Me dejaste - Portada del libro

Me dejaste

Kachi Okwesa

Capítulo Dos

Coral

—¡Kim! —exclamó Coral y se secó apresuradamente las lágrimas antes de mirar a la sirvienta, que tenía las cejas levantadas, dirigiéndole una mirada interrogativa.

—Le pregunté a Nikolai lo de tu aumento para poder pagar la cirugía de tu hermano, y dijo que de acuerdo.

Parecía sinceramente aliviada, es decir, Kim. —Gracias, pero ¿por qué lloras?

Coral no estaba segura de si Kim sólo preguntaba porque se sentía en la obligación, y sacudió la cabeza desdeñosamente. —No lo entenderías.

—Estoy segura de que puedo intentarlo.

—¿De acuerdo? —Coral comenzó. ¿Por qué no intentarlo?—. Nikolai no quiere un bebé, y yo sí.

—Bueno, creo que algunas personas tardan más en hacerse a la idea de tener un bebé, y lo importante es que nazca en un hogar en el que tanto el padre como la madre lo quieran. Tendrás que esperar…

—O tal vez, en lugar de eso, podrías convocar una huelga de sexo y hablar con él de corazón sobre el tema. No creo que hablar de ello antes del trabajo sea la mejor opción —dijo Kim.

Coral exhaló y se quedó mirando a la nada. No podía esperar a que Nikolai estuviera listo.

—Gracias por el consejo, Kim, realmente lo aprecio.

—Eres... —empezó a decir Kim, pero fue interrumpida

—Kim, discúlpanos, por favor —dijo Nikolai, entrometiéndose en su conversación. Miró a Coral y ella apartó la vista.

Se preguntó qué diría de su confidencia. Nada bueno, eso esperaba de él.

—Sí, señor. —Kim cogió su plumero de la encimera y salió de la cocina, echándole una rápida mirada a Coral.

—Nena... —Nikolai dijo en voz baja, pero su voz profunda hizo que sonara firme.

—No quiero oírte, ni siquiera confías en mí —dijo Coral, apartando la mirada de él y saliendo por la puerta.

Nikolai la cogió de la mano y tiró de ella contra él.

—Por favor, suéltame.

Nikolai apoyó las manos en las caderas de ella y luego enterró la cara en el pliegue de su cuello, susurrando: —Claro que confío en ti.

—Nikolai, déjame. —Ella volvió a forcejear.

—Cálmate, mi amor. No quería hacerte llorar, lo sabes. Lo siento mucho, no era mi intención, perdóname —dijo.

—Por favor —añadió; casi se podía oír el mohín en su voz.

Coral gimió y lo miró. —Eres un idiota, ¿lo sabes? —Un maldito idiota

Nikolai sonrió cuando Coral le agarró la cara y apretó los labios contra los suyos. Sus manos bajaron hasta su culo por acto reflejo y lo agarró con firmeza, tirando de ella hacia arriba.

Instintivamente, Coral le rodeó la cintura con las piernas, y sintió una ligera presión en los pantalones que lo delataba.

Apartó sus labios de los de ella. —Me parece que estoy excitado.

—Pero creía que llegabas tarde a una reunión, señor —dijo en tono casi burlón.

Nikolai se echó a reír. —Llegados hasta aquí, creo que el trabajo puede esperar.

Ella le besó. Fue como si fuera la primera vez que se besaban, una y otra vez, cada vez que se besaban.

Subieron las escaleras hasta el dormitorio. Nikolai cerró la puerta y echó la llave. Para que no hubiera interrupciones.

—Nena, lo que me haces debería ser delito —murmuró, besándole el cuello mientras la tumbaba en la cama.

Nikolai se quitó rápidamente la chaqueta y luego la corbata. Coral se arrastró hasta él para ayudarle con la camisa. Muy pronto, Nikolai estaba dándole placer a Coral con embestidas lentas, profundas y duras.

Cuando terminaron, Coral se tumbó en la cama con el edredón sobre el pecho mientras Nikolai se vestía para ir a trabajar por segunda vez, con ropa diferente. Cuando estuvo listo, besó a Coral en la frente.

—Te quiero —susurró.

—Yo también te quiero —susurró ella secamente.

—Bebe un poco de agua, y tal vez puedas ir de compras con Mery hoy.

Casi puso los ojos en blanco. Ella era infeliz; él lo sabía, pero no hacía nada al respecto.

Nikolai abrió su cartera, sacó su tarjeta de crédito y se la entregó. —Date el gusto. —Sonó su teléfono y lo miró—. Es del trabajo. Cogió su maletín y salió de la habitación.

Coral miró la visa platino. No era la primera vez que se la daba, pero iba a ser la primera vez que la usara.

Tras un largo baño en el jacuzzi, Coral llamó a sus amigas Mery y Alice para que pasaran el día con ella.

Nikolai

A pesar de que Nikolai y Coral eran una pareja feliz con todas las cosas buenas de la vida, Nikolai no estaba preparado para tener un niño hispano-italiano correteando por la mansión, buscando la atención en todos los lugares posibles.

Para él, eso era exactamente lo que era un niño: un monstruo chupa-atención. Tal vez por eso sus padres no lo habían querido.

