Lobos Milenarios - Portada del libro

Lobos Milenarios

Sapir Englard

La Bruma

MamáQuerida Sienna: ¿Dónde estás?
SiennaMamá, cuántas veces tengo que decírtelo
SiennaNo hace falta que empieces los mensajes con querida
Mamá¡Pero es más especial así! Como una carta.
Sienna🙄
Mamá¡A casa ya!
MamáTu hermana está aquí.
MamáHa traído a Jeremy.
MamáYa sabes lo que significa...
MamáCOTILLEO DEL BUENO.
Siennaeh… ok
SiennaLlegaré en poco
MamáGenial. Con cariño, mamá.

SIENNA

No puedes decidir cuándo y dónde te golpea la Bruma.

¿Conduciendo? Mejor que pares rápido o provocarás un accidente múltiple con cincuenta coches más.

¿En el trabajo? Ficha y vete corriendo al monte o tu jefe y tú acabaréis siendo algo más que colegas.

Cuando me senté a cenar, recé para que no me golpeara mientras estaba con mi familia, el peor lugar posible que se me podía ocurrir.

Mientras ayudaba a poner la mesa y le servía un plato de lasaña casera a Selene, observé la puerta trasera, por si tenía que escapar de manera improvisada.

Me senté a comer con toda la familia, que ya estaba en medio de una animada conversación.

—¿Qué pasa, Jeremy? —dijo mi madre señalando con la barbilla al acompañante de mi hermana—. Apenas has dicho una palabra desde que has entrado. ¿Cómo va el trabajo?

—No tiene por qué responder a eso, abogado —dijo Selene, lanzando a mamá una mirada divertida.

—Bueno —Jeremy se rió— si lo que quieres es que te cuente algún cotilleo, Melissa, sabes que no puedo divulgar ese tipo de información.

—¿Ni siquiera un ligero movimiento de cabeza para confirmar o negar?

—Mamá —dijo Selene—. Es el abogado principal de la manada. Su trabajo es guardar secretos.

—Pero… —mi madre suspiró—. No necesito saber nada de importancia. Solo un poco de cháchara. Por ejemplo… ¿es cierto que nuestro Alfa y Jocelyn ya no son pareja y ahora sale con Josh, su Beta?

Mamá ~—dijimos Selene y yo al unísono.

Jeremy sonrió. —Me acojo a la quinta enmienda.

—Oh, sois todos unos aburridos.

Actuaba más como una adolescente que sus dos hijas juntas. Pero eso hacía que la quisiéramos más todavía. La mayor parte del tiempo…

—Podrías preguntarme sobre mi ~trabajo, ya sabes —dijo Selene.

—Ya te pregunté, ¿no? —dijo entre bocado y bocado de lasaña—. Estoy segura de que ya te pregunté.

Selene puso los ojos en blanco. Mamá siempre había querido que Selene tuviera una carrera más estable. La moda, pensaba mi madre, no era una ocupación. Era un hobby.

«Un día algo está de moda y al siguiente no», solía decir, «¡eso es así con la ropa y con toda la industria, Selene! Piensa a largo plazo».

Pues bien, Selene había triunfado, demostrando que los consejos de su madre habían sido erróneos durante años y estaba trabajando activamente en una de las principales empresas de diseño de moda de la ciudad.

Pero Selene siempre dejaba que los insultos de mamá le resbalaran. En todos los aspectos, ella era la versión más guapa, más inteligente y más exitosa de mí.

Cada vez que lo decía en voz alta, que solía ser a menudo, Selene me empujaba suavemente y se limitaba a decir: «Todavía eres joven, Sienna. Date tiempo».

Pero cuando se trataba de mis sueños, de mi futura carrera de artista más grande del mundo, no tenía paciencia. Un día iba a abrir mi propia galería.

Un día pronto, me prometí a mí misma. No me importaba lo que dijera mi madre. Selene había demostrado que no tenía razón en todo.

—Está bien, mamá —dijo Selene, cambiando de tema—. Los cotilleos siempre son más interesantes al fin y al cabo. Y ya que estamos…

Los ojos de Selene se dirigieron a mí. Le hice un gesto silencioso con la cabeza. No. ~

—¿Alguna idea de quién podría ser tu compañero para la temporada, Sienna?

—¡Oooh, sí! —dijo mi madre, volviéndose hacia mí—. ¿Qué o mejor dicho quién ~está en el menú este año?

—Una loba nunca revela sus secretos —dije, haciéndome la tímida.

Por un segundo pareció que mi familia iba a dejarlo correr.

Sabía manejarme; sabía dirigir las conversaciones, tomar el control, mantener la atención en cualquiera que no fuera yo. Aunque era la más joven, siempre había tenido esa habilidad.

Pero mi madre se había puesto al día.

—Ya estamos otra vez —dijo mi madre, sacudiendo la cabeza—. Nuestra pequeña dominante siempre haciendo que nos sometamos a sus caprichos. Vamos, Sienna. Dinos. ¿Hay alguien?

—A algunos nos gusta mantener nuestra vida privada en privado, mamá —dije.

Mi madre se encogió de hombros. —No hay nada que ocultar. Sé que tu padre está deseando que llegue la Bruma de este año, ¿no es así, cariño?.

—Estoy contando cada segundo que pasa —dijo mi padre, levantando su copa de vino y sonriendo con picardía.

—POR FAVOR. Qué asco.

Me daba asco, sí. Pero esa no era la razón por la que me molestaba tanto, pues mi madre siempre había sido una criatura sexualmente liberada. No, lo que no me gustaba era tener que mentir.

Cuando dije antes que mi virginidad era mi secreto, lo dije en serio. Ni siquiera mi madre lo sabía.

Lo cual era extraño porque siempre habíamos sido muy abiertas la una con la otra acerca de todo. Nunca me había ocultado la verdad.

Me había contado cómo conoció a mi padre, que era humano. Cómo los dos tuvieron a su única hija, Selene. Y cómo me encontraron.

No eran mis padres biológicos.

Me encontraron en un coche abandonado a la salida del hospital donde trabajaba mi madre. Mi madre siempre había dicho que eso no era importante.

Estaba a punto de cambiar de tema para hablar de lo que fuera, cualquier cosa ~que no fuera la Bruma, cuando de repente sucedió.

Me congelé. Un lento y palpitante calor se encendió en mi interior, haciendo que mi cuerpo se sintiera como si estuviera en llamas.

La respiración se hizo imposible, el sudor cubrió cada centímetro de mi piel y, antes de que pudiera resistirme, la costura de mis vaqueros me apretó la ingle.

Un escalofrío ineludible de deseo recorrió mi cuerpo/

MIERDA.

Un áspero gemido salió de mi boca antes de que pudiera detenerlo y cuando abrí los ojos, que no recordaba haber cerrado, vi que todos los demás en el comedor tenían la misma reacción que yo.

No, no, no. ~

Aquí no. ~

No delante de mi familia. ~

La forma en que mi hermana miraba fijamente a Jeremy. La forma en que mi madre se levantó de su asiento, inclinándose hacia mi padre.

No pude soportarlo. Salí corriendo de la habitación tan rápido como mis pies pudieron llevarme.

La cocina.

El pasillo.

La puerta principal.

Y salí a la fría noche y me desplomé sobre mis rodillas.

La Bruma se arrastró por mi cuerpo como una serpiente venenosa. Mis pezones se endurecieron y el estómago se me cerró, apretado por la urgencia sexual.

Tenía la garganta obstruida y luchaba por respirar. Incluso en el viento de la noche, la ropa se pegaba a mi piel. Quería quitármela.

Quería las manos de alguien en mis pechos, en mi vientre, en mi sexo…

Oh, Dios. Nunca antes la Bruma me había golpeado con tanta fuerza.

Probablemente era una acumulación de todas las necesidades y frustraciones sexuales que había reprimido a lo largo de las últimas tres temporadas.

