Mi chica - Portada del libro

Mi chica

Evelyn Miller

Capítulo dos

SAVANNAH

Vale, quizá me equivoqué.

Los clubes no son tan malos.

No recuerdo la última vez que me sentí tan despreocupada.

Quizá sea la música alta. Tal vez sea el alcohol. Tal vez es solo que estoy bailando con Erin sabiendo Rosie está divirtiéndose con Mallory y Harry.

Prácticamente me echó por la puerta cuando se enteró de que se iba a quedar a dormir sin mí. Una parte de mí se sintió aliviada de que se lo tomara tan bien, pero la otra se sintió ofendida.

—¡Tíos guapos, a las seis en punto! —Erin me grita al oído. Giro sobre mis talones para mirar y acabo tropezando. Me agarro a los brazos de Erin para estabilizarme, pero ella también tropieza.

Nos miramos con los ojos muy abiertos por un momento antes de estallar en carcajadas.

—¡Vamos a tomar chupitos! —grito, señalando la barra, de repente con ganas de otro chupito de tequila.

—¡Me encanta la Savannah borracha! —grita Erin mientras nos abrimos paso bailando por la sala, a través de los muchos cuerpos sudorosos, y vamos directo a la barra.

—¿Qué estáis bebiendo, señoritas? —le espeta un borracho de pelo claro a Erin.

Me resulta extrañamente familiar, pero no consigo ubicarlo.

Me inclino hacia delante y entrecierro los ojos tratando de ubicarlo.

—¡Tequila! —Erin sonríe y levanta dos dedos.

—¿Cómo te llamas? —pregunto, apoyándome en la barra y mirando alrededor de mi amiga para intentar ver bien al tipo.

—¡Michael! —responde con una sonrisa coqueta en la cara.

—No te conozco —respondo, haciendo reír tanto al desconocido como a Erin.

Acabamos tomando dos chupitos con Michael antes de que se ofrezca a invitarnos a otra copa y nos invite de nuevo a su mesa con sus «colegas».

—¡Está buenísimo! —me dice Erin mientras nos cogemos de la mano y lo seguimos entre los cuerpos sudorosos. Le sonrío con los dientes y muevo las cejas, haciéndola reír de nuevo.

Cuando llegamos a la mesa, hay otros dos chicos guapos que también me resultan familiares. El tequila realmente debe estar haciéndome trucos en los ojos.

—Os presento a mis nuevas amigas —nos presenta Michael antes de meterse en la cabina— ¿Dónde está el protagonista? —le pregunta al tipo más cercano a él.

—Meando —el tipo se ríe—. Nuestro mejor amigo acaba de mudarse y lo estamos celebrando —explica Michael, inclinándose, mirando las tetas de Erin.

—Te está mirando las tetas —le digo al oído lo bastante alto como para que solo ella lo oiga. Esto la anima a sacar más pecho.

—En el instituto le rompieron el corazón y se escapó —añade, haciéndonos resoplar a Erin y a mí.

Ninguna de nosotras es ajena a los chicos que huyen.

—Ahora su negro corazón se ha convertido en piedra —el tipo de pelo negro más alejado suspira, sacudiendo la cabeza con tristeza.

—Se lo merece por huir. Los hombres son unos maricas —se burla Erin, claramente refiriéndose a Tanner—. Juro por Dios que si alguna vez lo veo, Sav, le arranco las pelotas —dice, mirándome.

Erin, borracha y enfadada, no es alguien con quien quiera meterme, así que le doy la razón y bebo un sorbo de la bebida afrutada que tengo delante.

—¿A ti también te han roto el corazón? —pregunta Michael, echándose hacia atrás despreocupadamente y pasando no tan sutilmente el brazo por los hombros de Erin.

—Oh, no, no hablemos de él o se convertirá en She-Hulk: Abogada Hulka —respondo, sacudiendo la cabeza, haciendo reír a los demás.

—Soy Juddson, y este es Tyler —me presenta el chico rubio del medio con una sonrisa amable. Esos nombres me suenan, pero estoy demasiado borracha para recordar dónde los he oído.

—Yo soy Daphne, y ella es Daisy —anuncia Erin, haciéndome alzar las cejas ante ella. ¿Desde cuándo usamos nombres falsos? ¿O es que nos hemos cambiado los nombres?

