Alfa Rylan - Portada del libro

Alfa Rylan

Midika Crane

Capítulo 2

Dawn

Esto es peligroso. Esto es peligroso y estúpido.

La razón por la que me he decidido a hacerlo está relacionada principalmente con la falta de entretenimiento que me proporciona el bosque. Además, mi incesante curiosidad no me permite desaprovechar esta oportunidad.

Mi fuerza, al pasarme el día trepando a los árboles, me permite cargar el peso de mi cuerpo sobre la estructura de hormigón, con los pies debajo de mí, por lo que estoy agachada.

No cometeré el error de ponerme de pie; las sombras sólo me ocultarán hasta cierto punto.

Hoy he decidido tener en cuenta el mensaje entregado por el comandante Burke de parte del Alfa. ¿Puedo fiarme de él? Probablemente no.

El Alfa Rylan prometía que mi hermana y yo ya no seríamos perseguidas por sus guardias, si me reunía con él por última vez.

No es algo que me crea realmente, sin embargo, me interesa saber lo que pueda decir.

Ha pasado un año desde la última vez que lo vi, y quiero saber cómo se las arregla para que sus preciados soldados sigan viniendo a por mí.

He escalado este muro muchas veces. El hormigón bajo mis dedos me da una sensación familiar y áspera que disfruto por un momento. Si esto sale mal, podría ser la última vez que lo haga.

Estás aquí para echar un vistazo, sólo un vistazo.

La Manada de la Pureza se extiende frente a mí, las luces brillantes y los ruidos de la calle invaden mis sentidos.

Este lugar no se parece en nada al bosque que envuelve los muros exteriores, separado sólo por la estructura hecha por el hombre para mantener la religión dentro y el pecado fuera.

Su Alfa los protege bien, de forajidos como yo. Odia el hecho de que puedan escalar su precioso muro y manchar a su preciosa gente.

Paso con precaución por el amplio bordillo. Rylan mandó instalar crueles y gruesas varillas de acero afiladas en el extremo para impedirme pasar, pero no ha funcionado. No tengo otra opción.

Necesito comida para mi hermana y sólo se puede encontrar dentro de la manada.

El Alfa dijo que se reuniría conmigo junto a la muralla a medianoche, cerca del mercado nocturno. Sin embargo, ya ha pasado la hora; es casi de madrugada.

Todos se han ido ya a casa para levantarse mañana al amanecer para sus tareas diarias. Sólo alaban a la luna a medianoche, que ya ha pasado.

El mercado es terreno neutral. Ni su finca. Ni mi bosque.

Avanzo unos metros antes de detenerme de nuevo. Estoy en el límite del mercado, vacío. Todos los puestos han sido recogidos en el ancho muro que lo rodea.

Nadie tiene que preocuparse de cerrar nada; aquí no se roba.

Se que está aquí en algún lugar. Esperándome.

Rechinando mis muelas como de costumbre, sigo con mi lento caminar, agachada, esperando que los conos de luz de las farolas no tengan el alcance necesario para revelar mi posición.

La noche que me envuelve es mi único escudo de protección contra el Alfa Rylan. Si tuviera más recursos, tendría todo un arsenal conmigo.

En su lugar, solo llevo un grueso trozo de madera afilado metido en la parte trasera de mis pantalones.

No sé cómo irá esto. Rylan seguramente habrá traído a sus guardias con él.

Veo toda la plaza del mercado a medida que avanzo unos pasos más. Es amplia, con capacidad para albergar a mucha gente. Esperaba ver a Rylan justo en el centro, esperándome pacientemente.

En cambio, no veo nada. Mis cejas se fruncen.

Lo que me pasa con Rylan es que no puedo predecirlo. No entiendo como puede tener la capacidad de actuar siempre de manera inesperada conmigo.

Normalmente, tengo una extraña habilidad para descifrar a la gente, pero Rylan sigue estando bajo una niebla de misterio.

Sí, envía a sus guardias a buscarme muy a menudo, pero de alguna manera se las arregla para averiguar siempre dónde estoy.

Odio estar desprevenida. Me gusta tener siempre un plan por adelantado, pero Rylan nunca me deja tiempo suficiente para crear ninguno.

Me siento encima de la pared durante al menos cinco minutos.

Comienza mi debate interno. Mientras mi cuerpo me dice que me gire y corra, mi mente quiere que me acerque más, para ver mejor.

Por lo que sé, Rylan podría estar en una esquina oscura que no puedo ver desde aquí. Él, o sus guardias.

—Me odio a mí misma —murmuro, y mi susurro es atrapado por las garras de la suave brisa.