Debí haberlo imaginado. Algo así iba a suceder, claramente. ¿O qué pensaba? Ni siquiera había pensado nada. Y ahora estaba pagando el precio.

Me giré y miré mi casa, un lugar donde normalmente encontraba seguridad y comodidad. Pero ahora no. De ninguna manera. Mis padres probablemente ya estaban dándolo todo.

Pensar en Selene y Jeremy no lo hacía mejor. Pero se comportaban más como personas, menos como lobos, respetando los límites, la privacidad, las convenciones sociales.

Probablemente se las arreglarían para llegar a su piso en el centro de la ciudad antes de ceder a sus impulsos.

Los aparté de mis pensamientos y corrí por el sendero hacia el bosque.

Me crucé con humanos, totalmente ajenos a la Bruma y ocupados con sus asuntos, y con algunos lobos que, como yo, estaban en la primera fase de la Bruma y trataban de orientarse.

Era más fácil para ellos. No eran vírgenes. Habían tenido mucho sexo durante las temporadas anteriores. Yo no. Yo estaba completamente desquiciada.

A la entrada del bosque, me desnudé. No me importaba si alguien me veía. Necesitaba transformarme.

Ahí mismo.

En ese instante.

Normalmente mantenía todo el control cuando me transformaba, pero no cuando la Bruma se apoderaba de mí. No. No podía permanecer en mi forma humana más tiempo.

Cerré los ojos y sentí la transformación.

Por lo general, sentía cada pequeño cambio que se producía en mi cuerpo: las extremidades que se alargaban, los músculos que se tensaban, el cuerpo que crecía, el pelaje rojo, a juego con mi pelo humano, que brotaba de mi piel y me cubría por completo.

Pero no en ese momento. No sentía otra cosa que no fuera la Bruma.

Respiré y mi voz fue un gruñido. Mis dedos eran garras negras como el carbón. A través de los ojos de loba todo era más agresivo, más violento.

Especialmente en ese momento. Cuando la Bruma apenas comenzaba.

Transformada por completo en loba, me adentré en el bosque.

El viento frío soplaba sobre mi pelaje, el duro suelo estaba húmedo bajo mis patas y los olores del bosque llenaban mi nariz.

Los aullidos resonaron en el bosque. Eran lobos sin pareja.

Maldije para mis adentros. Acuciada por la Bruma, no había pensado en las implicaciones.

Entrar en el bosque al principio de la temporada era como rogar que te follaran. Los bosques eran como un bar de universidad. Todo eran ganas e impulsos estúpidos.

En cualquier momento, algún lobo iba a detectar mi olor y a reconocer que no tenía pareja. Me acecharía hasta que me rindiera. Más de uno. Estaba segura.

Un juego, un desafío para ver quién se llevaba a la loba sin pareja.

Aunque mi cuerpo me pidiera lo contrario, no iba a ceder tan fácilmente. Esos lobos podían tener todo el sexo que les apeteciera, no los juzgaba. Pero yo estaba ~esperando.

Esperando ese momento, ese instante, esa súbita e indescriptible mirada de reconocimiento cuando dos lobos establecen contacto visual y saben que son pareja de por vida.

Quería que eso me sucediera a mí..

¿Pero estando en el bosque recién iniciada la Bruma? Era poco probable, por decirlo finamente.

Me volví hiperconsciente de los lobos machos, de cada uno de sus movimientos, de su olor.

Corrí descaradamente, liberando feromonas en el aire, atrayéndolos más cerca. Y pronto supe que me iban a acorralar.

Eran cinco. Todos lobos machos hambrientos.

A mi cuerpo le gustaba tenerlos cerca. Ya lo creo que le gustaba.

Por un segundo me pregunté si sería el año.

¿Iba a ceder finalmente? ¿Iba a rendirme a esos cinco machos a la vez? ¿Iba a perder mi virginidad en medio del bosque en ese instante?

A medida que la Bruma se apoderaba de mí y todos mis deseos de esperar a mi pareja verdadera empezaban a desvanecerse, me pregunté qué me detenía. ¿Sinceramente? Lo deseaba.

¿O no?

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