De camino al altar - Portada del libro

De camino al altar

EL Koslo

Capítulo 2: Primer año de universidad

PRINCIPIOS DE AGOSTO

—Esto es una mierda. Eres mi compañera de habitación. ¿Cómo podemos estar en grupos diferentes?

Me entró un poco de pánico cuando Alison me transmitió la información que había recopilado después de comprobar las listas de los grupos de orientación de primer año.

—No culpes al mensajero. Yo solo digo lo que he visto en las listas. —Levantó las manos con una sonrisa en la cara.

Envidiaba su seguridad y su estilo natural. Siempre iba bien arreglada, tenía el pelo castaño claro y los ojos de un tono más profundo.

—Odio conocer gente nueva —me quejé. Era bastante simpática, pero mi ansiedad se apoderaba de mí en las situaciones incómodas. Las primeras tomas de contacto siempre me preocupaban.

—Entonces van a ser unos meses muy largos para ti —se rio—. Eso es justamente lo que es el comienzo de la universidad, mucha gente nueva.

—Ugh. Calla, calla. ¿No puedo esconderme aquí para la orientación del primer año?

—Me temo que no, amiga mía. El papeleo dice que si no participas llamarán a tus padres.

No estaba segura de cómo estaba tan relajada al respecto. ¿Y si mi grupo estaba lleno de idiotas? Peor aún, ¿y si mi grupo estaba lleno de idiotas engreídos?

—Joder —murmuré, y ella empezó a reírse de nuevo.

—No puede ser tan malo. Los grupos son mixtos. Puede que conozcas a algunos chicos guapos —se encogió de hombros.

—Eso es lo último que necesito. —Solo intentaba sobrevivir a mi etapa universitaria. Añadir enredos románticos a eso era demasiado.

—No hay nada malo en encontrar un ligue de primera semana. —Alison me guiñó un ojo mientras hacía un pequeño movimiento de cadera.

—Sí. Sí lo hay. —Sacudí la cabeza mientras me encogía.

—No serás... —jadeó.

Mis mejillas se sonrosaron cuando me miró.

—¡Dios mío! ¡Lo eres! —prácticamente gritó, y mis mejillas se volvieron nucleares.

—¡Cállate! —Ya era bastante vergonzoso ser una de las últimas vírgenes de mi promoción. No necesitaba que mi compañera de cuarto se burlara de mí también.

No era algo que me interesara o que hubiera tenido ocasión de explorar. Todos los chicos que conocía eran mis amigos de toda la vida. No podía ver a ninguno de ellos así.

—Oye, no tiene nada de malo. Pero no te aferres demasiado a esa etiqueta. Podrías perderte el disfrute.

—Estoy bien. Pero gracias. —Me reí nerviosamente.

—Si necesitas que te ayude a elegir un chico... —Se interrumpió con un guiño. No necesitaba que mi compañera de piso fuera mi chulo.

Cogí mi almohada y se la lancé a la cabeza mientras ella se reía a mi costa.

—Cállate, puta —me reí mientras ella atrapaba la almohada antes de que le diera.

—Solo estás celosa. —Se rio aún más fuerte mientras me la devolvía.

—Cambiando de tema —suspiré mientras me la metía bajo la barbilla—, ¿tu jefe de grupo es hombre o mujer?

—Mujer. Stephanie algo... Es una junior.

—Bonito apellido —solté una risita.

—No le presté atención. Solo me fijé en el número de mi grupo y el tuyo, y salí de allí. —Ali se encogió de hombros—. El tuyo se llama Cale.

—¿Cómo la col? —Fruncí el ceño. ¿Qué clase de persona le ponía a su hijo el nombre de un vegetal?

—Se escribe con C. Pero deberías usar eso para burlarte de él —soltó una risita.

—Espero que no sea un imbécil. —Si tenía que pasar una semana con él a cargo, esperaba que fuera al menos medio normal.

—Relájate. Se supone que la semana de orientación es algo divertido. Tienes que relajarte un poco.

—Para ti es fácil decirlo. —Puse los ojos en blanco—. Podrías hacerte amigo hasta de una caja de cartón.

—Es todo fachada. ¿Crees que me gusta no conocer a nadie?

Puso cara de nerviosismo. —Es incómodo de cojones. Pero sigo haciéndolo. Nunca llegarás a conocer a nadie si no te expones.

Me di cuenta de lo que me estaba diciendo. Podría fingir ser sociable durante una semana... ¿No?

Podría hacerlo... tal vez… probablemente.

Mi teléfono zumbó con un mensaje nuevo y sonreí al mirarlo.

