Rebel Souls - Portada del libro

Rebel Souls

Violet Bloom

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

¿Qué pasa cuando la chica buena descubre que su nuevo chico no es quien dice ser? Los aires de chico malo no son solo para aparentar. Es peligroso. Su trabajo podría ponerla en peligro. Y las mentiras no terminan ahí.

Clasificación por edades: +18

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23 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Chapter 3

Capítulo 3

Chapter 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

Libro 1: Ascuas perversas

NATHAN

—Está muerta —dije, cubriéndome la cara con las manos mientras entraba en la sala de espera, donde aguardaban mis hermanos.

Hawk, mi vicepresidente y mejor amigo desde que nacimos, fue el primero en ponerse en pie. Me cogió antes de que pudiera caer de rodillas.

Mi hermanita estaba muerta.

Sobredosis.

Decían que había sido un accidente, pero yo sabía que no era así. Alguien le había clavado esa aguja en el brazo, causándole una sobredosis fatal.

¿Que cómo lo sabía?

Mi hermana había estado en el lado bueno de la ley.

Una agente de policía.

Así es, la hermana de un motero delincuente era policía. Y no una policía corrupta.

Al crecer ambos en un Motoclub (MC), habíamos tenido prácticamente la misma experiencia. Solo que a mí me había gustado, mientras que ella había odiado cada segundo.

Incluso me había arrestado una vez.

No hablábamos de asuntos del club y yo no le preguntaba por sus funciones de ayudante del sheriff. La gente que se enteró pensó que era extraño, pero funcionó para nosotros.

Papá lo odiaba, pero lo aceptó porque prefería tener una hija policía a no tenerla.

Ya no importaba. Ella se había ido de todos modos.

No era ella la que debería haber muerto joven. Se suponía que debía ser yo. Ya sea recibiendo una bala de un enemigo o de un agente de la ley, o en un último minuto de gloria en mi Harley.

Había estado trabajando en una misión encubierta en la ciudad. Todos los polis guapos de ciudad que podrían haberse infiltrado en el cártel ya estaban identificados, así que los habían reclutado en el condado. Ella se emocionó tanto cuando recibió la asignación.

Yo también fui feliz. Por muy mal que estuviéramos, las drogas eran una línea que no cruzábamos.

Había hierba en abundancia en la sede del club, pero cualquier cosa más fuerte que eso o el licor haría que te echaran a la calle más rápido de lo que podías esnifarla o inyectártela.

Hawk me sostenía en pie mientras mi padre tenía a mi madre en brazos. Se cubría la cara con las manos y se balanceaba contra él, consumida por el dolor.

Bender, mi sargento de armas, se situó a mi izquierda, frente a Hawk. El resto de mis hermanos se agrupaban a nuestro alrededor, con las cabezas inclinadas mientras todos sentíamos la pérdida de la princesa del MC.

El equipo de Jenny también lloró. Por una vez todos teníamos un objetivo común: averiguar quién coño había hecho eso y por qué. Y luego, vengarnos.

Los demás probablemente querían justicia. Pero todo en lo que yo podía pensar era venganza.

Estaba adormecido cuando el médico vino a hablar con mis padres.

Les dijo que habría que hacerle la autopsia y que les llamarían cuando pudieran trasladar su cuerpo a la funeraria. Todas sus pertenencias fueron cedidas como prueba.

—Lamento su pérdida —dijo para terminar su discurso.

Incapaz de soportar más las blancas paredes del hospital y su olor estéril, caminé rápidamente hacia la salida. Todo el club me flanqueó mientras caminábamos hacia la hilera de Harleys del aparcamiento.

Al subirme, arranqué primero, seguido de Hawk y Bender, y luego de Hands. Cuando las veinte motos estuvieron en la carretera, el rugido y el estruendo de los motores me trajeron la paz.

Una vez que volvimos a la sede del club, los chupasangres y dos de las mujeres de mis chicos ya estaban allí.

