Primera oportunidad - Portada del libro

Primera oportunidad

Andrea Wood

Capítulo 2

Steele

—¡Maldita universidad! —grito a mi teléfono móvil.

—Ryan, ya te hablé del concurso —dice Mel despectivamente.

—Estoy bastante seguro de que no lo hiciste, Mel —respondo, perdiendo la paciencia.

—Patrocinado por Live Nation. Los estudiantes votaron por el artista que querían que actuara en su universidad, y la universidad con mayor nivel de participación ganaba un concierto del artista que eligieron.

—Dime, Mel, ¿por qué íbamos a querer actuar en una puta universidad cuando nos hemos dejado la piel los últimos ocho años para agotar el Madison Square Garden? —vuelvo a gritarle.

No voy a dejar que esta mierda nos salpique.

—Steele, cálmate. Piénsalo, esto es como retribuírselo a tus fans. Los jóvenes adultos son tu mayor base de fans. Ellos son los que compran tus discos, y te han puesto donde estás.

»Así que piensa en ello como si les devolvieras el favor. Vas allí una semana, das el concierto, luego entrevistas a los candidatos a becarios y ya empiezas tu gira. Esto no es más que un pequeño bache en el camino… —afirma Mel, defendiendo su caso.

—Mel, voy a colgar ahora mismo. Voy a fingir que no has sugerido que entreviste a nadie. Ese. No. Es. Mi. Puto. Trabajo. Voy a hacer como si no me hubieras soltado toda esta mierda.

»Tienes suerte de que tengamos un contrato, sino estarías jodidamente despedida.

Quiero lanzar de un golpe mi móvil. Pero sabiendo que lo rompería en pedazos, no lo hago. En su lugar, atravieso con el puño la pared de mi habitación.

No puedo creer que nos haya hecho esto. Que Mel me despierte a las 6 de la mañana sólo para decirme que tenemos que salir esta noche para hacer un show en dos días y luego visitar una maldita universidad durante una semana es una completa mierda.

Yo soy el que se encarga de hacer música y para algo pago a los demás: para que hagan el puto resto. Pongo mi corazón y mi alma en mi música. He trabajado muy duro para llegar hasta aquí.

Todo para volver a una puta universidad.

Ya puedo ver los periódicos de cotilleo: «La tropa de Steele: Las ventas deben ser bajas. Una vez las entradas estén agotadas, darán una gira por las universidades».

Será falso, por supuesto, pero ¿qué otra cosa publican los periódicos y las revistas, si no son rumores? Acabamos de terminar un álbum hace un par de semanas.

Nuestra gente predice que superaremos en ventas al último álbum que ya sacamos, y que volverá a romper las listas de éxitos. He puesto más de mí mismo en estas canciones que en cualquier otra que haya hecho antes.

Sabiendo que no hay manera de que pueda volver a dormirme, decido irme a correr a la playa pública que está a las afueras de mi piso.

Todas las mañanas, cuando no estamos de gira, opto por hacer footing en la playa. El día que cobramos el primer cheque de nuestra compañía discográfica, me compré un apartamento en Long Beach, California.

Ha sido lo más parecido a un hogar que he tenido.

Hay algo en el olor a la sal en el aire y en el viento soplando mi pelo que consigue que me sienta en paz. La mayoría de los días, es donde encuentro las letras de mis canciones.

También es donde voy a buscar mis problemas.

Termino de correr. Supongo que llamaré a los chicos y luego me ducharé. Es más fácil llamarlos a todos a la vez.

Así podré escuchar los «qué cojones» y los «¿por qué no nos lo has dicho antes?» y luego, «sí, sí, estamos haciendo las maletas. ¿Dónde y a qué hora?»

Mucho más fácil.

Les llamo, y va tal y como suponía. Cuando cuelgo, decido que debería volver a acostarme y descansar un poco.

Con todas las veces que he volado, se podría pensar que es sencillo para mí cerrar los ojos y quedarme dormido. Pero no. Con el ruido y las posibles turbulencias, siempre me quedo con los nervios destrozados.

Estoy seguro de que a la prensa le encantaría publicar un artículo así en primera plana: «yo, Steele, una estrella de rock alfa, un chico malo, teniendo miedo a volar».

Los chicos ya lo saben, así que siempre intentan distraerme incitándome a que folle con alguna pasajera o con alguna azafata.

Solemos volar bastante, así que cada vez más, suben el listón. Es sorprendente que todavía no nos hayan echado de un vuelo.

Me despierto sobre las cuatro, lo que me deja el tiempo justo para hacer la maleta. Cuando voy de gira, sólo necesito la ropa justa para una semana ya que la lavamos en el hotel una vez a la semana.

Además, no hay mucho espacio de almacenamiento en un autobús de gira cuando vamos cinco hombres.

Me cambio de ropa, ahora arrugada, por algo limpio, cojo mi equipaje y salgo por la puerta. Cuando estoy fuera, la limusina que había pedido ya está esperándome, lista para llevarme al aeropuerto de Los Ángeles.

Es hora punta. Esto va a llevarnos un rato.

Respiro profundamente e intento relajarme. Los chicos siempre pueden captar mi estado de ánimo, más aún cuando estoy cabreado. Y Mel me ha puesto en ese humor.

Así que trato de calmarme un poco.

Una vez que subamos al avión, será un no parar durante seis meses. Muchos grupos hacen una gira de seis meses, pero como acabamos de terminar un álbum, estamos alargando la nuestra.

Nuestra primera estancia es de dos meses, y luego volveremos a casa durante tres semanas y nos volveremos a ir durante seis meses más.

La única ventaja es que las cinco personas que me importan, mi verdadera familia en todos los sentidos, es la banda, y estarán conmigo. Así que no voy a dejar nada ni a nadie atrás.

