Lazos con la mafia - Portada del libro

Lazos con la mafia

Marie Hudson

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Shay es una hermosa joven que trabaja en un club nocturno de alto standing con su mejor amiga. Zane es un líder mafioso despiadado que se fija en Shay, pero ella trata de evitarlo a toda costa. ¿Será capaz de ignorar su peligrosa reputación para darle una oportunidad? Pero su vida puede que no sea jamás la misma.

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La discoteca

SHAY

—¡Vamos, chica! Vamos a llegar tarde si no te levantas. —Sentí un fuerte empujón en mi espalda.

Mi mejor amiga Tammy y yo vivíamos juntas en un apartamento de lujo en el extremo norte de Nueva York.

Las dos llevábamos ahí unos dos años y ganábamos bastante dinero como camareras en una de las mejores discotecas de Nueva York, el Blue Meadow.

Con todas las propinas que ganábamos y el sueldo que recibíamos semanalmente, podíamos permitirnos el alquiler de nuestra casa.

Tammy estaba dando saltos en mi cama intentando levantarme porque anoche habíamos trabajado hasta muy tarde y no había forma de que saliera de la cama.

—¡Basta! —gemí, dándome la vuelta—. Bien, ya estoy despierta. ¿Qué hora es?

—Cuatro de la tarde. Tenemos que estar allí a las seis, ¿recuerdas?

—De acuerdo, déjame darme una ducha rápida. Te veo abajo —le dije, apartándola de mí.

Me levanté y me arrastré lentamente hasta la ducha. Todavía estaba agotada y dolorida porque anoche fue una de las noches con más jaleo que hemos tenido nunca en la discoteca.

Abrí el grifo y dejé que saliera el agua caliente, me metí y gemí cuando el agua tocó mi cuerpo, relajando todos mis músculos.

Me tomé mi tiempo para ducharme. Terminé y salí, envolviéndome en una toalla y recogiéndome el pelo.

Fui a mi vestidor y cogí la falda negra y la camisa blanca abotonada que debíamos llevar para trabajar.

Me sequé el pelo, me maquillé y bajé a eso de las cinco.

—Por fin —dijo Tammy. Estaba junto a la puerta, dando golpecitos con el pie—. Sabes que el tráfico aquí es horrible. Tenemos que irnos ya.

—Lo sé Tammy, todos los días nos vamos a la misma hora. Déjame coger mis llaves y nos vamos ya.

Bajamos por el ascensor hasta el aparcamiento anexo a nuestro edificio.

Las puertas se abrieron a un enorme garaje de hormigón en cuyas paredes se alineaban coches caros, y nos acercamos a mi BMW plateado. Tenía unos seis años, pero aún funcionaba bien y lo había pagado gracias a mi trabajo.

Nos subimos y conduje a través del horrible tráfico durante unos cuarenta minutos.

Finalmente, llegamos a la entrada del aparcamiento que la discoteca tenía para los trabajadores. Escaneé mi tarjeta y se abrieron las puertas. Nos detuvimos en la zona en la que yo solía aparcar.

—¡Vaya! —exclamó Tammy cuando doblamos la siguiente esquina—. Me pregunto quién estará aquí y será el dueño de esos coches tan caros.

Un par de Porsches y tres Lamborghinis estaban aparcados en el ascensor junto al lugar donde aparcábamos nosotras normalmente. Seguí avanzando y en la siguiente curva encontré una plaza libre a unos tres metros de mi sitio habitual.

Salimos y nos dirigimos al callejón de la entrada de la discoteca.

Fue entonces cuando vi algo por el rabillo del ojo.

Había un hombre muy alto que estaba de pie contra la pared de ladrillo, vestido con pantalones negros, una gabardina larga y un sombrero negro. Dio una larga calada a su cigarrillo y lo sopló al aire que estaba helado.

—¿Quién es? —susurró Tammy cuando empezamos a caminar de nuevo.

—No tengo ni idea —dije. Mirando hacia atrás por última vez, vi que el tipo me seguía mirando.

Al ver que me miraba tan fijamente, sentí que me ruborizaba. Le dediqué una media sonrisa y abrí la puerta para entrar en la discoteca.

Alec se acercó y cerró la puerta tras nosotras.

—Hola, señoritas, estáis muy guapas esta noche, como siempre.

Alec era el camarero jefe y llevaba varios meses detrás de Tammy. Ella podía estar empezando a sentir algo, pero todavía no estaba lista para comprometerse.

—Gracias. —Tammy se sonrojó mucho y nos fuimos a guardar nuestras cosas en las taquillas.

—¿Cuándo vas a dejar de jugar a este juego con él y vas a decir que sí a ir a cenar? —le pregunté, regañándola un poco.

—No sé si realmente quiero. ¿Y si salimos y no le gusto nada, o no tenemos química el uno con el otro?

Dejando mi bolso de mano en la taquilla, le dije: —Nunca lo sabrás hasta que lo intentes, cariño. Puede que os llevéis muy bien y luego empecéis a salir juntos. Es un chico guapo, además tiene un carácter de lo más dulce.

Al instante, cerró la puerta de su taquilla de un portazo y se giró para mirarme.

—Bien, ¿y cuándo vas a dejar que Tony te saque a ti por ahí?

Tony era el portero jefe y me había invitado a salir varias veces, pero yo siempre lo rechazaba, poniendo como excusa que tenía algún otro plan.

—Puede que le deje este próximo fin de semana. Lo he estado pensando y puede que lo intente.

—Si le dices que sí a él, entonces le diré que sí a Alec.

—Muy bien, entonces, se lo diré esta noche. Tenemos libre el domingo, y creo que él también. Iré a preguntárselo ahora.

Me pisaba los talones mientras volvía al bar.

—Alec, ¿has visto a Tony?

—Esta noche está en la zona VIP principal vigilando la entrada. El jefe está aquí esta noche y le pidió que fuera su guardia.

Tammy le miró con un gesto de sorpresa en la cara.

—¿Quieres decir que Zane está aquí esta noche?

Zane Santone era el dueño de la discoteca. Era un líder mafioso despiadado y conocido por matar a cualquier persona sólo por mirarle mal. Tenía la esperanza de que nunca lo conocería, pero mi suerte se acabó esta noche.

—Shay, son tuyos esta noche. —Alec me entregó una bandeja llena de bebidas.

—¡No, no, no! No puedo. —Negué con la cabeza, muerta de miedo.

—No puedo negarme, nena. Preguntó por ti en persona. No sabía tu nombre pero te describió y dijo que quería que les sirvieras sus bebidas.

Mirando la bandeja cargada con una veintena de chupitos, asentí con la cabeza y la cogí.

—¿Cómo sabías lo que querían? —Levanté la bandeja sobre mi mano.

—Siempre beben lo mismo cuando vienen aquí. Para que te resulte más fácil, los he separado por sabores.

»Estos cinco de aquí de color claro son para Zane. Estos de aquí de color marrón son para Conner, y los que tienen los limones son para Noah. Señaló mientras me lo explicaba todo.

Subí y llevé la bandeja a la sala donde estaban los jefazos y Tony estaba de pie con la cortina cerrada. Sonrió cuando me acerqué.

—Así que… ¿Te toca a ti esta noche? —dijo en tono coqueto.

—Sí, Alec me dijo que les subiera esto —respondí, enseñándole la bandeja con las bebidas.

—Te dejaré entrar si dices que sí —me dijo con una voz ronroneante, profunda y sexy a más no poder. Sabía lo que quería: una cita conmigo.

Antes de que pudiera decir nada, otra voz, igual de profunda y sexy salió de detrás de la cortina.

—Tony, deja de coquetear con la ayuda y déjala entrar.

Abrió las cortinas y entré. Se me secó la boca al ver a tres hombres muy guapos, fornidos y bien vestidos. Había uno que me resultaba familiar, pero no podía reconocerlo.

—¿Quién es Zane? —pregunté.

Un hombre de ojos negros como el carbón me miró.

—Ese sería yo, amor.

Dejé sus chupitos frente a él. —¿Quién de vosotros es Conner?

Un hombre rubio con ojos azul hielo levantó la vista y me sonrió.

—Esos serían míos, muñeca.

Cuando dejé los chupitos que le correspondían frente a él, el tal Zane le apartó bruscamente.

—¿Cómo la has llamado? —Sus labios se curvaron en una especie de amenaza.

—Lo siento, tío. No quise decir eso —respondió Connor, empujando a Zane rápidamente.

Dejé los últimos chupitos delante de Noah y me giré para salir de la sala.

—¿A dónde vas, mi reina?

Dándome la vuelta, le dediqué a Zane una agradable sonrisa.

—Me llamo Shay, y tengo que volver al trabajo. Otras personas necesitan que les sirva.

—No. Te quedarás aquí con nosotros esta noche. Alec ya ha sido informado.

—Pero...

—No te estoy preguntando. Ya sabes lo que tienes que hacer. —Señaló con la cabeza un asiento vacío y me senté lentamente frente a aquellos hombres aterradores.

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