Alfa Malik - Portada del libro

Alfa Malik

Midika Crane

Capítulo 2

Aria

Me siento un poco culpable al venir aquí.

Abrazando mi chaqueta más cerca de mí, inclino la cabeza para evitar la avalancha de aguanieve que me golpea de lado. Por supuesto, este tiempo no hace más que recordarme por qué me estoy metiendo en esto.

Al menos el papel que traigo está metido bajo la piel sintética de mi abrigo. No es que importe.

Realmente, no estoy tratando de protegerlo, de hecho, solo estoy tratando de ocultárselo a Alexa. Me detengo, y pienso en tirar la idea de Alexa a la basura.

Sacando el trozo de papel, lo evalúo a través del aguanieve, que está golpeando el lado del cubo de la basura.

El rostro del mismísimo Alfa me mira, sus ojos azules se clavan en lo más profundo de mi alma.

Tal vez si pudiera ver más allá de los píxeles borrosos de la impresión chapucera, podría haber pensado que era guapo.

Claro que lo he visto en la televisión, pero nunca me he fijado mucho en Malik. Hay algo en él que me inquieta, cosa por lo que me regaño ya que no lo conozco personalmente.

Al menos protege a nuestra manada y nos da todo lo que necesitamos. ¿A quién le importa si es demasiado hermoso para poder mirarlo por mucho tiempo?

Palabras de Alexa, no mías.

—Lo siento, Malik, los Alfas no son mi tipo —murmuro, antes de arrugar el papel de la solicitud en mi puño y tirarla directamente al cubo de la basura.

En el momento en el que Alexa me propuso participar, acepté solo para mantenerla callada. Ella no tendría porqué saber que en realidad no me inscribí, como le prometí.

Me sentía mal por actuar a escondidas y mentirle, además, no es que fuera a ser la elegida, de todos modos...

Lo que está claro que aún le tengo algo de miedo a Alexa, ya que he tenido que salir a tirarlo a la basura de la calle, en lugar de hacerlo en mi propio cubo de basura.

Ella podría haberlo visto, y yo no estaba preparada para el tipo de paliza verbal que podría darme mi amiga.

Lo que no me gustaba era la idea de competir por su amor.

Feliz de haber completado mi misión con éxito, me doy la vuelta y vuelvo hacia mi coche. El viejo cacharro está probablemente maltrecho por el mal tiempo que no ha cesado en todo el día.

La nieve puede ser algo maravilloso, pero en el momento en que amenaza con caer aguanieve, el estado de ánimo de todos cae en picado.

Me tiemblan las manos mientras jugueteo con las llaves en el bolsillo. Alguien más ha llegado en un pequeño camión, metiéndose en una plaza de aparcamiento a unos metros de la mía.

Mientras deslizo la llave en la cerradura, le echo una mirada. Al principio, pienso que es alguien que ha venido a tirar la basura.

Conteniéndome para no ser demasiado entrometida, miro hacia abajo, forzando finalmente mis manos húmedas para abrir la puerta del coche. No era la primera vez que se me atascaba una llave en ese maldito aparato.

—Disculpe, señora...

Me sobresalto y lanzo las llaves hacia arriba, antes de que aterricen con un ruido metálico en el techo de mi coche. Mi corazón late rápidamente mientras me giro para ver de quién es la voz que me ha interrumpido.

Es de un hombre de altura media, con la capucha de una chaqueta oscura puesta sobre la cabeza.

Parece molesto por el tiempo, y francamente, no le culpo, pero parece bastante amable mientras esboza una sonrisa accesible.

Y parece extranjero, lo que capta mi interés. Definitivamente no es originario de esta manada, eso seguro.

—Lo siento —murmuro, cogiendo las llaves del techo—. Me has asustado.

—Lo siento. Simplemente me preguntaba si podrías ayudarme a descargar algunas cosas de mi coche. Mi familia se está deshaciendo de algunos muebles viejos.

