Savanah: Antes de Aarya - Portada del libro

Savanah: Antes de Aarya

L.S. Patel

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15
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Summary

Antes de que Aarya Bedi fuera nombrada reina de los licántropos, otra mujer suspiraba por el corazón de su rey. Savanah Willows habría dado cualquier cosa por que el rey divino, Adonis Dimitri Grey, se fijara en ella, pero él ni siquiera la miraba. Sin embargo, todo eso cambió cuando Savanah encontró a su pareja predestinada en el último lugar que hubiera esperado... las mazmorras del rey. Bradley, el peligroso y sexy licántropo marginado, había esperado décadas para encontrar a su pareja y robarle el trono. Pero Savanah estaba enamorada del hombre que él quería destruir. Ahora Savanah debe tomar una decisión imposible: permanecer firme en su amor no correspondido por el rey, o renunciar a la Manada y abrazar su destino en los brazos del mayor villano de la humanidad.

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10 Chapters

Chapter 1

Capítulo 1

Chapter 2

Capítulo 2

Chapter 3

Capítulo 3

Chapter 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

Aarya, maldita Aarya Bedi.

La noche en que entró en mi vida fue la noche en que todo se vino abajo.

La noche que perdí al amor de mi vida. Mi rey. Mi Adonis.

Estuve enamorada del rey de los licántropos durante años antes de que ella le pusiera los ojos encima.

Qué no daría por estar en sus zapatos, ser la pareja del mismísimo rey...

Pero en lugar de eso me convirtieron en una especie de villana.

¡Bueno, a la mierda!

¿No es hora de que cuente mi versión de la historia?

***

SEIS MESES ANTES

Savanahnunca lo adivinarás.
Zaylaomg ¿qué?
Savanahmi tío va a ver al rey hoy
Savanah...y me dijo que podía acompañarlo. ¡ya estamos en el coche!
Zaylano
Zaylajoder
Zayla¿en serio?
Zayla!!!!!!!!
Savanahsí!!! Vamos a estar él y yo y mi tío todo el día.
ZaylaQué suerte tienes
ZaylaY sabes que él tampoco ha encontrado a su pareja
SavanahZay, no empieces...
Zaylasolo lo digo 😉 .

No pude evitar sentir la emoción crecer en mi pecho al leer el mensaje de mi mejor amiga. Zayla sabía de mi amor no correspondido por el rey de los licántropos, Adonis Dimitri Grey.

Aunque hacía tiempo que había perdido la esperanza de que fuéramos compañeros, Zayla no.

—¿Cuánto falta? —le pregunté a mi tío Mark, que conducía. No respondió, como de costumbre.

Siempre lo enfadaba todo lo que yo hacía. Ese día se había enfadado porque tardé demasiado en decidir qué ponerme para visitar al rey.

Lo sé, lo sé. Soy un cliché. Pero en mi defensa, solo me avisó unos minutos antes de que quería que fuera con él.

Tuve que probarme todos los vestidos de mi armario antes de elegir uno negro elegante que se ajustaba perfectamente a mis curvas. Sin duda valía la pena el silencio.

Probablemente debería presentarme: me llamo Savanah Willows. Tengo veinte años. Y como probablemente adivinaste, soy una licántropa.

Antes de que preguntes, no soy una de esas licántropas que obtuvo sus poderes porque encontró una pareja que era licántropo y se transformó lentamente de mujer loba.

Como he dicho, todavía no he encontrado a mi pareja. Ni siquiera he besado a un chico.

No, soy del tipo aburrido que nació como licántropa. Es por parte de mi tío. Él es miembro del Concejo de Alfas, y es por él que conocí al rey.

En cuanto le miré a los ojos color avellana, me enamoré. Pero sabía que no éramos compañeros. Esa verdad se sentía como una esquirla de cristal en mi corazón cada vez que la recordaba.

Dicen que se nota cuando encuentras a tu pareja, y yo nunca tuve esa sensación de hormigueo de la que habla la gente. Y él nunca sintió nada por mí.

