El aullido del Alfa - Portada del libro

El aullido del Alfa

Bianca Alejandra

Mezclar y mezclar

LYLA

—Como casi todos sabéis ya, ha habido un ataque en la frontera de la Jauría Real —anunció el Alfa Hugo a los miembros de la Manada de la Luna Azul.

—Sin embargo, el Alfa Sebastian me ha asegurado personalmente que la amenaza ha sido neutralizada y el ritual se celebrará como estaba previsto.

Los gritos y silbidos de los miembros de la manada llenaron la sala.

—No hace falta que os recuerde que esta semana podría ser el momento más importante de vuestras vidas —continuó el Alfa Hugo.

—La celebración comienza con un cóctel esta noche, y la llamada de apareamiento tendrá lugar dentro de dos noches. Entonces sabréis si la Diosa de la Luna os ha bendecido con una pareja o no.

Nos miró a todos y sonrió.

—Estoy orgulloso de todos y cada uno de los aquí presentes. Sed vosotros mismos. Intentad no sentir nervios, porque el plan de la Diosa no está en vuestras manos. Divertíos durante estos días.

Sí, claro.

—Una cosa más antes de marcharos —intervino el Beta Alexander, dando un paso adelante. Su mirada se clavó en mí—. Si tenéis una relación con otro asistente, y en señal de respeto por este evento sagrado, os pido que minimicéis las muestras de afecto entre vosotros.

—Cas —dije cuando la multitud empezó a disiparse a nuestro alrededor. Retirando su brazo, me aparté para dejar algo de espacio entre nosotros.

—Creo que tu padre tiene razón —señalé—. Tal vez deberíamos relajarnos.

La sonrisa de Caspian vaciló. —¿Me pides que hagamos un paréntesis durante la Cumbre?

—Eso es —confirmé con un gesto de dolor, esperando que fuese como arrancarse una tirita—. No es que no podamos pasar tiempo juntos, pero creo que deberíamos comportarnos como amigos y no como... amantes.

Caspian se mordió el labio y asintió.

—Es sólo una semana. ¿Tan difícil resulta? —me apresuré a decir.

—No creo que quieras que te responda a eso —espetó.

Mientras miraba fijamente a mi novio, me di cuenta de que tenía razón.

Si uno de nosotros encontraba pareja durante la Cumbre, no volveríamos a estar juntos.

Puede que nunca vuelva a besar a Caspian.

Sólo de pensarlo se me revolvía el estómago.

—¿Hola? —. La voz de Caspian me trajo de vuelta. Había recuperado la compostura y me acarició el brazo.

—Entiendo lo que quieres decir. Lo conseguiremos, ¿de acuerdo?

Me regaló aquella sonrisa despreocupada que me encantaba.

A pesar de que Caspian estaba dolido y confundido, quiso reconfortarme.

Y para mí significaba mucho.

—Gracias —susurré.

Retiró la mano y me dedicó un último gesto afectuoso antes de alejarse.

Mientras le seguía con la mirada, me pregunté por qué sentía que se llevaba un trozo de mi corazón con él.

***

Más tarde, Teresa y yo bajamos la gran escalera del hotel. La fiesta estaba en pleno apogeo.

Y yo sentía que me iba a dar un ataque de ansiedad.

—¡Mira esto, Ly! —exclamó Teresa con entusiasmo. El vestíbulo se había transformado por completo. Una bola de discoteca reflejaba el mármol blanco y los tonos dorados. Una multitud de licántropos se divertía con ganas.

Para mí no resultaba tan fácil.

Muchos licántropos se empeñan en permanecer solteros hasta su primera ceremonia de apareamiento para evitar el torbellino de emociones con el que yo estaba lidiando en ese preciso instante.

Teresa me envolvió con su brazo y me arrastró hacia la barra.

Mientras ella pedía algo de beber para las dos, yo observaba la escena que se dibujaba ante nosotros.

Me encontraba sólo a unas horas en coche de mi ciudad natal, pero me sentía en un mundo completamente nuevo.

Un mundo de riqueza, poder... y posibilidades.

Un cuarteto de jazz tocaba junto a la barra y los graves de la música de baile palpitaban desde el otro extremo de la sala.

La fiesta llegaba hasta el patio trasero, que estaba cubierto por un dosel de luces centelleantes.

Casi todos los asistentes eran jóvenes y atractivos. Aunque la mayoría vivíamos en Estados Unidos, había algunos que tenían un aspecto exótico a mis ojos.

Había un grupo de chicos morenos con pelo largo y collares de conchas de puka a los que reconocí inmediatamente como miembros de la Manada del Maremoto.

Observé cómo una chica elegante y con pintas de empollona se unía a su conversación. Se ajustó las gafas de montura metálica y se sonrojó momentáneamente.

Manada del Legado de Nueva Inglaterra, supuse.

Sentí que me miraban, así que me volví hacia la escalinata... y entonces me quedé helada.

Sebastian, el Alfa Real, no se inmutó cuando nuestros ojos se encontraron. Pero su gélida mirada azul me sorprendió.

Tenía sus fuertes brazos cruzados con las mangas de la camisa remangadas hasta los codos. No podía apartar la mirada de él y me pregunté por qué alguien que está en una fiesta tenía un aspecto tan serio.

Entonces la atención de Sebastian se desplazó hacia otro punto de la estancia.

Intenté recuperar la compostura, maldiciendo a mi corazón acelerado. El Alfa no se había fijado en mí, su mirada estaba perdida.

Respiré profundamente. Mantén la calma, Lyla. Había cientos de personas en la fiesta.

Había mucho más que un alfa malhumorado.

Una ecléctica tropa de espíritus libres cubiertos de lentejuelas y mechas entró desde el patio, y me pregunté quiénes podían ser.

—Manada Vivir Rápido, de Las Vegas.

Me giré y vi los alegres ojos marrones de Caspian.

Me dio un vuelco el corazón. ¿Caspian me ha visto mirando a Sebastian?

—Los de Las Vegas me han dejado probar un porro de los suyos en el patio —añadió con un guiño.

Tomaré eso como un no.

Solté una carcajada. Los nervios que sentía por verlo allí desaparecieron de inmediato.

—Hola, Buen Momento —saludó Teresa, pasándome una bebida sorprendentemente verde.

—Teresa, la verdad es que no tienes un aspecto del todo horrible —contraatacó Caspian y Teresa puso los ojos en blanco—. ¿Qué estás bebiendo?

—Lo más fuerte que tenían. Lo llaman «el pantano».

Di un sorbo y me sobrevino una arcada. No sólo era fuerte: era radiactivo.

—Yo también quiero —murmuró Caspian y se dirigió hacia la barra.

Brindé con Teresa.

—Por la mejor semana de nuestras vidas —brindó.

—Por los amigos que nos ayudan a salir adelante —respondí.

Nos llevamos las copas a los labios, aunque yo a duras penas pude dar un sorbo.

—Oh, Diosa mía, los chicos de la Manada de la Estrella Solitaria son los más guapos —afirmó Teresa mientras miraba a un grupo de cowboys embutidos en tejanos—. ¡Van a la pista de baile!

Teresa me arrastró de la mano y Caspian nos siguió.

La música electrónica se hizo más fuerte al llegar a la puerta, y entonces entramos en un gran espacio repleto de licántropos en pleno baile.

Las luces parpadeaban a nuestro alrededor y Teresa me hacía girar.

A medida que fuimos bailando más, empecé a soltarme y tomé otro sorbo radiactivo.

—¡Parece que he encontrado a mi gente! —gritó alguien por encima de la música.

Bajé mi copa y observé a la joven que tenía delante. Era alta, rubia, hermosa y claramente extrovertida. Parecía una supermodelo.

—¡A mí también me gusta tomar pantano! —anunció con una sonrisa de autorreproche, levantando su propia bebida verde nuclear—. ¡Me llamo Magnolia!

Extendió su mano libre y la estreché. Me dio un apretón firme.

—¡Lyla! —aullé a modo de respuesta—. Ellos son Teresa y Caspian. Caspian levantó su copa y los dos brindaron.