La idea general de tener una familia le resultaba agradable, pero la idea de tener que compartir a Coral era la parte que lo inquietaba. Sólo la quería para él, por el momento. Y quería que ella lo entendiera.

Coral

—Señora Giovanni, sus amigos están aquí. Están en el vestíbulo —anunció Delilah, otra sirvienta, desde el otro lado de la puerta.

—Diles que ahora mismo voy.

—Sí, Sra. Giovanni.

Coral se dio el último toque de maquillaje y se levantó. Iba vestida con un mono de encaje y sandalias doradas. Bajó corriendo las escaleras hasta encontrarse con las dos mujeres al final de las mismas.

—Me alegro de que hayáis podido venir con tan poca antelación.

—Me ausentaría hasta de un funeral para venir a cotillear contigo —dijo Alice. Coral se echó hacia atrás ante su... extraña respuesta. Mery respondió poniendo los ojos en blanco.

Alice cogió su bolso de una mesa de marfil que había delante de una gran foto de Nikolai y Coral. En la foto, Nikolai besaba juguetonamente la mejilla de Coral y Coral sonreía ampliamente.

—Mery, ¿qué es eso? —susurró.

—Esta chica me enferma, pero me alegra poder pasar tiempo contigo. Ha pasado una eternidad... parece que prefieras a Nikolai antes que a mí.

—Vamos, eres mi mejor amiga. Nikolai es mi marido y es muchas cosas, pero nunca podrá reemplazarte. Es un chico, los chicos tienen piojos.

Mery soltó una risita. —¿Es ahora cuando nos besamos?

—Cállate —dijo Coral juguetonamente.

—Creo que ir de compras, comer y darnos un masaje será suficiente. ¿Qué os parece? Invito yo.

—Eso suena genial —contestaron Alice y Mery.

***

—Vaya, Paulina, tienes las manos de una diosa —medio gimió Coral.

—¿Cómo está Nikolai últimamente? Hace mucho que no sé de él. ¿Cómo va tu matrimonio? —preguntó Mery.

—Bueno, tenemos algunas peleas, pero nada del otro mundo. Sólo quiero que sea feliz, ¿sabes?

—Bueno, y por lo que parece lo haces realmente bien —comentó Alice.

—¿Puedes creer que pensó que me estaba dejando de tomar las pastillas anticonceptivas a propósito para poder tener un hijo a sus espaldas? La verdad es que está empezando poco a poco a ponerme de los nervios.

—Pero te lo compensó, ¿no? —preguntó Mery con aburrimiento en el tono, mirándola mientras otra mujer le masajeaba la espalda.

—¿Cómo lo sabes?

—Bueno, desde aquí puedo ver marcas de arañazos y un chupetón medio camuflados, así que ¿a quién intentabas engañar: a Alice y a mí o a los masajistas?

—¡Mery! —Exclamó Coral y luego se sonrojó—. ¿Ya han llegado los resultados? —Mery se burló y la ignoró—. ¿Mery?

Hace una semana Coral se hizo una prueba y pidió que la enviaran a casa de Mery.

—¿Qué? —Mery respondió torpemente.

—Contéstame.

—No serás feliz.

—¡Joder, Mery, contéstame!

—Estás embarazada.

Coral levantó la vista alarmada. —¿Qué?

—Estás embar...

—Ya te escuché la primera vez, Mery. ¿Cómo es posible?

—Bueno, cuando una mamá pato y un papá pato se quieren mucho, tienden a expresar este amor de una determinada manera llamada....

—Mery, cállate. Dios mío, ¿cómo voy a decírselo a Nikolai?

—Bueno, tenéis una vida sexual muy interesante. Vivek y yo no tenemos prácticamente sexo nunca, ya que casi siempre está fuera del país, tú y Nikolai, en cambio, tendéis a hacerlo todos los días.

—Se va a enfadar.

—Bueno, eso es lo peor que puede pasar. No va a divorciarse de ti ni decirte que abortes: te quiere. Sólo explícaselo.

—Va a insultarme y a sacar a relucir innumerables razones por las que me quedé embarazada sin su consentimiento.

—Y tú entonces contraatacarás diciéndole que las píldoras anticonceptivas no son cien por cien infalibles. Luego podrás insultarle a él también.

—Alice, ¿tú que opinas? —preguntó Coral.

— Estoy de acuerdo con Mery, tienes que decírselo. ¿O acaso planeas abortar antes de que se te note?

Coral mantuvo la boca cerrada.

—¿Y bien?

—Pensé que mi silencio era respuesta suficiente.

—No, Coral, no lo era. De todos modos, como no piensas abortar, tendrás que decírselo a Nikolai antes de que se entere. O las cosas se pondrán feas.

—¿Cuándo debo decírselo?

—Durante la cena —respondieron simultáneamente las dos mujeres.

—Con mucho vino. Para él, por supuesto, ya que tú estás embarazada —dijo Alice con una risita.

—Y tacto —añadió Mery.

—Hablando del rey de roma, Nikolai te está llamando ahora mismo —dijo Alice y volvió a su masaje. Los ojos de Coral se abrieron de par en par.

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