Snap - Portada del libro

Snap

Lyra Lawson

Capítulo 2

RAE

Ahí va la segunda parte.

—¿Qué coño le pasa a ese cabrón? —gritó Zoe mientras usaba su vestido como pañuelo y lloraba incontroladamente.

Mi apellido iba a ser Dupont. Íbamos a ser el Sr. y la Sra. Jacob Dupont. Nuestros hijos iban a tener el pelo rizado y las pestañas largas. Él iba a darme el anillo que había elegido en Internet.

Iba a ser feliz. Era todo lo que quería.

No iba a curar mi depresión ni mi ansiedad social, pero iba a ser feliz, al menos la mayor parte del tiempo. Así era como debía funcionar el futuro.

Así era como se hacían las cosas: Conoces a un chico en tu último año de universidad, te enamoras y luego consigues trabajo, tienes un par de hijos y eres feliz.

Ese era el plan.

Quería ese plan.

—¡¿Qué coño te pasa?! —volvió a gritar Zoe. Su tono de voz fue un poco excesivo, pero lo entendí. Eso es lo que hacen las mejores amigas cuando tu novio te engaña.

—¿Jake? —gimoteé, levantando la cabeza para buscar a la persona a quien Zoe estaba gritando.

Su objetivo no era Jake.

Era la otra chica, y estaba berreando casi tan escandalosamente como yo.

—Lo siento mucho —se disculpó, echando sus brazos alrededor de mis hombros—. Me dijo que estaba soltero, y... —dijo con hipo.

Le acaricié suavemente la espalda hasta que sus sollozos se convirtieron en mocos. —No es tu culpa —la consolé.

Se limpió el rimel que se le había acumulado bajo esos hermosos ojos marrones de mapache, manchando su cara. —Soy Courtney.

Me tendió una mano llena de mocos. —Deja que... —Hipo—, te lo compense.

Totalmente insegura de qué decir, me quedé quieta hasta que Zoe intervino y dijo: —Sí. Nos lo debes.

A las dos. Como si fuéramos hermanas-esposas o algo así.

Layla, la amiga de Courtney, nos limpió la cara con unas toallitas desmaquilladoras que sacó de su bolso antes de entrar en el Smash, otro club de mierda del centro.

Hubiera sido más apropiado que todos los vasos se hubieran roto en el mismo sitio, pero da igual. Ese fue el menor de los problemas de anoche.

—Déjame invitarte a una copa —insistió Courtney, tirando de mi brazo.

—A la mierda —fueron las últimas palabras coherentes que recuerdo haber dicho.

Tras varias rondas de vodka, las cuatro quedamos absolutamente aniquiladas. Courtney y yo bailamos juntas, gritando a todos los hombres que se acercaban a nuestras inmediaciones mientras Zoe y Layla se los quedaban después.

Levanté mi vaso de plástico —este club era claramente más inteligente en cuanto a eso— por encima de mi cabeza y balanceo mis caderas, forzando los pensamientos de Jake y nuestro futuro perro Bentley fuera de mi mente.

—Hola, chicas. —Una voz masculina interrumpió el cuestionable baile en el que Courtney y yo estábamos envueltas.

—No, gracias. Nada de hombres —le informé.

El tipo ni se inmutó. —¡Oye, Court!

Courtney levantó la cabeza de mi hombro. —¿Logan?

—Claro que sí —se rio, dándole un enorme sorbo a su cerveza antes de abrazarla.

—Esta —anunció Courtney—, es Rae. Y odia a los hombres.

Crucé los brazos y asentí con la cabeza para demostrarle quién mandaba.

—¿A todos? —Logan levantó las cejas.

—Del primero al último. —Me tragué el resto de mi copa y suspiré.

—Me enrollé con su novio —aclaró Courtney.

Levanté la mano para hacer una corrección. —¡Ex!

—¡Court! —Logan jadeó—. ¿Te has enrollado con el novio de alguien?

—Ex —repetí. Luego, molesta por su acusación y considerando que Courtney no era miembro del género enemigo, añadí—: No fue su culpa. Mintió.

—Bien. Courtney es como mi hermana pequeña. Habría tenido que castigarla.

Me reí.

—¿Te ríes de mi broma? Creía que odiabas a los hombres —se rio Logan.

Me quedé perpleja. Me había pillado. —Bien. Tú y mi papá estáis en la lista de excepciones.

A papá le gustaba Jake. A mamá también. En ese momento me di cuenta de que iba a tener que darles la noticia a mis padres.

—Voy a por otra copa —les dije a Courtney y a Logan.

—Déjame invitarte —dijo Logan rápidamente—. Considéralo un pago de los hombres en su deuda.

Me mordí el labio. A la mierda. —Está bien.

Seguí a Logan hasta la barra y me entregó un vodka con arándanos después de decirle al camarero que se quedara con el cambio.

—Gracias —dije entre sorbos—. Entonces, ¿qué te trae por aquí? —pregunta estúpida, pero estaba en mi lista de excepciones, así que tenía que entablar una conversación cordial al menos.

—Una larga semana en la oficina —suspiró—. Se suponía que iba a quedar con unos compañeros, pero me abandonaron en el último momento, y decidí pasarme de todos modos.

Jake también abandonó mi corazón en el último momento.

—¿Son todos hombres? —pregunté.

Sonrió. —De hecho, sí.