Girando el cuerpo, maniobro con cuidado hasta quedar colgada con el estómago contra la pared; mis dedos agarrados al borde son lo único que me impide caer.

No es que importe, ya que es la única opción que tengo. Cuando me suelto, caigo de pie, pero no sin una sacudida de dolor que me atraviesa los tobillos y las rodillas.

Todos los días me pasa.

El sonido de mi caída resuena, dándole a este lugar una sensación aún más tenebrosa. Pero no me asusta la oscuridad. Me asusta lo que pueda estar acechando en ella.

Avanzo, la luz de la luna ilumina todo lo que hay delante de mí. Rylan es el maestro de la anticipación, seguramente me he puesto en bandeja para él.

Si decide abalanzarse sobre mí y capturarme, que así sea. Si cree que eso hará que me rinda a él, entonces está totalmente equivocado.

El frío sube por mis brazos mientras espero. No voy a anunciar mi llegada. Si está aquí, entonces ya lo sabe.

Decide mostrarse sólo unos segundos después.

Había olvidado lo hermoso que es.

En el momento en que sale de las sombras, tengo que exhalar toda la ansiedad acumulada para poder mantenerme en pie. Me he dado cuenta que son sus ojos a los que no puedo acostumbrarme nunca.

De un hermoso tono más claro que el color azul medio. A medida que se acerca, veo que tiene una especie de anillo de color plata en el exterior que capta el tono de azul inimaginable en su interior.

Está diferente de como lo recuerdo. No era tan... alto. Ni tan bien construido. Se me hace la boca agua.

¿En qué estoy pensando?

Instintivamente, enderezo los hombros y me mantengo firme. Mi confianza es todo lo que tengo en este momento, sin embargo, este hombre es mi compañero. Mis rodillas flaquean al verlo.

La última vez que lo vi, llevaba el pelo peinado hacia atrás, era algo más bajo y sus músculos estaban menos definidos. Ahora, es una persona completamente diferente.

Sigue vistiendo con elegancia, con sus pantalones oscuros y su camisa de botones planchada. El resto de su cuerpo es más desaliñado. Sus cejas oscuras desaparecen bajo un flequillo despeinado que enmarca sus ojos.

Quiero saber qué pasó con el hombre del que estaba huyendo. ¿Quién es este?

—Dawn —susurra.

Por mucho que quiera apartar la vista, mantengo mi mirada fija en él. Su altura es lo que me ha despistado de inmediato, junto con su cambio de aspecto.

Él, supongo que al mirarme ve a la misma chica que vio hace años. Bueno, una versión de mí nacida en el bosque.

—Alfa Rylan —digo con cuidado, mi voz temblorosa suena extraña mientras baila por las paredes de hormigón que nos rodean.

Sacude la cabeza, mirándome por debajo de la línea del cabello. —Te dije que no me llamaras Alfa.

No soy como él, ni como nadie de su manada.

Nacida en la Manada del Deseo, viví una vida de libertad y emoción durante toda mi adolescencia, con la capacidad de tomar mis propias decisiones, ya que mis padres trabajaban a tiempo completo.

Luego nos mudamos a la Manada de la Pureza, después de que mi madre leyera un artículo sobre la Diosa de la Luna y decidiera que quería creer en ella.

He intentado obedecer. Pero resulta que no soy muy buena en eso.

Querían que fuera a un internado religioso orientado para los que acababan de entrar en esta manada.

No es que no crea en la Diosa de la Luna, es el hecho de que no puedo manejar todo lo que eso conlleva. Las reglas. Las reglas y yo no nos llevamos bien.

Así que mi hermana y yo nos escapamos, y por poco no nos mandan a la cárcel durante cuatro años de nuestra vida.

Fue entonces cuando conocí a Rylan.

—Eso es todo lo que eres para mí —digo en voz baja, la mordacidad de mis palabras ya no está ahí. A pesar de disfrutar de la distancia con mi compañero, no he podido evitar que su imagen pasara por mi mente todos los días. Sin embargo, nunca se lo dije a mi hermana.

No tenía sentido preocuparla.

En su pequeña mente salvaje, piensa que estoy enferma por querer estar separada de él. Pero yo me siento bien así.

—Te he echado de menos —susurra, con la luz de las farolas brillando en su pelo, dándole un lustroso tinte dorado. Solo me fijo en sus pequeños detalles.

Tragando saliva, vuelvo a pasar las manos por mis muslos. —No he venido a hablar de eso.

El rostro de Rylan se vuelve triste por un momento, y mi corazón se ataca a sí mismo.