Traspasé el umbral y golpeé la imagen pintada en la puerta. Parecía uno de los dementores de las películas de Harry Potter, con una pitón enroscada en el cuerpo.

Antes de Jenny solo había una pitón, pero ella había exigido que mejoraran la imagen después de leer todos los libros y ver todas las películas. Papá nunca pudo negárselo. Su única exigencia fue que la pitón también se quedara en la imagen.

Era martes y, sinceramente, agradecí el pequeño milagro de que aquello no hubiera ocurrido un viernes o un sábado. Esas noches abríamos el club como bar para sacar dinero extra.

Cometería una masacre si tuviera que lidiar con un club abarrotado ahora mismo.

—Lo siento mucho —dijo Liza, la mujer de Hands, al acercarse a mí. Megan estaba detrás de ella, dándome también el pésame.

Hands abrazó a Liza, que lloró en su pecho. Había estado muy unida a mi hermana mientras crecían. Megan me abrazó a mí antes de dirigirse a Greaser, nuestro mecánico. Este abrazó a su mujer como Hands hizo con la suya.

Lo único que podía pensar era en dar gracias a Dios por no tener que ayudar a otra persona en su duelo mientras trataba de gestionar mi propia mierda.

Rain, la chupasangres que mejor la mamaba, me dio un chupito de Jack antes de sentarse en mi regazo y enroscarse a mi alrededor.

—¡Iglesia! —grité a la habitación. Sabiendo cuál era su lugar, Rain se levantó de mi regazo. Me bebí otro chupito antes de encenderme un porro y dirigirme a la iglesia.

Sentado a la cabecera de la mesa, Hawk se sentó a mi izquierda, Bender a mi derecha y Hands a su lado.

Eco estaba sentado frente a mí, en el otro extremo de la larga mesa, con el portátil abierto y listo para teclear cualquier cosa que le ordenara buscar.

El chico no sabía disparar, pero seguía siendo el miembro más peligroso del club. Podía aniquilarnos a todos con unos pocos golpes de teclado. Y vaciar nuestras cuentas bancarias.

Nunca me enemistaría con él.

—Eco —empecé. La habitación se quedó en silencio cuando comencé a hablar. —Jaquea los registros de la policía de Rodeo City. Quiero saber todo en lo que trabajaba mi hermana, sus contactos, el nombre de su responsable.

—Quiero un reconocimiento completo de la estructura y los miembros del cártel en el que se estaba infiltrando. Empezando por la cúpula, con el hombre al mando, hasta el último traficante en cada esquina de la ciudad.

—Entonces, quiero saber cuánto sabe la Oficina del sheriff de Riversville sobre su misión.

—Bubbles, ¿tenemos algún contacto en la ciudad al que podamos pedir más información?

—No —dijo, exhalando el humo de su cigarrillo—, pero seguimos en buenos términos con los Bloodhounds. Es su ciudad. Seguro que tienen uno o dos policías en nómina.

—Prepáralo —le dije. Se levantó inmediatamente, cogió su teléfono desechable y salió de la habitación—. Vamos a votar sobre esto ahora. Represalias por la muerte de Jenny.

Un coro de “síes” resonó por toda la sala.

Como no tenía nada más que decir, golpeé la mesa con el mazo, despidiéndolos mientras permanecía en mi asiento. Hawk y Bender se quedaron conmigo mientras los demás salían de la sala.

—¿Estás bien, hermano? —preguntó Hawk. Se encogió ante su propia pregunta antes de que pudiera responder. Le di una calada al porro y se lo pasé.

—No —dije soltando una carcajada sombría.

—¿Qué necesitas? —preguntó Bender.

—Venganza.

—Y la tendremos —gruñó Hawk. Estuvimos un rato sentados, pasándonos el porro de un lado a otro y contando historias sobre Jenny.

—He decidido que en el funeral voy a contar la historia sobre aquella vez que me arrestó —les dije.

Los dos se rieron y eso me hizo sonreír. A Jenny le encantaba hacer reír a la gente. Se habría alegrado de vernos sentados así. Le hubiera gustado más si no nos estuviéramos pasando un porro, pero aun así.

—Te sacó de allí sin dificultades —dijo Bender.

—Porque yo se lo permití.

—Sigue diciéndote eso —se rio Hawk.

Ignorándolos a ambos, le di la última calada al porro antes de apagarlo.

Me puse en pie y fui hacia el bar del club. Me dirigí directamente hacia Rain.

Ella me sonrió seductoramente mientras la arrastraba a un cubículo de la esquina. Me desabroché los pantalones y saqué mi polla flácida, esperando a que se pusiera manos a la obra.

Brenda se acercó y puso una cerveza sobre la mesa. Bebí un largo sorbo mientras Rain recorría mi pene con su boca caliente. Ya me lo había hecho muchas veces.

Apoyé mi mano en su cabeza, empujando para que se la metiera entera. No estaba de humor para bromas ni para follar. Quería que me chuparan la polla. La liberación disminuiría mi nivel de estrés.

Cuando me corrí en su garganta, me soltó. Volví a abrocharme los pantalones y le di las gracias con un gruñido.

Parecía herida. Realmente debería dejar de follármela. No importaba cuántas veces le dijera que no quería una esposa y que ella de todas las personas nunca sería mi mujer; ella todavía mantenía la esperanza.

Era culpa suya. Yo era honesto. Demasiado honesto, hasta el punto de ser cruel, pero ella pensaba que podía cambiarme.

Terminé mi cerveza, recorrí el pasillo hasta las escaleras del club y subí a mi dormitorio, dejando que el sueño me consumiera.

***

Pasó casi una semana y media tras la muerte de Jenny hasta que por fin pudimos celebrar el funeral.

El forense no podía entregar el cuerpo hasta que hubiera determinado la causa de la muerte. Al final la declaró indeterminada, lo que permitió a la policía seguir investigando sin clasificarla como asesinato.

Y así fue.

—Y ahora escucharemos al hermano mayor de Jenny —dijo el pastor Tom.

De pie, me abotoné y me alisé el chaleco. Pantalones negros, camisa negra abotonada, corbata negra y mi chaleco eran el atuendo que había elegido.

Casi me río. A Jenny le habría encantado aquello. Tuvo que ser el funeral más extraño de la historia.

A un lado se sentaban todos los delincuentes de esta pequeña ciudad de mierda. El otro lado estaba lleno de policías municipales vestidos de azul y el Departamento del sheriff de la ciudad.

Habíamos acordado mantener el funeral neutral.

—Jenny era dos años menor que yo. Nos dejó estupefactos cuando entró por la puerta y dijo que quería ser policía. Pensé que a papá le iba a dar un infarto en ese momento.

—Intentamos disuadirla, pero era testaruda. Cuando se decidía, no había forma de hacerle cambiar de opinión. Siempre dijo que su mayor orgullo fue arrestarme.

Tuve que hacer una pausa mientras estallaban carcajadas a ambos lados del pasillo.

—Había habido una pelea en el bar… Vale, yo inicié una pelea en el bar. Mi hermanita me esposó. Pero, siendo yo, no fue fácil. Le hice trabajar por ello.

—Y ha tenido que morir para que yo lo admita, pero no dejé que me derribara, simplemente lo hizo. Hábil y efectiva, como papá y yo le enseñamos.

Más risas.

—Me hizo caer de culo y no pude sentarme bien durante una semana. Estaba muy orgulloso de ella. Era buena. Demasiado buena para este mundo, por eso ya no está aquí.

—Si estás ahí arriba, Jen —le dije, mirando hacia el techo—, dale un abrazo a la abuela de mi parte y guárdame una cerveza bien fría. Ya te echo muchísimo de menos. Te quiero, hermanita.

Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando terminé de despedirme y bajé del púlpito.

A continuación intervino la compañera de Jenny. Habló de su trabajo y de lo contenta que estaba de haber llegado a conocerla.

