Captúrame - Portada del libro

Captúrame

Daphne Watson

Capítulo 1

Cuando el reloj marcó las nueve de la mañana me levanté y me dirigí de nuevo al ascensor. Al pulsar el botón de la undécima planta, empecé a sentirme un poco nerviosa.

Había tenido un trabajo antes, y el jefe me había querido, pero este era un país nuevo, y tenía miedo. Si no le caía bien al jefe, el trabajo sería un infierno.

El ascensor se detuvo. Salí, me dirigí a la puerta del despacho y llamé.

—Adelante.

Un hombre mayor, con el pelo canoso, estaba sentado detrás de una gran mesa de caoba, revisando montones de papeles.

—Buenos días, señor —dije entrando en el despacho.

El señor Adams levantó la vista y sonrió. —Buenos días, señorita Carlone —señaló las sillas del otro lado de la mesa—. Siéntese, por favor.

Esperó a que tomara asiento antes de empezar a hablar.

—Bueno, me gustaría darle la bienvenida oficial a nuestra empresa. Como ya sabrá, la empresa solo trabaja con clientes del más alto nivel adquisitivo. Así que pagan mucho dinero por el lugar perfecto. Y aquí es donde importa usted. Tenemos otros decoradores que trabajan aquí, pero no vienen tan recomendados como usted —sonrió.

—Oh, gracias —dije.

—He oído que ya se ha instalado en su apartamento. Bueno, espero que trabaje duro. Cuento con que nos dará solo los mejores diseños —añadió.

—Por supuesto, estoy aquí para ello —respondí.

—Estupendo. Bueno, creo que eso es todo por ahora.

Asentí y me puse de pie. Estaba casi en la puerta cuando el señor Adams me llamó.

—Señorita Carlone, casi lo olvido. Hay un baile este fin de semana, y todos los empleados deben asistir. Así que ni se le ocurra faltar. El evento es sobre todo para nuestros clientes recientes, que acaban de empezar a trabajar con nosotros. Y también es una oportunidad para conocer nuevos clientes. ¿Sí?

¿Un baile? ¿De verdad? No quería ir, pero si era obligatorio, más me valía ponerme a buscar un vestido para ponerme.

—Por supuesto, allí estaré

***

Llevaba trabajando unas tres horas cuando Arabella se pasó por allí.

—Hola, Katherine. ¿Quieres ir a comer ahora? —preguntó.

Como si nada, me rugió el estómago. Riendo, me levanté. —Claro, vamos.

Estábamos sentadas en un pequeño restaurante italiano al lado de las concurridas calles. Yo había pedido lasaña, porque me moría de hambre, y Arabella se había decidido por una pizza.

—¿Cuánto tiempo llevas trabajando en la empresa? —pregunté, iniciando una conversación.

—Eh... unos cuatro años. Tenía veinticuatro cuando empecé, acababa de salir de la universidad. ¿Y qué hay de ti? ¿Qué te hizo cruzar el mundo? —preguntó moviendo las cejas— ¿Un hombre, quizás?

Me reí. —Oh, no, no hay ningún hombre, tristemente. Eh, mi madre murió, y cuando recibí esta oferta de trabajo, pensé que un cambio no podía ser malo.

—Siento mucho lo de tu madre. Sé lo que es perder a un padre. Perdí a mi padre hace unos años, y todavía lo echo de menos a veces. Pero todo mejora. El tiempo lo cura todo —me sonrió con tristeza.

—Entonces, ¿hay un hombre en tu vida? —pregunté, solo para cambiar el tema de nuestra conversación.

—Bueno... sí y no. Es complicado, sabes. Un día estamos juntos y somos los más felices, y al siguiente nos peleamos y nos odiamos.

Se apoyó la barbilla en las manos, con los codos sobre la mesa, antes de continuar: —Sabes, cuando conseguí este trabajo, pensé que era el momento de encontrar a un hombre, enamorarme, tener una familia y todo eso. Pero resulta que lo único que consigo es un hombre que un día dice que me quiere y al siguiente que me odia —sacudió la cabeza y levantó la vista.

—Oye, no te preocupes. Todo irá bien. Todos los hombres son así. En un momento lo amas y al siguiente lo odias. Yo rompí con mi último novio porque no podía seguir con su mierda —le dije.

Terminamos nuestra comida y volvimos al trabajo.

***

No podía estar más contenta cuando el reloj dio las cinco. Me encanta mi trabajo, pero a veces es agotador.

Como quería estirar un poco las piernas, decidí volver andando a mi apartamento.

Hacía un poco de frío, pero no me importaba. Solo podía pensar en mi cama.

Pasaba por delante de un restaurante cuando, de repente, un hombre salió a la calle justo delante de mí. No tuve tiempo de esquivarlo y acabé chocando con él.

—Lo siento mucho —me disculpé rápidamente antes de esquivar al hombre.

Pero antes de que pudiera hacerlo, sentí que me agarraba el codo.

—Espera, ¿quién te crees que eres? Chocas conmigo y luego sales corriendo —tenía una expresión enojada y molesta en su rostro.

Me quité el brazo de encima y me volví hacia él.

—Perdona, iba caminando hacia aquí y saltaste delante de mí. Fue tan repentino que no tuve tiempo de detenerme. Y me disculpé por ello —repliqué.

Con eso, me di la vuelta y me fui antes de que pudiera decir nada.