En las raras ocasiones en que pude verlo en persona, tuve suerte si me dedicó una sola mirada.

Todavía no había encontrado a su pareja, ni yo a la mía.

Mentiría si dijera que no había pensado en ello: ¿qué pasaría si me equivocara, si él fuera mi pareja? Pero sabía que era una tontería soñar.

Mi única esperanza era que ninguno de los dos encontrara nunca a su pareja. Era teóricamente posible. Los lobos morían antes de encontrar a sus parejas todo el tiempo. Era una triste realidad de la vida de un metamorfo.

Ya había perdido la esperanza de que la mía estuviera ahí fuera. La mayoría de los lobos conocían a sus parejas a los dieciocho años. Eso fue hace dos años, y no había nada en el horizonte.

Así que tal vez el rey podía darse cuenta de que su pareja había muerto y elegirme para formar un vínculo conmigo. Sé que suena un poco psicótico, pero lo amaba.

En ese momento, era mi única esperanza. Me aferraba a ella como Rose a ese tablón en el final de Titanic.

***

—¡Savanah, despierta! —el sonido de la voz ronca de mi tío me despertó y me incorporé, parpadeando. De lo primero que me di cuenta fue de que mi vestido negro se había arrugado mientras dormía.

Al asomarme por la ventana, vi que estábamos en la entrada del enorme palacio real. Las torres se alzaban por todos lados y la muralla exterior se sentía gigante frente a mí.

Sentí que se me ponía la piel de gallina mientras salía del coche y me ajustaba subrepticiamente el vestido y el pelo. Iba a ver a mi amor en cualquier momento.

Mi tío me miró con desconfianza mientras bajaba del coche.

—¿Qué tramas, Savanah? —preguntó socarrón. Puse los ojos en blanco.

Mi tío me había tratado como a la suciedad de sus zapatos desde mi decimoctavo cumpleaños, cuando no había encontrado a mi pareja. Como no tenía pareja, parecía pensar que yo no valía nada.

Sentí que su mano me agarraba el brazo y lo miré, repentinamente nerviosa. ¿Por qué me miraba así?

—¿No tienes curiosidad por saber por qué te he invitado a palacio? —se burló, y sentí que se me desplomaba el corazón.

Había sido una tonta al pensar que me había invitado por la bondad de su corazón. Mi tío siempre estaba tramando cosas, y ahora entendía que yo formaba parte de sus planes.

—¿Qué estás planeando? —pregunté, intentando mantener la voz firme. No quería caerle mal a mi tío.

Se acercó a mí y me susurró al oído.

—Hoy vienen al Concejo muchos hombres poderosos. ¿Sabes qué tienen todos en común?

Sacudí la cabeza, con los nervios a flor de piel.

—Todos están aquí porque sus compañeros murieron. Y todos son muy poderosos. Hoy vamos a formar un nuevo vínculo para nuestra familia. ¿Entiendes?

Sentí que me caía una piedra en el estómago. Sabía lo que estaba diciendo.

Iba a casarme con uno de los hombres del Concejo del Rey Dimitri para forjar una nueva alianza entre nuestras familias. No iba a dejarme esperar al rey.

—Yo... ¿Y si mi compañero está ahí fuera? —pregunté débilmente tratando de ganar tiempo.

—Buen intento —gruñó mi tío—. Ambos sabemos que tu compañero probablemente esté muerto en alguna zanja. Ahora vas a saludar a los hombres del Concejo del Rey. Y no vas a intentar ese horrible coqueteo que haces con Dimitri cada vez que lo ves. No le interesan las putas como tú, y será mejor que te acostumbres.

Agaché la cabeza mientras mi tío tiraba de mí hacia el palacio, riéndose por lo bajo. Nada le gustaba más que castigarme.

