La hija del Rey Alfa - Portada del libro

La hija del Rey Alfa

S. J. Allen

La bruma

GIANNA

Me acerqué al portero, sonriendo con confianza. —¡Hola, Remi! —Esperé a que las chicas me alcanzaran antes de soltar amarras—. ¿Te apetece ayudar a una chica y dejarnos entrar a mis amigas y a mí?

Le mostré mi sonrisa más deslumbrante. No necesitaba verlos para saber que mis ojos estaban brillando.

Se sonrojó. —Por supuesto, señorita Gray. —Levantó las cuerdas para dejarnos pasar a mis amigas y a mí. Se rieron y me adelantaron, murmurando sus agradecimientos al pasar.

Volví a sonreír. —Remi, por favor. Llámame Gianna. Dale recuerdos a Anabelle y a tus cachorros —dije, pasando por delante de él. Un pedazo de pan por varias razones.

La primera es que Remi era un compañero lobo, y por lo tanto sabía exactamente quién era yo. Como Emily había dicho, yo era parte de la realeza.

La segunda era que yo era una especie de niña salvaje autoproclamada y puede que haya venido aquí en alguna ocasión... ¡Vale! ¡Mucho!

Atravesé el arco, bajé las escaleras y eché un rápido vistazo. El lugar estaba lleno de lobos y humanos.

No todos los humanos sabían que existían lobos como nosotros. Los que sí lo sabían pensaban que la bruma era algo bastante pervertido y tendían a quedarse. Algunos lobos se apareaban con humanos, pero eso era otra historia.

Asentí alegremente para mis adentros, observando las luces que rebotaban en las paredes y mirando la barra repleta de gente pidiendo bebidas. ¡Esta iba a ser una buena noche!

Dejamos nuestros abrigos y nos dirigimos directamente a la barra. —¡Chupitos, vamos! —chilló Emily, repartiendo chupitos de color rosa.

—Emily, ¿qué es esto? —preguntó Liv.

Puse los ojos en blanco. —Es alcohol, Liv. Vamos, ¡bebe! —dije, tragándome mi chupito y pidiendo otra ronda.

Típico de Liv. Siempre tan cautelosa. No era tan salvaje como Emily y yo. Joder, ni siquiera Emily era tan salvaje como yo.

Podría beber más que cualquier hombre, bueno, que cualquier hombre humano.

Nunca lo había probado, pero estaba bastante segura de que si me enfrentaba a un lobo macho, teniendo en cuenta nuestras capacidades curativas, estaría muy cerca de morir por intoxicación etílica.

Si por casualidad lograba sobrevivir, entonces mi padre me mataría por haberlo hecho. Así que, en realidad, ¡no valía la pena! Sin embargo, ¡era todo un éxito con los humanos!

Cuatro rondas de chupitos después, pedimos un cóctel cada una y encontramos una mesa. —Preparadas, listas, abajo —rugió Emily, y todas nos bebimos nuestros cócteles lo más rápido posible.

¡Mierda! Después de que chilláramos como idiotas durante dos minutos hasta que nuestros cerebros decidieron volver a la realidad, miré la pista y decidí que quería bailar.

—¡Venga, vamos a bailar! —Cogí las manos de las chicas y las llevé a la pista de baile. Esta noche quería soltarme y olvidarme de todo.

Puede que no haya participado en la bruma como los otros lobos, pero seguía siendo una mujer. Todavía tenía necesidades.

Nunca había tenido sexo. Lo reservaba para mi pareja, pero había tonteado con algunos chicos cuando era más joven.

Por «tontear» me refiero a un par de besos, un apretón de tetas y una o dos caricias. Bueno, hasta que tuve unos catorce años, no, en realidad, quince.

Eso fue antes de que Diego empezara a darle una paliza a todos los chicos que miraban en mi dirección, justo antes de cumplir los dieciséis años, que era cuando los lobos experimentaban su primera bruma.

Naturalmente, nadie sabía entonces que no podía sentir la bruma, pero aun así eso no lo detuvo. —Llamas demasiado la atención, G —decía, preocupado.

—¡Otro titular sobre tu fiesta! Papá te matará cuando vea esto. Solo estoy cuidando de ti, G, ¿no lo ves?

Siempre supe que tenía buenas intenciones, pero ambos sabíamos la verdad. Siempre fui la favorita de papá. Era una niña de papá y no iba a negarlo.

Yo era la única niña, y a papá le encantaba. «Mi orgullo, mi niña salvaje, mi princesita» era como siempre me presentaba, y mis hermanos lo odiaban.

Bailé con mis chicas, moviendo las caderas al ritmo de la música y haciendo círculos con los brazos por encima de la cabeza. Quería simplemente perderme en el momento.

