Enamorada del Sr. Mafia - Portada del libro

Enamorada del Sr. Mafia

Goldy Lomotey

0
Views
2.3k
Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Luna Smith es una chica de instituto cualquiera que tiene problemas con sus padres. Sabe que la quieren, ¿pero cómo pueden llamarse a sí mismos padres si nunca están? Nunca le había molestado que fueran así, pero cuando empieza a salir con el peligrosamente sexy Giovanni Russo, sus padres se le suben a la chepa. Sin duda saben algo que ella no, ¿pero qué es y por qué tienen tanto interés en Giovanni?

Calificación por edades: 18+

Ver más

Capítulo 1: Instituto nuevo

BIP, BIP, BIP.

Salí de la ducha y me recogí el pelo rubio y sucio con una toalla.

BIP, BIP, BIP.

La alarma volvió a sonar y puse los ojos en blanco mientras me ataba otra toalla al cuerpo y salía del baño para apagarla.

Siempre me levantaba antes de que sonara, y sinceramente no sabía por qué la seguía poniendo.

Empecé a poner a todo volumen «Friends» de Marshmello y Anne-Marie en mis altavoces y empecé a reírme y a bailar por la habitación hasta que mi mirada se posó en unos ojos azules como el hielo que me observaban a través de la ventana.

Sentí que me iba a ahogar si seguía mirándole, así que rápidamente moví los ojos hacia la izquierda, pero me encontré con otros ojos. Esta vez eran unos ojos grises. El chico de ojos grises sonrió y me hizo un gesto para que me acercara.

Fui lentamente a la ventana y la abrí antes de mirar de nuevo a los dos chicos.

—Te mueves bien —dijo el chico de ojos grises. Tenía un fuerte acento italiano y llevaba una chaqueta de cuero con una camisa blanca debajo.

—¿Sí? —pregunté, cruzando los brazos sobre el pecho y asegurándome de mantener la mirada en el chico de ojos grises.

—¿Quién eres tú? —preguntó con curiosidad el chico de ojos grises.

—Vuestra madrastra —dije con un guiño.

El chico echó la cabeza hacia atrás mientras se partía de la risa, pero el chico de los gélidos ojos azules ni siquiera esbozó una sonrisa.

—Un público exigente —murmuré.

El de los ojos grises empezó a reírse aún más fuerte, dejándome saber que me había oído, lo que solo provocó que me sonrojara.

—Está bien. Giovanni no sonríe ni se ríe —dijo el de los ojos grises, señalando con un dedo a Giovanni.

—Oh —murmuré lentamente, asintiendo con la cabeza.

—¡Luna, date prisa o llegarás tarde! —oí gritar a mi madre. Me estremecí ante su tono y puse los ojos en blanco.

—Encantada de conoceros, pero llegaré tarde a mi nuevo instituto si no termino de vestirme, como ayer —dije lentamente, retrocediendo.

El chico de los ojos grises volvió a reírse, pero Giovanni mantuvo la misma mirada penetrante. Saludé por última vez con la mano antes de salir pitando hacia mi armario y ponerme la ropa que había dejado colgada para ponerme.

Corrí al baño y me miré en el espejo. Me quedaba poco tiempo, así que decidí ponerme un poco de rímel y brillo de labios.

Bajé corriendo las escaleras y me encontré con mi madre y mi padre morreándose.

—Puaj —gemí.

Mis padres se separaron el uno del otro y me miraron tímidamente.

Observé los ojos verde mar de mi madre, que tuve la suerte de heredar, y negué lentamente con la cabeza mientras lanzaba un gesto de desaprobación exagerado.

—¿Estás lista? —preguntó mi padre, riéndose.

Si me colocaba entre ellos, se podía decir que eran mis padres porque parecía una réplica exacta de ambos.

Heredé los ojos verde mar de mi madre y sus labios carnosos, y las cejas perfectamente esculpidas y las largas pestañas de mi padre.

—Tan lista como lo estaré siempre —dije con un guiño.

Mi madre se rió suavemente y negó con la cabeza. Me despedí de mis padres con un beso en las mejillas y cogí una manzana antes de salir por la puerta.

Que no se malinterprete: quería a mis padres con toda mi alma, pero nunca habían estado muy presentes. Solo para ayudarme a «instalarme» y luego se iban en viajes de negocios, como siempre.

Saqué las llaves del bolsillo y pulsé el botón de apertura del coche. Las luces de mi Aston Martin Vanquish blanco parpadearon y me monté.

Me metí la manzana en la boca, introduje la dirección de mi nuevo instituto y arranqué el coche antes de salir a la carretera.

Solo tenía veinte minutos para llegar al instituto antes de que se me hiciera tarde y tenía muchas ganas de pasar por Dunkin Donuts a tomar un café helado.

Se me estaba acabando el tiempo, pero deposité toda mi confianza en mi juguetito de cuatro ruedas. Nunca me había defraudado y sabía que ese día tampoco iba a darse el caso.

Quince minutos más tarde entré en el aparcamiento del instituto y aparqué en una plaza junto a la salida. Noté que todas las miradas estaban puestas en mi coche y puse los ojos en blanco antes de bajarme.

Miré a mi alrededor en busca de un cubo de basura y sonreí cuando vi uno. Cogí lo que quedaba de manzana y la lancé; vi cómo volaba por encima de las cabezas directamente al cubo de la basura.

Algunos estudiantes me observaban con asombro mientras otros mantenían sus ojos en mi coche. Saqué mi comida y mi bolsa con los libros y cerré la puerta del coche antes de dar la vuelta para ir a clase.

Me detuve cuando oí un motor revolucionado y me di la vuelta para ver tres motos BMW R1150R de 2001 entrar en el aparcamiento, seguidas de un Lamborghini blanco.

Me quedé con la boca abierta al ver las motos y el coche. Siempre había querido una de esas motos y un Lamborghini, pero cada vez que encontraba la forma de conseguir uno se me escapaba de las manos.

Las motos aparcaron alrededor de mi coche, y vi cómo el Lamborghini vacilaba detrás de mi coche antes de aparcar junto a una de las motos.

Cerré la boca y tomé un sorbo de mi café helado mientras los tipos misteriosos de las motos se bajaban.

Se quitaron los cascos al mismo tiempo y se pasaron una mano por el pelo, mostrando una sonrisa, haciendo que las otras chicas se desmayaran mientras yo ponía los ojos en blanco.

—Vaya, es el de los ojos grises —murmuré cuando me fijé en el mismo chico de ojos grises de esa mañana.

—Se llama Alessandro —dijo una chica a mi lado y se rió.

Las puertas de mariposa del Lamborghini se abrieron y vi como el chico de ojos gélidos, «Giovanni», salía del coche y clavaba sus ojos inmediatamente en los míos.

Me sonrojé y bajé la mirada a mis zapatos.

—¿De quién es este coche? —retumbó una voz.

Volví a levantar la vista para encontrarme de nuevo con «Giovanni», solo que esta vez señalaba a mi juguetito de cuatro ruedas.

—Oye, deja de señalar a Lux —dije, dando un paso adelante.

—¿Así que este es tu coche? —preguntó Giovanni. Tenía el mismo acento italiano que Alessandro. Casi me derrito al oír su voz mientras asentía con la cabeza.

—Sí, es mi coche —dije con orgullo.

—Muévelo —gruñó Giovanni.

¿Disculpa? —pregunté, cruzando los brazos sobre el pecho.

—¿He tartamudeado? —preguntó Giovanni, haciendo reír a algunos de los que estaban ahí.

—No, simplemente es que no puedo entender tu nivel de estupidez —dije encogiéndome de hombros.

Algunos chicos empezaron a formar un estrecho círculo a nuestro alrededor, como si esperaran que uno de nosotros lanzara un primer puñetazo.

—¿Qué has dicho? —gruñó Giovanni, dando un paso hacia mí.

—Por favor, no me hagas daño —fingí suplicar.

—Mira...

—Gio, no digamos nada de lo que nos podamos arrepentir. Olvidémoslo —dijo otro de los chicos de la moto.

Giovanni mantuvo su intensa mirada sobre mí y yo la igualé. Nos miramos fijamente durante un rato, hasta que oí una voz chillona detrás de él.

—Cariño. Vámonos. Vamos a llegar tarde —dijo una chica rubia con aspecto de muñeca Barbie mientras bajaba del coche de Giovanni. Me encogí físicamente por su voz y traté discretamente de taparme los oídos.

La chica me miró con desprecio y rodeó su hombro con el brazo de Giovanni. Miré entre los dos y negué mentalmente con la cabeza. Decepcionante.

La chica agarró la cara de Giovanni —que aún tenía la mirada puesta en mí— y se empezaron a enrollar.

—Hola, Luna, ¿verdad? —oí algo detrás de mí. Me di la vuelta y vi a Alessandro, el de los ojos grises, sonriéndome.

—Sí, hola, ojos grises —dije, acercándome a él. Que supiera su nombre no significaba que tuviera que usarlo.

Le sonreí cariñosamente, y él me pasó el brazo por el hombro antes de girarme para que viera a los otros moteros.