Davis¿Te has instalado bien?
KristaSí... Mi compañera de habitación es en realidad bastante guay. ¿Y tú?
DavisEl mío es un bobo, pero estoy bastante seguro de que aquí todo el mundo es un friki o un empollón, así que tendré que conformarme.
KristaSip... es muy probable... ¿Cómo va el campamento?

Una mano se agitó delante de mi cara y levanté la vista de mi teléfono.

—Quizás no necesites mi ayuda. —Alison sonrió satisfecha mientras señalaba con la cabeza mi móvil.

—¿Qué?

—¿Quién tiene una sonrisa pegada a la cara? —preguntó mientras su sonrisa se agrandaba.

—¿De qué estás hablando? —Fruncí el ceño, sin darme cuenta de que había estado sonriendo. Era solo Davis.

—¿A quién le envías mensajes?

—A Davis. —Me encogí de hombros.

—No me dijiste que tenías novio —bromeó.

—¿Qué? No... no, no, no. No es mi novio. Sí, es un chico, pero es mi amigo, no hay nada romántico entre nosotros —negué.

—¿Tienes una foto de ese “amigo”?

Abrí su Instagram y le enseñé una foto que yo misma le había hecho para mi trabajo de fotografía del último curso. Era en blanco y negro y mostraba su pelo rizado y oscuro cayendo ligeramente sobre su frente.

Sus ojos azul claro estaban enfocados y resaltaban sobre el fondo borroso de la foto.

Un caminito de pecas le recorría el puente de la nariz y espolvoreaba suavemente sus mejillas hasta encontrarse su la mandíbula angulosa.

—Es guapo. —Asintió Ali—. ¿Seguro que no hay nada más?

Una vez lo hubo, por mi parte. Pero entonces Davis me contó que había sufrido un flechazo no correspondido y me negué a decirle lo que sentía. Esos sentimientos se habían desvanecido desde entonces.

Pero tenía que admitir que el aspecto juvenil que siempre había tenido le daban un aire bastante atractivo.

—No. —Sacudí la cabeza—. Es mi mejor amigo.

—Mentira.

—Tú también no —gemí mientras me sentaba dramáticamente.

—¿Así que los demás creen que os gustáis?

—No vamos a hablar de esto. Este tema está cerrado. Enterrado. —insistí. El año pasado había habido rumores, pero a Davis no le gustaba, ni un poquito. Si no, yo lo habría sabido.

—Bien. De acuerdo. Lo dejaré pasar. —Ali sonrió mientras intentaba echar un vistazo a la pantalla de mi teléfono—. Por ahora.

Subió a su altillo y apoyó los pies en una almohada, cogiendo un bote de esmalte de uñas. —No te importa, ¿verdad? El olor volvía loco a mi padre. Siempre tenía que salir al porche a hacerme la manicura.

—No, está bien. ¿Tienes otros colores?

Señaló un estuche que tenía sobre la mesa, cogí un pinta uñas de color rosa pálido y lo agité varias veces contra la palma de mi mano.

—No. —Sacudió la cabeza—. Nada de colores aburridos. Saca el lila brillante.

—Joder. ¿Siempre eres tan exigente?

—Sí —se rio mientras se pintaba meticulosamente los dedos de los pies—. Ahora haz lo que te digo.

Como no quería cabrear a mi nueva amiga tan pronto, obedecí y me acomodé en mi sillón plegable de felpa con los pies apoyados en el borde.

—Entonces, ¿voy a conocer a ese tal Davis en algún momento de esta semana? —preguntó mientras seguía mirando los progresos que hacía en los dedos de los pies.

Negué con la cabeza. —No. Va a una universidad privada de ingeniería a unas horas de aquí. Tiene campamento de fútbol americano esta semana.

—¿Espera? ¿Así que ese tío bueno también es deportista?

Nunca había pensado en él de esa manera. Formaba parte de mi grupo de amigos, que consistía en los chicos divertidos e inteligentes de nuestro instituto. Nunca había sido amiga de los deportistas de verdad.

—Más o menos. Supongo. Es corredor. Pero su universidad es pequeña y para genios y empollones, así que supongo que el nivel de su equipo de fútbol debe ser escaso.

—Aun así, será mejor que tengas cuidado. Parece que será popular si esa universidad está llena de idiotas. Guapo y deportista, podría ser un claro objetivo. Apuesto a que tiene novia en una semana.

Sentí una opresión en el pecho ante sus palabras, no del todo dispuesta a perder a mi amigo por un nuevo enredo romántico.

Ya era bastante difícil lo de ser amigos a distancia. Estar tan lejos de él me parecía extraño.

Davis¿Ya me estás ignorando?

Mierda.

Volví a tapar el pinta uñas y le envié un mensaje.

