Destrozando al CEO - Portada del libro

Destrozando al CEO

Kimi L Davis

Capítulo 2

CECE

Maslow Enterprises era un edificio intimidante, pero eso no significaba que fuese a darme la vuelta y huyera.

No, el hombre que había destruido mi vida estaba allí, y no me iría hasta que me devolviera mi tienda.

Había trabajado demasiado para ello, y si tuviera que pelear con todos los guardias de seguridad del edificio, lo haría.

Con un único propósito en mi mente, alcé mis hombros y entré en lo que sabía que era la guarida del león. La mayoría de la gente podría tener miedo de entrar en este edificio, pero yo no.

Yo era fuerte y valiente, y ningún león como él tenía el poder de asustarme.

Lo primero que me llamó la atención fueron los suelos de mármol pulido y las paredes impolutas. Este lugar era para los ricos; aquí no había lugar para los pobres.

Sin embargo, a nadie se le debería permitir ser rico arrebatando cosas a los que no tienen poder. Eso no era justo, y me aseguraría de que Brenton Maslow lo entendiera.

—¿Disculpe, señorita? ¿Adónde va? —preguntó la recepcionista, arrugando la nariz mientras recorría con la mirada mi gabardina que había comprado en una tienda de segunda mano.

Sabía exactamente qué tipo de persona era, lo que me daba una pista de cómo iba a ser mi enemigo.

La gente como esta arrogante recepcionista, con el pelo peinado con cien productos diferentes, sólo se sentía cómoda con los que eran similares a su propio estatus y posición; cualquier cosa por debajo de eso y te trataban como insectos que debían ser aplastados inmediatamente.

—Tengo que reunirme con el señor Maslow —le dije, odiando que me hiciera perder el tiempo.

La oficina de Brenton estaba en el tercer piso, lo que significaba que sus otros hermanos tenían oficinas en los pisos restantes.

—¿Cuál? —preguntó ella con su traje azul brillante destinado a mostrar su poder.

—Brenton —le contesté, absteniéndome de poner los ojos en blanco. ¿Por qué perdía el tiempo hablando con ella?

—Me temo que tendrá que esperar. El Sr. Brenton Maslow está en una reunión ahora mismo. Además, no acepta ver a nadie sin cita previa. Así que le sugiero que se vaya y vuelva después de concertar una cita con él —me dijo con una sonrisa de satisfacción.

¿Por quién me había tomado? Sólo por tener un poco de dinero se pensaba que podía decirme lo que tenía que hacer. Estaba muy equivocada.

Había venido aquí con un propósito, y no me iba a ir hasta que ese propósito se cumpliera.

Y en cuanto a que Brenton estuviera en una reunión, no podía importarme menos. Tendría que hablar conmigo y no me importaba quién estuviera presente. Se encontraría conmigo y lo haría ahora.

—¿Qué tal si pides una cita con un dermatólogo? Tu cara parece como si alguien la hubiese pisado repetidamente. Hasta la luna tiene menos manchas, por eso no necesita cubrirse con capas y capas de maquillaje.

Sonreí cuando se quedó boquiabierta y me dirigí hacia los ascensores, dejando a esa esnobista congelada por la sorpresa de mi respuesta.

Apreté el botón hasta que las puertas del ascensor se abrieron.

Si la recepcionista se recuperaba del shock, seguramente enviaría a los guardias de seguridad a que me encontrasen, y no iba a dejar que nada ni nadie me impidiera reunirme con Brenton.

Tenía que devolverme mi negocio; no iba a dejar que me pisoteara.

En cuanto se abrieron las puertas, entré y pulsé el botón de la planta designada.

La alfombra roja amortiguó el sonido de mis zapatos mientras entré en el ascensor, esperando que la esnobista no hubiera alertado a la gente de la planta sobre mi presencia.

Si tuviera que luchar con alguien para subir, lo haría.

En cuanto se abrieron las puertas del ascensor, salí hacia el único despacho que había en el piso. Sin embargo, la recepcionista sentada en el mostrador me detuvo.

Me hizo controlarme para no golpearla con mi puño. ¿Por qué la gente me impedía lograr mi objetivo?

—¿Disculpe, señorita? Pero no puede entrar ahí. El señor Maslow está reunido y nadie puede molestarle bajo ninguna circunstancia —dijo la mujer, con el pelo castaño claro recogido en una pulcra coleta.

—Escucha. Brenton Maslow arruinó mi vida. Destruyó mi negocio al apoderarse de la tierra de mi barrio. No puedo quedarme sentada y dejar que piense que no hay consecuencias de sus actos. Tengo que hablar con él ahora mismo, porque me debe un maldito negocio —dije, esperando que lo entendiera y me dejara ir.