Era una petición extraña, pero podía imaginar lo que sería hacerlo solo, especialmente con este tiempo. Así que, decidiendo ser una buena samaritana, asiento y le sigo hacia su coche.

—¿Eres de aquí? —me pregunta cuando nos acercamos a su coche. Los cristales están tintados, así que no puedo ver demasiado el interior.

Asiento con la cabeza. —Nacida y criada.

Parece pensativo.

—¿Por qué tu compañero no te ha ayudado a bajar la basura? —pregunta un poco más enérgico. Frunciendo el ceño, me detengo en la puerta de su coche, mientras me mira expectante.

—No tengo compañero... ¿dónde están los muebles?

La forma en que me mira fijamente, con los ojos oscuros y encapuchados, me hace sentir ligeramente incómoda. Aquí estoy, pensando que iba a ayudar a alguien y a hacer una buena acción, pero dándome cuenta de que hay algo que no encaja. ¿A qué vienen esas preguntas?

—Supongo que eres joven... ¿alrededor de los veinte años? —dice, abriendo finalmente la puerta del coche.

Tragando saliva, me muevo muy despacio hacia delante. —Sí.

Entonces abre la puerta, pero en lugar de ver muebles viejos listos para ser tirados a la basura, me encuentro con el interior de un coche desnudo.

—Perfecto —ronronea, y no tengo la oportunidad de decir otra palabra antes de que me agarre de la nuca y me empuje al coche.

Al caer, mi cabeza se golpea sin contemplaciones contra la parte superior de la puerta del coche y la inconsciencia me invade. Y entonces me desmayo.

***

Cosas como esta no le pasan a las chicas como yo. Cosas como esta no le pasan a las chicas como yo.

Llevo horas despierta.

Tengo las manos sujetas con bridas y estoy atada a una silla. No hay luz en la habitación en la que estoy, pero lo agradezco en parte, ya que me duele la cabeza.

Me golpeé bastante fuerte, y mi mente da vueltas como mi visión, sin dejar que mi mente capte la realidad el tiempo suficiente para evaluar la situación.

Las luces se encienden y mis ojos hacen por ajustarse, dejándome ver a un completo desconocido y una habitación que nunca había visto antes.

El rostro del hombre que tengo delante se retuerce y se transforma en mi visión, que aún está borrosa por haber estado tanto tiempo inconsciente.

Me doy cuenta de que me mira fijamente, probablemente esperando a que pueda mirarle a los ojos.

—Eres bonita. Mi hermano eligió bien.

Ese acento era exactamente el mismo que el del bastardo que me trajo aquí en primer lugar. Me doy cuenta, con mi corazón hundiéndose, que sé quiénes son. Rebeldes.

La pista eran sus rasgos extranjeros y su acento, que no encajaban con ninguna manada que conociera.

La gente detesta a los rebeldes. Y con razón.

—¿Qué quieres de mí? —pregunto, con la voz ronca por no haberla usado durante un tiempo. Es la única frase coherente que pasa por mi mente. ¿Por qué? Yo solo soy yo.

El hombre se agacha, poniéndose en cuclillas para estar más a mi altura. Al menos mi mente empieza a hacerse cargo de la situación, y ya no veo doble.

Ahora tengo que concentrarme en salir de aquí.

—Vas a escucharme. No harás preguntas hasta que yo lo diga —me dice con severidad, la ferocidad de su voz mantiene mi boca obedientemente cerrada.

Por un segundo, contemplo la posibilidad de intentar escapar.

Las ataduras de las bridas alrededor de mis muñecas resbalan ligeramente por el sudor; la temperatura en esta pequeña habitación es casi insoportable, pero, si me libero de mis ataduras, dudo que la puerta esté sin cerrar, y, por lo que parece, estamos en una especie de sótano.

He leído sobre estas situaciones. En el momento en que tomas represalias, te golpean o te matan, y ahora mismo, no estoy para ninguna de las dos cosas. Pero si obedezco, tal vez pueda salir viva de esto...

