La amiga de la vulpeja - Portada del libro

La amiga de la vulpeja

Ns. Nauti

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Ya conocemos la historia de Myra. Pero la noche en que conoce a Sloan en un sórdido club nocturno, su mejor amiga, Megan, establece una conexión también. Megan es problemática de fábrica, una humana que no se arrepiente de nada ni piensa cambiar... hasta que cruza miradas con Declan, el beta de Sloan. Su fría mirada la atrae y no piensa rendirse hasta probar un bocado de él. El beta trata de mantener la sangre fría, pero digamos que no le sale bien... Megan no sabe cuánto tiempo será capaz de controlar el imperante deseo que siente por él.

Clasificación por edades: +18

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10 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Chapter 3

Capítulo 3

Chapter 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

MEGAN

—The bang o' the drum make the girls get down.

Pie izquierdo atrás. Pie derecho delante.

—Hear it in the fields headin' straight through the town.

Culo arriba. Culo atrás.

—Come o'er here, baby, the game's 'bout to start.

Gira en el sentido de las agujas del reloj.

—Put my hand on yer chest, hear the pound o’ yer heart.

Luego llegaron las guitarras, la señal para girar en sentido contrario.

Cuando sonó el segundo estribillo, Megan se agachó, se puso en cuclillas y se puso a bailar con todas sus fuerzas.

La multitud de sudor y testosterona que había detrás de ella rugió como símbolo de aprobación, y una sonrisa descarada se dibujó en su rostro.

Las últimas notas de su canción sonaron en el abarrotado club, y el público se abalanzó sobre ella, vitoreando y prácticamente arrancándose los cabellos por tener la oportunidad de tocarla.

Megan se apartó hábilmente del borde del escenario y lanzó un suave beso al semental de la primera fila. El rostro cincelado del hombre se llenó de una amplia sonrisa y chasqueó los dientes hambriento hacia ella.

—Déjame invitarte a una copa —le dijo. Su voz era sedosa y seductora, y por un momento pensó en aceptar su oferta.

Pero estaba en el Ivy, no en un sórdido club de striptease en el lado malo de las vías.

Había un centenar de hombres sexis aquí cada noche, tanto humanos como metamorfos, así que Megan decidió que valía la pena mirar un poco más antes de comprometerse con uno de ellos.

Le guiñó un ojo al semental y se dirigió a los camerinos, asegurándose de que el hombre pudiera deleitarse viendo su culo rebotar mientras se marchaba.

Mientras el público gritaba que volviera, el presentador gritó en su micrófono: —¡Y ahí va la bella... la insaciable... Troubleeeeee!

***

Eran alrededor de las seis y media de la mañana cuando Megan echó de su camerino a la conquista de la noche anterior, se duchó y subió a su flamante Range Rover para abandonar el club.

Mientras sacaba su teléfono y lo conectaba al Bluetooth, pensó en aquel tipo.

Era una nutria, y no era un eufemismo. Ese era su animal metamorfo, aunque anoche había permanecido en su forma humana.

No estaba mal, aunque Megan prefería que un tigre, un oso o un lobo le hicieran compañía después de una larga noche de trabajo.

Aunque era humana, Megan se sentía cómoda con los metamorfos y era una de las pocas humanas que conocía su existencia porque había sido criada por unos bueyes metamorfos.

No sabía mucho de su verdadera familia, y le gustaba que fuera así. Para ella, su familia adoptiva era la real.

La única diferencia entre ella y sus amigos metamorfos era que, como humana, Megan no entraba en celo y no tenía una pareja predestinada.

Aunque eso le parecía bien. La hermana de su mejor amiga Myra acababa de encontrar a su pareja y... blegh. Megan era feliz sin esas tonterías cursis y sentimentales.

Hablando de Myra, era jueves y, conociendo a su amiga, Megan estaba segura de que estaría tratando frenéticamente de llegar a la escuela donde trabajaba a tiempo, después de haberse quedado despierta hasta tarde dándose un atracón de Netflix.