Tras el funeral, policías y delincuentes se fueron por caminos separados.

El día de su muerte había sido sombrío en la sede del club, pero hoy sería una fiesta, para celebrar su vida. Así es como ella lo habría querido.

Me quedé hecho una mierda, pero de alguna manera me las arreglé para evitar las insinuaciones de Rain. Había jurado no dejar que me tocara de nuevo. No más. No a menos que dejara de querer ser mi mujer.

***

La fiesta duró hasta la madrugada, por eso casi asfixio a Bubbles cuando irrumpió en mi habitación a las malditas siete de la mañana.

—Convoca iglesia —dijo.

—¿Puede esperar?

—No, Presi. Convoca iglesia.

—Jesús. Iglesia. Trae a los chicos aquí.

Veinte minutos después, recién duchado, entré en la iglesia.

Todos los demás ya estaban allí, esperándome. Algunos tenían peor aspecto que yo y probablemente se habían acostado una o dos horas antes.

En el centro de la mesa había café recién hecho, sin duda cortesía de Megan o Liza. Me serví una taza, añadí una tonelada de azúcar y bebí un sorbo.

—Habla, Bubbles.

—Finalmente, conseguí algo de información de los Bloodhounds.

Mantuve la mirada perdida, esperando a que continuara.

—El cártel trafica desde una discoteca en Rodeo City. Los Bloodhounds nunca pueden acercarse allí porque conocen a todos sus hombres.

—Iremos de incógnito. —Hawk se levantó de repente.

—¡Claro que sí! —Bubbles asintió con entusiasmo, golpeando la mesa con la mano.

—Más despacio —ordené—. Si conocen a los Bloodhounds, reconocerán a un grupo de moteros a una milla de distancia. Solo irá uno de nosotros. Yo.

La mitad de mis chicos empezaron a protestar porque era demasiado peligroso enviar a su presidente solo.

—Mi club. Mi hermana. Mi responsabilidad.

Nadie se atrevió a rebatir.

—Pero la cosa es —dijo Bubbles—, que si quieres pasar desapercibido tienes que parecer… —Se detuvo de repente.

—¿Parecer qué? —pregunté, con la mano en alto, esperando una explicación.

—¿Un niño pijo?

—¿Pijo? —Me quedé boquiabierto. Asintió con tristeza. Me pasé la mano distraídamente por la barba. No era tan larga como la de otros chicos, pero la llevaba desde hacía al menos cinco años.

—Esto también —dijo Bubbles, señalando mi cabeza.

—Maldita sea —gruñí. Pero había que hacerlo.

—El chaleco también tiene que desaparecer.

Me iba a sentir casi desnudo.

—Podéis retiraros —dije, golpeando con el mazo antes de tirarlo sobre la mesa, irritado.

Veinte minutos después estaba sentado frente al espejo, incapaz de reconocer mi propio reflejo.

Megan estaba detrás de mí echándome gomina en el pelo recién cortado, ligeramente más largo en la parte superior, y peinándolo hacia la izquierda. Me pasé la mano por la cara recién afeitada.

Parecía un maldito niño pequeño.

—Valdrá la pena —dijo Hawk, dándome una palmada en los hombros—. ¿Seguro que quieres ir solo?

—Hay que hacerlo. Si somos más de uno, levantaremos sospechas.

—Lo sé —suspiró.

—Pondré un rastreador en mi bota. Si dejo de informar, ya sabes qué hacer.

—Buena suerte —dijo, sabiendo que no volvería a verme antes de que me fuera.

Subí de nuevo a mi habitación y me dejé caer en la cama. Estaba agotado y necesitaba estar completamente despierto y alerta esta noche. El sueño llegó rápidamente.

***

Agarrando la identificación falsa que Eco había hecho en menos de una hora y otro teléfono desechable, salí del club y me dirigí a mi furgoneta.

Peor aún que lo que habían hecho con mi pelo y mi barba era que no iba a poder montar en moto. No necesitaba llamar la atención de esa forma.

