El despertar - Portada del libro

El despertar

L.T. Marshall

Alora: Parte 2

Eran granjeros, pacíficos y no habían tenido que luchar en su vida. Como dictan las leyendas e historias humanas, no todos los lobos son salvajes máquinas de matar o bestias asilvestradas.

Algunos son personas tranquilas, amantes de la tierra, que nunca quieren experimentar la emoción de una cacería ni la sangre caliente de otro ser en actos de crudo salvajismo.

En un torbellino de meses, nos vimos arrastrados a una batalla a muerte, y los niños quedaron al cuidado de ancianos y frágiles o de embarazadas.

Esperamos sin cesar para saber cuál de nuestros seres queridos volvería a casa con nosotros.

Hasta que una noche solitaria, las personas que cuidaban de mí en su ausencia, los últimos de los Whytes que eran demasiado vulnerables para seguirlos, fueron masacrados por vampiros invasores en nuestras propias casas, en el extremo más alejado de las tierras de cultivo.

Fui la única superviviente y me enviaron al orfanato. Los sucesos de aquella noche se tornaron muy borrosos. Ni siquiera recuerdo por qué me salvaron. Sólo era una niña.

Aún recuerdo la agonía del día en que vi a los demás regresar en masa, cuando la batalla de verdad terminó y los vampiros se batieron en retirada, y nadie, ni una sola persona de mi linaje, volvió a casa.

Toda una manada de más de cuarenta personas a las que llamaba familia había desaparecido, todo lo que conocía... hasta el último miembro. Estaba completamente sola.

No hay dolor más grande que el de una niña de ocho años que se entera de que todas las personas a las que ha querido y protegido nunca volverán a casa con ella.

Mi seguridad se hizo añicos y mi futuro murió, y todo lo que he conocido desde entonces es el aislamiento y la soledad de ser una de los muchas que fueron enviadas aquí para pudrirse.

Así que aquí estamos, en una casa llena de adolescentes que son la única conexión viva con nuestros seres queridos del pasado. Una mezcla de sobras, pero nadie en la manada se emparejará con nosotros por miedo a producir descendencia más débil.

Todo es cuestión de dominio en nuestro mundo y de poder, posición y habilidad. El ADN lo es todo. Nos llaman la manada del rechazo, lo que resume exactamente por qué se nos pasa por alto.

Ya no pertenecemos a nadie, aunque por derecho deberíamos formar parte de la comunidad de lobos unidos, esta nueva manada singular. La ubicación nos une, a fin de cuentas.

Sin embargo, no es así; nos ven como a niños malditos y niegan nuestra mera existencia, arrojándonos a la ladera sombría de la montaña para no tener que vernos.

Esta casa es el único hogar que conocemos ahora, y las personas que nos cuidan lo hacen por deber, pero no por amor. Temen que les maldigamos al estar tan cerca.

Está prohibido abandonar a un niño de la manada, aunque provenga de un linaje avergonzado.

Las Parcas y las tradiciones tienen leyes y reglas de antaño que debemos cumplir, y abandonar a los vulnerables es aborrecible.

Así que nos dan un hogar, cobijo, comida y educación, cuidados básicos, con la condición de que nos vayamos cuando despertemos. Cortado como un miembro podrido.

Podemos salir, encontrar nuestro camino y valernos por nosotros mismos. El giro nos da dones y habilidades para ir solos y encontrar una manada que nos quiera, si es que eso es posible.

Resuelve su problema y elude cualquier responsabilidad para con nosotros, lo cual es una putada si resulta que te transformas a una edad temprana mientras estás atrapado aquí.

Así que ahí es donde estoy ahora. Apenas cuatro horas antes de que tengamos que subir a Shadow Rock para la luna llena y me transforme por primera vez en mi vida.

Estoy cambiando de niña a mujer, y mis dones se manifestarán junto con el primer surgimiento de todo mi yo loba y lo que sea eso.

No es que tenga ni idea de cuáles serán, si es que los hay. No todos tenemos un don especial, y es poco probable que yo tenga algo. Mis padres nunca hablaron de los suyos.

He asistido a esta ceremonia una vez al mes durante muchos años, y aún me aterroriza saber que finalmente seré una más, de pie en el centro, petrificada ante lo que traerá la nueva luz.

Esta noche hay luna de sangre, algo simbólico o bíblico o alguna tontería, que señala el fin de los tiempos. No es que prestara atención a nuestros estudios lunares, ya que tenían poca importancia para mí.

Con una primera transformación hay dolor, y mucho. Oyes el crujido de los huesos, el desgarro de la carne y los aullidos de quienes pasan por ello, y eso te persigue durante toda la eternidad.

Es inevitable. Es horrible de ver; a mí me traumatizó la primera vez siendo aún tan joven, pero nos dicen que sólo duele así la primera vez.

Después, seremos diferentes, y el dolor será mucho menos punzante porque podremos curarnos y resistirlo mucho más como raza más fuerte.

Lo he visto. Lo llaman mejora física. Es dejar atrás los rasgos infantiles, reafirmarse, muscularse como si de algún modo recibieras una inyección de mejora sobrehumana.

Todos los que se han transformado se vuelven superiores en todos los sentidos, incluso en términos de atractivo, lo que explica por qué la mayoría de las mujeres consideran a «Lord» Colton un dios. Sus genes son fuertes.

No es que quiera cambiar. Ya soy alta, delgada y atlética, y no diría que soy fea. Estoy en el lado bonito de la sencillez, con labios carnosos, pelo castaño y ojos anormalmente verdes.

Me parezco a mi madre y, cuando me miro al espejo, me persigue su recuerdo de la forma más agridulce. Orgullosa de llevar su rostro conmigo, pero destrozada porque me recuerda lo que he perdido.

Supongo que soy lo que se llamaría «la vecina de al lado», pero es otro defecto de mi composición genética.

Los alfas son todos guapos o hermosos y físicamente perfectos. No se pueden negar los buenos genes cuando se demuestran en cada pequeño detalle. Comparados con los humanos, son como dioses entre los hombres.

Ahora sólo me queda esperar.

Me ducho, me visto, me cepillo el pelo y camino como una loca mientras miro el reloj y cuento los minutos que faltan para la primera luna de mi nuevo futuro.

Este podría ser el primer paso para cambiarlo todo.

Puedo irme después de esta noche; puedo alejarme de esta montaña y de la gente que nos trata como si no fuéramos nada. Seré libre para huir lejos, sin ataduras a nadie ni a nada, sin que a nadie le importe si nunca vuelvo.

Primero tengo que superarlo, y luego será el comienzo de una nueva existencia para mí.

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