—¡G! ¿Te importa si bailamos por ahí? Ningún lobo se atrevería a acercarse a ti después de... Diego. —Abrí los ojos y vi que Emily se estremecía ante la pregunta, esperando mi respuesta.

Suspiré. Por supuesto que tenía razón. Había un círculo vacío a mi alrededor; nadie se atrevería a tocarme.

Mi hermano se encargaba de ello, lo que significaba que cuando estaban conmigo, nadie se atrevía a tocarlas por simple asociación.

No le importaba que te atrevieras a respirar el mismo aire que yo; recibías una paliza, y además era salvaje.

—Sí, nena, por supuesto. —Emily parecía aliviada. Me abrazó y se acercó a Liv y a dos lobos; la temporada de bruma había comenzado, así que las chicas estaban a la caza de sus compañeros.

Ya habían tenido sus polvos casuales de la temporada, pero todos los lobos querían encontrar a su pareja, aquella con la que pasarían el resto de sus vidas, aquella con la que estaban conectados en cuerpo, mente y espíritu.

Volví a cerrar los ojos y traté de perderme en la música, pero fue inútil. Mi mente iba a toda velocidad. ¿Cómo iba a encontrar a mi pareja si nadie se acercaba a mí?

Estaba a punto de ir a por una bebida cuando sentí unas manos que me rodeaban la cintura. Me puse en tensión. No sabía por qué; un reflejo, supuse.

Sentí un aliento caliente contra mi oreja. —¿Te importa reservarme este baile? —ronroneó.

Mierda, este tipo es valiente. Tal vez no sabe quién soy. Tal vez es un sonado y mejor aún, no sabe quién es Diego.

Sonreí y asentí con la cabeza, sin darme la vuelta. Hice un movimiento circular con mis caderas contra las suyas. Sentí que me abrazaba con más fuerza y oí su respiración entrecortada mientras me acercaba.

Un rápido y astuto olfateo me dijo que era un lobo.

Hmm, esto podría ser interesante.

Los lobos nunca me tocaban por... bueno, ya sabes... Diego.

Le rodeé el cuello con los brazos por detrás y atraje sus labios hacia mi. No necesitó más instrucciones; puso su boca en mi cuello, besándolo y explorándolo.

Me sentía bien; bailamos al ritmo de la música, con sus manos apretando mis caderas contra él con fuerza. Lo hicimos durante tres canciones, y sentí su bulto contra mí y sonreí para mis adentros.

Lo había sentido a partir de la mitad de la primera canción y durante toda la segunda, pero ahora no podía negar que estaba ahí.

Me acerqué a él con más fuerza, moviendo más las caderas y haciendo un giro de cuerpo para mantener el interés. Fue muy divertido; me estaba metiendo de lleno en el juego cuando sentí algo que nunca antes había sentido.

Me levanté de golpe y me quedé paralizada en medio de la pista de baile, con los ojos abiertos de par en par mientras una oleada de calor descendía por todo mi cuerpo.

Mis pelos se erizaron, poniéndome la piel de gallina mientras el calor viajaba hacia abajo, y mis pezones se erizaron mientras bajaba lentamente hacia... Tragué saliva y cerré los ojos... Mi sexo.

Mis bragas ya estaban mojadas. ¿Es esto? ¿Mi primera bruma? ¿Así es como se siente la bruma?

Me devané los sesos, intentando recordar lo que las chicas habían dicho sobre cuando lo sintieron la primera vez. Siempre decían lo mismo: el calor, la piel de gallina, la necesidad de aire fresco y de libertad.

Necesitaba salir de allí. Salí corriendo.

Salí corriendo del club y bajé a la calle. No podía soportar este calor. Necesitaba ir a algún sitio, a cualquier lugar. Necesitaba liberarme.

Mierda.

Mierda.

Joder.

Mierda.

Oh, hombre.

Mierdaaa.

Me detuve en el bosque junto a mi casa. Mierda, ni siquiera pensé que había corrido tan lejos.

¿Conseguiría llegar a mi habitación? ¿Y si alguien me viera? A papá le daría un ataque, probablemente mataría a alguien. Sacudí la cabeza. No podía pensar en eso ahora. Tenía que desnudarme.

Empecé a desabrocharme la camisa, con las manos temblando. Mi sexo palpitaba. Sentía que me asfixiaba en mi ropa.

Dios mío, ¿es esto? Acababa de abrir el último botón de mi camisa cuando oí un suave susurro detrás de mí.

—Gianna.

Me giré, con los ojos muy abiertos, y allí estaba el tipo del club. Debe ser... mi compañero...

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