Invitaciones irresistibles - Portada del libro

Invitaciones irresistibles

S.S. Sahoo

Capítulo 2

JULIETTE

—¡Em-Emmett... ! —grité su nombre en estado de shock. La cabeza me daba vueltas, pero conseguí serenarme por el bien de Emmett.

—¡Emmett! —grité mientras corría hacia él, esquivando con éxito a Zachary.

—¡Emmett! —Le sujeté la cara con las manos. Tenía los ojos cerrados y miré hacia abajo y vi que le salía sangre del abdomen.

—¡Emmett! Abre los ojos. Por favor. —supliqué y lloré mientras él yacía allí, inconsciente.

—¡Juliette! —Oí que alguien me llamaba. Me di la vuelta para ver a Jace gritándome mientras le sujetaba un hombre.

—¡J-Jace! Mira lo que le ha pasado a Emmett. ¡No abre los ojos! —grité.

—¡Juliette! —me gritó Kiara, mirándome.

—¡Kiara! ¡Mira lo que acaba de pasar! —grité, sujetando la cara de Emmett.

—Emme...

Zachary me cortó, gritando: —¡Basta! —Me agarró del brazo y tiró de mí. Luché contra él para liberarme.

—¡Suéltame! —grité.

—Te vienes conmigo —dijo, inexpresivo, antes de arrastrarme con él.

—¡Juliette! —Oí a la gente gritar mi nombre.

—¡Déjala! —gritó Kiara.

—¡Déjame! —grité aún más mientras él ignoraba mis súplicas y me arrastraba hacia la salida.

—¿Adónde me llevas? ¡Suéltame! —grité mientras continuaba peleándome por liberarme de él.

—¡Juliette! —Oí a mi padre gritando.

Volví la vista hacia ellos y los vi llorando por mí. Mis ojos se posaron en la figura inconsciente del suelo.

—Emmett... —susurré, sintiéndome impotente.

Me sacaron a rastras de la iglesia e inmediatamente una limusina se detuvo ante nosotros.

Zachary asintió a sus hombres que nos rodeaban, empuñando sus armas para mantenerse seguro.

Zachary me empujó hacia la limusina y yo forcejeé aún más contra él.

—¡Déjame! ¡Déjame! —grité. Por fin pude apartar la mano de su agarre.

Inmediatamente me di la vuelta para volver corriendo con Emmett. Sin embargo, Zachary me cogió de la mano y me hizo volver hacia él.

Haciendo uso de toda mi fuerza, le di una fuerte bofetada con la otra mano.

La magnitud de la bofetada hizo que sus ojos se abrieran de golpe.

—¡Bastardo! ¿Quién te crees que eres? —le grité.

De repente, su rostro enrojeció de ira y me fulminó con la mirada.

—Pronto sabrás quién soy —siseó y tiró de mí hacia él, haciéndome jadear.

—Y en cuanto a esa bofetada… —me trazó la cara usando su pistola— La dejaré pasar, ya que ha sido un día intenso para ti, pero… —Se detuvo en mis labios— la próxima vez, te mataré.

Se me hizo un nudo en la garganta, pero mantuve mi posición. Le devolví la mirada, lo que le hizo sonreír.

—Peleona, ¿eh? —susurró seductoramente.

—Pórtate bien si quieres que tu familia salga viva de esa iglesia. —Me acercó más mientras me doblaba la mano en la parte baja de la espalda.

—¿Qué quieres decir? —susurré. El corazón me latía con fuerza en el pecho.

—Mis hombres siguen dentro de esa iglesia. Si das un paso en falso, tu familia morirá —dijo sin emoción, como si matar gente no significara nada para él.

—Tú no... —tartamudeé, sintiendo que la ansiedad crecía lentamente en mi interior. Me sentía sofocada.

—Ponme a prueba —susurró.

—¡¿Por qué haces esto?! —grité, incapaz de contener mis lágrimas por más tiempo. Me sentía impotente, sin saber qué hacer.

Me miró fijamente, pero no respondió a mi pregunta. Agarrándome de la mano, se dio la vuelta y me arrastró con él. Me quedé callada por su amenaza y lloré en silencio.

Me siguió al interior de la limusina y cerró la puerta. Oí que decían mi nombre al cerrarse la puerta.

Miré por la ventana y vi a papá saliendo corriendo de la iglesia con Jace y a mamá siguiéndoles.

—¡Juliette! —Los vi murmurar mi nombre mientras luchaban contra aquellos hombres.

La limusina comenzó a moverse, llevándonos a un viaje desconocido.

—Papá, mamá… —susurré al no poder verlos más, y me desplomé sobre mi asiento.

sollocé, sintiéndome impotente. Miré a mi izquierda, donde estaba sentado Zachary, que me observaba sin ninguna expresión.

Lo único que sentía por él era odio. Lo odiaba mucho. Había matado al amor de mi vida. La idea de no poder volver a ver a Emmett me rompía el corazón.

—Te odio —susurré, pero supe que me había oído al girar la cabeza en dirección contraria a la mía y mirar por la ventana.

—Simplemente te odio —volví a susurrar, pero esta vez para mí misma mientras apoyaba en silencio la cabeza contra la ventanilla y dejaba que las lágrimas corrieran por mi rostro.

