Quincy atrapada - Portada del libro

Quincy atrapada

Nicole Riddley

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Quincy es una humana que vive en una manada de hombres y mujeres lobo que la odian. Incluso su propia madre la considera un error producto de una borrachera. Quincy huye con el objetivo de llevar una vida normal entre humanos, pero entonces conoce al prínicpe Caspian. No es humano, tampoco es un lobo... ¿Qué es? Lo único que Quincy sabe es que es el tipo más guapo que ha visto nunca, y él parece pensar lo mismo de ella. Pero provienen de mundos muy diferentes...

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55 Chapters

Prólogo

Príncipe Caspian Romanov

^Palacio de Banehallow, Rusia ^

Mi ayudante de confianza, François, me sujeta la bata mientras me deslizo fuera de mi desordenada cama. Unas piernas largas, enredadas, y unas manos con las uñas perfectamente cuidadas asoman por debajo de la sábana.

—Despiértala y haz que Beckett la lleve a casa —le digo a François mientras me cubro con la bata.

—Su Alteza... ¿A dónde cree que va? —dice una aterciopelada y seductora voz desde la cama.

Un segundo más tarde, su rostro somnoliento, con mechones de pelo castaños , emerge de debajo de la manta.

—Me voy a la cama. Tienes que irte a casa —digo secamente, dispuesto a marcharme.

—Pero, Príncipe Caspian, ya estamos en la cama. Quiero decir, estabas...

Sin nada de ropa, se escabulle de la cama y se acopla a mi espalda. Sus manos comienzan a recorrer mi pecho y mi región inferior.

François ni siquiera pestañea. Ya ha visto todo esto antes.

—Vuelve a la cama y haré a Su Alteza muy, muy feliz. —Sus dedos se vuelven más audaces.

Le quito las manos de encima y me vuelvo a atar la bata. Normalmente no necesito decirle a la gente dos veces lo que tiene que hacer.

—¿Por qué no podemos pasar toda la noche juntos? —Puedo notar sus pucheros detrás de mí. Se está volviendo empalagosa, y eso a mí no me va nada—. ¿Por qué no puedo dormir en tu cama?

No, no se acercará a mis aposentos privados.

—Anoche fue magnífico, mi príncipe.

Por supuesto, para ella. Yo, después de haber estado dos veces con ella, ya estoy aburrido. Es preciosa, la mayoría de las mujeres licántropos lo son, pero esta será la última vez que ponga un pie aquí.

—¿Qué hora es, François? —le pregunto a mi asistente mientras me pongo las zapatillas antes de salir de la habitación.

—Son casi las cuatro de la mañana, Su Alteza —responde tras echar un vistazo a su reloj de bolsillo.

—¡Príncipe Caspian! Por favor... —Oigo su voz quejumbrosa detrás de nosotros.

—Asegúrate de que se vista. Luego acompáñala fuera —le digo, aunque sé que no necesita esa instrucción.

—Me aseguraré de que salga antes de que alguien la vea o de que la reina se entere —responde.

Asiento con la cabeza, aunque no me importa que mi madre vea mi última conquista. De hecho, es mejor que lo haga. Dejo de caminar. —¿François?

—¿Sí, Su Alteza?

—Asegúrate de que salga por la por la entrada principal —le digo. Mi sonrisa se amplía. Mamá se enterará de esto.

—Eres un idiota, ¿lo sabías? —dice mi primo Constantine después de escuchar mis indicaciones.

—Oh, ya lo sabe —murmura Lazarus.

Mis hombros se relajan y mi estado de ánimo mejora drásticamente al encontrarme con mis amigos de confianza.

He llegado al ala este del palacio donde puedo ser yo mismo. Donde están los miembros de mi manada. Mi familia.

Como príncipe heredero, aprendí muy pronto y por las malas que no se puede confiar en todo el mundo.

Todos quieren algo de mí. Los pocos amigos de confianza que tengo, los mantengo.

Lazarus es mi tutor y mi jefe de seguridad. También resulta ser el primo de Constantine por parte de su madre.

Llevamos siglos juntos. Todos tenemos la misma altura, alrededor de 1,80 metros, pero Lazarus, al ser uno de nuestros mejores guerreros, es más corpulento.

—¿Qué hacéis vosotros dos fuera de la cama a estas horas? ¿No tenéis que complacer a vuestras compañeras?

Ambos han encontrado a sus parejas o más bien a sus “erasthai”, como las llamamos nosotros los licántropos. Bastardos afortunados.

Sus compañeras también forman ahora parte de nuestra pequeña manada. Lazarus encontró a su erasthai, Serena, hace más de sesenta años.

Constantine reclamó a Genesis hace tres años. Tanto Serena como Genesis son como hermanas para mí.

—Genesis está acompañando a Penny al aeropuerto mientras hablamos —responde Constantine.

—¿Qué? ¿Ya? —le pregunto—. ¿Mi Beany ni siquiera esperó para despedirse? No dijo nada de irse anoche.

Penny, o Beany como yo la llamo, es la mejor amiga de Genesis. Hemos descubierto que es la erasthai del comandante Darius Rykov, uno de nuestros mejores amigos.

Hemos llegado a aceptarla como una de nosotros, aunque todavía no la ha reclamado, para nuestra frustración.

Es digna de confianza, leal y fuerte... aunque con muy poco carácter. Disfruto haciéndola enfadar.

—Algo debió ocurrir anoche para que se fuera. No quiso decir qué, pero parecía bastante alterada —explica Constantine.

—Darius mencionó que quería marcar a alguien más —replica Lazarus.

—¡Entonces es un tonto! —gruño. No puedo creer que se le ocurra marcar a otra persona cuando ha encontrado su erasthai.

—No te involucres —advierte Lazarus. No puedo prometerle nada.

—Sí, ya tienes suficientes problemas, Caspian —coincide Constantine.

—Va a arder Troya cuando la reina se entere de tu última indiscreción. Sacar a esa hembra por la entrada principal, nada menos.

Constantine sacude la cabeza ante mi nueva maniobra. —Troya va a explotar.

—Oh, cuento con ello.

Sonrío y abro la puerta al llegar a mi dormitorio. Me despido rápidamente de ellos antes de desaparecer en el interior. Espero que todo estalle.

***

Siempre hay tensión entre Madre y yo. Como príncipe heredero, tengo la responsabilidad de aparearme y ocupar el trono de mi padre.

Mi madre, la Reina Sophia, ha dejado clara su elección a favor de Lady Celeste, la hija de uno de sus mejores amigos.

Olvida la idea de que pueda encontrar a mi erasthai. Cree que mi deber es marcar a Lady Celeste y sé coronado como rey.

Como licántropos, nacemos unidos a alguien. Nuestra erasthai. Nuestra fuerza vital.

Reclamada por nuestra alma. Capaz de encajar aún más física, mental y espiritualmente una vez que la marcamos y la reclamamos como nuestra.

Puede que sea algo mujeriego, pero cuando has vivido durante cientos de años, buscando, la soledad te atrapa.

Sé que ninguna cantidad de encuentros sin sentido puede hacerme sentir completo.

Todas las mujeres con las que me enrollo saben lo que hay. Son en su mayoría chicas de la alta sociedad. Y definitivamente, no son vírgenes ruborizadas. Saben lo que les espera. Sólo un poco de diversión.

Aun así, algunas se vuelven empalagosas. La mayoría esperan ser la próxima reina.

Me niego a marcar a cualquiera. Marcar a cualquier otra persona nunca satisfará mi alma. Ni siquiera Lady Celeste. Algún día encontraré a mi erasthai. Necesito encontrarla.

Como era de esperar, Troya explotó. Mi madre y yo tuvimos una gran discusión esa misma mañana.

La discusión me hizo destruir algunas partes del palacio, incluida mi propia alcoba.

La pelea tuvo también el resultado esperado: mi padre, el Rey Alexandros, me animó a tomarme un descanso.

Eso significa que soy libre de alejarme del Palacio de Banehallow y de Rusia durante unos años. Tengo un plan.

—Vamos, Red, lanza el dardo de una vez —le insisto a Genesis después de que mi último dardo caiga en algún lugar del lago Hurón.

Sí, así es. Mi gran plan es lanzar un dardo sobre el mapa para saber dónde ir a pasar los próximos años.

—Esto es estúpido, Caspian. ¿Un dardo? ¿De verdad? ¿Por qué no podemos elegir una buena universidad que ofrezca un buen programa que nos guste, solicitarlo como hace la gente normal y simplemente ir?

Aburrido.

—Esa una forma estúpida de hacerlo. Además, esto es más divertido —digo—. Mira, la última vez que lo hice, terminaste conociendo a Constantine. ¿Sigues pensando que es estúpido?

Al menos pienso ir a la universidad en vez de a un instituto como la última vez. Esta gente debería estarme agradecido. ¿Dónde está la gratitud?

—¡¡¡¡Vaaaale!!!! ¡Dame esa cosa! —exclama molesta.

Veo en su mirada que preferiría clavarme ese dardo en la frente. Oh, Red.

Sé que le molesta que la llame Red, pero con su característico pelo rojo y su locura, encaja.

—¿Le dijiste a todos los demás que así es como decides dónde pasarán los próximos años de sus vidas? ¿Lanzando un dardo a un mapa?

Cierra los ojos y se prepara para apuntar.

—¡No! Eres la única a la que le he contado mi pequeño secreto. Deberías sentirte honrada, Red.

El dardo vuela por el aire y aterriza justo en el borde de los Estados Unidos. Cerca del océano.

—¡Eso es! El dardo ha hablado. Haz la maleta, Red. Nos vamos a California.

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