Prácticamente corrí calle abajo para alejarme del hombre. Una vez que estuve lo suficientemente lejos de él, me di la vuelta. Seguía de pie, observándome. Me recorrió un escalofrío y sentí frío.

Aceleré el paso y me dirigí a casa.

Mientras subía en el ascensor, no dejaba de pensar en el hombre que había chocado conmigo. En ese momento, no me había dado cuenta de que era guapísimo.

Sus ojos azul cielo me recordaban al mar del caribe. Tenía un cuerpo musculoso y un rostro esculpido con pómulos definidos y una mandíbula perfecta.

Quizá sea modelo o algo así,pensé.

El ascensor se detuvo por fin y entré en mi apartamento. Cómo lo había echado de menos.

Preparé pollo Alfredo para cenar y abrí una botella de vino tinto antes de decidirme a darme un largo y relajante baño. Estaba jugando con las burbujas de la bañera cuando empezó a sonar mi teléfono. Era Arabella.

—Hola —respondí.

—Oye, escucha. Pensé que mañana después del trabajo podríamos ir a comprar vestidos —me ofreció—. Mis amigas nos acompañarían, así que podrías conocer gente nueva. ¿Qué te parece?

—Me encantaría —respondí—. Temía el momento de ir a comprar vestidos porque pensé que tendría que ir sola.

—¡Súper! Entonces mañana quedamos después del trabajo —me confirmó.

—Mañana después del trabajo, sí.

Después de colgar, salí del baño y me puse el pijama. Cuando mi cabeza tocó la cama, pensé que estaba en el cielo.

***

Al día siguiente, a las cinco en punto de la tarde, Arabella apareció en mi puerta.

—Hola, ¿estás lista para irnos? Las chicas se reunirán con nosotras allí —dijo con una sonrisa radiante.

—Sí, déjame coger mi bolsa y nos vamos.

Ya había dos personas —un hombre y una mujer— en el ascensor cuando se abrieron las puertas. Arabella los saludó y ellos nos devolvieron la sonrisa.

—Hola chicos, esta es Katherine. Empezó a trabajar aquí ayer —me presentó Arabella—. Katherine, este es John, de contabilidad, y María, de diseño.

—Hola, encantada de conoceros —sonreí y asentí.

—¿Cómo va su semana hasta ahora, señorita Katherine? —preguntó John.

—Bueno, hasta ahora no he tenido mucho trabajo, pero me gusta estar aquí. Y por favor, llámame Katherine.

El ascensor llegó por fin al vestíbulo y todos nos despedimos antes de salir. Arabella tiró de mí hacia un lado y me llevó afuera.

—Ven, la tienda no está lejos.

Y tenía razón. La tienda estaba situada en pleno centro de Londres. Había gente corriendo y haciendo recados, a veces con niños.

Tres mujeres estaban delante de la tienda.

—Bueno, todo el mundo —Arabella les dijo cuando nos acercamos a ellas—. Esta es Katherine, mi jefa. Katherine, estas son Lana, Isa y Mara.

La mujer llamada Lana tenía el pelo corto y negro y vestía un pantalón de traje negro. Isa tenía el pelo rubio largo y ondulado y los ojos azules y llevaba un vestido largo de color rojo rubí, mientras que Mara iba vestida con unos vaqueros y una camisa.

Todas llevaban tacones altos y parecían modelos.

—Hola, es un placer conoceros. Espero que podamos ser amigas. Se siente un poco solitario ser nueva en la ciudad —les sonreí.

Todas me sonrieron.

—No te preocupes. Te entendemos —dijo Isa—. Todas fuimos la chica nueva del pueblo alguna vez. Bueno, ahora que hemos terminado con las presentaciones, vamos a buscarte un vestido —me cogió del brazo y tiró de mí hacia dentro.

La tienda era preciosa. Parecía un lugar sacado de un cuento de hadas. Había cientos de vestidos de todo tipo, y todos eran impresionantes.

Todas nos probamos vestido tras vestido, aunque Arabella y yo éramos las únicas que teníamos que comprar uno.

Arabella encontró un vestido negro largo de princesa que le sentaba de maravilla, yyo encontré un vestido dorado largo y entallado, con un corte alto en la pierna derecha.

Las chicas holgazaneaban a mi alrededor, lanzándome piropos y diciendo que sin duda encontraría un hombre con el que irme a casa.

Lo único que hice fue poner los ojos en blanco.

Después de comprar los vestidos, salimos a cenar y nos decidimos por un restaurante muy caro para celebrar mi traslado a Londres.

La anfitriona nos condujo a una mesa cerca del fondo del restaurante. Pedimos primero las bebidas, antes de decidirnos por la comida.

Yo pedí ensalada de gambas, Arabella ensalada de pollo y Lara sopa. Isa y Mara pidieron filete, declarando que se morían de hambre.

La cena fue increíble. Muy rápidamente estábamos todas riéndonos y contándonos anécdotas divertidas.

Estábamos a mitad de la comida cuando una camarera se nos acercó y me puso un cóctel delante.

Levanté la vista, confusa. —Lo siento, pero yo no pedí esto

La camarera sonrió y contestó: —La bebida la manda el hombre del bar —se volvió para mostrarme a quién se refería.

Seguí su mirada y me quedé muda.

Allí sentado estaba el hombre de ayer… Con el que me había tropezado. Levantó su vaso con una sonrisa, dirigiéndolo hacia mí.

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