No sé durante cuánto tiempo seguí llorando, pero pronto me sentí mareada y cansada. Al poco rato, me había sumido en la oscuridad.

Me desperté sintiéndome sofocada y me encontré en una cama. Estaba en una habitación pequeña y poco iluminada, adornada con muebles caros y con clase.

Sin embargo, lo que llamó mi atención fue el sonido de un motor.

—¡Oh, no! ¿Estoy en un avión? —susurré mientras mis ojos se posaban en una pequeña ventana circular que mostraba nubes.

Me dirigí hacia la puerta, que daba a un cuarto de baño anexo. Cuando me miré en el espejo, me encontré hecha un desastre. El maquillaje se me había corrido.

Entonces recordé el beso que había compartido con el hombre que había matado a mi amor. Me estremecí y sentí asco.

Mis ojos se posaron en una pastilla de jabón y la utilicé para quitarme el maquillaje de mi cara. Luego me cepillé el pelo y me deshice de las pinzas. Sin embargo, lo que me dio náuseas fue la sangre de mi vestido.

Era la sangre de Emmett.

Se me llenaron los ojos de lágrimas al pensar en él y en mis padres.

—¡Emmett! —grité, dándome cuenta de que lo había perdido. Ya no estaba. Lo había perdido ante mis ojos, y no podía hacer nada para salvarlo.

Todo esto había sido culpa de Zachary.

¿Por qué lo mató?

¿Por qué se casó conmigo?

Nunca había visto a Zachary. No le conocía de nada. Entonces, ¿por qué mató a Emmett y se casó conmigo?

Me puse a recordar el momento de la iglesia y a Zachary diciendo: «Ahora sentirás lo que yo sentí cuando me arrebataste lo más preciado, chucho».

«¿Lo más preciado?».

«¿Emmett le quitó a su esposa?».

«No, estaba mintiendo. Conozco a Emmett. Él nunca podría hacerle daño a nadie».

«Pero fuera lo que fuese, eso no significa que pueda matar a una persona y casarse con alguien a la fuerza y en contra de su voluntad», me dije para mis adentros.

—Tú te lo has buscado, Zachary. Me aseguraré de convertir tu vida en un infierno a partir de ahora, juré en voz alta.

—No me importa qué cosa tan preciada perdiste, pero me quitaste lo que yo más quería. Y me aseguraré de vengarme por ello —dije, con mis palabras llenas de veneno.

Entonces, oí la puerta abriéndose y cerrándose. Supuse que era Zachary.

«Debe haber venido para ver cómo estoy».

Me serené rápidamente y me sequé las lágrimas. Al salir del cuarto de baño, lo encontré de pie junto a la cama, con una expresión seria.

—Oh, has vuelto —dije dulcemente.

Arrugó las cejas en respuesta.

—¿Qué...?

Lo interrumpí. —Te estaba esperando —dije mientras me acercaba a la puerta, que estaba ligeramente entreabierta. La cerré y oí el clic del pomo.

—¿Qué haces? —me preguntó mientras me daba la vuelta y me dirigía hacia él. Mientras caminaba, empecé a bajar la cremallera de la parte trasera de mi vestido.

—Cariño, ¿lo has olvidado? Al fin y al cabo, es nuestra noche de bodas —le dije y sonreí al ver que sus ojos se abrían de sorpresa.

—¿Te has vuelto loca? —dijo, inexpresivo.

—¿Qué? ¿Yo? Oh, no —Me acerqué a él, empujándolo sobre la cama.

—¡Qué demonios! —gritó mientras intentaba levantarse.

Me subí sobre él y le puse las manos a ambos lados de la cabeza, impidiéndole levantarse.

Me sujetó por la cintura e intentó empujarme, pero yo me negué a moverme y me mantuve firme.

—¿Has olvidado lo que te dije sobre tus padres? —siseó.

—Oh, no lo olvidé. ¿Y qué estoy haciendo? Sólo intento seducir a mi marido. Después de todo, ahora eres mi marido, y vamos, es nuestra noche de bodas —dije seductoramente.

Le pasé el dedo por la cara e imité el gesto que tuvo conmigo cuando me pasó la pistola por la cara.

Tenía que reconocer que era guapo. Tenía unos ojos preciosos y con mucha profundidad, una mandíbula cincelada y una nariz afilada.

Sin embargo, el odio que sentía por él me cegó a todos sus rasgos. Me habría desmayado por él si lo hubiera conocido de otra manera.

Era una pena que Dios hubiera creado a un tipo tan desalmado.

—Escucha, suéltame —dijo con voz tranquila.

Le sonreí y empecé a desabrocharle la camisa.

—No… —susurré seductoramente.

Me incliné hacia su cara, haciendo que se quedara inmóvil. En cuanto estuve cerca de él, reaccionó.

Sujetándome por el torso, consiguió apartarme de él. Caí a su lado, mientras él se levantaba y salía a grandes zancadas de la habitación, sin molestarse siquiera en mirarme por detrás.

Le oí murmurar: —¡Idiota!

Me reí de él mientras cruzaba los brazos detrás de la cabeza y sonreía victoriosa.

—Un punto para Juliette —me dije a mí misma.

—Esto es sólo el principio. Espera y verás. —dije sonriendo.

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