—¡Bienvenidos a la Jauría Real! —gorjeó.

Forma parte de la Jauría Real... así que por eso es tan perfecta.

—Este sitio está muy guapo —señaló Teresa.

—Gracias, colega —gritó Magnolia mientras bailaba.

Según el ritmo de la canción avanzaba, las luces se iban apagando y los efectos estroboscópicos se volvían más intensos. No sabía si era el calor de la sala o la bebida, pero necesitaba tomar un poco de aire.

Teresa y Caspian se estaban divirtiendo con Magnolia, así que me escabullí.

Giré por un pasillo estrecho y entré en una habitación vacía.

Abrí una puerta corredera de cristal y salí a una pequeña terraza con vistas al prístino y oscuro césped.

Me senté en una de las sillas y suspiré.

La fiesta era sólo el comienzo de la Cumbre y yo ya estaba abrumada.

En ese momento, la puerta se movió detrás de mí.

Alguien se había unido a mí en el patio, y me giré para ver de quién se trataba.

Y entonces se me cortó la respiración. Era él.

Sebastian. Parecía tan preocupado como hacía un rato.

Cuando se percató de mi presencia, se paró en seco. Claramente, no esperaba encontrar a nadie.

Pero la puerta ya estaba cerrada tras él. Era demasiado tarde.

Estaba a solas con el Alfa Real.

—Oh, vaya, hola —farfulló Sebastian. Luego se volvió hacia el oscuro paisaje que teníamos delante.

—Hola —respondí, tratando de sonar tranquila. Como si no estuviera enloqueciendo por el hecho de que el Alfa Real me hubiese descubierto husmeando en el Flor de Lis.

Sebastian suspiró y vi cómo se relajaban los músculos de sus anchos hombros bajo la camisa.

¿Qué está pensando? Era un misterio para mí. Y por alguna razón, quería entenderlo.

—¿Te importa si me siento contigo?

La voz de Sebastian me devolvió a la realidad.

—Por favor, como si estuvieses en tu casa —respondí—. Bueno, en realidad, estás en tu casa.

Sonrió mientras se sentaba. Hacer sonreír al Alfa era un logro. Parecía un tipo muy serio.

—¿Qué te parece la Jauría Real? —preguntó.

¿Por qué debería importarle al Alfa Real lo que yo piense?

—Es todo muy bonito —comenté. Levantó una ceja, como si me animara a dejarme de tonterías—. Quiero decir, nunca he estado en un hotel más bonito. Es sólo que la Cumbre es... abrumadora.

—Dímelo a mí —respondió con un suspiro—. ¿Sabías que en la Cumbre del año pasado sólo se formaron cincuenta vínculos de apareamiento durante la convocatoria?.

Negue con la cabeza. Naturalmente sabía que el número había ido disminuyendo año tras año. ¿Pero sólo cincuenta parejas? ¿Sólo cien licántropos apareados?

Eso significaba que las probabilidades de este año eran sombrías.

—Es como si la Diosa de la Luna estuviera enfadada con nosotros —continuó—. Entre los malos números y el problema de los renegados, me pregunto si tiene sentido invertir tiempo en la Cumbre.

Se miró las manos. Apenas podía creer que estuviera siendo tan sincero conmigo.

—Sin Cumbre, esos cien hermanos no habrían encontrado a sus parejas —dije en voz baja.

Se encontró con mi mirada de nuevo. —Es cierto. ¿Este es tu primer año?

Asentí y me pregunté cómo lo sabía. Tal vez porque sonaba joven e ingenua. Pero sus siguientes palabras me pillaron desprevenida.

—Me lo imaginaba. Te habría reconocido —comentó, dibujando una sonrisa traviesa.

Oh, mi Diosa. ¡¿El Alfa Real está coqueteando conmigo?!

Mi corazón se aceleró.

Había considerado a Sebastian como un tipo serio y melancólico, pero me pregunté si estaba equivocada.

—¡Lyla! ¿Qué haces aquí? Te he estado buscando por todas partes...

Me giré y vi a Caspian en el umbral de la puerta corredera. Su expresión cambió al reconocer a Sebastian

Si antes no había sentido nervios, en ese momento sí.

—Supongo que este lugar no es tan secreto si ambos lo habéis encontrado —dijo Sebastian.

—Oh, lo siento. No quería... —farfullé.

—Estoy de broma —aseguró el alfa frunciendo el ceño—. Soy Sebastian.

Caspian entrecerró los ojos, como evaluando al Alfa. —Caspian. Soy el novio de Lyla.

—Encantado —masculló Sebastian con displicencia. Volvió a mirarme. Había algo ilegible en su expresión.

Noté que me sonrojaba.

Y entonces nadie dijo nada y el incómodo silencio se prolongó un doloroso segundo tras otro.

—¿Volvemos a la fiesta? Teresa nos está esperando en la pista de baile —propuso Caspian.

—Claro —contestamos Sebastian y yo al mismo tiempo, levantándonos de nuestras sillas.

El Alfa pasó por la puerta y Caspian me tocó el brazo.

—Parece... raro —susurró. Lancé una mirada de advertencia a Caspian.

Cuando volvimos, la fiesta estaba aún más animada.

Cruzamos la sala en dirección a la pista de baile y fue fácil detectar a Teresa. Estaba bailando con Magnolia entre la multitud, divirtiéndose como nunca.

—¡ALFA SEBASTIAN! —gritó Magnolia.

Al acercarnos, la preciosa rubia le rodeó con sus brazos.

—¡Veo que ya habéis conocido a mi prometido! —voceó.

Me encontré con la mirada de Teresa y traté de ocultar mi expresión de sorpresa.

¡¿El Alfa Real tenía una prometida?! Eso era inaudito para alguien que encaraba un ritual de apareamiento.

—¡Felicidades por el compromiso! —se congratuló Caspian, pareciendo un poco demasiado feliz por ellos.

Yo, mientras tanto, tenía una extraña sensación en el estómago.

—¿Vamos a tomar otra copa? —le pregunté a Teresa al oído.

—¡Chica, no hace falta que me lo pidas dos veces! —replicó, arrastrándome hasta la barra—. ¿Pantano?

—Claro.

Me iba a hacer falta mucho pantano para superar aquella fiesta.

***

CaspianBuenos días, dormilona.
Caspian¿Qué tal si nos alejamos de todo esto?
CaspianPodemos ir a la aventura
CaspianComo amigos... ;)
CaspianYa estoy en el coche
LylaEstoy lista en 15 minutos.

Sonreí al teléfono. Miré a Teresa en la otra cama de la habitación del hotel, roncando y dispuesta a seguir haciéndolo durante toda la mañana.

Por desgracia, nunca pego ojo cuando tengo resaca.

Y la sugerencia de Caspian no era exactamente hacer un paréntesis, pero sonaba divertida.

Me di una ducha rápida, me puse algo de ropa y en un periquete estaba sentándome en el Ford de Caspian como copiloto.

—¿Adónde? —pregunté.

Me sonrió y le vi guiñar un ojo a través de sus gafas de sol. Tenía una barba incipiente y el pelo despeinado debido a la ventanilla abierta.

—Yo lo sé. Pero a ver si tú lo adivinas.

Media hora más tarde, entramos en un aparcamiento de tierra. El viaje en coche me había aliviado la resaca y estaba lista para explorar.

Al salir del coche, un cartel me llamó la atención.

—El pantano de los cipreses —leí en voz alta—. No habías tenido suficiente pantano, ¿verdad, Cas?

—Es mi nueva bebida favorita —explicó, rodeando mi cintura con el brazo. Me apoyé en él y entonces recordé nuestro trato.

¡Mierda! Esto de los amigos es más difícil de lo que pensaba.

Me aparté y él levantó las manos, fingiendo inocencia. —Parece que lo único que tienen por aquí son pantanos —dijo.

Empezamos a bajar por un sendero boscoso. El sol entraba a raudales a través de las copas de los árboles y éramos las únicas personas que había allí.

—¿Qué te pareció la fiesta de anoche? —pregunté.

Se encogió de hombros. —Estuvo bien. No sé, no me gusta mucho todo el rollo de la Cumbre. Demasiada gente nueva, demasiada presión. Prefiero estar contigo.

Consideré sus palabras y me prgunté si el Alfa Sebastian era una de las nuevas personas que Caspian prefería evitar.

Una parte de mí estaba de acuerdo con él. La noche anterior también me había sentido abrumada, y no entendía del todo por qué.

Había presión por darnos a conocer, por establecer nuevas conexiones.

Y, naturalmente, por establecer una conexión muy importante... encontrar una pareja.

El camino conducía a una pasarela de madera suspendida sobre un pantano verde neón.

Seguimos adelante, señalándonos mutuamente pájaros y reptiles, cuando finalmente oí un extraño gruñido.

—¿Eso ha sido un caimán? —me pregunté en voz alta.

—Ha sido mi estómago —respondió Caspian—. Me he saltado el desayuno y todo...

—¡Volvamos y busquemos algo de comida entonces! —propuse—. ¿Qué te apetece? ¿Gumbo? ¿Cangrejos de río?

Nombré los platos regionales que conocía.

—Sólo quiero una hamburguesa —admitió Caspian.

Volvimos por donde habíamos venido. El tiempo pasó rápidamente, como siempre que estábamos juntos.

No necesitábamos hablar todo el rato. Simplemente disfrutábamos de la compañía del otro.

Incluso yo estaba hambrienta a esa hora, así que podía imaginar cómo se sentía Caspian.

—¡Maldita sea! ¡Lyla, espera! —Caspian me agarró del codo y me detuve en seco.

—Casi me provocas un ataque al corazón, ¿qué demonios estás...?

Caspian parecía haber visto un fantasma. Señaló el suelo ante nosotros... y entonces el suelo se movió.

¡Era una serpiente!

—En realidad es bastante bonita —opiné.

—¡Chsss! —susurró Caspian; y me acercó a él, rodeándome con sus brazos.

Una resonancia llenó mis oídos.

—¿Es una...? —empezó Caspian.

—Serpiente de cascabel —confirmé.

Una especie muy venenosa. Pero si las dejabas tranquilas no te molestaban.

Los fuertes brazos de Caspian me estrecharon aún más. Trataba de tranquilizarme... cuando era él quien estaba aterrorizado.

Sonreí apoyada en su pecho, siguiéndole la corriente como una damisela en apuros.

Miré a la serpiente. Movió su larga y bífida lengua, con su cascabel en el aire...

Y luego se deslizó hacia el bosque.

—¡Sí! —exclamó Caspian, con los ojos muy abiertos de asombro. Le abracé.

—¡¿Cómo supiste qué hacer?! —pregunté, inflando su ego sólo un poco.

—No estoy seguro —admitió—. Estaba jodidamente aterrorizado.

Me retiré, y tal vez fue la forma en que me miró...

Pero no pude resistirme. Le besé a fondo, sin reservas. Y él me devolvió el beso.

Se apartó, y la mirada de sus ojos ambarinos era tan intensa que mi corazón dio un vuelco.

—Lyla, al diablo con esto. La Cumbre, la llamada de apareamiento... todas las cosas que nos separan.

Me dolió el pecho ante la sinceridad de su voz.

—Te amo, Lyla. Te elijo a ti. No necesito que la Diosa de la Luna me lo diga. Huyamos. Ahora mismo... podemos dejar toda esta mierda atrás.

Caspian se esforzó por recuperar el aliento. La seguridad con la que hablaba hacía que me pareciera aún más atractivo.

¿Y por qué no iba a tenerlo claro yo también?

Amaba al hombre que estaba frente a mí.

El año anterior sólo se habían formado cincuenta vínculos de apareamiento en la Cumbre.

¿Por qué esperar que la Diosa de la Luna nos diera su aprobación cuando tenía todo lo que necesitaba para ser feliz entre mis brazos?

Dejé mis pensamientos a un lado y me encontré con la mirada de Caspian...

¿Me atrevería a huir con él?

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