Luna bendecida - Portada del libro

Luna bendecida

KristiferAnn Thorne

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Roman Luko es el alfa de una manada de rechazados, de repudiados, de nómadas. Un mensaje del Alfa Edward Our le pone en posición de tomar a una nueva Luna rechazada, Abigail. Una visión del Oráculo y un don desconocido de la Diosa de la Luna embarca a Roman y Abigail hacia un camino que ninguno de los dos esperaba.

Clasificación por edades: +18 (Infidelidad, muerte violenta)

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46 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Chapter 3

Capítulo 3

Chapter 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

―Somos compañeros... ¡Carson! ¡Somos compañeros! ¿Cómo pudiste hacerme esto?

Las lágrimas corrían por el rostro de Abigail mientras miraba a su compañero. Su padre y su madre estaban furiosos; su padre, Michael, guerrero de la manada Oru, no podía dejar de gruñir..

―Lo siento, Abby, ha sido un error… ―murmuró Carson, sin querer especificar que elloseran el error.

―¡Estamos apareados, y solo me marcaste hace unas pocas semanas! Lo sentí todo Carson... Lo sentí todo después de eso.

Abigail se frotó el pecho, con el estómago revuelto por los recuerdos de haber sido marcada. Habían estado esperando a que se fueran a vivir juntos después de que celebraran la ceremonia final.

¿Cómo podía estar pasándoles esto? Se suponía que, como pareja apareada, estarían juntos para siempre. Se había imaginado teniendo cachorros con Carson, estando a su lado en todo lo que la vida les deparara.

Y él la había traicionado.

Estaban en la sala de reuniones y el padre de Abigail gruñó de nuevo.

―¡Retírate, Michael! Entiendo que no estés contento. Yo tampoco lo estoy. ―Alfa Edward proyectó una advertencia suave pero firme a su guerrero más feroz.

―¿Dónde está Luna Hazel? ―preguntó Fiona, la madre de Abigail, con la cabeza bien alta y orgullosa.

Era una guerrera feroz por derecho propio. Sus ojos pasaron de los humanos a los lobos. Quería proteger a su cachorra, que había sido destrozada por la traición de su compañero.

―Estará aquí enseguida. ―Edward no parecía estar nervioso. Hazel traería a la mujer con la que su hijo se había acostado. Los padres de la chica también estarían.

Abigail olfateó el aire. Su loba olió a la loba con la que había estado su compañero; sabía que estaba acercándose. Gruñó cuando sus padres se acercaron a ella.

Podía sentir su preocupación, pero su propio dolor y su enfado eran demasiado grandes para contener a su loba un segundo más.

―Abigail, detén a tu loba inmediatamente ―ordenó Edward.

Michael se puso más tenso, mostrando los dientes, cuando se abrió la puerta. En cuanto vio al Beta de la manada, a su compañera y a su cachorra, Michael se puso en posición de combate.

Edward rugió en señal de advertencia. No podía permitir que su Beta y su mejor guerrero se pelearan.

Hazel se colocó a la izquierda de su Alfa y juntó las manos. Estaba devastada. Había estado entrenando a Abby desde que tenía catorce años, cuando todos se dieron cuenta de que era la pareja de Carson. Siete años entrenando a la chica para que fuera una Luna, para que ocupara el lugar de Hazel cuando ella y Edward se jubilaran.

Hazel quería llorar, pero tenía que mantenerse fuerte por su familia y por su manada; sabía que todo estaba a punto de implosionar. En cuanto a su hijo, apenas podía mirarlo. Había traído demasiado vergüenza a su manada.

―Beta Jacob, Tabitha. ―Edward no se dirigió a su cachorra, Taylor―. Gracias por venir.

El Beta y su compañera se inclinaron, mostrando el cuello en señal de respeto. Lo mismo hizo Taylor, que mantuvo los ojos en el suelo.

―Alfa, Luna y Carson. ―dijo Jacob―. Guerreros Michael y Fiona, Abigail. ―Inclinó la cabeza forzosamente. Era una situación tensa para todos.

El Alfa olfateó profundamente el aire, frunciendo el ceño. De repente sus ojos empezaron a brillar y todos los presentes bajaron la cabeza.

―Vuestra cachorra está embarazada ―anunció Edward.

¿Embarazada?

Un rugido salió de la garganta de Abigail cuando perdió el control y empezó a transformarse. La rabia era tan grande que sintió que iba a matar a quien se le pusiera enfrente.

Pegó un salto y el Alfa la agarró por el cuello, deteniéndola en el aire. Abigail solo pudo moverse un poco e intentó luchar contra su agarre. Un brillo apareció en sus ojos verde oscuro y su hocico se alargó, goteándole saliva al chasquear la mandíbula.

―¡Carson, llévate a Taylor y a vuestro cachorro nonato! ¡Ahora! ―rugió Edward.

Carson sintió que la sangre Alfa con la que había nacido brotaba en él en ese mismo momento. Sabía que estaba haciendo daño a Abby, pero tenía que proteger a su cachorro.

Cogió a Taylor en brazos y salieron corriendo en dirección a la casa de su familia, al otro lado de la llanura.

Jacob estaba agachado, y el padre y la madre de Abigail estaban en posición de guerreros. Abigail estaba tratando de deshacerse del agarre del Alfa.

―¡Retiraros todos! ―Edward proyectó su poder a todos los presentes.