Sus labios se fruncieron. —Siento mucho tu situación, pero el señor Maslow me dio órdenes estrictas de no molestarle durante toda la reunión. Por favor, siéntese y espere a que termine, y entonces podrá hablar con él.

—Que sea rico y poderoso no significa que su tiempo sea más valioso que el mío. He venido aquí a esta hora porque tengo otras cosas que hacer después. Así que, por favor, dígale que necesito hablar con él ahora mismo —respondí, irritándome.

Esta mujer me hacía perder el tiempo; temía tener que hacer algo de lo que me arrepentiría después.

Ella negó con la cabeza y supe que no tenía opción. —Lo siento señorita, pero no puedo hacerlo. Puede volver más tarde cuando haya acabado sus cosas.

—Yo también lo siento —le di un puñetazo sin pensarlo dos veces y mis nudillos chocaron con su nariz. La recepcionista gruñó antes de caer al suelo inconsciente.

Una vez la quité de en medio, me giré hacia las puertas dobles antes de dirigirme a ellas.

Empujé la puerta de cristal hacia un lado y entré, deteniéndome en seco cuando me deparé con un grupo de hombres sentados alrededor de una mesa, con papeles y expedientes esparcidos por todas partes.

Pero era el hombre sentado a la cabeza de la mesa el que me preocupaba.

Brenton Maslow.

Aunque nunca había tenido la desgracia de encontrarme con él hasta hoy, me había asegurado de buscar su foto en Google.

Con su pelo rubio rizado y sus ojos color verde mar, Brenton Maslow era un hombre capaz de hacer que las mujeres se arrodillaran sólo por una simple mirada suya.

Mientras lo contemplaba, me di cuenta de que las fotos no le hacían justicia. Era mucho más atractivo en persona.

—¿Qué significa esto? —Brenton se levantó al verme, con sus ojos verdes ardiendo de furia. —¿Quién te ha dejado entrar? ¿Dónde está Mariam?

—Hola —Fingí una sonrisa alegre para enfadarlo—. Me llamo Cecelia.

—No me importa cuál es tu maldito nombre. ¡Sal de mi oficina! ¡Mariam! ¡Mariam! —gritó a la recepcionista.

El resto de los hombres sentados en la sala permanecieron en silencio, con la mirada baja, como si estuvieran acostumbrados a que su jefe perdiera los nervios.

—No es necesario molestar a los demás, Sr. Maslow. Sin embargo, creo que su recepcionista está demasiado ocupada como para escucharle en este momento —declaré.

—Sal de mi despacho o llamaré a seguridad —amenazó, con las manos apoyadas en el cristal de la mesa.

—Puedes llamar a seguridad cuando termine de hablar. Llámalos antes de eso, y te juro por Dios que no dudaré en arruinar tu reputación delante de tus empleados —respondí, manteniendo la voz firme.

Los ojos de Brenton se abrieron de par en par como si le hubiera abofeteado antes de entrecerrarlos. —¿Quién coño te crees que eres? ¿Crees que puedes amenazarme?

—Como he dicho, mi nombre es Cecelia. La razón por la que estoy aquí es porque ustedes destruyeron mi negocio cuando se apropiaron del el terreno ayer. Sus hombres vinieron y demolieron mi tienda. No tenía derecho a hacer eso, Sr. Maslow, especialmente cuando soy legalmente la dueña de esa propiedad. No tenía derecho a demoler mi panadería sin mi consentimiento. Lo que hizo es ilegal y quiero que me pague por ello —le dije.

Parecía que quería abofetearme. —Está claro que no sabes con quién estás tratando.

—No me importa lo poderoso que seas. Usted es humano, igual que yo. Y sus acciones tienen consecuencias, señor Maslow. Me debe una panadería, y no me iré hasta que me devuelva lo que me robó —le dije.

—Te doy hasta la cuenta de cinco. Si no te vas, llamaré a seguridad y haré que te echen. La gente como tú no tiene dinero ni prestigio. Lo único que tenéis es vuestra dignidad; ¿tengo razón? Así que te doy la oportunidad de salvar esa dignidad, porque después de que cuente cinco, no sólo te habré robado el negocio, sino también la dignidad —me advirtió.

Sonreí. —Puedo entender que un ladrón como tú no sepa más que de robar. Sin embargo estoy dispuesta a darte el beneficio de la duda. No tengo ningún problema en hablar de esto contigo de forma civilizada.

—No, no lo entiendes —Observé cómo se acercaba a mí con sus andar de depredador, como si yo representase su próxima comida.

Se detuvo a un par de centímetros de mí, tan cerca que pude oler su colonia.

—No pierdo mi tiempo hablando con gente como tú. Y el hecho de que me obligues a hablar contigo no es menos que un crimen para mí. Debería hacer que te encerraran por esto.