—Hermosos nombres para hermosas damas —sonríe Tyler, levantando su copa haciéndome reír, fuerte, lo que hace que Erin ría igual de fuerte.

—Ooh auch, mi frase debe estar oxidada —se ríe Tyler—. Acabo de romper con mi novia hace una semana —explica, sacudiendo la cabeza.

—¡Eh, ella también! No novia, novio —exclama Erin con entusiasmo, señalándome.

—¿Lo hice? —pregunto, arrugando la nariz. Recuerdo haberle mandado un mensaje a Pete antes de irme al club, pero no recuerdo haber roto con él.

—En mis sueños —ella resopla—. De todos modos, no hablemos de ese idiota —agita la mano con desdén.

No pasamos más de dos minutos charlando antes de que Erin y Michael se pongan a jugar al hockey sobre amígdalas, dejándome incómodamente sentada a su lado.

Juddson me dedica una sonrisa comprensiva y se encoge ligeramente de hombros como diciendo: «¿Qué se le va a hacer?»

—Oye, Mikey, deja de meterle la lengua en la garganta a esa chica y muévete —una voz profunda y muy familiar se ríe desde mi derecha. Miro perezosamente hacia el lugar de donde procede la voz y al instante me siento sobria.

Es él.

Tanner.

Está más guapo de lo que me hubiera imaginado. Parece que ha crecido unos centímetros más y mide más de dos metros.

Su habitual pelo oscuro y desgreñado está recortado y le crece una ligera barba en la barbilla. Y esos brazos. Pensé que se veían increíbles en la escuela secundaria, pero mierda, se han llenado.

Definitivamente ahora es un hombre.

—¿Mmm? —Michael tararea antes de oír cómo se separan sus labios y los de Erin.

—Vaya, te pareces tanto a Ro... —Erin comienza antes de interrumpirse a sí misma.

—¿Ro? —pregunta Tanner, enarcando una ceja, divertido.

—Espera. Mikey. ¿Como Mikey Clarke? —tose ella, deslizando su cuerpo lejos del suyo y acercándose hacia el mío.

El movimiento hace que los ojos de Tanner se desvíen hacia mí. Sus ojos verdes se clavan en mí, la sonrisa desaparece de su rostro. Una leve línea aparece entre sus cejas.

—Oye, ¿no te conozco? —me dice entrecerrando los ojos.

—No. Nunca te he visto en mi vida —sacudo la cabeza, bajando la cabeza para que el pelo me cubra la cara, deseando que se mueva para poder levantarme y salir corriendo de este estúpido club.

—Aléjate, gilipollas —gime Erin entre dientes, inclinándose sobre mí.

—Miau. Siempre te gustaron las peleonas, Mikey —Tanner se ríe pero hace lo que le dicen.

En cuanto se ha movido lo suficiente, me pongo en pie de un salto, dispuesta a correr directamente hacia la puerta.

—¿Conoces a Mikey? —dice Tanner, interponiéndose en mi camino. Siento el cuerpo de Erin empujar contra mi espalda.

—Quítate de en medio, Tanner —grita.

—Sí que me conoces —jadea antes de soltar una risita. Suena tan parecida a la de Rosie que me hace cerrar los ojos y respirar hondo, luchando contra las lágrimas.

Sabía que venir a un club era una mala idea. Pero ni en un millón de años pensé que me encontraría con el donante de esperma de Rosie.

—Por favor, muévete —consigo decir, dejando escapar una lágrima.

—Oh, Dios. He bebido demasiado —gime Tanner, tirando su cuerpo en la cabina al lado de Tyler—. Esto no pasó en Nueva York —murmura, sacudiendo la cabeza antes de poner la cabeza entre las manos.

Aprovecho la oportunidad y salgo corriendo de la cabina lo más rápido que puedo.

Paso entre toda la gente y salgo por la puerta por la que entramos hace horas. El aire fresco me llena los pulmones mientras respiro hondo, intentando recuperar la compostura.

—Savannah —me dice Erin desde detrás de mí. Miro a mi mejor amiga y rompo a llorar. Al instante, sus brazos me rodean y atrae mi cabeza hacia su pecho.

—Shh. Todo va a ir bien —susurra, acariciándome el pelo.

—Está aquí —tartamudeo.

—Lo sé. Lo sé.

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