Dejó a Abby en el suelo y ella se hizo un ovillo. Toda la manada sintió sus sollozos y su dolor. Aullidos de luto recorrieron las vastas tierras de la manada. Su propio pecho ardía y podía sentir el dolor de Hazel.

―Abigail... Mis más profundas disculpas, cariño. He pensado en ti como si fueras mi propia hija. ―Todos sintieron la pena del Alfa―. Guerreros Michael y Fiona, mis más profundas disculpas.

Inclinó la cabeza hacia ellos, una rara señal de máximo respeto. Los Alfas no se inclinaban ante los demás.

―Tengo derecho a desafiar a tu cachorro. Ha ido en contra de las leyes de la Diosa de la Luna y de la manada ―gruñó Michael.

―Es mi hijo, Michael, y está esperando un cachorro. No puedo permitirlo. ―Edward apoyó las manos en la mesa mientras se giraba hacia el Beta y su compañera.

―Beta Jacob, Tabby... Estoy seguro de que podéis entender lo devastador que es esto. Asumo que vuestra cachorra sabía que Carson estaba apareado y marcado ―Mostró los dientes mientras ambos inclinaban la cabeza.

―Sí, Alfa ―respondió Jacob.

―¿No la criasteis con los valores de la manada?

El Beta y su compañera se pusieron tensos ante la crítica a su gestión como padres.

―Tal vez sea tu hijo quien deba responder algunas preguntas. Lleva un año viéndola. Nos informó tanto a mí como a mi compañera de que iba a rechazar a Abigail cuando llegara el momento de la ceremonia de la Luna ―dijo Jacob.

―¿Que él qué? ―La ira del Alfa se disparó a través de toda la manada.

Aunque no estaban en el mismo espacio, los miembros más mayores retrocedieron y varios cachorros más jóvenes empezaron a llorar.

―No deseo causar más daño a Abigail repitiendo sus palabras ―Jacob lo fulminó con la mirada; su lobo estaba enfadado tanto con el joven Alfa como con el mayor. Su cachorra había sido deshonrada, pero juró que ella no cargaría con toda la culpa.

―Alfa Edward, me llevo a mi hija a casa. No quiero que se hable más de esta abominación en su presencia. ―Fiona no esperó a tener permiso.

Ayudó a Abigail a levantarse y se fue con ella de vuelta a su casa. Las siguieron aullidos de dolor. La manada perdía a su futura Luna.

―¡Habla ahora! ―El poder y la ira que irradiaba el Alfa hicieron que los adultos restantes se inclinaran y gimotearan.

La voz de Jacob estaba llena de ira.

―Aunque estaba emparejado con Abigail, no sentía nada por ella. Ha sentido algo por Taylor durante muchas lunas. Estaba tratando de hacer lo correcto por la Diosa de la Luna, pero sabía en su corazón que no amaba a Abby como ama a Taylor.

Edward se sentó bruscamente en su silla. Nunca había oído hablar de algo así. Hazel y Tabitha se quedaron boquiabiertas, cada una sorprendida por razones diferentes.

―Edward, debemos hacer algo. ―Hazel sostuvo la mirada de su marido―. Carson debe rechazarla, por su propia cordura y la de él.

―¡No me preocupa la cordura de tu asqueroso cachorro! ―rugió Michael―. ¡Mihija... mi cachorra está destrozada por culpa de tu hijo! ¿Le enseñaste los valores de la manada? ¿Le enseñaste el valor de un vínculo de pareja?

―Mi hija le quiere desde antes de saber que iban a ser compañeros. Todos lo vimos. Sabíamos que estaban emparejados antes que ellos.

―No lo entiendo, amigo mío ―Edward puso la cara entre las manos―. Lo siento de verdad, hermano.

Michael se dejó caer en una silla.

―Mi cachorra, Edward, la futura Luna de esta manada… Se está muriendo de angustia.

Aunque Edward obligara a Carson a vivir con Abigail y a cumplir los votos que había hecho al marcarla, su hijo nunca podría deshacer su traición. La vergüenza que había traído a la manada nunca desaparecería.

Y luego estaba el cachorro. Tenía sangre Alfa y acabaría haciéndose cargo de la Manada Oru, incluso si su madre nunca acababa siendo Luna. Todo esto era un desastre, y todo era culpa de Carson.

―Necesita rechazarlo, y él necesita rechazarla ―dijo el Alfa.

―Va a matarla, Edward... Y su celo está empezando. No podrá hacerlo hasta que se acabe.

―Lo siento, Michael. Tener una loba rechazada en celo causará una guerra en la manada para los machos no apareados. Tenemos que ponerla en una celda. Los sedaremos a ambos durante su celo.

―¡Pero tiene un compañero! ¡No debería tener que pasar por algo así! ―Michael golpeó la mesa con los puños―. ¿No ha tenido suficiente con todo lo que le ha hecho tu hijo?

Edward gruñó ante el tono irrespetuoso de su guerrero.

―¡No hay nada más que hablar!

Michael enseñó los dientes.

―Si no hay nada más que hablar, por lo menos quiero que esté encerrado pero plenamente consciente. Se merece sentir cada segundo de dolor por lo que le ha hecho a nuestra hija.

―¡Edward! ―Hazel jadeó―. No puedes hacerle eso... ¡Sería un auténtico desastre y todo por querer llegar hasta ella!

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