Gideon (español) - Portada del libro

Gideon (español)

Nicole Riddley

Cita doble

LAYLA

No hay nada realmente malo con Kofi. Supongo que podría ser muy dulce, pero simplemente no lo siento.

Nací sin lobo, a diferencia de mis dos hermanos. No tener un lobo significa que hay una gran posibilidad de que no tenga una pareja como ellos.

Desde que mi hermana menor, Maya, encontró a su pareja hace siete meses, han redoblado sus esfuerzos para emparejarme con algunos chicos, especialmente con Kofi. La tortura es real.

—Oh, qué dulce —arrulla la abuela. La fulmino con la mirada, pero continúa—. Haríais unos bebés preciosos juntos.

¡Disparadme! ¡Disparadme ahora!

—¿No te he dicho que quiero al menos diez nietos?

Sé que todos me compadecen, pero creo que la abuela se une a la diversión solo para torturarme.

Hasta mi abuela tiene novio. Sí, es cierto, mi abuela tiene más acción que yo. Yo, una mujer de veintidós años, estoy recibiendo menos acción que su abuela de ochenta y siete años.

¿Qué tan triste es eso?

Mi hermana está cogida de la mano con Abraham, hablando en voz baja y riéndose. Esto me recuerda por qué decidí mudarme.

Pronto, mi madre y mi padre cuchichearán, Kaleb y Carmen tontearán.

Es la sede central de los cariñitos.

Lo único que podría mejorar esto es que la abuela traiga a su novio a cenar la próxima vez y empiece a actuar de la misma manera.

¡¡¡Ahhh!!!

La imagen me destroza el cerebro.

—Layla —dice Kofi, tomando mi mano entre las suyas—, realmente estás muy guapa. Agradezco el esfuerzo que has hecho para estar más guapa para mí esta noche.

Oh, no...

***

Siento unos dedos fríos deslizándose por el dorso de mi mano y los alejo con un sobresalto. La mano de Kofi se retira, por ahora, pero Carmen se asoma rodeando a mi hermano para mirarme.

Esa mirada.

Es la mirada que podría meterme en problemas después si se lo dijera a mi madre.

Ahora estamos en una sala de cine a oscuras y trato de concentrarme en lo que ocurre en la pantalla. Están poniendo Fantastic Beasts: Los Crímenes de Grindelwald.

Cuando le prometí a mi madre que le daría una oportunidad a Kofi, no incluí manoseos ni darse de las manos románticamente.

Vamos en una cita doble con mi hermano Kaleb y su compañera Carmen, de entre todas las personas.

Carmen es parte de mi familia desde hace más de diez años, así que es más o menos como mi propia hermana.

Una hermana molesta, la mayoría de las veces.

Tiene buenas intenciones, pero es tan entrometida como todos los demás en mi familia.

Kofi me pasa el brazo por el hombro y lo vuelvo a apartar de un manotazo.

Carmen me lanza otra mirada de advertencia y yo resoplo. De todos modos, no quiero estar aquí, pero ya que he cedido, una vez más, lo menos que pueden hacer es dejarme disfrutar de la película.

Pero noooo... el señor Manos Agarradas decidió que quiere ser tocado.

Todavía me arrepiento de lo que ha pasado esta mañana cuando le dije a mi familia que después de comer me iba a ir a la ciudad.

Debería haberme ido justo después del desayuno... o escabullirme antes de desayunar.

Vi cómo mi madre deslizaba una mirada hacia Carmen antes de que esta última “sugiriera” casualmente que debía ir con Kofi a una cita doble con Kaleb y ella.

Debí haber sabido que unirían sus fuerzas para que yo aceptara. La culpa de todo la tiene mi barriga.

Al principio me mantuve firme y me negué a participar en su alocado plan de emparejamiento, pero entonces sacaron la artillería pesada: mi padre.

Mi padre deliraba sobre la suerte que tenía de que un Gamma como Kofi se interesara por mí cuando tantas otras mujeres lobo sin pareja se interesaban por él... según el propio Kofi.

Mi padre intentó hacerme sentir culpable por haberme mudado tan lejos de la manada (solo a media hora de distancia).

Contó cómo los hijos de sus amigos de mi edad están todos emparejados con bebés, y cómo los bebés de sus bebés pronto estarán teniendo bebés.

¿¡Quéeee!? ¡No es cierto!

No paraba de hablar de que su corazón y sus pulmones, y sus riñones o cualquier órgano que se le ocurriera, iba a colapsar debido al estrés al que lo sometía yo por no tener pareja ni estar bajo el cuidado de alguien.

¿Reina del drama?

Finalmente, acepté la cita. ¿Qué puedo decir? Él es un poco dramático... y yo soy una pusilánime.

Oí a la abuela reírse de fondo cuando cedí. Juro que esa octogenaria vive para verme sufrir.

Me desplomo en mi asiento cuando la película llega a su fin. Después de innumerables manotazos y un sinfín de miradas de Carmen, cedo. Dejo que Kofi me coja la mano. Parece feliz.

Me rindo. Ni siquiera sé si la película ha sido buena.

Todo el mundo parece feliz cuando salimos del cine. Bueno, todos menos yo.

Kofi me pone una mano en la espalda y sonríe triunfalmente a mi hermano y a Carmen.

Yo pongo los ojos en blanco. Paso de todo.

Dejo que me coja de la mano cuando llegamos al puesto de venta. No es que me vaya a emparejar con él mañana.

¿Verdad?

—¡Eh, Carmen! —grita alguien entre la multitud de personas que hace cola para comprar las entradas y los bocadillos.

—¡Oh, Dios mío! Chicas, ¿qué estáis haciendo aquí? —grita Carmen emocionada, corriendo a abrazar a sus amigas. Resisto la tentación de poner los ojos en blanco... otra vez. Han venido a ver una película, obviamente. No hay duda. Seguro que la última vez que se vieron fue esta mañana.

Este cine está en una pequeña ciudad, una zona neutral, justo fuera del territorio de la manada. Hay muchos humanos y hombres lobo jóvenes, tanto de nuestra manada como de la manada vecina, que vienen aquí a cenar, al cine o a la discoteca.

—¡Hola, Kofi! —dice una de las mujeres allí presentes.

—¡Oye, Kofi! —dice otra.

Guau, realmente es popular con las damas.

Las mira con una gran sonrisa, pero cuando se da cuenta de que lo estoy observando, su sonrisa se vuelve tímida y con una pizca de culpabilidad. Se rasca torpemente la parte posterior de su cabeza afeitada.

Bueno, es muy atractivo con su piel lisa y morena, su complexión alta, su personalidad encantadora, su bigote fino y su perilla, y esa gran sonrisa. Como he dicho, no hay nada malo en él.

Simplemente no me produce nada a mí.

No hay ninguna chispa por mi parte. Tal vez sea yo la que está rota.

—Kofi tiene una cita con Layla esta noche —dice Carmen con orgullo, como si hubiera conseguido algo. La sonrisa de una de las muchachas se atenúa considerablemente.

—Tengo que ir a casa ahora —les recuerdo—, mañana tengo clase. —Tengo una clase mañana, pero no empieza hasta el mediodía.

Sin embargo, no es necesario que lo sepan.

—Sí, mmm... será mejor que lleve a Layla a casa —dice Kofi —. Hasta luego, Kaleb. Chicas.

—Lleva a mi hermana a casa con tranquilidad, Kofi. —Kaleb le lanza una mirada de advertencia.

—Sí, claro, tío —responde Kofi mientras les doy un abrazo de despedida a Carmen y Kaleb.

—Me lo he pasado muy bien esta noche, Layla —dice Kofi después de frenar el coche delante de mi casa.

Oh, estoy segura de que así fue.

Ha estado hablando sin parar en el coche, sobre todo de sí mismo. La verdad es que no me ha importado. Me ha dado tiempo para pensar en todas las cosas que tengo que hacer mañana y planificar el día siguiente.

Todo lo que he tenido que hacer ha sido decir la respuesta adecuada mientras él hablaba, como: “ajá”, “oh, en serio”, “guau”, “ok”, “interesante”.

—Eres una gran oyente, Layla —sus dientes brillan blancos en la oscuridad. Me pregunto qué blanqueador de dientes habrá usado.

—Ajá.

—Las otras chicas sin duda no están a tu altura —dice.

—¿Ah, no? —respondo, todavía escuchando a medias.

—Me gusta alguien que no sea fácil. Alguien con clase pero tímida, y que se haga la difícil, ¿sabes? —me mira significativamente—. Lo sé, debajo de toda esa fachada de reina fría, te gusto.

Espera. ¿Qué?

—Ya puedes dejar de actuar. Tienes mi atención, niña. Sé que te sientes atraída por mí tanto como yo por ti. Eres la única para mí.

¿Qué dices? Oh Dios, eso suena como una canción súper mala y cursi.

Quiero echarle la bronca, pero tampoco puedo, por miedo a la ira de mi madre. Así que acabo mirándole con preocupación mientras me muerdo el labio inferior, pensando en qué decir.

Tengo que manejar esto con delicadeza. Si lo hago mal, estaré recibiendo llamadas de mi madre toda la noche. Ella es implacable.

Con delicadeza, claro.

—Eh, Kofi... no soy tímida, y no me hago la difícil —le digo —. Me gustas.

Su sonrisa se amplía.

—Lo que quiero decir es que no me desagradas. Pero no me gustas como... como tú, ya sabes. Yo...

De repente, se abalanza..

¿¡Quéee!?

Giro la cara justo a tiempo para que sus labios se estrellen contra mi mejilla. Su mano sube para agarrarme la barbilla y girar mi cara hacia él, pero le golpeo la frente, el pecho y todo lo que mis manos pueden alcanzar.

—¡Ay, Layla! ¡Ay! ¡Ay! —grita.

—¡Compórtate, Kofi! —le regaño. Me limpio la mejilla y salgo del coche muy rápido, como si me ardiera el culo.

—Oh, vamos, Layla. No seas así —dice.

—¡No me digas “vamos, Layla”! —le grito a la ventana antes de pisar fuerte en el pequeño camino de entrada—. ¡Diablos! ¿En qué se ha convertido el mundo?

Sigo refunfuñando mientras introduzco la llave con fuerza en la cerradura.

Ahora estoy cabreada. ¡Tan cabreada!

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