Secuestrada por el Alfa - Portada del libro

Secuestrada por el Alfa

Midika Crane

Destino y consecuencias

MARA

Kace me mira en silencio. Yo le aguanto la mirada.

¿Por qué está aquí? No me importa si es el hermano de Kaden. Lo único que me interesa e si va a ayudarme a salir de aquí. Miro con desprecio a ambos.

—Será mejor que te acostumbres a él —dice Kaden en respuesta a mi mirada.

No sé por qué Kaden me oculta su cara cuando Kace se esfuerza por ocultar la suya.

Me pica la curiosidad.

—¿Por qué? —me desgañito.

—Porque vas a ser su esposa.

Los ojos se me abren de par en par. Una oleada de ira me invade.

¿Esposa?

¿Es por eso que me alejó de mi familia? ¿Para convertirme en la esposa de un extraño?

Y no cualquier extraño. ¡Es el hermano del Alfa de la Venganza!

Kace sonríe. Todo esto ha sido un plan suyo.

Quería a una integrante de la Manada de la Pureza como esposa para abusar de ella y degradarla. Es lo que leo entre las cicatrices y la fanfarronería.

Los miro a los dos. Quiero abofetearlos pero probablemente me devolverían la bofetada.

—Vete al infierno —gruño.

Kace se acerca a mí y me tiende los brazos como si esperara que me acercara voluntariamente.

Doy un paso atrás por instinto para poner toda la distancia posible entre nosotros y Kaden agarra el hombro de su hermano, reteniéndolo.

—Deja a tu futura esposa conmigo. Tendrás una compañera sumisa por la tarde —le susurra Kaden a Kace, como si creyera que no le oigo.

Si cree que me voy a dejar someter, está loco. Preferiría morir. Kace me echa una última mirada y sale de la habitación.

Miro al suelo y me niego a mirar a Kaden mientras camina a mi alrededor. Siento su mirada atenta, escudriñando cada centímetro de mí.

Yo bajo instintivamente la mirada al suelo.

No me casaré con él —le digo después de unos minutos de silencio.

No responde. En su lugar, sigue caminando en círculos a mi alrededor, midiéndome como si fuera su presa.

El silencio me corroe la mente. Lo utiliza para manipularme.

—Y te aseguro que prefiero morir a quedarme aquí... —añado con amargura.

Sé que me matará si no hago lo que dice. Así es como trabaja.

Es un asesino psicópata. Desearía haber tomado las advertencias de mis padres más seriamente..

Se detiene frente a mí y lo miro fijamente.

—No vas a morir. Bueno, a menos que cambie de opinión —responde suavemente.

No sé si me está mirando. Sigue teniendo el rostro completamente cubierto.

Decido desafiarlo. —¿Por qué no me enseñas la cara? ¿Tienes miedo?

Se ríe y se acerca a mí. No me alejo porque sé que pensará que soy débil si lo hago.

Me mantengo firme, intentando ver bajo la sombra, pero es imposible.

Extiende una mano enguantada para tocarme la cara. Permanezco inmóvil. Su dedo se desliza por mi mejilla y luego me coge la barbilla.

Tal vez debería morderle.

—No tengo miedo de nadie —murmura.

—Entonces muéstrate.

—No puedo mostrarme. Puede que te sientas atraída por mí si lo hago —dice con ligereza.

Hay una seriedad subyacente en su tono que despierta mi curiosidad.

Ahora quiero arrancarle la capucha para demostrarle que no puedo dejarme llevar por la buena apariencia de nadie.

Si mis suposiciones son correctas, se esconde de mí porque tiene miedo.

Niego con la cabeza, pero me veo limitada porque sigue sujetando mi barbilla. —Siento decirlo, los asesinos no son mi tipo.

Se ríe. —¿Alguien te ha dicho que no eres muy simpática?

Me suelta la barbilla. No puedo evitar preguntarme cómo eran las demás, las que secuestró en el pasado.

¿Están muertas? ¿Las mató?

Este hombre es exasperante, lo he deducido simplemente por las pocas frases que hemos compartido entre nosotros.

Recuerdo a una chica de mi escuela que fue secuestrada.

La conocía. Me caía bien. Siempre me apoyó, hasta que Kaden se la llevó por la noche.

—Volviendo al tema de Kace… —dice.

—Ya te lo he dicho. No me voy a casar con él —le digo con firmeza.

De alguna manera puedo percibir su sonrisa sin siquiera verla.

—No tienes elección, querida.

Nos quedamos en silencio mirándonos.

Finalmente se aparta y señala la silla en el que me he despertado. —Quizá quieras tomar asiento para lo que te voy a decir.

Le hago caso. Le creo. Está a punto de decirme algo que no me va a gustar y no quiero ser de las que se desmaya.

Darle esa satisfacción me dolería más que escuchar sus órdenes.

—Mañana por la noche se te propondrá delante de la manada. La noticia se difundirá rápidamente —explica.

Frunzo el ceño pero guardo silencio.

—Cuando digas que sí, empezará tu verdadero trabajo —me dice.

