El bombero sexy

MADISON

Se deslizó dentro mío más rápido de lo que pude prever. Un siseo escapó de mis labios mientras balbuceaba en mi cuello.

No tenía nada a lo que aferrarme, y mis manos no tuvieron más remedio que rodear su cuello mientras él me levantaba, moviéndome arriba y abajo. Apenas podía respirar, y mis dientes se hundieron en su hombro cuando nos convertimos en uno.

Mis gemidos se hicieron más fuertes cuando su entrepierna presionó mi clítoris, frotándolo con cada embestida. Se sentía mejor de lo que jamás había imaginado y, mientras gemía su nombre, se rió contra mí.

—¡Ssshh, Madison! —me ordenó, levantándome.

Temblaba cuando se sentó en su sitio y me arrastró hasta su regazo. Lo empujé dentro de mí con avidez, sin importarme ya quién pudiera oírme. Rowan me miró con sus ojos verdes brillantes y me abrió la blusa de un tirón.

Yo hice el puto abecedario con mis caderas, mi orgasmo recorriendo mi cuerpo mientras su boca voraz se daba un festín con mis pezones. Cuando se produjo mi explosión, mi vicio apretando su carne, ahogó mis maldiciones incoherentes, agarrando mis caderas.

—¡Rowan, tenemos una llamada! —retumbó una voz, de modo que me levanté de un salto y me bajé la falda, todavía jadeante. Rowan se puso los pantalones en posición, estirando la cabeza para llamar a Stu.

—¡Ya voy! —gritó Rowan, mirándome mientras terminaba de abrocharme la camisa—. Mads, tienes que irte. Iré después del trabajo.

Se bajó de un salto y me levantó por la cintura. Me besó con fuerza en la boca, y al instante nos recorrimos con las manos.

—Grrr. ¡Vamos, mujer!

Me abotoné la camisa y me recogí el pelo, atándolo con el elástico. Mis bragas estaban empapadas y necesitaba desesperadamente una ducha.

Cuando sonó la sirena del camión de bomberos, cerré la puerta del coche. Me recosté contra el asiento, exultante.

No puedo esperar a verlo de nuevo.