—Pertenezco a una pequeña organización de rebeldes que te ha seleccionado, debido a tu actual condición de estar sin pareja y a tu edad —me dice. Me obligo a bajar la mirada, encogiéndome ligeramente.

Ese hombre junto al cubo de la basura me había hecho todas esas preguntas para ver si encajaba con lo que fuera que busquen.

Esto me pasa por hablar con desconocidos.

—Yo no… —suplico desesperadamente—. Soy inútil.

—No eres inútil... de hecho, eres perfecta. Tengo un trabajo para ti, pero si te niegas a aceptarlo, tendré que matarte —me dice—. Y a toda tu familia.

Mi familia y yo no tenemos mucha relación a día de hoy. Me obligaron a irme de casa y se niegan a hablar conmigo porque creen que así me convertiré en alguien independiente, pero nunca les desearía la muerte. Todavía les quiero...

—Por favor, mi familia no está... —digo sin aliento.

El hombre se inclina hacia delante, agarrando brutalmente mi barbilla. —Tengo ojos en todas partes. ¿Quieres que te lo demuestre?

Ni siquiera puedo hablar, por la dolorosa forma en que sus dedos se clavan implacablemente en mi barbilla. Quiero sacudir la cabeza, pero incluso eso me es imposible.

En cambio, me quedo mirando la oscuridad de sus ojos, preguntándome qué lleva a la gente a hacer cosas tan crueles como secuestrar a una chica inocente.

—La competición por el amor de Alfa Malik es algo que normalmente detestaría, pero, ahora mismo, tengo la capacidad de alterar los resultados de la votación —dice, con un tono siniestro en su voz aumentando con cada palabra.

Aunque estoy más asustada por lo que está diciendo.

—¿Ya te has presentado? Espero que sí —continúa, con una sonrisa que crece lentamente en su rostro. Mi mandíbula se aprieta, entendiendo exactamente lo que está insinuando.

—¿Por qué? —pregunto. Mi voz es un murmullo sin aliento.

Por fin me suelta, y no puedo estar más agradecida. Retrocede, el sonido de sus zapatos sobre el suelo de cemento resuena en las paredes.

El desconocido es alto y amenazante, pero hago lo posible por mantener la compostura.

—Malik tiene algo que necesito. Su familia me lo robó hace muchos años y lo quiero recuperar —me informa.

¿Es dinero? ¿Cómo se supone que voy a robarle dinero al Alfa de la Manada del Amor? Puede que sea un hombre extremadamente rico, pero solo llegar a él sería una misión imposible en sí misma.

Y robarle es una historia diferente...

Observo cómo se saca algo del bolsillo trasero. En la penumbra, puedo distinguir que es una foto. Me la acerca para que la examine.

Es una foto de un collar. Es una simple cadena de plata, sin joyas... sin nada.

Lo miro fijamente. —¿Esto es lo que te han robado?

Por alguna razón, no podía imaginar por qué una línea rica de Alfas querría un collar tan simple y mundano. Cualquiera podría comprar algo así en una tienda de baratijas.

—En efecto, y necesito que lo recuperes para mí. Si lo haces, serás libre.

Mi miedo y mi desesperación por escapar se ven momentáneamente enmascarados por la más absoluta confusión. No logro comprender la importancia de esto, ni la razón de la magnitud de esta misión.

Además, si me pillan robando a un Alfa... seguramente me ejecutarán por tal delito.

—No puedo...—digo rápidamente—. No hay manera de que yo sea capaz de hacer eso.

Se ríe. —Esta reliquia familiar es extremadamente ~valiosa para mí. Una vez que seas seleccionada para la competición, tendrás acceso completo a su casa.

Estoy a punto de negarme de nuevo, pero sus siguientes palabras me hacen detenerme.

—Si no lo haces, no dudaré en matarte —murmura—. Y encontraré a alguien más dispuesta a hacerlo.

Son esas palabras las que hacen que mi corazón se hunda. Y son esas palabras las que me hacen ver que no tengo otra opción.

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