—Te diré lo que ocurre. —Le toqué el pecho. Ooh. Muy musculoso—. Ellos no están.. —Lo golpeé de nuevo para enfatizar la frase—, en la lista de excepciones.

—Se lo haré saber. —Me guiñó un ojo—. ¿Debo sentirme especial por estar en esa lista?

—Obvio.

Me di la vuelta para buscar a Courtney, y la vi con los labios pegados a un tipo que definitivamente tenía que ser de la familia Hemsworth. Bien. Me giré hacia Logan, entonces.

—Entonces —le dije a mi segunda opción—, ¿a qué te dedicas?

Se quejó. —Te invito a otra copa si no tenemos que hablar de trabajo.

—Trato hecho.

Cambiamos de tema.

—¿Y qué haces para divertirte? —me preguntó.

—Me gusta la fotografía. —Vale, la fotografía era mi profesión además de mi afición, pero Logan no necesitaba saber que no salía mucho—. ¿Y tú? —añadí.

Sus ojos se iluminaron. —¿Eres fotógrafa?

Asentí con la cabeza, a punto de decir que sí, cuando él (gracias a Dios) continuó: —En realidad, mañana voy a ir a la feria de arte en Pioneer Park a comprar algo para el cumpleaños de mi madre.

—Estaba pensando en comprarle un cuadro, pero quizá me decante por algunas fotografías. —Sonrió—. Me has inspirado, Rae.

Me sonrojé. Un par de cosquilleos me recorrieron el pecho como si trataran de imitar aquella escena de Alien. —Deberías —respondí finalmente—. Entonces, ¿a ti qué te gusta hacer?

Antes de que pudiera responder, un destello de color púrpura pasó por delante de mis ojos. Di un paso atrás, parpadeando, y vi a una morena delgada y de piernas largas con un mono violeta interponiéndose entre Logan y yo. Mal educada.

—Hola, Logan. —Le plantó un beso en la mejilla—. Me alegro de verte.

Logan apretó los ojos por un segundo. —Hola, Taylor. Estoy en medio de una conversación con la persona a la que acabas de pisar.

Giró la cabeza y arqueó una ceja hacia mí. —Oh. No me di cuenta. Nos vemos el lunes.

Logan puso los ojos en blanco cuando se alejó. Sonreí, fingiendo no odiar a la zorra morada. Había sido muy amable al hablar conmigo, una loca dramática.

No tenía que fingir que no le interesaba su follamiga —ese beso fue muy sugerente— o lo que fuera ella.

La sonrisa de Logan me pareció un poco forzada cuando retomó la conversación donde la dejamos. —Además de hacer ejercicio, no paso mucho tiempo fuera de la oficina. Me gusta el senderismo. Intento ir cada dos fines de semana a caminar.

—Vivimos en el lugar perfecto para eso —le dije en lugar de confesarle que soy la persona más torpe del mundo y que ninguna de mis aficiones implica la más mínima actividad física.

—Sí, seguro. Te gusta...

Un tipo con unos hombros enormes y unos pómulos perfectos interrumpió su pregunta gritándole —¡Logan! —al oído.

Logan dio un brinco del susto y, al notar la figura divina detrás de él, puso los ojos en blanco. —Ya era hora. Michael, esta es Rae. Rae, Michael.

Michael me besó el dorso de la mano. —Es un placer, Rae.

Lo ignoré. —¿Está en la lista? —le pregunté a Logan.

Logan se rio. —No. No pasó el corte. —Dirigiéndose a Michael, se lo explicó—: Rae odia a los hombres. Su padre y yo somos las únicas excepciones.

Michael frunció el ceño. —¿Por qué?

—Mi ex novio, que no era mi ex hasta esta noche, me engañó. —Sentí que se me empezaban a llenar los ojos de lágrimas—. Pero no quiero hablar de ello. Me voy a tomar otra copa.

Michael me siguió hasta la barra, y antes de que pudiera abrir la boca para hablar con el camarero, ya le estaba entregando su tarjeta de crédito e insistiéndome en que pidiera lo que quisiera. —¡Vodka con arándanos, por favor! —le dije.

—Siento haberte hecho enfadar —murmuró—. Que conste que tu ex es un idiota. Es la última vez que hablo de ello, lo prometo. —La yema de sus pulgares rozó mis mejillas suavemente, apartándome las lágrimas.

Mis labios temblaron. —Gracias.

Me entregó el vaso —otra vez de plástico, gracias, Smash— y asintió.

—¿Quieres bailar? Platónicamente, por supuesto.

Me giré para ver dónde estaba Logan.

Sinceramente, prefería charlar con él que bailar con Michael, pero lo vi enfrascado en una animada conversación con la zorra morada, que probablemente estaba disfrutando más que con la ridícula conversación que estaba tenido conmigo.

Miré a Michael. Maldita sea. Definitivamente, era un nueve de diez. Odiaba que los labios de Jake hubieran sido los últimos en besar los míos, que hubiera sido la última persona en tocarme.

A la mierda. Dejé que mi yo borracho tomara el control. —Sí, pero nada de platónicamente.

Michael levantó una ceja sexy y me apretó la mano. —Nunca le diría que no a una mujer tan bonita y encantadora como tú, Rae.

Ni una sola vez en mis veintitrés años de vida —repito, nunca— me habían llamado encantadora. Ni siquiera sarcásticamente. Así de poco encantadora era.

Decidí que Michael no necesitaba saber eso.

Le apreté la mano y lo seguí.

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