—Este es Dimitri —dijo, señalando al chico que había detenido a Giovanni. Sonreí cálidamente y le saludé con la mano. Me guiñó un ojo, lo que me hizo reír en voz baja.

Dimitri tenía el pelo castaño corto y rizado y unos preciosos ojos color avellana.

—Y este es Lorenzo —dijo, señalando al segundo tipo. Tenía unos ojos verdes preciosos y una cálida sonrisa que me hizo devolvérsela.

Era alto, tal vez medía un metro ochenta, y al volver a mirarlos me di cuenta de que todos eran altos, incluido Giovanni, aunque él parecía que medía un metro noventa. Estaba claro que todos eran italianos.

Sonó el timbre y giré la cabeza en dirección al edificio.

—Te enseñaré el lugar —dijo Alessandro, atrayéndome contra su cuerpo.

No esperó a que le respondiera y empezó a caminar hacia el instituto y, finalmente, hacia la oficina principal, donde me dieron mi horario y la información de mi casillero.

Puse lo que no necesitaba en mi casillero pero guardé lo que sí en mi bolso. Alessandro miró por encima de mi hombro a una de sus fans, y me reí mientras le guiñaba un ojo y le sonreía.

—Ve con ella —dije juguetonamente, poniendo los ojos en blanco.

—¿Estás segura? —preguntó.

​​—Segura —dije encogiéndome de hombros.

Alessandro asintió y se incorporó de la taquilla en la que estaba apoyado y comenzó a caminar lentamente hacia la chica.

Sonreí y observé cómo ella hacía girar un dedo alrededor de su pelo y se reía de algo que le estaba diciendo Alessandro.

Caminé por los pasillos que se iban vaciando lentamente en busca de mi clase. Finalmente llegué, después de cinco minutos de andar como un cachorro perdido.

Abrí la puerta de un tirón y todas las miradas se posaron en mí en cuanto entré en el aula.

—Um, hola —susurré, sonrojándome profundamente. La profesora me miró y me envió una cálida sonrisa.

—Hola —dijo, caminando hacia mí. Le entregué mi agenda y ella asintió con la cabeza antes de que otra sonrisa se abriera paso en su rostro.

—¿Dónde debo sentarme? —pregunté mientras me devolvía mi horario.

—Puedes sentarte donde quieras. Después de que nos hables a toda la clase sobre ti —dijo con una cálida sonrisa.

Gemí mentalmente y me dirigí al frente de la clase.

—Hola, soy Luna. Soy nueva, y sí, eso es todo —dije con una lenta inclinación de cabeza.

La profesora se rió suavemente e hizo un gesto con la cabeza hacia los pupitres. Sonreí, agradeciéndoselo y caminé lentamente mientras buscaba un sitio.

Localicé un asiento junto a la ventana y me dirigí hacia él. Entorné los ojos hacia la clase cuando me di cuenta de que todos me miraban.

La puerta del aula se abrió de golpe justo cuando iba a preguntar si tenía algo en la cara y entraron Giovanni y Alessandro.

Observé cómo le decían algo a la profesora antes de dirigirse hacia la parte de atrás. Los ojos de Giovanni se fijaron en los míos mientras seguía caminando por el pasillo.

—Te gusta todo lo que es mío, ¿no? —preguntó.

—¿De qué estás hablando? —pregunté, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Estás en mi sitio —gruñó Giovanni.

Me levanté y miré la silla de arriba abajo antes de volver a sentarme. —Lo siento, no veo tu nombre en ella —dije, negando con la cabeza.

Giovanni abrió la boca para decir algo, pero fue cortado por la voz de la profesora.

—Giovanni, por favor, siéntate y continuemos con la clase, por favor —dijo la profesora, exasperada. Giovanni maldijo en italiano en voz baja, pero se movió delante de mí.

Giré la cabeza hacia la ventana y miré hacia fuera; podía ver dónde estaban aparcados mi coche, el de Giovanni y las motos.

Sentí que alguien me miraba fijamente, giré la cabeza y miré alrededor del aula, solo para fijarme en Giovanni, que decidió que de todos los asientos del aula estaba bien sentarse a mi lado.

Le guiñé un ojo y le lancé un beso antes de volver a girar la cabeza hacia la ventana. Sentí una mano en mi muslo y miré hacia abajo: era su mano.

Levanté lentamente la vista hacia su rostro, pero no me prestaba atención. Me tensé cuando su mano se deslizó hacia arriba. Allí donde Giovanni tocaba, mi piel empezaba a entrar en calor y mi cara también.

Sonó el timbre y me levanté de la silla y cogí mi mochila antes de salir de clase. Tenía tres clases más con él antes de que, por suerte para mí, llegara la hora del almuerzo.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea