Sabelotodo - Portada del libro

Sabelotodo

Sir Ellious

Capítulo 3

Ava

Sentada en mi habitación y llorando no era como había planeado que fuera mi fin de semana. Ni siquiera lo conocía y sin embargo, él conocía a Jessica.

Ella es la zorra mayor de nuestro instituto y quiere a Hunter más que nada, le gusta ser el centro de atención y le gusta tener al chico más guapo de la escuela.

Es como si él fuera una especie de trofeo para ella. Es la única chica con la que se ha acostado más de una vez.

Así que ella piensa que eso los convierte en pareja, que la hace especial a los ojos de él, que es la única que le interesa. No es así, pero ella no escucha.

Por la cantidad de discusiones que han tenido en la cantina, se podría pensar que es un escenario de teatro y que ella es la actriz principal.

Ahora mismo estoy sentada en mi cama con mi pijama mullido para mantenerme caliente y sentirme más cómoda. Estoy rodeada de pañuelos y palitos de helado. Qué desastre.

Mi nariz está toda roja y congestionada, mientras que mi cara está roja y manchada por haber estado llorando todo el día. Después del incidente en la biblioteca le he dicho a la enfermera que no me sentía bien, y me ha enviado a casa.

He salido corriendo de allí lo más rápido que he podido. No he parado hasta llegar a mi casa, que está a veinte minutos.

Mi existencia es una mierda, apenas tengo amigos, aparte de Lily, y no tengo vida porque no puedo ir a ningún sitio sin que me acosen.

Me alegro de que mi madre no esté aquí para verme así, no necesita más preocupaciones con todos los turnos que hace en el hospital.

Ahora mismo estoy viendo ‘El Diario de Noa’. Es una película muy triste, pero romántica y hermosa. Desearía que mi vida fuera así de sencilla, que tuviera a alguien así que realmente se preocupara por mí.

Vuelvo a secarme los ojos mientras se me escapan más lágrimas, soy una idiota. Nunca me han interesado los chicos del colegio, pero supongo que porque sé lo que los chicos piensan realmente de mí. Y eso me duele.

Me regaño a mí misma por ser tan estúpida. Para ser alguien tan inteligente claramente soy muy estúpida cuando se trata de tíos.

Me golpeo la cara contra la almohada y voy a coger otro palito de helado, pero ya me los he comido todos. Estúpidas emociones y estúpidos chicos.

Ya me han tomado el pelo antes, no me malinterpretéis, pero nunca nadie me había hecho algo así, jugar con mis emociones sólo por una broma. Me da asco que le importe tan poco a la gente como para que se desvíen de su camino sólo para hacerme daño.

La película llega a su fin, cojo mi teléfono y miro Facebook.

Casi se me cae el teléfono cuando veo lo que hay en una página, algún idiota ha grabado el vídeo de todo lo que ha pasado en la biblioteca.

Jessica es la que ha subido la grabación Ni siquiera me molesto en verla porque yo estaba allí cuando sucedió; en lugar de eso, me desplazo hacia abajo en la pantalla y miro los comentarios.

Gruesas lágrimas corren por mi cara mientras los leo.

¿Quién es esa?

Qué vagabunda.

¿No se supone que es muy inteligente?

Las lágrimas siguen corriendo por mi cara. Nunca me habían hecho daño de esta manera. Una cosa es que ocurra en el instituto; otra muy distinta, que lo publiquen en Internet para que todo el mundo lo vea.

Para ser honesta, no sé por qué Jessica me odia, pero ya puedo decir que, como este es nuestro último año, las cosas han subido de tono.

Pienso en mi salida corriendo de la biblioteca, en ese momento los pasillos ya estaban llenos de estudiantes.

No me di cuenta de que me habían seguido hasta que un chico salió detrás de mí sosteniendo el teléfono de Jessica con el vídeo para que todo el mundo lo viera.

Me sentí mortificada y si me hubiera quedado el resto del día, se habrían reído y burlado de mí hasta la saciedad. Todo porque me habían tendido una trampa, aunque no sé por qué.

Tal vez sea porque en realidad me importan mis notas y en qué universidad voy a entrar, o tal vez sea porque no me importa cómo me veo y qué tendencia está de moda y cuál no, porque para mí hay cosas más importantes de las que preocuparse.

Ahora sé que cuando vaya al instituto el lunes ya no seré invisible, no podré esconderme y pasar de largo o ser un camaleón y pasar desapercibida. Ni por el forro.

Me tendrán en su punto de mira y eso es algo que no puede suceder.

Tengo un miedo escénico terrible y odio recibir atención, sobre todo porque toda la que recibo es mala y parece que molesta mucho a Jessica.

Lo peor de todo es que es por algo vergonzoso, lo que significa que nada bueno va a salir de esto, el resto del año estará lleno de burlas, empujones y aún más bromas.

No creo que pueda lidiar con eso; apenas puedo asumir lo que ha pasado.

Me sacudo estos pensamientos para poner otra triste película romántica, cuando oigo sonar el timbre de la puerta. Me quedo en silencio, incluso los latidos de mi corazón parecen detenerse por el miedo. ¿Quién puede haber venido a mi casa a las nueve de la noche?

Sé que no parece tarde pero soy una sabelotodo, la única amiga que tengo es Lily y si viniera me habría mandado un mensaje antes y no se molestaría en llamar al timbre, simplemente habría entrado.

Tampoco puedo ser mi madre porque ella tiene una llave, así que no necesita tocar el timbre. Tal vez sea un ladrón o un sicario. Sí, realmente acabo de pensar eso.

¿Quién se tomaría la molestia de enviarme uno? No valgo nada, recuerda, nadie más que mi madre y Lily se preocupan por mí.

Salto de la cama como si me hubieran mordido antes de empezar a bajar las escaleras y cojo lo primero que encuentro para protegerme. Es un libro, y uno muy pesado.

Por supuesto, es un libro: soy una sabelotodo. El timbre vuelve a sonar y pienso que tal vez sea mi madre, y que quizá haya perdido las llaves, pero nunca sale de trabajar tan temprano.

De pie frente a la puerta, veo una sombra alta que se cierne al otro lado de la puerta, mi ritmo cardíaco se acelera porque definitivamente es un extraño, los nervios han comenzado a hacer acto de presencia y todo mi cuerpo tiembla de miedo por quién podría estar en nuestra entrada.

Levanto el libro preparado para golpear al visitante desconocido mientras abro la puerta lentamente y tiro de ella hacia atrás, miro hacia arriba para encontrarme cara a cara con Hunter Black.

Me dedica una sonrisa cálida, lo cual es extraño porque normalmente sólo veo muecas desdeñosas en su cara, pero le cierro la puerta en las narices.

¿Qué demonios está haciendo aquí? Seguramente es una broma que se suma a la que ya ha ocurrido.

Hunter golpea la puerta con su puño, lo que hace vibrar toda la casa.

—Ava, déjame entrar, sólo quiero hablar —dice. ¡Dios mío! ¡Hunter Black sabe mi nombre! Me pongo en plan fangirl en mi cabeza. Me quedo de pie con la espalda apoyada en la puerta y espero a ver si dice algo más.

No lo hace. Le oigo suspirar y alejarse. Tal vez debería escuchar lo que tiene que decir, hoy ya no puede ir peor, ¿verdad? Es decir, ¡sólo es el maldito Hunter Black!

Lentamente me doy la vuelta para estar de cara a la puerta y la abro ligeramente para poder asomarme. Veo su figura caminando hacia su coche, que está aparcado a un lado de la calle.

—¿Hunter? —le llamo, pero suena más como una pregunta, mi voz es tímida y temblorosa y me pregunto si me ha oído.

Se gira y sus ojos encuentran los míos, lo que responde a mi pregunta de que realmente es Hunter Black y que sí me ha oído.

Alcanzo la luz del porche y se enciende. Le veo entrecerrar los ojos ligeramente antes de que sus ojos deslumbrantes se fijen en mi propio par de ojos azules apagados.

Se acerca a los escalones hasta situarse justo delante de mí. Es muy alto en comparación conmigo, mide treinta centímetros más que yo, y al mirarlo se me tensa el cuello.

Es raro que lo sepa, ¿verdad?

Mirándolo puedo ver el verde profundo de sus ojos claramente; mirarlos me hace sentir perdida. Su altura, que se eleva sobre mí, me hace sentir insignificante y sin importancia.

Los estúpidos genes me hacen pequeña, ¿qué he hecho para merecer esto? Me saluda con su famosa sonrisa y siento que se me corta la respiración. Es guapísimo, no me extraña que llame tanto la atención.

Incluso en el instituto sabía que era atractivo, pero ahora que puedo verlo de cerca sin tener que estremecerme, puedo apreciar realmente lo que estoy contemplando.

Me sonrojo al darme cuenta de que le estoy observando fijamente y no quiero que me pillen, pero al mirar mis pies me horrorizo al darme cuenta de lo que llevo puesto.

Hunter me mira de arriba abajo y levanta una ceja perfectamente depilada.

Lo fulmino con la mirada y él sólo me devuelve una sonrisa. Siento que la sensación de incomodidad empieza a instalarse mientras Hunter se queda mirándome en el porche.

Me golpeo mentalmente mientras me recupero y me giro para mirarle. Recuerdo que esta es mi casa y que probablemente debería invitarle a entrar.

Le envío una sonrisa, abro la boca y no me sale ninguna palabra, me mira fijamente levantando una ceja y lo vuelvo a intentar.

Tengo el corazón en la boca y no entiendo por qué estoy tan nerviosa, tal vez sea porque nunca he tenido un chico en mi casa antes o tal vez sea porque es Hunter Black y es uno de mis acosadores, así que invitarlo a entrar me parecería mal. Pero tampoco quiero parecer maleducada.

Quiero ser una persona madura y mostrarle que no me importa el pasado y que puedo mirar más allá de sus errores y eventualmente perdonarlo.

De todos modos, no tengo cuajo para guardar rencor, a no ser que sea contra Jessica. Me aclaro la garganta y consigo hilvanar algunas palabras.

—Hunter, ¿te gustaría entrar? —es mi intento. Mi voz suena extraña para mí, como si no fuera yo quien hablara.

Levanto la vista y lo encuentro sonriendo ante mi pobre esfuerzo por hablarle realmente, pero lo ignoro y lo miro fijamente esperando pacientemente su respuesta.

—Sería muy amable por tu parte —concede. No rompe el contacto visual conmigo mientras dice esto, pero su voz tampoco contiene ninguna emoción, como si le diera igual entrar o no.

Suspirando, doy un paso atrás trayendo la puerta conmigo para que Hunter tenga suficiente espacio para entrar.

—Sabes, la mayoría de las chicas se morirían si yo estuviera en su casa —comenta. Lo dice como un hecho, como si yo debiera caer a sus pies y besar el suelo que pisa.

Siento que me hierve la sangre al no poder creer el descaro de este tipo al decirme que debería estar agradecida por que esté en mi casa.

Doy un portazo y veo cómo se forma esa estúpida sonrisa en su cara mientras me giro para mirarle, le suelto palabras con tal veneno que me sorprende que no se inmute, sino que parezca divertido, lo que sólo hace que aumente mi ira.

—Yo no soy como la mayoría de las chicas.

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