~KristaLo siento... reunión de compañeras de cuarto. Pintándonos las uñas de los pies.
DavisVaya… Asegúrate de enviar fotos si hay lucha de almohadas en topless.

Se me encendió la cara. Siempre me había hecho comentarios insinuantes para hacerse el gracioso, pero ahora era distinto.

KristaYa quisieras.
Davis...
DavisYo...
Krista¿Vas a casa para las vacaciones de otoño?
DavisYa veremos. Puede que tenga entrenamiento.
DavisEne Acción de Gracias seguro.
KristaYo igual.
Davis¿Ahora haces deporte?
KristaNo, idiota. Que seguramente pueda ir para Acción de Gracias.

—Deja de sonreír —se burló Alison—, o podría pensar que te gusta.

La fulminé con la mirada y dejé el teléfono. Tenía razón. Tenía que concentrarme en dónde estaba y con quién. Davis seguía siendo mi amigo, pero ambos tendríamos que acostumbrarnos a estar separados.

***

—¿Por qué acepté que eligieras mi ropa? —gemí mientras intentaba bajarme el vaquero, que apenas me cubría los muslos.

—Porque me amas, y eres mi nueva Barbie de tamaño natural.

—Se me ve el culo con estos pantalones. —Al mirarme en el espejo, mis ojos se abrieron de par en par al ver cuánta carne dejaban al descubierto.

—Oye, me dijiste que tenía que elegir algo de tu ropa. Esto estaba entre tu ropa. No me culpes, fuiste tú quien compraste solo la mitad de los shorts.

—Te odio. —Intenté parecer intimidante mientras entrecerraba los ojos hacia ella, pero Ali se limitó a encogerse de hombros, con una sonrisa divertida en la cara.

—No, no lo haces.

—¿Por qué tú no llevas pantalones cortos que te lleguen hasta el culo? —Señale sus shorts, mucho más apropiados, sintiendo una oleada de celos.

—Porque no tengo ningún problema en ligar con desconocidos —se encogió de hombros.

—Ugh. No empieces con eso otra vez. No creo que estos estén enviando el mensaje correcto.

—Déjate llevar. Recuerda que nuestro objetivo esta semana es divertirnos y conocer gente nueva —insistió.

Suspiré y me retorcí en el espejo. Los shorts eran cortos, pero no indecentes. Y supongo que tenía un culo excelente que poder lucir. —Bien. Como quieras. Hagámoslo.

—Esa es la actitud —me animó mientras golpeaba en la piel expuesta de mi muslo.

—¡Eh! Vas a dejarme la marca —me reí, intentando darle un manotazo mientras ella bailaba hacia atrás, hacia la puerta, fuera de mi alcance.

—Algunos tipos pensarían que eso es sexy.

—Dios mío. Estás obsesionada. —Puse los ojos en blanco.

Me miró por encima del hombro y se pavoneó por el pasillo hacia la escalera.

Por suerte, vivíamos en el cuarto piso, así que no era tan horrible subir por las escaleras. Los ascensores estaban siempre abarrotados, ya que algunas personas seguían mudándose.

—Muy bien, mi grupo ha quedado en el jardín de la entrada del campus. Se supone que tú debes ir a la zona de árboles de la parte trasera del edificio.

—¿Grupo tres, no? —pregunté, verificando la información que me había dado antes.

—Sí. Diviértete —cantó—. No hagas nada que yo no haría.

—Estoy bastante segura de que eso no va a ser un problema —murmuré en voz baja.

Bajé los escalones de la entrada y giré hacia la acera que llevaba a la parte trasera de la residencia. Había bancos debajo de un pequeño grupo de árboles, donde pude ver a algunas personas que ya estaban esperando.

A medida que me acercaba, me di cuenta de que había un alumno sentado en un banco con una gran cartulina con el número tres apoyada en la parte delantera.

Levantó la vista justo cuando yo salía del camino de cemento y pisaba la hierba.

—Vaya —exhalé al mirarle. Tenía los ojos verdes enmarcados por unas pestañas oscuras, los pómulos altos y la piel dorada por el sol.

El pelo castaño claro con suaves ondas, bien peinado a los lados de la cabeza. Una mandíbula fuerte y unos hombros definidos. Llevaba un polo que realzaba la delgada musculatura que tenía debajo.

Sonreí al ver sus destartaladas converse que parecían contrastar directamente con sus pantalones cortos caqui.

Apoyó un dedo en el puente de sus gafas y esbozó una tímida sonrisa en mi dirección cuando me acerqué.

Se me aceleró el pulso cuando llegué a escasos metros de él y vi sus ojos clavados en el dobladillo de mis shorts. Luché contra el impulso de bajármelos mientras le devolvía la sonrisa y me dirigía a su encuentro.

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