Universidad de hombres lobo - Portada del libro

Universidad de hombres lobo

Brittany Carter

Capítulo 2

DAX

Mi lobo estaba ansioso. No es que no hubiera estado ansioso al comienzo de cada semestre durante los últimos tres años. Pero sabía por qué se sentía tan ansioso, porque yo también lo estaba.

Iba a empezar mi último año y esta era mi última oportunidad de encontrar a mi pareja. Las posibilidades de volver a casa para hacerme cargo de la manada de mi padre después de la graduación y encontrarla allí eran escasas.

Esta era la única razón de ser de esta universidad. Aprenderlo todo sobre tu posición en la manada, encontrar a tu pareja y graduarte. La espera no había sido nada fácil para mí.

Ver a todos los otros lobos, los alfas, emparejarse y dejarme solo era como una tortura.

Me pasé la palma de la mano por la cara y le di un trago a la cerveza que me ofreció uno de los otros alfas. El zumbido de las voces de abajo hizo que mi lobo se moviera de un lado a otro.

—¿Quieres calmarte? Me estás poniendo nervioso —murmuré. Pero ni siquiera me escuchó.

Nunca escuchaba. Formaba parte de ser un alfa: tu lobo tomaba las riendas la mayor parte del tiempo, y tú lo seguías por no tener otra opción.

Kayden, mi mejor amigo, se deslizó en la silla junto a mí y me dedicó esa estúpida sonrisa cursi por la que era conocido. —Puedo sentir tus nervios desde aquí, amigo. Ella va a estar abajo. Cálmate, fiera.

Le metí un codazo en las costillas y me levanté. —¿Cuándo vamos a empezar? Quiero terminar con esto ya.

Kayden miró a la entrada donde estaba Landon, el presidente de la fraternidad de los Alfas. —Estamos listos.

Un hormigueo me recorrió la nuca cuando iniciamos nuestro cantico y bajamos las escaleras. Las chicas, nuevas y viejas, asaltaron el vestíbulo, esperando encontrar su destino.

Di el último paso, ignorando los chillidos de las chicas al encontrar a sus compañeros, y me quedé quieto. Ese olor... era ella.

Mi mirada recorrió las chicas, algunas de ellas habían sido lios de una noche y otras eran de primer año. Ninguna de ellas era ella. Me adentré en la multitud y todas se separaron para mí.

Olía a hierba recién cortada, a un día de verano. Era casi demasiado para que mi lobo lo soportara. Sus garras y gruñidos dentro de mí hicieron que mi cerebro se disparara.

Necesitaba llegar a ella antes de que estallara de necesidad. La localicé segundos después, en un rincón del asól, con su teléfono, como si la Fiesta Alfa no existiera para ella.

Pero no me importó.

Me acerqué hasta quedar a centímetros de la mujer con la que pasaría el resto de mi vida. Su pelo oscuro estaba trenzado contra su hombro. La suave curva de sus pechos se hundía en una cintura que quería rodear con mis brazos.

Levantó la vista segundos después. Su teléfono cayó al suelo y se rompió contra la baldosa. Su ritmo cardíaco se aceleró al verme. Pude ver la sorpresa y la confusión en su rostro, lo que me irritó aún más.

—¿Puedo ayudarte? —me preguntó, con una voz suave como la miel pero densa como el chocolate.

La comisura de mi boca se levantó, divertida. No parecía estar impresionada por mí y a mi lobo le encantaba. Había algo en su desafío que lo excitaba.

Su mirada de color avellana se detuvo detrás de mí, en nuestro público, y un rubor subió por su cuello hasta sus mejillas. No podía aguantar ni un minuto más sin tocarla. Me acerqué y deslicé la palma de la mano sobre su nuca.

Su suave piel encendió un fuego por las yemas de mis dedos que se fundió en mi alma.

—Mía —susurré.

Su reacción de golpear sus puños contra mi pecho me sobresaltó, pero no la solté. Había esperado demasiado tiempo para esto...