Sacó su teléfono para llamarla.

—Hola, zorra —saludó, pisando a fondo el acelerador y acercándose a toda velocidad a un semáforo en ámbar.

La voz de Myra sonaba estresada al otro lado. —Hola, tú. No puedo hablar. Llego tarde al trabajo.

Megan soltó una carcajada mientras atravesaba el semáforo a toda velocidad. Conocía muy bien a su amiga.

—¿Necesitas que te lleve? —preguntó, sin poder evitar la risa en su voz.

Myra dejó escapar un enorme suspiro de alivio. —No sé cómo lo haces. ¡Pero te quiero tanto ahora mismo! ¿Cómo nos...?

En ese preciso instante, Megan derrapó hasta detenerse frente a la casa del padre de Myra antes de que su amiga pudiera terminar de hablar. Tocó el claxon con fuerza.

Un momento después, Myra salió corriendo hacia el Range Rover que la esperaba. Estaba claro que acababa de despertarse. Tenía el pelo encrespado y los ojos hinchados.

—Eres mi ángel de la guarda —dijo Myra aliviada mientras subía al coche. Se inclinó sobre el reposabrazos y besó a Megan en la mejilla.

—Puedes pagármelo viniendo al club esta noche —le dijo.

Myra intentó ignorar su invitación. Siempre actuando como la buena chica metamorfa, paciente y bondadosa que era. Qué asco.

Megan era completamente diferente. Había estudiado magisterio en la misma escuela que Myra.

Pero en su primer día de prácticas en un colegio de primaria, al ver a todos esos mocosos malcriados, Megan se había largado de allí.

Esa misma noche había solicitado trabajo en el Ivy sin mirar atrás.

Myra siguió poniéndole excusas sobre por qué no podía ir a verla al club durante todo el resto del trayecto.

Cuando Megan se detuvo frente a la escuela, se volvió para mirar fijamente a su amiga y le dijo rotundamente: —Vas a venir. Se acabó la conversación.

Megan oyó a Myra resoplar mientras salía del Range Rover, y una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.

Esta noche va a ser una noche salvaje de verdad, pensó Megan mientras miraba a su amiga caminar hacia la escuela.

Pero entonces... Megan parpadeó, comprobando si era cierto lo que veían sus ojos. Y ahí estaba.

Una forma oscura que se cernía detrás de Myra, y Myra no la había visto.

—My... —Megan abrió la boca para advertir a su amiga, pero en ese preciso instante, Myra pareció percibir la forma.

Esta se dio la vuelta y se quedó mirando... pero nada.

Megan parpadeó. La forma oscura había desaparecido.

¿Qué demonios fue eso?

Debió haber sido una ilusión óptica o algún reflejo. ¿Verdad?

***

—Hora de cazar lobos —animó Megan entre el estruendo del club.

Tras enterarse esa misma tarde de que Myra estaba en celo, Megan se había propuesto como misión personal en la vida que su amiga echara un polvo.

Si Myra realmente estaba en celo, lo mejor que podía hacer era encontrar una buena polla, que era precisamente lo que Megan le había dicho.

Myra se había quejado por las palabras de su amiga, razón por la cual Megan la había abandonado para ir a pedir unas copas mientras buscaba un follamigo adecuado para su amiga metamorfa.

Mientras bailaba, empezó a ojear el club en busca de alguien del tipo de Myra.

¿Aquel humano con pintas de abogado? Demasiado engreido.

¿Ese artista, flacucho, rollo hipster? Guapo, pero no para Myra.

¿Ese duo de gimnasio de la esquina de la barra? Definitivamente no.

Y entonces vio al hombre perfecto. Un lobo metamorfo en la zona VIP que había encima de la pista de baile. No era para nada el tipo de Megan, por eso se sorprendió de haberse fijado en él.

Estaba de pie con varios otros metamorfos, y estaba bastante claro que era un alfa.

Una sonrisa victoriosa se dibujó en su rostro. ¡Era perfecto!

Ahora sólo tenía que averiguar cómo hacer que Myra llamara su atención sin que ella se diera cuenta.

—¿Qué estás mirando? —preguntó una voz fría desde su espalda.

Megan saltó medio metro en el aire y se volvió para mirar detrás de ella.

Un hombre estaba de pie en la pista de baile, frente a ella, con una expresión peligrosa en el rostro. Megan sintió que se le ponía la carne de gallina bajo los leggings.

—¿Cómo dice? —preguntó. El hombre la estaba mirando como si acabara de robar la Mona Lisa. Aquí, en su propio club.

—Mucha gente quiere a ese alfa muerto —gruñó el hombre, señalando con la cabeza al tipo que Megan había estado mirando.

Así que tenía razón. El lobo de la zona VIP ~era ~un alfa.

El hombre dio un paso amenazador hacia ella.

—Este es un país libre, ¿no? —replicó Megan, poniéndose una mano en la cadera.

Dio otro paso hacia ella. Ahora estaban a centímetros de distancia y ella lo miró a los ojos, desafiándolo.

Aunque ese hombre era un imbécil engreído, tenía que admitir que estaba buenísimo.

Sus rasgos eran afilados y marcados. Parecía un dios griego hecho humano.

Sí, sonaba estúpido cuando las chicas lo decían en las películas, pero en él era verdad.

Llevaba gafas de sol, lo que le pareció ridículo. Pero, por alguna razón, conseguían darle un aire aún más misterioso.

Megan sintió unas ganas locas de arrancarle aquellas gafas de su cara de engreído.

—Se han avistado rebeldes por aquí. ¿Cómo sé que no eres una de ellos? Debería hacerte prisionera ahora mismo —dijo el hombre, con un gruñido amenazador.

—¿Hacerme prisionera? ¿Qué eres, su novio? —Megan respondió bruscamente.

Se estremeció ante la furiosa mirada que él le dirigió.

—Soy su beta, y no hay nada que me guste más que matar rebeldes —protestó.

—Tío, sólo estaba intentando encontrar un ligue para mi amiga. Joder —dijo Megan, sorprendida de que le temblara un poco la voz.

De repente, los dedos del beta se cerraron alrededor de su brazo, apretándolo como una mordaza. La acercó a su cuerpo y la miró fijamente a la cara.

Megan sintió que el corazón se le subía a la garganta.

El beta no habló, se limitó a mirarla amenazadoramente a los ojos.

—Bien, buscaré en otra parte —dijo ella finalmente, sintiéndose extrañamente indefensa en su agarre.

—Bien —siseó él.

Y entonces, sin previo aviso, la soltó y desapareció entre la multitud de cuerpos que se retorcían llenando el club.

Megan se quedó clavada en el sitio, sin saber por qué el corazón le retumbaba a millones de kilómetros por hora en el pecho.

Estaba acostumbrada a tratar con hombres gilipollas todo el tiempo. ¿Por qué ese tipo había provocado tal efecto en ella?

—Hola —sonó la dulce voz de Myra.

Megan sacudió la cabeza y sonrió cuando su amiga se acercó con las bebidas.

No iba a dejar que un hombre como ese la asustara. Sabía que ese alfa era exactamente el tipo de Myra, e iba a llamar su atención, dijera lo que dijera el idiota de su beta.

Antes de que Myra pudiera darse cuenta de que algo iba mal, Megan urdió un plan.

Agarró a Myra del brazo y la arrastró por la pista hacia el escenario. Se acercó a una bailarina y le dio un golpecito en el muslo.

—Bendita seas, Trouble. Necesito un descanso de quince minutos.

—Perfecto. Porque es todo el tiempo que necesito. —Megan sonrió con picardía mientras la chica bajaba—. Vamos, Myra, sube.

—Espera, ¿qué? Meg...—Megan sonrió satisfecha y subió al escenario.