No ha sido mi intención hacerle daño a propósito. No es mi culpa que no lo entienda, no importa cuántas veces intente decírselo.

Su vida está hecha de reglas y religión, mientras que la mía es de libertad y elección. Por mucho que él quiera tomar decisiones por mí. Yo no estoy hecha para ser inmovilizada.

Por eso estoy aquí. Para terminar finalmente esta disputa entre nosotros. Tiene que dejarme ir...

—Por supuesto —murmura—. Supongo que estás considerando seriamente irte después de esto. Y que tampoco necesitas pensártelo mucho.

Mis ojos miran automáticamente a mi compañero frente a mí. Quizá no haya cambiado. Sigue mirándome de la misma manera; como a una criatura que no entiende. ¿Cómo podría hacerlo?

Soy una completa lunática para alguien tan correcto como él. Su aspecto ha cambiado, y también su comportamiento. Sin embargo, sigue actuando como si necesitara una jaula a mi alrededor.

Le odio.

—Alfa, soy yo con quién estás hablando. No sabes mucho sobre mí, pero sí sabes que no puedo vivir tu vida. Somos de mundos distintos...

—Estoy dispuesto a cambiar —dice rápidamente, avanzando hacia la luz. Igualo su paso hacia atrás, nerviosa por su acercamiento—. ¿Puedes pensártelo, por favor?

—No puedo estar sin ti ni un segundo más.

Sus palabras suenan desesperadas. Otro paso adelante. Otro paso atrás.

Empieza a cundir el pánico. ¿Cuál es su plan? ¿Va a seguir acercándose a mí hasta que quede atrapada contra la pared de atrás?

Si es así, voy a tener que huir, pero primero, tengo que asegurarme de que dejará de enviar hombres a por mí.

Su comandante tiene obsesión por perseguirme, y no creo que pueda soportar otro año más de aguante.

—Ya he pensado en ello —le digo con recelo.

—No estás bien. Te miro y veo lo desnutrida que estás. ¿No vas a dejar que te cuide?

Sacudo la cabeza. —No, Rylan... Alfa, quiero decir. No puedo hacerlo, no dejaré que me envíes a uno de tus enfermizos internados. No quiero que nadie me convenza.

Dándole la espalda, me dirijo hacia el enorme muro que pienso escalar. En realidad, planeo que Rylan me llame de vuelta y acepte este trato. Aunque eso sucedería en un mundo perfecto.

Desgraciadamente, yo no estoy en uno de ellos.

—¡Dawn!

Hago una pausa.

Al darme la vuelta, Rylan me mira fijamente. Sus ojos se han oscurecido hasta el punto de parecer un miembro de la Manada de la Venganza; cruel, despiadado y frío.

El hombre de alta moral se ha ido, y el mismo hombre que envía implacablemente a esos guardias tras de mí está allí. Veo su mandíbula apretada.

—Sabía que harías esto. Sabía que mi chica testaruda no cambiaría —murmura, haciendo que mi corazón se detenga.

—Tú tampoco. Por eso me voy.

Sacude la cabeza, y un destello de culpabilidad adorna sus ojos por un momento. Así es como me doy cuenta de que las cosas no van a terminar muy bien para mí.

—Es peligroso estar ahí fuera, Dawn. No es lugar para mi compañera —dice con cuidado.

Miro a mi alrededor y veo a los guardias salir de las sombras. Cada uno de ellos está bien armado y lleva una armadura que brilla bajo los destellos de la luz plateada de la luna que cae del cielo.

Todos sus rostros están encapuchados, como si corrieran un gran peligro al ser vistos por mí. ¿Soy realmente tan aterradora a sus ojos?

—Te odio —gruño, girándome hacia Rylan. Ha bloqueado todas mis posibles salidas con sus guardias.

El sentimiento de culpa aparece ahora en su expresión. —Tenía que hacerlo, eres mi compañera.

—Te odio.

Dos guardias me agarran de los brazos y no me molesto en defenderme. ¿Qué sentido tendría? Sé a ciencia cierta que no tengo posibilidad de huir, así que me veo obligada a ser capturada por él.

Pero no sin hacerle saber lo que siento.

—Te odio —repito con maldad.

Veo el conflicto en su rostro, pero cuando el guardia me pone las esposas en las muñecas, me estremezco. El frío metal se clava en mi piel, pero no es eso lo que me duele.

Es la sensación de derrota lo que me consume... la sensación de estar atrapada.

—Tienes que entenderlo. Cariño, por favor —casi suplica Rylan.

Deja de hablar al ver el calor de mi mirada, las lágrimas que crecen en mis ojos. La traición.

—Te odio.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea