Pistolas y realeza - Portada del libro

Pistolas y realeza

HF Perez

Momentos felices

Bel

¡Oh, Dios! Bel realmente iba a perder su virginidad esta noche. Y había elegido a un Adonis vivito y coleando para hacer el trabajo.

Dominic la llevó a su gigantesca cama con facilidad, como si no pesara nada. Sus ojos castaños oscuros lo miraban con lujuria.

Era devastadoramente magnífico y desprendía un aura de seguridad. Le rodeaba un aire de dominio que hacía que ella se excitara aún más.

Dominic la lanzó, con cuidado, sobre su cama y ella tuvo que sofocar su chillido de sorpresa. Él no pudo evitar reírse y todo su semblante cambió: la expresión tan seria que tenía antes se había suavizado.

Sus labios se curvaron con diversión mientras la observaba. Sin embargo, ella sintió cómo su valentía empezaba a abandonarla casi al instante. ¿Se lo digo?

No podía hacerlo. Él podría oponerse y echarla de su habitación en cuanto lo supiera. Sabía que a los hombres como él no les gustaban las vírgenes inexpertas.

Solo tenía que actuar como si supiera lo que estaba haciendo para que no fuera demasiado obvio. Para orientarse, intentó recordar los capítulos obscenos de los libros que había leído.

Dominic la miró hambriento de deseo y empezó a desvestirse: primero se quitó el abrigo, seguidamente la corbata y la camisa de vestir. ¡Cielos! Era un buen espécimen de hombre. Era todo músculos duros. Tenía el pecho y los hombros anchos y unos abdominales muy marcados.

Se preguntó si debía seguir su ejemplo. Estaba a punto de levantarse, pero se detuvo cuando él negó con la cabeza y dijo: ―No. Déjame a mí.

Su voz era rotunda y áspera. Dirigió la mirada a la entrepierna húmeda de Bel y ella apretó los muslos.

Con rapidez, se descalzó y se quitó los pantalones, quedándose en calzoncillos de seda negra que mantenían oculta su gran excitación.

Bel se lamió los labios mientras sus ojos recorrían su pecho: su vello oscuro descendía hasta su abdomen marcado. Tenía una V bien definida.

―Eres guapísimo, Dominic ―susurró asombrada, memorizando lo que estaba viviendo.

―Tú eres sí que eres guapa, nena ―murmuró, sin apartar los ojos de ella.

Cuando se quitó los calzoncillos, ella tragó saliva. ¡Mierda! No iba a caberle. Era demasiado larga y gruesa. Se le marcaban las venas y era tan ancha como su muñeca, tal vez más. La punta estaba hinchada y era de color rojo fuerte. Brillaba un poco por el líquido preseminal.

―¿Nunca has visto una polla? ―La miró sorprendido. Parecía desconcertado por su reacción.

―Yo... um... tengo... ―tartamudeó. Su tono de voz era tan bajito que apenas podía oírse a sí misma.

Dominic le acercó la polla que, inmediatamente, se hinchó aún más. La miró fijamente con los ojos entrecerrados.

―No quiero oír hablar de tus anteriores amantes. A partir de ahora, tu coño me pertenece. A nadie más.

Ella se estremeció ante su posesividad. Su tono era serio, pero cuando sus cálidas manos se acercaron para quitarle los zapatos, sus caricias eran suaves y tiernas. Le masajeó los talones, haciendo que gimiera de placer.

Con gracia se puso encima de ella y le separó las piernas para dejarle espacio para jugar. Cogió el dobladillo del vestido y se lo quitó lentamente, dejando al descubierto cada centímetro de su cuerpo.

Bel no llevaba sujetador, ya que su vestido tenía copas cosidas. Sintió el calor de su aliento soplar sobre su piel que le provocaba la piel de gallina.

De repente, ella fue consciente de su ropa interior de encaje mientras él daba un fuerte suspiro mirándole sus pechos con deseo. Sus pezones de color marrón claro se erizaron.

―¡Joder! Eres preciosa, nena.

La mano de Dominic temblaba ligeramente cuando le soltó el pelo del moño y lo agarró con los dedos. Acercó su cabeza hacia él para poder besarle los labios. Ambos gimieron.

Ella respondió con lujuria, influenciada por cómo actuaba él. Sus manos arañaban los músculos de su espalda al mismo tiempo que lo acariciaba.

Cada vez más atrevida, buscó su culo para sentirlo más. Él se abalanzó directamente sobre su clítoris.

―¡Dominic...! ―gritó mientras arqueaba el cuello suplicando más.

―Todavía no, detka. Déjame probar cada centímetro de ti antes de follarte.

¡Dios mío! Bel se excitaba todavía más cuando se dirigía a ella en su lengua materna.

Como había prometido, empezó a lamerle el cuello, mordisqueando y chupándole la piel, dejándole marcas rojas y moradas. Sus suaves y oscuros mechones se convirtieron en su posesión mientras ella se entregaba a él. Sus uñas le arañaron el cuero cabelludo, y él gimió.

Dominic prestó atención a sus grandes pechos, recorriéndolos con la lengua, lamiendo y besando su pezón izquierdo. Sin previo aviso, se abalanzó sobre él y le succionó la punta.

Ella arqueó la espalda, gimiendo profundamente mientras él insistía, mordisquéandoselo suavemente para aliviarle el escozor que sentía. Le dedicó la misma atención al otro pezón, mientras lo acariciaba con el pulgar y el índice.

Su mano libre se dirigió a su coño y acarició su húmeda raja a través de las bragas. Era demasiado. Sentía que quería estallar. ―¡Joder, Dominic!

Bel apenas era consciente de que había estado estrujando su coño contra sus dedos, buscando alivio. Entonces, Dominic bajó la boca hasta su ombligo, haciéndola retorcerse mientras se lo lamía. Lo hacía mientras le daba ligeros mordiscos.

Ella miró hacia abajo con pánico. ―¿Qué estás haciendo?

―Déjame probar tus flujos vaginales, nena ―respondió antes de volver a lo que estaba haciendo.

―¡No!

Ignorando por completo la protesta de Bel, Dominic le separó más los muslos y se inclinó para enterrar su cara en su vulva todavía cubierta por la ropa interior. Su lengua salió disparada, recorriendo el húmedo apéndice de arriba abajo, gimiendo por su delicioso sabor.

―Sí, detka. Tus flujos saben tan bien…

La paciencia de Dominic duró poco. Con un movimiento de muñeca, le arrancó las bragas de las caderas, dejándola completamente desnuda para su lujuria.

La lamió toda entera y tarareó en señal de aprobación. Ella gritó su nombre, casi loca de necesidad.

―Mírame mientras me doy un festín con tu coño. Quiero ver cómo te corres.

Su grosera forma de hablar era estimulante. Jadeando, Bel miró a Dominic fijamente a los ojos; las piernas le temblaban. Le estaba comiendo el coño como un hambriento.

Los profundos sonidos guturales que emitía provocaban vibraciones. Sus ojos oscuros entraron en contacto con los de ella, mientras sus dedos separaban sus labios vaginales dándole pleno acceso a su clítoris, cosa que aprovechó de inmediato.

Empezó a chupárselo con la lengua; al principio suavemente y luego aumentó gradualmente la presión.

Bel tenía las piernas abiertas a causa de sus enormes hombros, y no podía hacer nada más que recibir el increíble placer de su boca.

Sus gemidos resonaron en la habitación. Sintió cómo él introducía su grueso dedo corazón en su húmeda raja mientras le chupaba el clítoris, y eso la hizo arquear la espalda. Sabía que no podría aguantar mucho más.

Estrujando su húmedo coño contra su cara y gritando su nombre, se corrió con fuerza. Por primera vez en su vida, se había corrido sin usar sus propios dedos.

Sus estrechas paredes se contrajeron sobre el dedo de Dominc. Sus jugos fluían y él los absorbía con deseo, provocándole pequeños orgasmos. ¡Joder! No sabía que podía ser así. Era su primer orgasmo de verdad.

―Dominic... te necesito dentro de mí. Por favor.

No le importaba rogárselo. Ella quería tener una experiencia completa aunque tuviera que suplicárselo.

Las maldiciones de Dominic llenaron la habitación, haciéndole saber que estaba a punto de darle lo que quería.

La colocó en una posición que le resultara cómoda, con la espalda apoyada en un montón de almohadas. De esta manera Bel podría ver cómo él la follaba.

Ella lo miraba ansiosa, jadeando y respirando agitadamente. Dominic movió las caderas, empujando su grueso pene dentro de su coño, cubriéndolo con la propia eyaculación de Bel.

―¡Mírame mientras te follo, detka! ―gruñó.

La tenía grande. Sintió la punta de su pene hinchado rozando su pequeña raja. Con cuidado, por favor. Tardó un momento, pero entró. Menos mal que estaba muy mojada; de lo contrario no habría sido fácil~.~

―¡Joder! Tu coño está muy apretado, ángel ―dijo. Cerró los ojos por el placer que estaba sintiendo, luchando por mantener el control. Respiró hondo mientras intentaba relajarse. Sus manos se cerraron en puños sobre las sábanas de satén.

Dominic bajó la mano para jugar con su clítoris a la vez que se la seguía metiendo y sus músculos se relajaron un poco. Entonces, sin previo aviso, empujó con fuerza, hundiendo más de la mitad de su grueso pene dentro de ella.

¡Mierda! De sus ojos cayeron lágrimas y se mordió los labios para no sollozar. Le había dolido. Sentía como si la estuviera partiendo en dos.

―Cariño. Mírame ―dijo Dominic.

Ni siquiera era consciente de que tenía los ojos cerrados. Parpadeó entre lágrimas para mirarle, temerosa de su reacción.

―Yo... ―Resopló, ―Lo siento Dominic. ―¡Por Dios! ¿Qué más podía decir? Era tan grande que no pudo evitar contraerse. Él siguió y, sin darse cuenta, todo su pene entró dentro de ella.

―No hagas eso ―le ordenó con los dientes apretados. Su cuerpo se puso rígido al oír sus palabras y dejó de moverse.

―Respira, amor. Deberías habérmelo dicho. Te habría preparado más. Lo siento, detka. Iré poco a poco…

Dominic se inclinó para besarla suavemente. Apoyó los codos a ambos lados de su cabeza. Ella le agarró los bíceps y le devolvió el beso, dejando que la calmara, dándole las gracias sin palabras.

El dolor en su interior disminuyó lentamente, permitiéndole sentir su polla palpitante dentro de ella. En un intento de distraerla, volvió a acercar su boca a sus pezones, chupándolos de nuevo.

Ella se retorció, buscando más de él. Él comprendió lo que quería decirle y empezó a empujar, esta vez lentamente. Las piernas de ella lo rodearon instintivamente.

La punta de su pene hinchado seguía golpeando el interior de Bel con cada embestida, y a ella le encantaba la fricción. Ansiosa por correrse, su cuerpo se apretó contra la enorme polla de Dominic.

Apoyó las pantorrillas en su hombro y empezó a follársela hasta los cojones, sacudiendo su mundo entero. No podía sentirse más llena. El punto más sensible y carnoso de su interior hormigueaba.

―Dominic... ¡Oh Dios! Más profundo ―gritó.

Él gimió de excitación y le agarró el culo mientras seguía con sus embestidas. Le acarició el clítoris que estaba más que húmedo, volviéndola loca.

―¡Joder, sí! ¡Córrete en mi polla, detka! ¡Ahora!

Ella gimió y sus sollozos llenaron la habitación, junto con el sonido del sexo. Él yacía casi tumbado sobre ella, con su pequeño cuerpo doblado por la mitad mientras la penetraba con más fuerza y profundidad.

Gritó, estallando desde dentro hacia fuera. Su orgasmo se desató desde las puntas de su pelo hasta cada centímetro de su piel. Todo su cuerpo se estremeció y sus paredes se contrajeron rítmicamente.

Separando aún más el interior de sus muslos, Dominic arqueó la espalda y rugió de placer, llenándola con su semen caliente. La presión de su polla hinchada provocó otro orgasmo en ella.

Parecía que ambos no podían parar de correrse. El placer que recorría sus cuerpos era intenso. Los gemidos de ella mientras seguía moviendo las caderas le gustaban mucho.

Sus piernas se aflojaron mientras ella jadeaba y soltaba las caderas de él. Él se tumbó encima de ella, jadeando, aún intentando recuperarse. Ella, en cambio, se sentía cansada pero muy, muy satisfecha.

Súbitamente consciente de su peso, murmuró en su lengua extranjera y rodó hacia un lado, llevándosela consigo, colocando su cuerpo encima de él.

Seguían unidos y él seguía palpitando con fuerza dentro de ella. Bel pensó que solo estaban recuperando el aliento. Pero lo cierto era que estaban lejos de terminar. La noche era joven y quedaba mucho por explorar. Ella estaba dispuesta si él lo estaba.

Le dio besos en el pelo, en la sien y en el cuello, tarareando mientras aspiraba su aroma.

Le sopló aire caliente en el pecho, aún sin aliento, mientras su corazón latía con fuerza. Era la experiencia más estimulante de su vida. Era más de lo que jamás podría haber imaginado.

―¿Dominic?

―Hmm... ¿nena?

―¿Crees que podemos hacerlo de nuevo?

Dejó escapar una risita profunda y ella arrugó la nariz. El vello de su pecho le hizo cosquillas.

―Sí. Solo le estoy dando tiempo a tu coño para que se recupere. Recuerda que hasta hace un momento eras virgen, mi amor ―Ella podía oír la reprimenda subyacente en sus palabras.

Apoyó los codos en su pecho y le sonrió. Él parpadeó y volvió a parpadear. Él le devolvió la sonrisa y a ella casi se le paró el corazón.

Con facilidad la puso encima de él. Eso hizo que su gruesa polla se hundiera más dentro de ella. Ambos gritaron ante la sensación.

―¡Mierda! ―jadeó― Has ido más profundo, Dominic.

Ella empezó a cabalgarlo. Él le agarró el culo y empezó a guiarla. En esta posición, ella podía ver cuánto placer le daba. Con los dientes apretados, la mandíbula tensa y luchando por el control, Dominic dejó que ella tuviera el control. Echó la cabeza hacia atrás en las almohadas y cerró los ojos.

―¡Joder! Voy a cabalgar tu coño y llenarte de semen hasta que mañana no puedas andar. Una y otra vez ―exclamó.

Su acento extranjero, sus gruñidos ásperos y profundos y sus palabras seductoras mientras sus dedos le pellizcaban los pezones, desencadenaron en ella otro intenso orgasmo. Se corrió otra vez, sin parar de gemir. ¡Sí!

Sí. Quiéreme toda la noche.

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