Universidad de hombres lobo - Portada del libro

Universidad de hombres lobo

Brittany Carter

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Chapter
15
Age Rating
18+

Summary

Savannah Harper está muy enfadada. No solo le obliga su abuela a ir a una universidad de la que nunca ha oído hablar, sino que además ha de mudarse a Podunk, en Luisiana, sin su novio. Creía que las cosas no podían empeorar... hasta que llega a la universidad y descubre el verdadero motivo por el cual la han enviado allí. Ahora le toca lidiar con lobos, almas gemelas y alfas, ¡por no hablar de las malditas guerras!

Clasificación por edades: +

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41 Chapters

Chapter 1

Prólogo

Chapter 2

Capítulo 1

Chapter 3

Capítulo 2

Chapter 4

Capítulo 3
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Prólogo

SEIS MESES ANTES

Trent me puso en su hombro y se dirigió corriendo hacia la piscina de obra de mi abuela. Grité como una loca cuando nos sumergimos en el agua fría

Llegué primero a la superficie, colocándome bien el pelo mientras jadeaba.

Unos fuertes brazos me rodearon por detrás y me arrastraron hacia el borde de la piscina. La boca de Trent se dirigió a cuello e hizo que se me pusiera la piel de gallina.

—¿Has recibido ya respuesta de alguna de las universidades a las que te presentaste?

Qué manera de arruinar mi estado de ánimo. Apoyé los antebrazos en el borde de la piscina y centré mi mirada en el hormigón que tenía delante. —No. ¿Y tú?

Trent se llevó los dedos a su pelo rubio y me estudió con sus grandes ojos marrones. —Sí, tuve noticias de la LSU la semana pasada. Me han admitido.

Apoyó su hombro en el mío y sonrió, haciendo que el oyuelo de su barbilla se hiciera más profundo. —No te preocupes. Pronto tendrás noticias, y podremos decidir a dónde vamos.

Sabía que no debía planificar mi vida en torno a un chico, pero quería a Trent. Había sido mi protector, mi mejor amigo y tenía todo lo que una chica quería de un chico.

—Lo sé —mentí.

No lo sabía. No estaba segura de por qué ninguna de las universidades, incluso las más pequeñas, no me había contestado todavía. Mis notas eran estelares y había participado en la mayoría de actividades extraescolares. No tenía ningún sentido.

Las puertas correderas de cristal se abrieron y mi abuela salió al jardín. Me había criado desde los tres años, tras la muerte de mis padres, y la quería como a una madre.

Podía ver las líneas de preocupación en su cara desde la distancia. —Savannah —me llamó—. Entra, necesito hablar contigo de algo. Trent, vete a casa mejor. Puedes volver mañana.

Trent me miró de reojo en busca de mi aprovación, pero salió arrastrándose y corrió dos casas más abajo hacia la suya. Salí de la piscina y cogí mi toalla.

—¿Qué ocurre, abuela? —pregunté, secándome el pelo con mi toalla de gran tamaño.

Su reluciente pelo blanco parecía despeinado, lo que no era habitual en ella, y el permanente ceño fruncido que llevaba en el rostro me asustó. —¿Ha muerto alguien?

Ella sacudió la cabeza. —Vamos adentro, querida.

La abuela se dirigió hacia la mesa del comedor, donde tenía colocados unos papeles. En el centro había una caja de madera que me resultaba familiar. Iba a darme una carta. No una carta cualquiera, sino una que mi madre había dejado para mí.

La abuela nunca me contó exactamente lo que les pasó a mis padres, aparte de que fueron asesinados, pero siempre me pareció extraño que escribiera esas cartas. Como si hubiera sabido que iba a suceder. Como cuando uno tiene un cáncer o una enfermedad.

La abuela siempre me daba el mismo argumento de “tenía un presentimiento” o “lo hizo por si acaso”.

Las lágrimas se concentraron en las esquinas de mis ojos antes de que mi culo golpeara la silla. La abuela mantuvo la calma, como siempre, y deslizó un sobre en la mesa.

Con las manos temblorosas, desdoblé la carta y me quedé mirando la pulcra letra de mi madre. Por desgracia, no recordaba gran cosa de ella, sólo tenía una vaga imagen.

Pero conocía bien su letra. Porque me había escrito una carta para cada ocasión importante. Mi primer amor. La entrada al instituto. Mi primer sujetador. Mi periodo. Había pensado en todo.

Supuse que esta carta iba relacionada con la graduación y la universidad. En cualquier caso, me moría de ganas de ver lo que mamá había escrito para mí.

Dulce Savannah,

No puedo creer que haya llegado este día. Lo que daría por estar allí contigo. No puedo imaginar cuánto ha crecido tu pelo oscuro, o si tus ojos color avellana todavía se iluminan al ver el chocolate.

Te vas a graduar pronto, y sé que probablemente tienes muchas aspiraciones, y me duele escribir esta carta. Tu padre y yo necesitamos que entiendas que todo lo que hacemos es por tu seguridad, y por el bien común.

Ya te hemos inscrito en la Universidad de Hombres Lobo en el sur de Luisiana. Es donde tu padre y yo nos conocimos. Es donde irás.

Encajarás perfectamente ahí, y todo tendrá sentido para ti. Te queremos mucho, Savannah. No lo olvides. Ve a hacer amigos, y mantente fiel a tus instintos, ellos siempre te llevarán lejos.

Te amamos. Por siempre y para siempre.

Mamá y papá.

Las yemas de mis dedos se entumecieron mientras releía la carta por segunda vez. Parpadeé, tratando de borrar y dar sentido a la carta que tenía delante. ¿Universidad de Hombres Lobo?

¿Qué clase de universidad era esa? ¿Quién le había puesto a una universidad el nombre de un perro... sobrenatural?

Dejé caer la carta sobre la mesa y miré con odio a mi abuela. —¿Has leído esto?

Ella negó con la cabeza. —Nunca las leo, Savannah. Ya lo sabes.

La ira me revolvió el estómago y un par de estúpidas lágrimas rodaron por mi tenso rostro. Empujé mi pelo oscuro hacia atrás para que no se me pegara a las mejillas cubiertas de lágrimas y me tragué el nudo que tenía en la garganta.

—No voy a ir a una estúpida universidad para perros, abuela. No pueden obligarme a ir. No están aquí. Quiero ir con Trent. Le quiero.

La abuela miró a lo lejos con el ceño fruncido. —Querida, me gustaría poder cambiarlo, pero les prometí que me aseguraría de que obedecieras las cartas. Ya está grabado en piedra.

Me levanté y mi silla salió volando hacia atrás. —Así que sí sabías lo de la universidad. Todas las veces que te hablé de ir a LSU o a otro estado, nunca dijiste nada. Me hiciste creer que tenía una opción, y no la tengo.

La abuela cruzó los brazos sobre su estómago. —Lo siento...

—¿Y cómo puede estar grabado en piedra? Ni siquiera he presentado una solicitud allí. ¿Por eso ninguna de las universidades que solicité me ha respondido? No me lo puedo creer.

La abuela se levantó lentamente, utilizando la mesa como apoyo. —Lo siento, Savannah, pero tienes que ir allí. Era su último deseo.

Por supuesto, era su último deseo: arruinar mi vida.

No conocían a Trent. No sabían que ir a esta universidad me haría renunciar a él. Teníamos que hacer que funcionara. Podíamos hacerlo.

La Universidad de Hombres Lobo no cambiaría mi amor por Trent, y no arruinaría mi vida, porque no iba a ir.

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