Después de esperar una hora en la cola y entrar en la discoteca, fui directamente a la barra y pedí un bourbon. Lo sorbí despacio y me dirigí hacia la sala abarrotada.

Me aseguré de recorrer con la mirada a cada chica que pasaba por allí por si alguien me estaba observando. Pero, en realidad, buscaba a una de las tres personas que aparecían en las fotos que Bubbles me había enseñado.

Eco no pudo conseguir información sobre los tres cargos principales del cártel. Eran fantasmas virtuales. Pero entre él y Bubbles, pudimos conseguir información sobre algunos altos mandos.

Un nivel por encima de estos estaba el nivel por debajo del jefe del cártel. Atrapar a uno de ellos nos acercaría mucho más a averiguar qué le pasó a mi hermana.

Por desgracia, no vi a ninguno de ellos esa noche.

Ni la noche siguiente.

Ni la siguiente.

Y así durante tres semanas.

—¿Vas a volver? —preguntó Hawk en la iglesia—. ¡Han pasado tres semanas y no has encontrado ni rastro de esos tipos! —Tenía las manos extendidas sobre la mesa mientras trataba de contenerse.

—Una noche más —dije—. Entonces lo dejaré.

—¿Estás seguro de que esta información es buena? —preguntó Hands dirigiéndose a Bubbles.

—He llamado a mi chico de los Bloodhounds otra vez hoy. Jura que la información es buena.

—Y concuerda con lo que he podido encontrar —añadió Eco.

—¿Ya has podido jaquear el sistema de seguridad de la discoteca? —le pregunté.

—No, creo que es analógico.

—¿Eso significa imposible? —pregunté, sin pretender entender su jerga.

—No es imposible. Pero si es un circuito cerrado, básicamente estoy perdiendo el tiempo. Pero sigo intentándolo.

—Esfuérzate más —refunfuño.

Agachando la cabeza, tecleó aún más rápido de lo habitual mientras el porro que se estaba fumando colgaba peligrosamente de sus labios.

—¿Algo más? —pregunté.

Silencio.

—Retiraos.

Hawk se me quedó mirando. —Esta es la última noche. Lo juro —le dije.

—Será mejor que lo sea. Tenerte fuera todas las noches ha sido estresante de cojones.

—Lo será. Algo va a ocurrir esta noche. Puedo sentirlo. —Se limitó a burlarse de mí, sin dar crédito a mis palabras.

Volví a mi habitación y maté el tiempo hasta que llegó la hora de irme.

Al menos mi pelo había crecido un poco más en las semanas que habían pasado y ya no estaba ridículamente corto. Aunque seguía siendo mucho más corto de lo que me hubiera gustado.

También conseguí dejarme crecer una sutil barba de tres días en la cara.

Al entrar en la discoteca, hice mi ronda habitual. Solo que, esta vez, cuando fingí echar un vistazo a las mujeres, en realidad lo hice. Solo a una.

Era preciosa. Su cuerpo curvilíneo estaba enfundado en un vestido verde de tirantes. Su larga melena castaña le caía en cascada por los hombros y se movía alborotada mientras bailaba al son de la música con sus amigas.

El pintalabios rojo brillante no hacía más que acentuar sus labios carnosos. Ese vestido era tan corto que me volvía loco, preguntándome qué llevaría debajo.

No debí ser muy discreto al mirarla, porque su amiga le susurró algo al oído antes de que se volviera hacia mí y me mirara. Me llevé la bebida a los labios para ocultar una sonrisa burlona.

Se quedó con la boca ligeramente abierta mientras me observaba. Sus ojos se detuvieron en los tatuajes que asomaban bajo una de mis mangas arremangadas. Si eso le excitaba, debería verme el pecho y la espalda.

Le dijo algo a su amiga antes de volver a darme la espalda, dejándome contemplar aquel culo redondo y perfecto.

Me acerqué a la pista de baile y ya me había decidido.

Tenía que poseerla.

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