Bajo la sombra del palacio, sentí que se desvanecían mis últimas esperanzas en Dimitri, y me resigné a convertirme en la compañera forzosa de cualquier concejal que pudiera hacer ganar más dinero a mi tío.

***

No quería volver a ver a un concejal.

Ya llevaba cuatro horas desfilando como un extraño animal de circo, con mi tío llevándome de pretendiente en pretendiente como si fuera el caballo premiado en una subasta.

Todos los hombres que me mostraba eran arrugados y horribles, la mayoría hombres lobo que parecían tener sesenta o setenta años (lo que probablemente significaba que en realidad tenían cientos de años).

Cada uno de ellos parecía estar desnudándome con la mirada.

Para colmo, ni siquiera pude ver al rey, y mucho menos hablar con él.

Esperaba que si le explicaba lo que estaba haciendo mi tío, podría ayudarme. Pero no estaba por ninguna parte.

Solo quería irme a casa, o al menos sentarme y enviarle un mensaje a Zayla sobre la pesadilla de día que había tenido.

—Ven aquí —gruñó mi tío, tirando de mí hacia un hombre tan viejo que iba en silla de ruedas—. No te atrevas a abandonarme, perezosa.

En ese momento, un delicioso aroma penetró en la habitación y me detuve, volviéndome hacia la puerta.

Mi tío ni siquiera intentó detenerme, y supe por qué. Él, como todos los demás en la sala, se había vuelto hacia el frente del pasillo.

Sentí un rubor subiendo por mis mejillas cuando él entró en la habitación.

Adonis Dimitri Grey, el rey de los licántropos. No importaba cuántas veces lo viera, no podía creer que fuera real.

Estaba hecho como un dios griego. La mayoría de los licántropos son musculosos, pero este hombre estaba en otro nivel.

Su cabello castaño oscuro, perfectamente peinado, le quedaba mejor que cualquier corona, y desde debajo de sus gruesos mechones, unos brillantes ojos color avellana observaban la habitación.

Toda la sala se quedó en silencio cuando él dio un paso al frente. Aquellos impresionantes ojos observaron a los concejales reunidos.

Por un momento se clavaron en mí y me vi incapaz de respirar. El corazón me latía tan deprisa que creí que iba a estallarme en el pecho.

Esperaba que apartara la mirada, pero ¿por qué seguía mirándome?

Espera un segundo. ¿Se estaba acercando?

Habría creído que me lo estaba imaginando si no hubiera oído el grueso golpe de sus pasos cuando cruzó hacia mí, con una mirada severa en los ojos.

Se detuvo frente a mí y me obligué a volver la mirada al suelo.

¿Qué demonios estaba pasando? Nunca había mostrado el más mínimo interés en mí.

Entonces sentí un dedo bajo mi barbilla y me levantó para que lo mirara.

Jadeé al contemplar aquel hermoso rostro, el mismo con el que había soñado durante años.

—¿Qué haces aquí?

Su voz era suave como la mantequilla, como el chocolate y el caramelo y todo lo bueno del mundo.

—Rey Ado... quiero decir, Dimitri —tartamudeé, de repente incapaz de hablar inglés. Casi había olvidado que solo los amigos más íntimos del rey podían llamarle Adonis.

Lentamente, la expresión del rey se ensombreció. Vi un destello de ira en sus ojos.

Luego se enderezó y se apartó de mí.

—Sé por qué estás aquí —dijo, mirándome con tal odio que sentí como un golpe físico en las tripas.

El rey se volvió hacia los guardias que había colocado por los pasillos.

—Guardias, llevaos a esta escoria rebelde —gruñó.

¡¿Escoria rebelde?! El pánico invadió mi cuerpo. ¿El rey pensó que yo era una rebelde?

Pero antes de que pudiera abrir la boca para explicar que era la sobrina del Concejal Mark, sentí que una mordaza metálica me tapaba la boca y unas manos firmes me agarraban.

Volví los ojos suplicantes hacia mi tío, pero vi en su mirada que no recibiría su compasión. Su mirada era fría y calculadora.