Mis padres ya no están. Vivieron lo suficiente para ver mi éxito. De todos modos, nunca se preocuparon realmente por mí, por mi música o por mi grupo.

Salgo del trance en el que me he metido cuando veo que nos acercamos al aeropuerto. El conductor de la limusina abre mi puerta y me doy cuenta de que ya estoy en la entrada del aeropuerto.

Estoy seguro que los chicos ya están en la puerta de embarque, ya que viven todos juntos y en Los Ángeles. Están mucho más cerca.

Cojo mi maleta, doy una propina al conductor y paso por el control de seguridad, preparándome para que me acaricie un tipo. Justo lo que necesito para seguir con este día de mierda.

Entiendo por qué lo hacen —joder, yo mismo no querría que nadie subiera a mi mismo avión con ningún tipo de arma—, pero no me siento cómodo con que unos desconocidos soben mi cuerpo.

Mis manos son una cosa: es la forma de negociar. Doy la mano en el cierre de los negocios, cuando me reúno con los fans, pero no las pongo encima de uno de ellos.

Paso por el control de seguridad como una bala, facturo mi equipaje y me dirijo a la puerta de embarque. Cuando llego allí, veo a los chicos sentados esperando que llamen a nuestro vuelo.

Me acerco a ellos, tomo asiento y empiezo a decir tonterías.

—Estoy pensando que deberíamos hacer una apuesta ahora mismo sobre quién va a conseguir más coños mientras estamos en Boston. El ganador decide la humillación del perdedor —declara Zepp.

—Todos sabemos que Steele va a ganar, y ya recuerdas la última vez lo que nos hizo hacer a todos.

»¿De verdad quieres estar durante una semana diciéndole a cada mujer con la que te relacionas que eres portador de una enfermedad de transmisión sexual incurable? Porque yo te aseguro que no.

Comienzo a reírme, recordando esa apuesta tan buena.

Nadie tiene la oportunidad de responder porque han llamado a nuestro vuelo. Todos nos levantamos y subimos al avión. Siete horas después, llegamos al aeropuerto internacional de Logan, Boston.

Los chicos estuvieron hablando durante todo el viaje. Llegaron a la conclusión de que era necesaria una noche de jolgorio para celebrar la gira previa, así que tienen planeado salir después de que lleguemos al hotel.

Recogemos nuestro equipaje en la consigna y salimos del aeropuerto. Veo a nuestro conductor. El nombre de la banda «Steele's Army» está escrito en la limusina en un trozo de papel suelto y al revés.

Eso es algo que me molesta, a diferencia de Liam y Gage, que se ríen descaradamente.

Zepp se pone en guardia, listo para disculparse por lo que está muy cerca de salir de mi boca. Soy una persona que espera la perfección por parte de todos, sobre todo si trabajan para mí.

Nos acercamos al conductor. Se siente intimidado al instante y agacha la cabeza. Por suerte para él, su muestra de comportamiento sumiso hace que me mantenga callado.

Evidentemente, este tipo es un pusilánime y no se había dado cuenta de su error. Puedo llegar a ser una persona indulgente, pero solo cuando quiero serlo.

La mayoría de la gente actúa así cuando nos conoce, y no puedo culparles porque es la imagen que proyectamos.

A mí y al resto de la banda nos viene muy bien, ya que nos hace parecer fuera del alcance del aficionado común y corriente o del groupie. Joder, incluso la prensa es un escudo protector.

Existe demasiada gente en nuestro sector que sólo quiere hacerse un nombre o aprovecharse de artistas como nosotros. Así que siempre estoy a la defensiva y vigilando, esperando que esas ratas se cuelen.

Pat, nuestro conductor, se presenta. Tras unos incómodos segundos de silencio, abre la puerta de la limusina y todos nos subimos.

Al salir del aeropuerto, nos lleva directamente a nuestro hotel, el Ritz-Carlton. Después de trabajar tan duro como lo hacemos, no nos merecemos más que lujo, y cualquier hotel en el que nos alojemos sólo puede proporcionarnos eso.

Durante el trayecto, les digo a los chicos que no voy a ir de bar en bar y que voy a descansar un poco, y les aconsejo que hagan lo mismo, ya que nuestro concierto improvisado es mañana por la tarde.

Ya sea en una pequeña universidad o en un estadio, vamos a dar un conciertazo.

Tras un corto trayecto, nuestro coche llega al hotel. Pat nos abre la puerta. Agarro mi cartera, saco rápidamente algunos billetes al azar y le doy una propina.

Atravesamos las puertas giratorias hasta el vestíbulo del hotel en el que nos alojaremos en los próximos días.

La señora de la conserjería coquetea conmigo sin parar, dejando claro que quiere follar. Como soy un caballero, me niego cortésmente.

Una vez que tengo las llaves en la mano, las reparto y decidimos quedar a las ocho de la mañana, que es bastante temprano, ya que lo más probable es que estén de copas toda la noche.

Les sugiero que si realmente tienen que salir, intenten llegar a una hora decente.

Tenemos previsto reunirnos en mi habitación para desayunar y discutir nuestros planes mientras estemos aquí. Todavía no les he hablado del posible becario al que tenemos que entrevistar.

Decido llamar a Mel después de tener algo en el estómago y después de haber dormido un poco.

Me tengo que enterar bien de las entrevistas que tenemos que hacerle al supuesto becario que vendrá con nosotros y saber qué mierdas se supone que va a hacer con nosotros mientras estemos de gira.

Dejándoles que busquen sus propias habitaciones, les digo que nuestra apuesta está en marcha y que les estoy haciendo un favor al dejarles ventaja.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea