamos a dar un paseo —le dije mientras le ponía el ronzal y la llevaba a la zona de aseo.

Después de atarla, me puse las botas y el casco y la saqué a la arena.

***

En ese momento estaba sentada en nuestra piscina, con un vaso de whisky después de horas de trabajo en los establos. No me malinterpretes: no me importaba trabajar allí, pero me gusta relajarme después de hacerlo.

Ya era más de la hora de cenar, pero no tenía hambre, así que decidí picar algo.

Después de salir de la piscina y ducharme, me dirigí a mi zona de jardín, hecha específicamente para mis perros.

—¡Milo! ¡Murphy! ¡Angelica! —Llamé a mis cachorros.

Murphy, un husky siberiano de dos años, llegó corriendo primero. Probablemente, era el más grande de su camada. Aunque definitivamente, era un blandengue.

Milo y Angelica estaban justo detrás de él. Milo era un pastor alemán de un año. Todavía estaba creciendo, pero ya era bastante grande.

Angelica era la única chica. Era una perra lobo checoslovaca de dos años y era muy bonita. La había rescatado junto con Willow. Sin duda habían tenido una vida dura, pero ahora estaban llenas de amor.

Estaban todos saltando, esperando que los dejara entrar en casa. Mi padre no les permitía entrar, pero cuando estaba sola, siempre dormía con ellos.

Katherine me envió un rápido mensaje diciendo que no estaría en casa porque se quedaba a dormir en casa de su amiga.

Sabía que estaba mintiendo. La había visto escabullirse con un chico varias veces. Sabía que estaban saliendo, pero aún no sabía quién era él.

Subí las escaleras y entré en mi habitación. Mis cachorros corrieron detrás de mí y, en cuanto mi cabeza tocó mi cama de matrimonio, saltaron y se acurrucaron a mi alrededor. Pronto me quedé dormida.

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