Miré hacia el rey, el hombre al que había amado en secreto durante años, y grité a través de la mordaza. Pero él se limitó a apartar la mirada de mí mientras me arrastraban hacia las mazmorras.

***

Antes de que me diera cuenta, me golpearon contra la tierra dura y perdí el aliento.

Todo a mi alrededor estaba negro como el carbón, y miré a mi alrededor enloquecida, con el corazón atronando.

Oí el chirrido de los barrotes metálicos al cerrarse y pasos que se alejaban.

Y entonces se hizo el silencio.

Me quedé acurrucada en el suelo rocoso durante mucho tiempo. No sabía qué había pasado. ¿Cómo había pasado de invitada a la fiesta del rey a prisionera en su calabozo?

Me incorporé lentamente y palpé a mi alrededor. Me di cuenta de que estaba cerca de una pared. Deslicé mi cuerpo por el suelo hasta que pude apoyarme en ella.

Parpadeando, me di cuenta de que me estaba acostumbrando poco a poco a la falta de luz.

Me encontraba en una habitación parecida a una cueva. Había una puerta tallada en una pared, bloqueada por gruesos barrotes oxidados. El resto de la habitación estaba demasiado oscura.

Temblando, abracé mis piernas y descubrí que había roto mi precioso vestido.

Se me escapó una lágrima y sentí que un sollozo salía de mi boca. Resonó en las paredes como una especie de fantasma espeluznante.

—Calla, pequeña. No llores.

Solté un grito. No pude evitarlo. La voz surgió de la oscuridad, a escasos metros de mí, y definitivamente dentro de mi celda.

—¿Quién está ahí? —gemí, esforzándome por sonar fuerte… Nada más alejado de cómo me sentía.

Justo entonces vi algo moverse en las sombras delante de mí.

Una figura alta se levantó como si surgiera de la negrura.

Dio un paso adelante y sentí una extraña sensación en los brazos, un extraño hormigueo.

Al principio, pensé que la sensación era mi cuerpo a punto de desmayarse por el miedo, pero luego empecé a sentir un calor que se extendía por mis huesos. Cuanto más se acercaba la figura, más calor sentía.

¿Qué demonios estaba pasando?

Olí a pino cuando la figura se acercó. Era un hombre. Me di cuenta por el bulto de sus músculos.

—¿Qué me está pasando? —pregunté mientras el calor viajaba hacia mi interior.

El hombre estaba justo encima de mí y podía ver su cuerpo tonificado pero desnutrido... excepto su cara.

Se pasó una mano por el desordenado pelo negro y soltó una risita.

—¿No lo sabes, pequeña?

Se puso en cuclillas y me mostró su cara.

Jadeé al ver las horribles marcas de garras en su cara. Sentí un extraño impulso de matar a quienquiera que se las hubiera hecho.

—Parece que nos hemos encontrado —dijo con voz sedosa y peligrosa.

Mis ojos se desviaron más allá de sus labios finos y su nariz llena de cicatrices...

Y entonces mi mirada se posó en sus ojos verde eléctrico, y sentí como si un rayo acabara de caer sobre mí.

Ni siquiera necesitó decir las siguientes palabras. Sabía lo que ese sentimiento cargado debía significar.

Pero oír la palabra de su boca fue más poderoso de lo que podía imaginar.

—Compañera —dijo, su voz resonó inquietantemente en las paredes.

Tardé varios segundos en asimilar sus palabras.

Eso no podía estar pasando.

Tenía un plan para ser la pareja elegida del Rey Ado… Dimitri.

Ninguna parte de mi plan implicaba ser arrojada a las mazmorras reales por mi amor y encontrarme con este extraño prisionero de aspecto letal esperando para reclamarme.

Pero no podía negar la sensación que corría por mis venas, acumulándose en mi sexo.

Nunca había sentido eso por el rey.

Pero yo no quería eso.

¿Verdad?

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