Sonreí. —Proyectando tus crímenes en mí ahora, ¿verdad? Está bien; crees que puedes salirte con la tuya proyectando tus crímenes en mí, pero no dejaré que te salgas con la tuya tan fácilmente, Brenton...

—Es Sr. Maslow para ti —dijo.

—El respeto se gana, Brenton. Puedes utilizar el miedo para conseguir el respeto de la gente pero eso no va a funcionar conmigo. Has cometido un delito y, a menos que aceptes devolverme mi panadería, iré a la policía y les contaré todo lo que has hecho —le dije.

Estos señores se creían los dueños del mundo pero yo no iba a dejar que me pisotearan.

—¿De verdad? —Dio otro paso hacia delante, nuestras narices casi se tocaban. —Adelante canalla, acude a quien creas que puede ayudarte. Pero si crees que puedes ganar contra mí, te equivocas.

—No voy a ir a ninguna parte hasta que me des lo que quiero. No me importa si tienes que interrumpir tu reunión para acceder a mis demandas. Harás lo que te diga porque puedo aplastar tu reputación en dos segundos.

Era una exageración, pero esperaba que fuera un snob superficial al que sólo le importaba su imagen ante el mundo.

Jadeé cuando me agarró el cuello con la mano y me empujó contra la pared.

—Como dije, no pierdo mi tiempo hablando con gente que está por debajo de mí. Así que lárgate de mi oficina. Guarda la pizca de respeto que tienes y vete a buscar un trabajo. La gente como tú no sirve para nada, excepto para servir a los demás. Deberías agradecer que te haya salvado de la molestia de llevar un negocio.

Me soltó y se limpió la mano con un pañuelo como si hubiera tocado un trozo de tierra.

—Trabajé mucho por esa panadería. Acepté numerosos trabajos para poner en marcha mi negocio. No puedes quitarme eso, Brenton —gruñí.

En respuesta, me agarró con fuerza de la muñeca y me arrastró fuera de su despacho. Era sorprendentemente fuerte, intenté resistirme clavando los tacones en la alfombra pero fue inútil.

En cuanto salimos de su despacho me empujó con fuerza, haciéndome caer al suelo.

—Te lo dije, no sirves para nada más que para servir a los demás. Ese es tu lugar en este mundo, el suelo. Y yo quería ese suelo, así que lo compré. No me importa ni un ápice quien se haya convertido en víctima. Soy el dueño de este mundo; así que todo lo que hago, cada pedazo de tierra que compro, es legal. Al final del día ganaré y todo será mío. Ahora lárgate de aquí, y no te atrevas a volver a mostrarme tu cara —afirmó antes de volver a entrar a su despacho a zancadas, y esta vez se aseguró de cerrar la puerta.

Las palabras de Brenton eran duras y habrían hecho llorar a cualquier persona . Pero yo no era una persona normal.

Sabía que este estilo de persona existía; había trabajado con algunas de ellas cuando hacía trabajos para conseguir mi panadería. Así que sus palabras no eran nada que no hubiera oído antes.

Y también sabía que todo lo que decía no era más que falso. Yo no estaba destinada a servir a los demás. Todo el mundo tenía un propósito en este mundo, y yo sabía que el mío no era ese.

La razón por la que había iniciado un negocio era para poder convertirme en una jefa amable y justa, y eso era exactamente lo que iba a hacer.

No me importaba lo que dijera de mí; tendría que devolverme mi panadería, aunque tuviera que destruir a su familia por ello.

Respirando profundamente, me levanté y eché una última mirada a las puertas dobles.

Volveré, Brenton. No puedes deshacerte de mí tan fácilmente, pensé antes de bajar en el ascensor.

Iba a hacer mis cosas y después vendría a visitarle de nuevo. No le dejaría en paz hasta que me diera lo que quería, aunque me insultara de la peor manera posible.

En cuanto se abrieron las puertas del ascensor, me recibieron dos voluminosos policías. ¿Qué clase de negocio llevaba con unos guardias de seguridad tan lentos?

¿Y dijo que yo no era apta para tener un negocio? Brenton realmente estaba proyectando sus inseguridades en mí.

Pero eso estaba bien; al menos sabía cuál era su mecanismo de defensa; tal vez podría utilizarlo en mi beneficio en el futuro.

—No se molesten en detenerme; me voy —dije a los guardias mientras salía del edificio.

En el último momento me dio pena que trabajaran para un hombre tan repugnante y decidí darles un consejo.

—Y por cierto, hay mejores empresas en las que ustedes pueden ir a trabajar. Empresas que pagan bien y que os tratarían mejor. Adiós —dije antes de salir.

Para algunas personas, recibir esa respuesta de parte de alguien habría sido el fin. Pero no para mí.

Para mí, era sólo el principio.

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