—¿Y qué trabajo es? —pregunto.

Niega con la cabeza.

No me molesto en pedir más explicaciones ya que es evidente que a Kaden le gusta hacer las cosas a su manera.

Él piensa que no soy más que una chica tonta e ingenua de la Manada de la Pureza. No me escucha.

—El resto lo sabrás más tarde. Por ahora, dormirás —dice con arrogancia.

Doy un pisotón mientras él se da la vuelta para irse. Se detiene y vuelve a mirarme.

Esta conversación no me ha hecho querer quedarme en absoluto.

Kaden gruñe. —¿Vas a intentar escapar, Mara?

—No puedes retenerme aquí para siempre —replico.

Seré desafiante hasta el final. Si cree que puede mantenerme aquí contra mi voluntad, está loco.

No dejaré de intentar escapar y volver a mi legítima manada.

Intentaré escalar todas las paredes y forzar todas las cerraduras para salir de este lugar.

No me quedaré.

Camina detrás de mí, pero no me doy la vuelta en la silla, aunque estoy temblando.

No voy a decir que no me asusta, porque sería mentir. Me pone las manos en los hombros y me sobresalto.

—No tienes ni idea del control que tengo sobre ti —murmura en mi oído.

Se ha inclinado, así que vuelvo a sentir su cálido aliento contra mi cuello.

Me siento aún más intimidada. Odio el efecto que tiene sobre mí.

—Eres muy desafiante —observa—. Me encanta. ¿Por qué? Todos los demás de tu manada son patéticos. — Sus palabras me hacen temblar aún más—. Tú, en cambio, me intrigas.

¿Que le intrigo? Eso no puede ser bueno.

—Pero seguimos siendo muy diferentes —continúa.

—¿Por qué? —Mi voz es temblorosa y sé que es estúpido por mi parte esperar una respuesta.

Vuelve a dar la vuelta para situarse justo delante de mí y se arrodilla de nuevo, acercando su rostro ensombrecido. Esta vez casi puedo ver el contorno de algunos de sus rasgos.

Alargo la mano para tocarle la cara, para saber si realmente es tan atractivo como se presenta.

En cambio me agarra de la muñeca antes de que me acerque.

La empuja con fuerza en mi pecho, haciéndome estremecer.

—Porque he hecho más cosas en esta vida de las que podrías imaginar —susurra con dureza.

El tipo está loco. ¿Por qué se me ocurrió atreverme a tocarlo?

—He viajado a todas las manadas del país —prosigue.

Aprieto la mandíbula.

Me retuerce el brazo de tal manera que el dolor me sube por la nuca. Está tratando de degradarme.

—He aprendido más que tú —continúa con brusquedad.

Me niego a dar voz a mi dolor. No dejaré que se divierta.

—¡He hecho daño por placer!

Me retuerce aún más el brazo y suelto un gemido desesperado.

—¡Y he matado a cualquiera que se interpusiera en mi camino!

No lo dudo. Siento que se me llenan los ojos de lágrimas, pero las contengo.

No soy débil. Me suelta la muñeca y me abstengo de frotarla, aunque me arde con fiereza.

—Sé que quieres a tu familia, así que no dudes ni un segundo en que puedo traerlos aquí cuando quiera y matarlos delante de ti —gruñe.

Se aleja, dándome por fin algo de espacio para respirar. —Aunque primero te pondría contra la pared.

—¡Estás enfermo! —le grito.

Se ríe. —Tu marido se encargará por mí.

Me levanta el pelo. Lo recojo y me lo pongo por encima del hombro.

—¿Qué clase de hermano sería si te mostrara todo el placer que puedes lograr conmigo y que con él nunca alcanzarás? —dice burlonamente.

No digo nada. Tengo miedo de que mate a mis padres.

Sería una hija horrible si hiciera que los mataran por culpa de mi bocaza.

No se merecen nada malo. Son buenas personas.

Kaden parece tomar nota. —Veo que lo has entendido. No querría que tus padres se unieran a los míos en el infierno.

—Mis padres son grandes personas—digo en voz baja.

No espero que responda, así que es una sorpresa cuando lo hace.

—Y tú también. Hasta que decidiste que querías huir y casarte con Kace, tu amante secreto —dice Kaden.

»Tus padres lo entenderán. Anoche te oí hablar con ellos sobre mí. Y me di cuenta de que no temías mi castigo. Entonces, ¿por qué te quedas?

De repente me doy cuenta de por qué espera que siga con todo esto. Eso hace que mi corazón se hunda. —¿Por eso me elegiste? ¿Porque sabías que no te tenía miedo?

Me hace un gesto cortante con la cabeza. —Hago planes para cualquier situación.

Lo odio. Desprecio al hombre que tengo delante.

—Ya es hora de que te vayas a la cama. ¿Te acompaño a tu habitación? —pregunta, repentinamente cortés.

Me tiende el brazo para que lo rodee con el mío.

Con el pensamiento de mis padres rondando en mi mente, obedezco y salimos juntos de la habitación.

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