—Vamos. —Megan se rio mientras tiraba de Myra hacia arriba con ella.

Le hizo una señal al DJ y la música cambió de golpe.

—The bang o' the drum make the girls get down.

Pie izquierdo atrás. Pie derecho delante. Megan vigilaba la zona VIP.

—Hear it in the fields headin' straight through the town.

Culo arriba. Culo atrás.

Justo entonces, se dio cuenta de que el maleducado del beta estaba subiendo los escalones hacia el palco VIP, y comenzó a bailar con más fuerza.

—Come o'er here, baby, the game's 'bout to start.

Giro en sentido...

El beta se fijó en ella. Se apoyó en la barandilla, se quitó las gafas de sol y la miró con sus penetrantes ojos marrones.

Al instante, Megan sintió una descarga eléctrica que la recorrió como si la hubiera alcanzado un rayo.

No podía moverse. No podía hablar. Tenía la boca seca.

Sus ojos se clavaron en los de él. Sintió que el miedo la inundaba.

¿Qué estaba pasando?

Vio que el beta también abría los ojos. Le había pillado tan desprevenido como a ella.

Megan no sabía si eso la hacía sentir mejor o peor.

Su mirada se clavó en el rostro de él.

Sus ojos marrones eran brillantes, pero había algo oscuro dentro de ellos, algo que ella quería descubrir.

Y entonces, de repente, Megan oyó risitas. Parpadeó y apartó los ojos del beta.

Los hombres que bailaban delante de ella se reían y la señalaban. Debía de parecer bastante estúpida, después de todo, allí de pie mirando a la zona VIP como hipnotizada.

—Muévete, caramelito —gritó un hombre. Tenía la camisa abierta y Megan pudo ver sus abdominales relucientes de sudor.

Pero, por alguna razón, esa visión no la excitó en absoluto. Sólo se fijó en el vodka que se había tirado encima y en cómo se movía inestablemente por la pista de baile.

De hecho, ninguno de los hombres que tenía delante la excitaba lo más mínimo. No quería llevarse a ninguno de ellos a casa. Era como si todo su libido se hubiera desinflado en un instante.

¿Qué coño le estaba pasando?

—Eh, cariño, ¿estás sorda, joder? Baila para mí, zorra —volvió a gritar el hombre.

Megan parpadeó como si estuviera saliendo de un trance y lo miró.

Lo miró con desprecio y sus ojos recorrieron su cuerpo. De repente se sintió muy expuesta.

Pero antes de que pudiera bajar del escenario, el hombre ya había subido y avanzaba zigzagueando hacia ella, con una burda mueca de desprecio en la cara.

—P-para —consiguió murmurar Megan, aún sintiéndose sumida en una profunda niebla mental.

El hombre le sonrió con satisfacción, con la respiración entrecortada y hambrienta.

—Voy a divertirme contigo...

En ese instante, una nube descendió desde el palco VIP y aterrizó sobre el hombre.

Antes de que Megan tuviera tiempo de reaccionar, el beta de la zona VIP estaba encima del hombre, abalanzándose sobre él y lanzándole puñetazos.

El hombre intentaba defenderse, borracho, pero no era rival para el metamorfo.

Megan oyó un gruñido escapar de los labios del beta, y supo que tenía que intervenir, o de lo contrario podría acabar matando a ese humano.

—Para —gritó, agarrando el puño del beta antes de que pudiera chocar de nuevo con la cara del otro hombre.

Dar órdenes la hizo sentirse más ella misma de nuevo, y su cabeza empezó a despejarse.

Hasta que el beta la miró a los ojos y, de repente, se sintió tan nublada como antes.

El beta se levantó, apartó a un lado al humano que lloriqueaba y caminó hacia ella. Su rostro sólo mostraba ira.

Megan se vio obligada a igualar sus pasos hacia atrás hasta que sintió que se acercaba al borde del escenario.

El beta se detuvo y la miró fijamente.

—¿Quién eres? —siseó finalmente, con la voz llena de veneno.

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