Una niña pequeña se asomó por encima de mi hombro. Supuse que era su compañera de cuarto o alguien que conocía. —Savannah, este es Dax...

Savannah. Su nombre me rodó por la lengua, pero me lo tragué, sin querer decir nada que la asustara. Parecía que se asustaba fácilmente.

—No me importa quién sea. ¡Suéltame! —gritó.

Mi lobo gruñó. Quería besarla, borrar sus dudas y ahogarla en esa necesidad que me recorría. ¿Por qué ella no sentía lo mismo?

¿Me lo estoy imaginando porque ansío demasiado el vínculo de pareja?

De ninguna manera. No había manera de que me lo estuviera imaginando.

—No sabe nada —dijo la niña pequeña que estaba a mi lado.

Miré su cara de elfo y volví a mirar a Savannah, que parecía confundida. ¿No sabía nada de los compañeros? ¿O de los hombres lobo? ¿Por qué estaba aquí?

Una suave risa salió de mi pecho.

—Bueno —dije—. Esto se va a poner interesante, Savannah.

Su mirada se dirigió a mi boca, y apreté ligeramente mis dedos contra su piel antes de inclinarme hacia ella. —Soy tu compañero.

Savannah me miró como si tuviera dos cabezas. Definitivamente no había oído hablar de los compañeros antes. Un repentino silencio inundó la casa de la fraternidad, y miré hacia atrás para ver a todo el mundo mirándonos.

En los tres años que llevaba aquí, no había ocurrido nada parecido. Todo el mundo sabía lo de los compañeros y los hombres lobo. ¿Por qué ella no?

Al ver que había desviado la atención de ella, levantó el codo y lo golpeó contra mi antebrazo, apartando mi mano de la suya. Pasó corriendo por al lado de su amiga y salió de la casa antes de que yo pudiera parpadear.

Definitivamente tenía en don de la velocidad.

—Deberías ir a por ella —susurró su amiga. La miré y se encogió de hombros—. Tal vez, quiero decir, si quieres.

Oh, y tanto que quería, pero no estaba seguro de que fuera una buena idea. Mi parte racional decía que le diera tiempo, y mi lado irracional, mi lobo, decía que fuera a reclamar lo que era suyo.

Kayden me palmeó el hombro. —¿Qué fue eso? —me preguntó al oído.

Miré por encima suyo, viendo a una pequeña loba de pie junto a él, con una gran sonrisa en su rostro. —¿Es tu compañera? —pregunté.

—¡Stephanie! —dijo, ofreciéndome su mano. Era guapa, con el pelo rojo oscuro y la nariz pecosa. Kayden la miró con orgullo y una pizca de celos me recorrió.

—Supongo que la chica que salió corriendo como si no hubiera un mañana es tu compañera —dijo Kayden.

Refunfuñé por lo bajo y miré a su compañera de habitación que estaba a mi lado. —¿Por qué no lo sabe?

Se encogió de hombros. —No lo sé, en realidad. Dijo que la había criado su abuela. Creo que eso tiene algo que ver.

Kayden empujó su hombro contra el mío. —Tienes todo el semestre...

—Lo dice el tipo que tiene su pareja a su lado —protesté—. No lo entiendo. ¿No sabe que es una loba?

Kayden frunció el ceño. —No lo sé. Tal vez sí, tal vez no. ¿Lo sabríamos nosotros si no nos hubiéramos criado en una manada?

No conocía esa respuesta. Mi teléfono vibró en mis vaqueros y lo ignoré. Recordé que se le había caído el teléfono, así que busqué hasta encontrarlo.

Pulsé el botón lateral y apareció una foto de ella en brazos de un tipo. Mi lobo se puso furioso. Quería sangre. Yo también. ¿Quién era ese imbécil?

Su compañera de cuarto lo miró y se encogió de hombros.

—¿Sabes quién es?

—Dijo que era su novio.

—Al diablo —escupí—. Tengo que hablar con ella. Alguien, alguno de los profesores, debería explicárselo todo. ¿Saben siquiera que está aquí a ciegas?

Me abrí paso entre la multitud y salí corriendo de la casa. El profesor Braxton vivía en el campus, y yo tenía una conexión con él ya que provenía de la manada de mi padre. Kayden gritó tras de mí, pero lo ignoré.

Mi lobo suplicaba que lo dejara salir, pero me resistí. Necesitaba entrar en razón y conocer la opinión de otra persona. La luz de casa de Braxton estaba encendida cuando golpeé la puerta.

Salió sin camiseta, claramente estaba durmiendo, pero eso no impidió que me invitara a pasar. —Dax, ¿va todo bien?

Atravesé la puerta y tomé asiento en la pequeña mesa de su cocina. El olor de su compañera estaba allí, pero podía oír sus ronquidos en el pasillo.

Se revolvió el pelo gris y me miró. —¿No has encontrado a tu pareja?

Me burlé, frotando las palmas de las manos contra mis muslos aligerando la necesidad de llegar a ella. La quería ahora.

—Oh, la encontré, pero no sabe nada, Braxton. Ella... no conoce nada de los compañeros. Su compañera de cuarto la llevó a la Casa Alfa esta noche. La quiero, y ahora me tiene miedo.

La sorpresa recorrió su rostro. —¿Estás emparejado con Savannah Harper?

—¿Cómo sabes su nombre?

Braxton se sentó frente a mí. —A los profesores nos dijeron hace años que estaría aquí este año. Sus padres murieron y su abuela no sabe nada de que es una loba.

Nos han dicho que la introduzcamos suavemente en todo. Uno de los profesores está asignado para hablar con ella mañana.

Estoy sin palabras.

—¿Cómo que no sabe que es una loba?

Se encogió de hombros. —Nunca se lo han dicho. Fue criada por una humana y eso es lo que cree que es: una humana.

Me mordí el labio inferior, recordando la foto de su novio en su teléfono. —Tiene novio. Si viene aquí, le arrancaré la cabeza.

Braxton se acercó a la mesa y me dio una palmadita en la mano. —Tienes que calmarte, Dax. Todo irá bien.

Deslicé la palma de mi mano por mi cara. —Todo el mundo ha visto lo de esta noche. Mañana seré la comidilla del campus.

Braxton se rió. —Todo saldrá bien. Se irá introduciendo poco a poco en todo. Ten paciencia.

Me burlé. —Llevo teniendo paciencia durante años, Braxton. Ahora tengo a una compañera que ni siquiera sabe que es una maldita loba.

—Pronto lo hará.

***

Al día siguiente, todo el mundo me miraba fijamente en el campus. Sentí el impulso de enfrentarmes a todos ellos, pero me conformé con lanzarles una mirada de reojo.

No pude concentrarme en ninguna de mis clases, ni siquiera en la de lucha. Me tiraron al suelo demasiadas veces para contarlas. Mi mente estaba absorta en ella. ¿Vendría hoy a clase?

Después de la noche anterior, no estaba seguro de que lo hiciera.

Quedé con Kayden para comer en la cafetería y mis sentidos captaron su olor. Estaba con su compañera de cuarto en una mesa de la esquina, junto a un tipo que no conocía.

Los celos me asaltaron. Odiaba ese sentimiento, pero no podía detenerlo. Kayden me clavó el codo en las costillas. —Amigo, cálmate. Puedo sentir tu ira desde aquí. Estoy seguro de que el chico es sólo un beta tratando de ligar con su amiga.

La observé atentamente, notando que la miraba desde el otro lado de la sala. Llevaba el pelo suelto, así que no podía verle la cara, pero sus hombros se movían como si se estuviera riendo.

Kayden hizo un gesto hacia el grupo de jugadores de fútbol de la esquina, pero no lo seguí. Me dirigí hacia su mesa como un loco.

Ni siquiera me detuve cuando Kayden me llamó. Mi lobo estaba fuera de control, y me empujó a ir hacia ella. Ella levantó la vista cuando me detuve frente a su mesa, y sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Está ocupado este asiento? —pregunté.

Abrió la boca para hablar, pero su compañera de cuarto le dio una patada por debajo de la mesa. —No, está libre.

Miré fijamente al beta sentado junto a Jaka. Tragó con fuerza y comenzó a mover su comida por el plato.

—Vete —le ordené.

Eso no le gustó.

¿Por favor? —dijo ella, con su sensual voz—. Y no te invité a que te sentaras con nosotras. Después de la muestra pública de afecto de anoche, no sé si quiero que estés aquí.

Mis dedos se apretaron alrededor de mi plato. Quería alcanzarla y callarla con mi boca. Demostrarles a todos en la cafetería que se trataba de mi compañera y que no podían tocarla.

Pero no podía hacerlo. Tenía que tomármelo con calma, como me sugirió Braxton. Apreté los dientes y me senté de todos modos, obligándola a echarse a un lado. Murmuró por lo bajo, pero me hizo hueco.

Su olor volvió loco a mi lobo. Aulló y me rogó que la besara. Cerré los ojos. Para, ahora.

—Dax, este es Johnathon —dijo Jaka.

Lo miré pero ninguno de los dos habló. No era que los alfas se creyeran mejores que los betas, pero no me gustaba que estuviera sentado aquí.

Jake se aclaró la garganta. —¿Qué clases tienes después de comer? —le preguntó a Savannah.

Sus cejas se hundieron. —No estoy segura. Mi asesora me ha anotado unas cosas muy extrañas. ¿ Luna 101? ¿Qué es eso?

Jaka y Johnathon se miraron de reojo. Ambos sabían que ella no tenía ni idea. Quería decírselo, casi lo hice, pero entonces su teléfono zumbó en mi bolsillo. Había olvidado que lo tenía.

No pude entrar en él, pero pude ver que un tal Trent le había estado enviando mensajes a cada hora en punto. De mala gana, saqué el teléfono de mi bolsillo y se lo di. —¿Esto es tuyo?

Su mirada color avellana se encontró con la mía y noté que un escalofrío recorría su cuerpo. Sentía algo, pero no sabía el qué.

—Sí, gracias. Trent probablemente esté muerto de miedo.

Cogí mi vaso y me tragué el café de un sorbo, sintiendo mi garganta repentinamente seca. —Lo de Trent no va a durar —murmuré.

Savannah me miró mal. —¿Por qué estás aquí? Anoche me atacaste con no se que estupidez de compañeros y ahora estás aquí intentando dictar mi vida. Vete a la mierda.

Mi lobo se enfureció.

Me mordí la lengua hasta notar el sabor de la sangre en mi boca. Me giré para mirarla, esperando a que encontrara mi mirada.

—No tienes ni idea de lo que estás diciendo, y te prometo que antes de que te des cuenta, tendré esa lengua viperina tuya rogándome que la pruebe.

No se poqué lo dije. No pude evitarlo.

Sus ojos se abrieron de par en par y oí cómo rechinaban sus dientes. —Bastardo pretencioso —dijo, lanzándome su café a la cara.

Me heché hacia delante y atrapé su mandíbula con la palma de mi mano. Mis labios se acercaron peligrosamente a los suyos. —Te vas a arrepentir de eso, preciosa...

—Daxton.

De mala gana, solté su boca, amando la forma en que su pecho se agitaba ante mi contacto, y me giré para ver a Braxton mirándome con dureza. Me di cuenta de que la señora Jamieson estaba de pie junto a él, mirándome con los ojos muy abiertos.

—¿Savannah Harper? —preguntó.

—Sí, yo misma —murmuró.

—Soy tu asesora y creo que tenemos que hablar.

Me levanté para dejarla salir, notando cómo evitaba tocarme, y la vi alejarse sin mirar atrás.

Braxton me agarró por la nuca. —Te dije que te lo tomaras con calma. Vas a provocarleun ataque al corazón a la chica. Cómete el almuerzo y cálmate.

Miré a Jaka antes de salir de la cafetería. Necesitaba salir a correr después de estar tan cerca de ella.

No era así como me imaginaba que empezaría el semestre.

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